10.1.06

El padre ausente


Pedro Mairal y Osvaldo Soriano (y Cecilia Roth en el papel de Sabrina Love).

Leyendo el blog de Iván Thays, me entero de que el argentino Pedro Mairal, autor de la exitosa nouvelle Una noche con Sabrina Love (se hizo de ella una versión cinematográfica protagonizada por Cecilia Roth), ha publicado hace poco una nueva novela, El año del desierto. El reportaje de Página/12 cuyo enlace ofrece Iván contiene esta afirmación que a él y a mí nos ha llamado la atención, creo, por motivos distintos:


"Mi generación no tuvo que matar a sus padres literarios porque ya los habían matado o silenciado los militares. Mucha gente nacida alrededor de los ‘70 no tuvo padres literarios sino abuelos como Borges, Cortázar, Bioy, Arlt. Y uno con los abuelos no tiene conflictos”.

Iván apunta que esas declaraciones "podrían ser firmadas --creo-- por todos los autores latinoamericanos de su generación". (E Iván mismo, apenas tres años mayor que Mairal, forma parte, obviamente, de esa generación).

Pero me pregunto si la frase de Mairal no es, más bien, la prueba notoria de que él aún sigue sumergido en el ejercicio de matar a los padres, o, al menos, desconocerlos. Es bastante más difícil encontrar huellas de Borges, Arlt o Bioy en Una noche con Sabrina Love, que encontrar trazas de Osvaldo Soriano, Mempo Giardinelli o, acaso, ciertos relatos emotivos y sutilmente humorísticos de Fontanarrosa. Y, a juzgar por el tema del nuevo libro (Iván lo resume así: "utiliza recursos de ciencia ficción para describir un Buenos Aires imposible pero verosímil"), quien sabe si El año del desierto tome elementos de narradores como Piglia (o acaso Shua o Aira).

De hecho, resulta curioso que Mairal parezca desconocer casi cualquier posible impronta sobre su promoción de parte de una generación tan notable como aquella que forman Saer, Piglia, Aira, Fogwill, Abelardo Castillo y muchos otros.

Más llamativo, porque puede dar lugar, creo, a una discusión interesante, es el hecho de que Iván sea incluso más radical que Mairal y extienda la afirmación del argentino hasta generalizarla para toda la generación. ¿En el Perú, no hay ninguna solución de continuidad, ninguna instancia mediadora entre la generación de, digamos, Vargas Llosa y Ribeyro, y la de aquellos nacidos desde la segunda mitad de los sesentas? Está claro que es posible seguir el proceso de negaciones, apropiaciones y parricidios en la poesía peruana, pero, ¿se puede dibujar con alguna certeza una sucesión similar para el caso de la narrativa?

18 comentarios:

Miguel Rodríguez Mondoñedo dijo...

A riesgo de empañar el interés de esta nota con una atingencia lingüística, me permitiré la siguiente acotación---creo que es interesante, sin embargo, aunque por razones un poco ajenas a este post.

La expresión "solución de continuidad" tiene en el español tradicional el sentido de "disolución de continuidad". Lo mismo que quien soluciona un problema lo desaparece, quien soluciona la continuidad, la diluye. Es decir, cuando uno dice que "NO hay solución de continuidad" quiere decir que todavía hay continuidad, que la continuidad no se ha disuelto. Ese sentido es típico en el discurso legal, y es parte de la norma culta en España (pero también en México y Colombia, tengo entendido).

Sin embargo, yo he escuchado muchas veces la variante que se emplea aquí. Gustavo escribe

"¿En el Perú, no hay ninguna solución de continuidad, ninguna instancia mediadora entre la generación de, digamos, Vargas Llosa y Ribeyro, y la de aquellos nacidos desde la segunda mitad de los sesentas?"

Esa pregunta hace equivalente "solución de continuidad" con "instancia mediadora". Curiosamente, en el sentido castizo, "solución de continuidad" es exactamente lo opuesto, es más bien "instancia de ruptura". Hay una muy creativa operación transformadora aquí (yo he oído este uso exclusivamente a peruanos, pero no descarto que haya otros usando esta expresión con ese nuevo sentido): los hablantes reinterpretan "de continuidad" y ya no la usan como el paciente de "solución" sino que ahora es una calificación, es decir, señala un forma de solución; y dado que ahora la solución es la continuidad, el problema solo podría ser su opuesto, la ruptura. De esa manera "solución de continuidad" se convierte en un sinónimo de "instancia mediadora".

Sirva este magnífico texto de Gustavo no solo como una muestra de la riqueza del español, pero también como una evidencia de que las variedades no tradicionales de una lengua no son menos sofisticadas que las tradicionales.

