29.9.08

Respondiendo al profesor Huamán, 8

Sobre la “comunidad imaginada” y la “narrativa oficial”

(Viene de aquí...)

El profesor Huamán supone que una intención de Toda la sangre es postular una interpretación de la narrativa de la violencia política que “trascienda su fragmentación”. El pasaje completo dice esto:

“[El ensayo introductorio de Toda la sangre] defiende un sentido general en la escritura literaria que trascienda su fragmentación y dispersión en miles de casos personales e individuales. La paradoja de esa conversión radica en que en lugar de postular en esa producción la existencia de una comunidad imaginada que llamamos país, la conciencia crítica, por claudicar ante el fetichismo de la mercancía, enfatiza la necesidad de dicha plenitud, solo para constatar su inevitable carencia. Con ello cierra el paso y oculta la posibilidad de que la escritura literaria, incluso la que aborda la violencia, ofrezca significados abarcadores que permitan imaginariamente superar las contradicciones de la experiencia colectiva; es decir, construir efectivamente el espacio simbólico de una comunidad imaginada que restañe las heridas”.

La confusión del profesor Huamán es evidente, la vaguedad de las categorías que maneja es problemática y la paradoja que indica no es otra cosa que un fruto de la superficialidad de su aproximación. Si hasta ese punto ha recurrido a Said para explicar que el crítico no debe nunca claudicar en su denuncia y su refutación de los discursos dominantes (en la medida, cabe aclarar, en que esos discursos validen una inequidad social o una situación de subyugación), ahora el profesor Huamán echa mano de las teorías de Benedict Anderson para reclamar que la crítica abra el espacio a la formación de una “comunidad imaginada”.

En otros lugares he señalado los errores frecuentes de la ciega aplicación de las hipótesis de Anderson al caso de la literatura latinoamericana*. No me detendré a mencionar que las especulaciones de Anderson están hechas desde el terreno de la historia y las ciencias sociales que tanto espanto le producen al profesor Huamán cuando se aplican al estudio de la literatura**. Prefiero sólo hacer notar que en ningún lugar de la obra de Anderson se podrá encontrar la idea de que la formación de la “comunidad imaginada” (que Anderson no postula como sucedáneo de país, como piensa el profesor Huamán, sino como explicación del concepto de nación) sea un proceso simbólico deseable o un objetivo que deba ser activamente perseguido.

De hecho, Anderson es profundamente crítico de la forma en que América Latina ha vivido el proceso violentamente nacionalista de constitución de sus “comunidades imaginadas”, porque encuentra que ese proceso siempre ha existido sobre la base de discursos no sólo hegemónicos (lo cual es inevitable) sino ferozmente hegemonizantes, homogeneizadores, que han supuesto en la práctica la relegación y marginación de cualquier forma de discurso disidente, contrahegemónico, residual-contestatario o emergente-reivindicativo.

La “comunidad imaginada” no es, para Anderson --quien acuñó el término y lo definió-- otra cosa que el espacio simbólico de construcción de los discursos nacionalistas, y el resultado de esa construcción, y el nacionalismo, como sabemos, no es jamás un discurso inocente, y no deja de implicar, nunca, diversas formas de segregación. El profesor Huamán, acaso por su consistente rechazo a recurrir a las ciencias sociales en el campo de los estudios literarios, demuestra una inocencia sorprendente cuando postula la posibilidad de constituir, desde la literatura, el espacio de una “comunidad imaginada” que permita “superar las contradicciones de la experiencia colectiva” como si ese proceso se pudiera llevar a cabo sin atropellar las profundas diferencias políticas, culturales y sociales de sus actores, y, es más, como si la constitución de la “comunidad imaginada” fuera un proceso de pacificación (quizá lo sea, pero en el hipócrita sentido de las pacificaciones argentinas del diecinueve, por ejemplo).

La “comunidad imaginada” que describe Anderson es un constructo eminentemente político, y no uno que busca la conciliación, sino el avasallamiento de los discursos contrahegemónicos. Si recordamos que apenas un par de páginas antes mi colega ha criticado la inclusión de escritores marxistas en la antología, notaremos hasta qué punto el profesor Huamán echa a la basura los consejos de Said que él mismo ha mencionado antes: la propuesta del profesor Huamán no es en lo más mínimo una recusación de las ideologías dominantes, sino un atropello contra la existencia misma de los discursos opositores a las estructuras de dominación, y su ideal es la constitución de una nación “pacificada” no mediante el diálogo y la conciliación, sino a partir de la obliteración de lo contrahegemónico.

De ese modo, cuando, un par de páginas más adelante, el profesor Huamán, apoyándose en su lectura de ciertos autores de la “literatura andina”, proponga la afirmación de una “cultura integradora” como “respuesta crítica a los intentos de fomentar una ‘narrativa oficial’ de la violencia política”, estará postulando, claro, algo en lo que todos querremos creer, pero su afirmación será no paradójica ni simplemente contradictoria, sino radicalmente insostenible a partir de los conceptos que él mismo ha defendido hasta ese punto: no se puede contravenir ni lo hegemónico ni lo dominante obliterando al mismo tiempo lo contrahegemónico y lo contestatario.

