1.4.06

Bolaño y los nuevos: metaliterarios y vitalistas

Entre nuestros jóvenes narradores parece haberse descubierto ya, tan pronto, una manera original de partir en dos a la generación del dos mil. En otras promociones, la división se dio, o se quiso dar, entre vanguardistas y tradicionales, puristas y sociales, criollos y andinos (como sabemos), etc. Ahora, las etiquetas parecen ser "metaliterarios" y, digamos, "vitalistas".

Es decir, por un lado los autores de textos autorreferenciales, o atravesados de citas y guiños intertextuales, y por otro los que tienden a una narrativa ágil, concentrada en la anécdota, etc. En el primer grupo, bajo una bandera más o menos borgiana, están autores como Edwin Chávez o Luis Hernán Castañeda; en el segundo, escritores como Leonardo Aguirre, Max Palacios o Daniel Alarcón.

Es evidente que esa división es artificial y que, para hacerle caso, habría que cegarse a mucho del contenido de la obra de los autores mencionados. Comprobarlo, sin embargo, aunque sencillo, demandaría un espacio mayor del que dispongo en un post. Pero sí puedo intentar una precisión al respecto a partir de la reciente novela de Diego Trelles, El círculo de los escritores asesinos.

En el suplemento Babelia, del diario El País, Lluís Satorras ha publicado una reseña indecisa y ambigua de la novela. Digo que es ambigua porque, aunque la evaluación final del reseñador es positiva ("la calidad de la novela y el buen hacer literario del autor son, en mi opinión, indudables"), uno se pregunta cómo llega el comentarista a esa conclusión feliz luego de enumerar tantos errores fundamentales del texto, y sin mencionar una sola virtud más allá de las convencionales.

Satorras comienza por comentar la "gran influencia" de Roberto Bolaño sobre la novela de Trelles: hace notar que los personajes de esta historia son "hijos literarios" de Belano y Lima, los protagonistas de Los detectives salvajes. Y luego especifica la naturaleza de esa influencia: los personajes de Trelles, dice el comentarista, son "pálidos reflejos" de los del novelista sureño.

Luego indica Satorras: "(los protagonistas) son, como los del autor chileno Roberto Bolaño, enfermos de literatura, poetas perdidos y un tanto absurdos, pero son también su caricatura, de tal manera que convierten en tópico lo que podría ser auténtico y se dedican a citar continuadamente autores, películas y obras literarias".

Un mecanismo presente a lo largo de la novela es el de las citas a pie de página, que Satorras juzga interesante, pero que a mi juicio resulta de una gratuidad insuperable. En un pasaje, un personaje observa: "Vimos La cérémonie, de Claude Chabrol" y el comentarista (uno de los escritores aludidos en el título) aclara, a pie de página: "La cérémonie (1995) de Claude Chabrol"...

En otro momento, el mismo personaje dice "En el noventa y ocho (...) Eric Rohmer estrenará su Conte d´automne" y una imprescindible nota nos informa: "Conte d´automne (1998) de Eric Rohmer". En otro momento una nota de ese calibre nos dice lo evidente acerca de una película de Bergman, con el único añadido de entregarnos el título original sueco con errores de ortografía. (Elijo citas que el lector puede confirmar consultando esta página).

¿Cuál es la razón de esas notas, que ningún sentido añaden, y cuál su necesidad? ¿Cuál es su función? ¿Se trata de la construcción de un narrador desconfiable, al modo borgiano, o, en todo caso, una suerte de parodia de lo borgiano? Es decir, ¿debemos entender que el anotador de la narración es un snob que se esfuerza por parecer culto, y reinterpretar la novela a partir del dato de que él y los demás personajes son todos indesmayablemente mediocres?

¿O será que la funcionalidad de las notas es inversa: no pretende agregar complejidad al texto sino asegurarse de que hasta el más ignaro de los lectores tenga a la mano la información necesaria para no extraviarse en él? Si fuera así, estaríamos ante un primer intento de convertir la poética de Bolaño en una poética de best seller, desescamada, desespinada, deshuesada, lista para el micro-ondas.