Anónimo dijo...

El resumen de la nueva novela de Mairal calzaría perfecto como la síntesis del comic "El eternauta" de Oesterheld y Sólano López; Oesterheld, por cierto, fue uno de los desaparecidos por la brutal dictadura Argentina.
El comentario citado me parece que puede ser leído desde, por lo menos, dos perspectivas: la que lo ve como desconocedor de sus supuestos "padres" y, por otra parte, como un comentario amargamente irónico.
Además, supongo que los que publicaron a partir de 1980 serían sus "tíos" literarios más bien.
No me había percatado del comentario de Thays pero me parece injusto extenderlo a algunos otros países (los chilenos, uruguayos y bolivianos, creo, sí podrían afirmar lo dicho por Mairal) Y ¿Isaac Goldemberg qué? ¿Gregorio Martínez? Seguro hay más; gente que no sólo se preocupó por lo narrado sino también por el cómo y utilizaron otros lenguajes, dentro de su narración, para dar cuenta de las limitaciones o posibilidades de la novela como género.

Me falta malicia para leer a Thays o más bien creo que sus declaraciones no merecen ser tomadas en serio (creo que paso de sus comentarios a pie de página, por eso no le hago caso, es muy sesgado). Como "descubridor" de "novedades" dentro de su rubro está bien, pero para hacer análisis (aunque sean tan minúsculos como el citado) mejor que siga contando sin mayor comentario de qué cosas literarias se ha enterado

BRYH (ex usuario anónimo de las 2:22pm)

Anónimo dijo...

A mi modesto entender, tanto la frase de Mairal como la de Iván son desafortunadas. La prueba es que Mairal, según lo sugiere Gustavo, resulta menos tributario de sus "abuelos" -con quienes afirma no tener conflicto alguno- que de sus "padres", a quienes se esfuerza en desconocer aunque sus huellas estarían por todos lados en sus novelas (digo esto sin haberlo leído). Su comentario sobre el parricidio sería síntoma de dos cosas: la necesidad de ensayar la pose parricida, y la actualidad de los que no nombra (Soriano, Giardinelli, Aira, etc.) No hay mejor parricidio que decir que ya uno ni necesita hacerlo porque ya se hizo solito.

La frase de Iván es un intento por treparse al coche que según lo veo debería interpretarse en un sentido global antes que nacional. A nivel de "narrativa en español" probablemente haya ondas posteriores al boom que ahora sea de buen tono literario negar o cuestionar (personalmente, no lo creo: la sintomática antología McOndo, que trataba de ponerle la lápida a Macondo, salió hace apenas unos 8 años y sus compiladores, Fuguet y otro patín, son ambos nacidos a mediados de los 60s). Personalmente, creo que la narrativa española aún no puede ser vista como un post-McOndo.

Finalmente, hay un tercer asunto que mencionar, que es el caso peruano. Según yo lo entiendo, el presunto parricidio es un gesto mediante el cual los escritores más jovenes, los debutantes, tratan de menoscabar la reputación o los méritos de una generación inmediatamente anterior, que en ese momento estaría en plena consagración, porque esa sombra mediática les quita visibilidad y además les jode. Sin embargo, en una escena literaria tan precaria como la nuestra, que se renueva con lentitud, donde los escritores pierden la vocación por falta de apoyo, donde abundan los one hit wonders, etc. hay pocos referentes contra quienes enfilar. Entre el momento consgratorio de Bryce, MVLL y Ribeyro, que para el último no se da con tutti sino hasta los 80s, y el apogeo reciente de Bayly, hay poco que envidiar o que cope (mejor dicho, la escena es tan minúscula que es fácil de copar pero nadie con dos dedos de frente considera que eso sea "la literatura peruana", y por ende, que lo que se ve en prensa cope las opciones). Salvo Ampuero con su figuración mediática, Gutiérrez tras "La violencia del tiempo", etc. no creo que haya mucha gente a quienes los más jovenes vean como referentes de la "narrativa peruana" cuya sombra les moleste. En los años 80, el INC publicó una antología de cuentistas peruanos jovenes seleccionada por Niño de Guzmán llamada "En el camino". Veinte años después, y logros aparte, me parece que ninguno de los allí seleccionados salvo Alonso Cueto ha llegado al punto ulterior que se esperaba de esa ruta, es decir, a estar lo suficientemente establecidos en el medio local como para ser dignos de parricidio. Creo que la figura es inversa: el escritor peruano es un personaje que nunca logra despegar, que no logra alzar vuelo, que nunca logra irse de casa de sus viejos y a quien sus hijos ven con una mezcla de rechazo y pena, pero no como un padre opresivo. Si comulgan con su onda (p.e. sin son escritores "andinos" jovenes) hacen lo contrario de un parricidio, tratan de darle una manito para que, ahora sí, ahora que ya casi se le pasó el carro, la prensa cultural lo reconozca alguito. Esto no tiene nada que ver con los méritos. Es el medio.