* Faverón Patriau, Gustavo. Gaps of the Hegemonic in Nineteenth-Century Latin American Narrative. (Doctoral Dissertation) Ithaca, New York: Cornell University, 2005; Faverón Patriau, Gustavo. “Comunidades inimaginables: Benedict Anderson, Mario Vargas Llosa, la novela y América Latina”. Lexis: 2002, 26 (2): 441-67; Faverón Patriau, Gustavo. “Nacionalisme Andí”. El Contemporani. Barcelona, 2003, 28: 83-95.

** Si el profesor leyera a esos científicos sociales, podría evitar traspiés como el de afirmar que Sendero Luminoso no existía en 1974, o la ingenuidad de creer que la guerra interna se desató en 1980 sin un proceso previo de gestación de la subversión, que ha sido también recogido en la literatura.

16 comentarios:

Anónimo dijo...

Ybarra en su blog:

La guerra se ha convertido en un buen tema y “vende” tal y como descaradamente manifiesta Santiago Roncagliolo en la introducción de su libro “La Cuarta Espada”, sin mayores ambiciones que la netamente y metálica crematística. Lo cierto es que libros como “Abril Rojo” o “Historia de Mayta” de MVLL, o “La Hora Azul” de Alonso Cueto dan una versión (re)torcida de los hechos, la historia secular cuyo final feliz muchos contaron (o cantaron) antes de tiempo. De ello se desprende que la violencia política vivida en nuestro país fue absorbida por el demencial proceso productivo (mundo del samsara) y ahora es “un producto” pasteurizado y homogenizado cuyas “mejores manufacturas” te entregan un “trabajo”, una “novela” o varias “novelas” para saciar y almibarar el paladar de los lectores sibaritas, los ensebados señores feudales y yuppies embriagados por un rumor de “estabilidad” que todavía guardaban en su memoria fosilizada el amargor y los resabios de la guerra.

Me pregunto si con esto le hace el juego al molido prof Huamán.

Anónimo dijo...

!!!! qué bestia, faverón, tremenda argumentación

a ver si te invitan a alguna universidad de Lima para que dictes algún cursillo, siquiera de lógica proposicional

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Anónimo:

Rodolfo Ybarra es un ignorante, incapaz de razonar y de exponer sus "ideas" con claridad.

No sabe de lo que habla. Su post es ilegible. Con el párrafo que citas es ya suficiente para notarlo: sitúa "Historia de Mayta" entre las novelas recientes, post-CVR, sobre la violencia politica. "Historia de Mayta" cuenta una historia distinta, solo tácita y tangencialmente alude a SL, y es anterior a la CVR en casi dos décadas.

Les propongo a sus lectores que hagan un ejercicio interesante: traten de resumir cualquier post de Ybarra en un conjunto breve y claro de nociones centrales. No podrán: se encotrarán con un vacío absoluto.

Anónimo dijo...

En 1974 se da el ILA? No pues, eso es en 1980. Una cosa es gestar el PCP SL, como grupo político, y otra muy distinta el surgimiento de SL como fenómeno violento. Huamán obaviamente (35) está refiriéndose a esta última fecha. Tengo la impresión que te estás desbordando en el intento de pegar por todos lados.
Por ejemplo, saltaste completa una cita del p´´arrafo final de 34 e inicios de la 35 en que Huamán expone uno de sus nudos mayores. Es una cita indispensable. Y por otro lado, observo que estás citando sin orden, no vas siquiera parte por parte, saltas y retrocedes, y entonces en lugar de hacer una disección del artículo lo estás chaveteando y a ratos te estás hiriendo tú mismo con tu cuchillo.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

El artículo de profesor Huamán no habla del principio de la violencia de SL, sino de la existencia de SL. No tienes que regalarle sutilezas que él no ha tenido.

¿Que no lo cito en orden? ¿Eso qué tiene que ver? ¿Que hay un párrafo que no cito? ¿Acaso estoy obligado a citarlo todo? (Él cita apenas dos o tres párrafos de todo mi ensayo).

Como he dicho, no tengo Ajos y Zafiros, sino un documento de Word, así que no sé a qué pasajes te refieres porque no sé la paginación. ¿Quizá quieras hacerme el favor de darme las citas completas, para poder responderte?

Anónimo dijo...

Gustavo, la frase exacta es:
¨...pues resulta que atendiendo a los relatos seleccionados, que van desde 1974 al presente, desde antes del surgimiento de Sendero, la escritura literaria ya lo había registrado". No es sutileza mía, creo que está claramente hablando la prresencia como fenómeno social de SL, esto es en 1980.