Quizá el error de la partición metaliterarios vs. vitalistas quede más claro si uno atiende a ese rasgo: se puede ser metaliterario, como Trelles, sin que eso añada ni un ápice de sentido o complejidad al texto, pero también sin dañar la capacidad de entretenimiento puro de la narración; se puede ser vitalista, como Trelles, sin que la vitalidad alcance a ser más que una larga cita (un "pálido reflejo") de una literatura ajena.

Imagen: Diego Trelles en movimiento bolañesco. Fotomontaje: gfp.

17 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé si calificaría a Alarcón como vitalista. Es muy cosmopolita y su formación académica es sólida aunque él prefiera moverse por círculos no tan académicos (Etiqueta Negra).Por lo menos al lado de Aguirre como que no cuadra.
En cuanto al autor de Manual para cazar plumíferos, lo metería dentro de una corriente pequeña de "experimentales", junto con Ezio Neyra.
Hay un par de vitalistas que se nos está escapando: Gabriel Rimachi y Fernando Toledo. Pero el tema da para más.

Leticia dijo...

Al leer tu post, recordé unos cuantas novelas de Puig, a quien sería difícil -creo- clasificar en alguna de estas dos "tendencias".
Por un lado las citas al pie en "El beso de la mujer araña", dialogan con el texto al punto de que es "modificado/puesto en cuestión" el discurso psicológico por el ficcional. por otro, en ese mismo texto, la inclusión de relatos cinematográficos tienden a acercarlo a "lo popular", pero a la vez complejizan al texto si se analizan esas relaciones intertextuales.
Resulta "poco feliz" que un autor "entre" de "vitalista" o "metaliterario" en esa cosa escurridiza que llamamos literatura. La experiencia que ella demanda se empobrece si nos instalamos en alguno de esos dos lugares.
Siempre es interesante cruzar este puente, saludos.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Gracias por la visita, Leto; bienvenida cuando quieras.

Víctor: justamente, mi intención en el post era observar lo estrecho de esa división entre vitalistas y metaliterarios (o metaleros, como les dicen por ahí).

Ezio y Leonardo Aguirre, en efecto, parecen tener una tendencia a cierta experimentación, pero también esa experimentación se vuelve metaliteraria, casi por definición.

No creo haber leído nada de Fernando Toledo. ¿Qué recomiendas? ¿Es recomendable?

Anónimo dijo...

Le he escuchado leer un cuento alguna vez, y tengo entendido que publicará en el próximo número de la revista Casa de Citas.
Sí pues, estas dicotomías son estrechas, pero lo curioso es que los mismo partícipes de ambas tendencias mantengan esas diferencias, y se adunen en bloques.
Ahora, habiendo sido planteado el tema con tal respeto y precisión, y siendo muchos narradores aludidos asiduos a tu blog (lo sé bien), es de esperar su participación.
Deben estar calentando motores para intervenir. Vamos Palacios, Ruiz-Ortega, se animan?

Gabriel Ruiz-Ortega dijo...

En lo personal no me considero un narrador vitalista. Considero que el soporte en el que un escritor tiene que moverse, más allá si está en la parcela de uno de estos campos, apunta a conocer bien ambas tradiciones. Como sabemos bien, la experiencia de vida no ayuda del todo cuando no manejas bien el código en el que se va a plasmar la inquietud de uno. De esta corriente "vitalista" pongo como buen ejemplo "Al final de la calle", de Óscar Malca. Hablando de los metaliterarios, considero que la experiencia de vida juega un papel importante, pero no al nivel de plasmar y dejar por sentado las farras de uno, esta experiencia de vida está muy ligada a la madurez interior, y claro, al evidente dominio por sacarle todo el jugo al lenguaje. Me quedo con tres ejemplos importantes. París personal, de García Falcón y La disciplina de la vanidad, de Iván Thays. Y Casa de Islandia, de Castañeda.
Gabriel.

Portnoy dijo...

Se te olvidó mencionar que Satorras desvela el final de la novela (o casi)
Ya que hablamos de una especie de Metaliteratura, o de las influencias de ésta, se podría hacer también crítica de las críticas... a Satorras le condenaremos por hablar demasiado de la trama de la novela y poco de sus valores y, sin embargo, lograr que el lector de la reseña se interese por la novela (que sería mi caso)
En fin... un saludo

Freddy Gómez dijo...

Interesante discusión. Esperamos que Max Palacios y otros narradores mencionados también participen.
Saludos.