Para ponerlo de otro modo: para que alguien tuviera la peregrina idea de declarar que va a dedicarse al parricidio de Cromwell Jara o de Oscar Colchado, dos escritores de mucho mérito que vienen escribiendo desde hace 25 años, haría falta primero que alguien más oyera hablar de ellos.

Anónimo dijo...

Gustavo:
Estaba escribiendo una réplica al anónimo 12:25 cuando vi que había desaparecido ese comentario. El comentario de Michelena es muy interesante y da para mucho más, pero creo que antes que los siguientes comentaristas enfoquen sus baterías –puesto que ya lo están empezando a hacer- contra Thais, sería necesario señalar que un escritor habla por sus libros antes que por sus otras labores, bastante aleatorias a su trabajo como creador.
Y en ese sentido el segundo libro de Iván (“Escenas de caza”) es paradigmático. Y si me permites me gustaría hacer una breve sinopsis: es la historia de un aprendiz de fotografía de origen provinciano del cual se enamoran las chicas más “pitucas” (sic) de Lima, para el asombro de sus progenitores que no pueden creer cómo esa “regia” se pudo fijar en “la oveja negra de la familia”, de una familia pobre pero honrada recién llegada a la capital. Lo cierto es que, gracias a sus encantos, los papás de la regia, en un gesto que los ennoblece, les pagan a ambos un viaje a Altamira para que el fotógrafo pueda, y disculpen la redundancia, fotografiar la obra de los cavernícolas.
¿Y qué hace apenas llega a Madrid? Sale una noche (contra su voluntad, porque a él, como a todo intelectual con estilo, le encantan los museos y las librerías antes que la noche madrileña, llena de gente frívola, a la que él francamente desprecia) y en un barcito lleno de esos horribles juerguistas, saben qué pasa? Lo ve e inmediatamente se enamora de él… quién más que otra pituca y además femme fatale, a la que bautiza con el nombre de “Damita”, sí, “Damita”.
Lo cierto es que “Damita” queda prendada del fino estilo del peruano y, por supuesto, lo persigue hasta Altamira. El galán peruano está alojado en un bonito hotel con su pituca, que es una chica “de su casa”; él resiste los embates de Damita, pero el acoso sexual de “Damita” es tan extenuante que una de esas noches no tiene el más mínimo empacho en abandonar a su amada en el hotel y con engaños largarse con su “Damita”. Así es como, sin ningún cargo de conciencia, le pone cachos a la pituca regia y buena gente cuya familia le pagó el pasaje.
Por supuesto que esta infidelidad se narra con deleite en el marco de los polvos más espectaculares de la literatura peruana.
Al final ambos regresan a Lima y claro, se separan. Ella se va a su mansión y él se queda mirando desde su ventana de cuarto pobre, imaginando que la niebla de Lince es la niebla de Londres.
Por supuesto que se trata de un libro de alto valor socio-histórico, puesto que concentra muchos de los ideales de la pujante clase media-baja provinciana en su gesta por igualar (o superar) los logros de las grandes familias capitalinas.
Pero, claro, todo esto es ficción y no explica en nada lo que decía el comentarista anterior.

Anónimo dijo...

Para Michelena: Buen comment. Pero ¿recuerdas qué otros autores figuraban en la antología de Niño de Guzmán?

Anónimo dijo...

No tengo el libro conmigo, está en Lima, creo. Algunos: Rafael Moreno Casarrubios; A. Tamayo San Román; Zein Zorrilla; Mario Ghibellini; Crowmell Jara; Carlos Schwalb; A. Sánchez-Aizcorbe; no recuerdo más.

Anónimo dijo...

lo curioso con los narradores peruanos jóvenes, es que "reivindican" a escritores de los sesenta y setenta, Reinoso, Gutiérrez, pero no los siguen, y sus identificaciones en los debates no pasan del plano ideológico.
Nadie escribe como ellos porque ellos ya no tienen nada que ver con la Lima de ahora, ni con el Perú de ahora. En ese sentido creo que más cerca de la modernidad precaria que tenemos por acá están Thays, Alarcón y Galarza que Zein Zorrilla y Colchado, quienes pierden el tiempo "reflejando" la realidad del país, como si hubiera solo una realidad en el Perú, y como si la andina, per se, fuera la principal.

Jhonny Huamaní

Anónimo dijo...