Veré cómo hacertelo llegar...

RODOLFO YBARRA dijo...

Faverón: todos sabemos que eres un crítico muy interesado en los escritores "formales" -al menos en el sentido editorial- y en los exabruptos sociales del seudoperdón y tanta tontería como el CVR. Por qué no te preocupas en analizar a novelistas como: Fernando Cueto ("Llora Corazón", "Lancha Varada"), Martín Roldán ("Generación Cochebomba"), Julio Durán ("Incendiar La Ciudad") o libros de la guerra que hablan de la otra orilla como "Desde la Persistencia" o "Camino a Ayrabamba", etc. El día que nos muestres el "otro lado" (el lado "B" que no quieres escuchar)
o la otra versión literaria, quizás entonces pueda aceptar que me digas "ignorante"; mientras tanto tus gritos son solo eso: vocifereos, la altisonancia de alguien que tiene una versión de los hechos (que lo yergue como si fuera un arma), y que cree tener la verdad. Y por lo visto, no haces mayores esfuerzos en informarse.
En cuanto a Vargas Llosa, ni "Historia de Mayta"(1984), ni "Lituma en los Andes" (1993), son grandes referentes para mi pequeño artículo, son solo tangenciales y ahí se quedan; para mí en todo caso hay libros más interesantes "post CVR", pero en definitiva no son los que tú anotas.

(Ahora es momento de dar paso a los anónimos o los alter egos desbordantes que no saben qué decir, ojalá haya imaginación para los insultos, porque francamente aburre más de lo mismo. Ídem)

Anónimo dijo...

por qué no ponemos un ejemplo claro. si alguien escribe una novela sobre la guerra de secesión donde se cuenta que en realidad los racistas eran los norteños, usted, profesor Faverón, como la catalogaría. La ficción puede llegar a contradecir la realidad y la historia? Puede modificarla o ampliarla?

Anónimo dijo...

déjate de sutilezas si guerra interna o guerra popular, lo que hubo aquí fue una GUERRA, del pueblo contra el Estado, tal y como lo grafican las obras viriles de la guerra, como La Otra Versión, Retablo y Candela quema luceros, obras políticas y revolucionarias.

LuchinG dijo...

"(...) el nacionalismo, como sabemos, no es jamás un discurso inocente, y no deja de implicar, nunca, diversas formas de segregación"

¿En qué se diferencia ese "nacionalismo" del que legitima la existencia de un "canon nacional"?

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Luching: hay una diferencia entre suponer que existe una nación y defender un programa político nacionalista. Ahora bien, en efecto, se puede constituir un canon desde (y dentro de) un discurso nacionalista, que implique exclusiones e inclusiones acordes con ese discurso, pero también se puede constituir o proponer un canon desestabilizador de las ideas nacionalistas y de la idea misma de nación.

Ybarra: créeme que cuando digo que me pareces un ignorante y que creo que tu voz no aporta nada a ninguna discusión, lo digo con toda sinceridad. Espero que no te lluevan los insultos (por lo común, de cualquier forma, los censuro), pero sobre todo tengo esa esperanza porque tú no me pareces un tema interesante de conversación.

Anónimo dijo...

Faverón, este Ybarra tiene razón, por qué no hablas de esos escritores. Queremos escuchar y leer la otra versión. Es hora de pasarles el micrófono.
Basta de insultos de uno y otro lado. Déjen que la información fluya y que cada lector saque su propia conclusión.

Anónimo dijo...

FAVERÓN O YBARRÓN?

DÓNDE ESTÁ LA VERDAD?

Anónimo dijo...

Si se menciona a Anderson hay que leer la respuesta a Anderson de Chaterjee publicada por IEP. Y en ella encontraremos también la respuesta a Huamán y a Faveron juntos sobre este punto de la comunidad imaginada.

Anónimo dijo...

No me parece que el texto de Chatterjee (pésimamente editado, aunque a precio razonable, por el IEP) brinde una respuesta pertinente a este debate.

Igual el libro está muy interesante.

Anónimo dijo...

La violencia de Sendero y el Mrta, yo la viví entre 1976-77-78 cuando trabajaba como obrero en las fábricas de la carretera central, en esos años, se asesinaba impunemente, como hoy con el pretexto del asalto, a los dirigentes sindicales que no eran afines a sus móviles políticos, recuerdo haber asistido a muchas reuniones de los sindicatos de la empresas en las que trabajé y la agresión a todo el que no comulgaba con las ideas de esos señores era brutal, (algo así, en menor escala, sucedía en las universidades), recuerdo una reunión del sindicato de la fábrica CROMOTEX especialmente violenta en la que conocí a Néstor Cerpa Cartolini, antes de la toma de la fábrica por su sindicato, posiblemente, tanto él como otros dirigentes estaban buscando algún movimiento que canalizara su resentimiento disfrazado de justicia social.