Arturo Gómez

Gabriel Rimachi Sialer dijo...

Yo creo que uno debe analizar el proceso de evolución del estilo del escritor para poder tener un panorama al menos interesante. En mi caso tengo tres libros de cuentos y unas placas, pero soy conciente de que hay un crecimiento, no solo en el espectro temático sino que la forma de contar, el uso del lenguaje, se ha ido mejorando con el tiempo. ¿Vitalista? Sí, me parece una buena definición, personalmente creo que la palabra tiene que transmitirte no solo una idea sino una imagen, y esta a su vez tiene que estar cargada de emoción. No sé qué diran ustedes, seguiré con atención las cosas.

Departamento de Literatura de la UNMSM dijo...

Con respecto a lo que dice Neyra. Ciertamente, como afirma Bourdieu, cuando un autor entra en las redes de la industria cultural pues queda fijado en las vitrinas del mercado. Si surges como un Bukowski, pues deber terminar como Bukowski, algo así es el asunto. Pero Bourdieu lo dice en el marco de su reflexión sobre la industria cultural, desarrollada en sociedades del primer mundo, fundamentalmente. Es decir, donde hay un mercado y una industria cultural. ¿Hay en el Perú esto? Pienso que no. Pruebas veo a montones: los editores no son tales, en el sentido actual del termino -es decir, empresarios-, son apenas impresores de libros que cobran al autor, y, cuando pagan ellos, ya no son ni siquiera piratas -como denunció una vez, de modo dramático, Oswaldo Reynoso-, sino corzarios -y mencionó al editor de Peisa. Igual con las librerías y las ventas -creo que todos somos concientes de eso, no?. Por lo mismo, que un escritor "joven" en el Perú ahora sea esto, fácimente puede mañana ser aquello, nadie se hará problemas. No se aplica lo dicho por Bourdieu. A no ser que Neyra piense que estos "jovenes narradores" son leidos en España con la misma atención que en este blog. No creo.
Al margen de lo anterior, que como todo en las humanidades es opinable, me pregunto -dudo, desconfío, abuso de la perspicacia-, porque Faveron refiere esa casificación -metaliterarios vs vitalistas-, que luego discute y diluye. Sobre todo, partiendo de un artículo que, como él mismo señala, no tiene pies ni cabeza. Opino que su interés es hablar de los "jóvenes" narradores -concretamente, de los mismos (y únicos) que hablan tanto Thays como Coral. ¿Por qué? No lo sé. Pensando bien, puedo decir que le gusta lo que escriben los "jóvenes", y está entusiasmado -no es la primera vez, ya lo hizo, hasta el exceso, con Prochaska. Pero no creo que sea productivo para esos jóvenes. Les hace daño, porque les confunde, les llena de cabeza de pajaritos, y comienza a preocuparlos por aspectos -las ventas, las publicidad, las argollas literarias-, que deberían enfrentar con una obra más sólida. Como decía Unamuno en una carta, "hay que dejarlos crecer". Pongo el caso del "joven" Castañeda. Una novela aceptable, que dejaba ver cosas, algunas buenas -personalmente, que haya escrito tanto-, otras no tanto -muletillas y uno que otro lugar común-, pero también "malas artes", que uno podría calificar de ingenuidad o "pecados de joven". Me refiero a que, vista en conjunto, la "novela" es en verdad un libros de cuentos -varios muy buenos-, a la que a fuerza se le ha tratado de convertir en novela. Algunos lo pasaron por alto, otros -inexpertos-, lo vieron como una "genialidad" -un poco más y citan a Joyce. Pero qué decimos de su segunda novela -casi arrebatada por un editor ávido de "jóvenes" publicitados por Thays. Siendo amables, pues que pudo fácilmente esperarse un tiempo más. Las mejores novelas son como el mejor vino, toman su tiempo, no? Y puedo seguir citando otros casos -tal vez en otro post.
Concretamente, se les hace daño. Sobre todo, a los más impresionabes, como Max Palacios. Hay un par de cosas más, pero las reservo a otro post, no quiero abusar del dueño de casa.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Carlos García inaugura la crítica-ficción; o mejor aún, la metacrítica-ficción. Imagina qué cosa me gusta y qué cosa no me gusta y luego discute esas cosas y, además, las intenciones que pueda tener yo para hablar sobre ellas. ¿El problema? El problema es que yo nunca he hablado de ellas. ¿O quizá sí y ya lo olvidé? Bien haría Carlos García en citar los artículos o ensayos en que yo haya opinado sobre los escritores a los que él se refiere. No los va a encontrar porque no existen. ¿Entonces a qué viene tanto palabreo y por qué me mete a mí en ese rollo?

Departamento de Literatura de la UNMSM dijo...

Como dijo Jack "el destripador", vamos por partes. Primero, lo dicho por Max Palacios con respecto a que fue útil la distinción hecha por Jorge Eslava de "narradores "teóricos o arreferenciales" como Mario Bellatín e Iván Thays y, por otro lado, a los "vivenciales" como Oscar Malca y Jaime Bayly", pues los hechos lo contradicen, ya que no consideraba el tema de la violencia en las ciudades y los andes, que derivó, como sabemos en la distinción de "Criollos" -donde estarían los cuatro que menciona Eslava- y "Andinos", que no eran considerados dentro del imaginario de la crítica, hasta, digamos, después del Encuentro de Narradores de Madrid, el año pasado.
Esta última distinción, siendo complicada por su raíces atávicas, que se hunden en el racismo colonial, mantenido a lo largo de la República, por lo menos tuvo más consenso y encendió un mayor debate.
Por ello, considero la distinción, ya discutida por Faveron, de "metaliterarios" y "vitalistas" como inconsistente y apresurada, incluso, proclive a más de una perspicacia.
Segundo, sobre lo que reclama Castañeda -tal vez con algo de justicia-, le diría que, conociendo un poco más que él esta "viña del señor", que guarde su "rabia" para cosas más fuertes, que seguró recibirá más adelante, y de tal calibre, que lo dicho por mi le resultará "amistoso", "fraternal", y dicho con la mejor de las intenciones -que en el fondo es cierto, guardo simpatía por él por algunas cosas que me contó Lasso, su editor, (problemas para editarlo, dinero, y demás cosas, normales en Perú) que no sabía cómo manejar su pedantería (le recomendé que tenía que ser más duro, incluso, usar chicote). Y eso de "justificar" más mis opiniones -¿quieres que te escriba un ensayo?-, no pues, no exageres, que no vales tanto.
Tercero, lo dicho por Faverón, pues me resulta sugestivo eso de la crítica ficción, que en cierto modo ya existe (El loro de Flaubert, de Barnes, tiene algo de eso). Pero no creo que lo dicho por mí pueda ser un caso, no llega a tanto, a lo mucho pude pecar de muy imaginativo -tal vez demasiado para un comentario-, pero tiene algo de asidero. Un caso mas claro sería si yo propusiera preguntas como "Quien financia a Faverón?, ¿Cómo es que le dedica tanto tiempo a esto?, etc, etc", y armara todo un culebrón, tejiendo redes con otros blogs y con institucioes y editoras interesadas en que se hable de lo que él propone -un poco como hizo Montesinos con la prensa chicha-, pues claro, sería un caso, incluso exagerado de "crítica ficción". Obviamente, no lo voy, no me da tanto el tiempo.
No respondo más, algunas porque acepto su posición -como la de Neyra-, y otras, como Jinetito, porque no sé quién es. De hecho, pienso que para mayor seguridad de los participantes, se debería exigir la identidad del que participa, mejor si es con nombre propio, como lo hago yo.

Departamento de Literatura de la UNMSM dijo...

Ah, Castañeda, sólo eso puede decir un alumno de la Católica? De razón que los mejores terminan abandonando la casa de los Opus Dei, y se van a San Marcos.

José Antonio Galloso dijo...

Otra vez el nivel se pierde en insultos y cometarios personales. Es tan triste leer comentarios de este tipo. El señor Miranda ha logrado convertirse en la vedette de la discusión y el joven Castañeda ha pisado el palito. Y me temo que puedo discrepar con Castañeda cuando dice que muchos narradores no defienden sus obras por elegancia o pudor. Señor Castañeda, un libro se debe defender por si solo y un escritor debe estar preparado para recibir todo tipo de comentarios, los positivos y los negativos, con o sin argumentos respetables. Esa es una parte fundamental del oficio. Tómelo con calma y agradezca que mal que bien, el señor Miranda ha gastado su platita o se ha agenciado su "Hotel Europa" para leerlo y eso ya es bastante.

Un abrazo
José Antonio

P.D. Espero que no me mande al Carajo.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Carlos García Miranda: es bastante infantil recurrir al expediente de "yo no diría tales cosas sobre Faverón" para luego, en efecto, decirlas. Pero, además, es lamentable que cuando las digas resulten ser tonterías y desbarradas que no merecen respuesta.

Y son las mismas que se dicen en los blogs basura, con las mismas metidas de pata gramaticales, ortográficas ("corzario", "conciente", "andes") y semánticas de esos blogs, motivo por el cual se me ocurre sugerirte que te vayas a uno de ellos, de donde probablemente hayas salido, y escribas tus disparates allí.

Alguien que se presenta como profesor universitario de literatura debería tener un poco más de claridad especulativa y una mayor capacidad con su propio lenguaje antes de ponerse a juzgar la literatura de los demás, y más cuidado con su ética antes de poner en duda la ética ajena.

Si regresas por aquí, te pediré que lo hagas para explicar estas frases tuyas que me tienen desconcertado:

-----------"Por ello, considero la distinción, ya discutida por Faveron, de "metaliterarios" y "vitalistas" como inconsistente y apresurada, incluso, proclive a más de una perspicacia".

¿Qué cosa quiere decir "proclive a más de una perspicacia"? ¿Sabes qué significa "perspicacia". Te cuento, por lo pronto, que no significa "suspicacia", motivo por el cual tu otra frase ("me pregunto, dudo, desconfío, abuso de la perspicacia") resulta autocaricaturesca y risible.

Vayamos a otra de tus genialidades:

-----------"Esta última distinción, siendo complicada por su raíces atávicas, que se hunden en el racismo colonial, mantenido a lo largo de la República, por lo menos tuvo más consenso y encendió un mayor debate".

¿Cómo está eso de "tuvo más consenso y encendió un mayor debate"? ¿Fue una distinción polémica o consensual? ¿Sabes la diferencia? ¿Notaste que al menos la mitad de las intervenciones en esa polémica, desde ambos bandos, estuvieron destinadas a proponer que la distinción no tenía mayor sentido (como volvió a dejar en claro Rivera Martínez en una entrevista reciente)?

¿Y por qué decir que esa distinción es originalmente racial y atávica? ¿Acaso crees que los llamados "criollos" y los llamados "andinos" pertenezcan, real o idealmente, a "razas" distintas? ¿Acaso no son todos ellos o la inmensa mayoría intelectuales criollos? ¿Cuál es tu propio interés en convertir esa polémica en un debate racista? ¿Quieres hacer las posiciones aun más irreductibles? ¿Por qué avalas esa usurpación evidente que ocurre cuando unos intelectuales --originarios de los Andes, o no-- declaran que sus voces son las voces de la cultura andina, una cultura que claramente no es la de ellos? Yo, ciertamente, no soy un "subalternista", pero por lo menos tengo claro que la arrogación de esa representatividad es problemática.

Explícate. Pero eso sí, te recomiendo escribir primero un borrador y pasarlo en limpio aquí cuando creas que tu respuesta ha adquirido un cierto sentido y una cierta claridad.

Departamento de Literatura de la UNMSM dijo...

Estimado "liquid paper" Faveron, acepto tus observaciones del nivel de un corrector bien pagado, que supongo, como hombre ducho en los chat y messenger, sabes comprender.

No estoy interesado tratar el tema que propones, más allá de lo mencionado por mí en un post anterior. Por lo menos no ahora ni en este espacio. Tómalo como lo que fue: hacerle ver al "impresionable" Palacios que lo dicho por Eslava, y sobre todo la manera cómo él lo insertaba en su opinión era discutible, pues no creo que la distinción -para los narradores del noventa- entre "arreferenciales" y "vivenciales" sea la central. Hubo otras, que ya mencioné hace años en un artículo sobre el tema publicado en Especulo.

Sólo agregaré, para no pecar de desatento contigo, que, Vista en retrospectiva, la polémica fue como poner el dedo en una llaga nunca cicatrizada que terminó por revelarnos odios, desplantes, insultos, discriminaciones de raza y clase social, y algunas anécdotas de nuestro "gallinero" literario. ¿Cuál es su significado en el marco de la reflexión crítica de la narrativa de los últimos veinticinco años? Si digo ninguno, entonces cómo explico todo el revuelo que armó y, sobre todo, esa sensación de que algo de verdad se escondía detrás de los adjetivos y frases retóricas? Por otro lado, si lo propongo como eje, cómo lo sustento en el plano textual e, incluso, biográfico de nuestro autores, si muchos, siguiendo la lógica de la dicotomía, son andinos por origen y criollos por escritura y viceversa? (como la dicotomía, que en realidad es una trampa, de burgueses y proletarios) ¿Qué hace el crítico que mira desde su estudio todo esto? Puede callarse, jugarse por una de las opciones, apelar a la ironía con alguna dosis de cinismo o intentar dotarle de un sentido, contextualizando el evento y leyéndolo desde una perspectiva histórica -atravesarlo horizontal y verticalmente (se viene haciéndolo con polémicas de igual calibre e impacto, como la de “Madrid, meridiano cultural de Latinoamérica”, enunciado en los años ´30 por Guillermo de Torre en la “Gaceta de Madrid”, y respondida, entre otros, por Borges y Mariátegui en “Martín Fierro”)- ¿Cuál escoges, Faveron?

Sobre lo expresado por "carajito-casteñeda", le digo que esta es la última vez que me dirijo a él de manera directa -la verdad sólo lo hice una vez. En lo sucesivo, si el tema tratado lo exige, lo haré sólo de sus libros. También que debe observar que comenzar defiendo su "obra" de esa manera, lo puede llevar a terminar defendiéndola a balazos -malo, incluso para alguien aprendiz de lo peor de Bolaño (su fama de bravucón)-. Asimismo, que debe entender que es aún demasiado imberbe para alzar la voz en estos predios del señor. Que debe ubicarse para evitar caer en el ridículo. Y aprender de su maestro Thays, que tuvo que esperar más de diez años -y una cierta trayectoria- para decirle a su profesor Ricardo González-Vigil -en el Congreso de narradores de Madrid- que tenía el cerebro -y la inteligencia- de una codorniz.

Off-the-record de esta conversación.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Siempre me ha llamado la atención ese nivel de mediocridad de algunos "críticos", que dicen cualquier barbaridad sin sentido sobre la obra de un escritor y, cuando el escritor reacciona, se creen con derecho a decirle que no debería reaccionar. ¿Es que sus argumentos son tan mediocres que sienten que cualquier posible respuesta va a dejar en evidencia su ignorancia?

Porque, además de los años y la barba, ¿qué mérito tiene García Miranda y por qué se siente con derecho a dar consejos a un escritor no por joven menos respetado, como Luis Hernán Castañeda?

Anónimo dijo...

Carlitos, Carlitos, tienes todos los signos del peor floro acriollado, y así vienes a hablar de "andinos de origen y criollos de escritura".
Te pones imaginariamente a un lado en esa estúpida discusión de dicotomía hebefrénica
"andinos"/"criollos"
donde tú y tu mentor el "com-Padre" Gutiérrez pulsaron todo detrás de bambalinas?
¿A quien pretends embaucar así?
¿Por qué no repites acá, públicamente, lo que realmente piensas de las novelas de tu mentor, tal y como me lo dijiste, sano y bueno, poco antes de partir a tu España largamente ansiada?
¿Por qué no repites la graciosa caracterización que hiciste, frente a unos riquísimos anticuchos en la casa de Max Palacios, de la tesis de Coros Mestizos del Inca Garcilaso, cuando comparaste ese libro apreciable con esos mamotretos seudomísticos que venden a los gringos en el Cusco?
Te desconozco mayormente, Carlitos.
Tu capacidad intelectual y tu integridad moral están por encima de estos rollos sinuosos, ourobóricos que expresan una lamentable orfandad espiritual e intelectual.
¿La compañía de Leo Zelada no da tregua a tu atribulada alma, Carlitos?
¿O debemos creer que así como hay un miedo escénico que entorpece a ciertas personas frente a cámaras, hay otro que estupidiza a ciertos intelectuales frente a la blogósfera?