Yo no podría tener como padre literario a un tipo como Cueto, que escribe desde una posición de clase burguesa y "revisionista", como bien ha dicho Luis Aguirre en su crítica del lunes.
Alguien que se acerca al fenómeno de la lucha armada del PCP SL desde una perspectiva maniquea, "edificante" y "superficial", como bien dice Aguirre, no puede convocar la adhesión de los escritores democráticos que intentan mantener su independencia política y literaria.

Miguel

Anónimo dijo...

Pues tú no pareces ser muy independiente en términos políticos. "... el fenómeno de la lucha armada del PCP SL". A los senderistas siempre les gustó la solemnidad. Eso se nota no solo en su vocabulario, sino hasta su gusto por las siglas (supongo que porque las asociamos con el mundo oficial). Un senderista no dirá nunca que el agua hierve a cien grados, sino que la historia ya ha demostrado que el agua hierve a cien grados.

Anónimo dijo...

Rechazo rotundamente tus palabras, yo no soy un senderista, el hecho de no coincidir con el punto de vista de Cueto sobre la guerra popular no me convierte en senderista. Luis Aguirre tampoco coincide con esa mirada burguesa, y no veo que nadie le haya dicho senderista.

Miguel

Anónimo dijo...

Para buscar padres literarios hace falta algo de tiempo. Es inútil pedir que a generaciones que recién se forman reconozcan rápido deudas con sus predecesores, y más cuando son cercanos en el tiempo.
Borges en su juventud no era muy cariñoso con Rubén Darío y después cambió de opinión. Darle tiempo al tiempo. A lo mejor Miguel termina por reivindicar a Cueto.

Anónimo dijo...

La apropiacion de Thays de la frase de Mairal es ridicula. Los militares de la dictadura de derecha en Argentina desaparecieron una promocion escritores de izquierda, Mairal acierta. Pero en el Peru, que generacion o promocion de escritores fue desaparecida por los militares? La dictadura militar peruana fue de izquierda y no desaparecio a ningun escritor, al contrario, se promovio - a mi modo de ver mal- una literatura de izquierda. Todo esto demuestra la ignorancia supina de Thays respecto a la historia del Peru, y tiene razon Michelena en observar el arribismo de gesto en eso de subirse al coche de moda "postmoderno". De otro lado, el resumen de "Escena de Caza" muestra un argumento descabellado y pretencioso: en una palabra, escolar.

Miguel Rivera dijo...

Miguel: Algo en tu mensaje me hizo pensar que, si no eras senderista, al menos eras uno de los que los apoyan disimuladamente. Tengo en la memoria a los izquierdistas que en los 80 ponían mil reparos antes de condenar un asesinato de Sendero. Ahora bien, una persona no puede llamarse a sí misma demócrata, oponerse a la burguesía, y luego decir que es independiente. ¿Independiente respecto de qué?
En cuanto a tu gusto por la solemnidad, siempre se puede decir que cada quien escribe como quiere (hay un congresista que habla de sí mismo en tercera persona porque eso, dice, suena bonito), pero ya que nos vamos a poner en posición de firmes en cuanto a la manera de hablar, sería bueno dedicarle cierta atención a aquello que decimos. Así evitaríamos llamar al terrorismo guerra popular, y luego afirmar nuestra "independencia". Desde los 90 muchos políticos vienen diciendo que ellos son independientes, pero ya nadie recuerda respecto de qué.

Miguel Rodríguez Mondoñedo dijo...
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Miguel Rodríguez Mondoñedo dijo...

Muy bien dicho, Miguel Rivera. Hay toda una generación de intelectuales de izquierda (como aparentemente es el otro "Miguel") que coqueteó irresponsablemente con Sendero, y que todavía no ha abandonado esa actitud criminal. Todavía llaman "guerra popular" a lo que no fue otra cosa que una ola malamente organizada de asesinatos y destrucción, cuyo único motor fue la egolatría de un puñado de delincuentes. Esa es, no hay que olvidarlo, una forma de complicidad con el terrorismo.

Anónimo dijo...

Dos comentarios adicionales para tratar de animar la discusión. El primero tiene que ver con las cualidades del parricidio. Según yo lo veo, el parricidio no se ejecuta en último término sobre la figura del escritor de una generacion inmediatamente anterior, sino sobre la sensibilidad canónica (lo cual puede llevar a que uno sea parricida de escritores que cronológicamente parecerían más abuelos que padres). El escritor al que se critica, ignora, menoscaba o simplemente parodia con el afán de superar, es un medio para un fin que sería mostrar que la sensibilidad canónica es obsoleta, discriminatoria, conserva o whatever. El ejemplo que quería mencionar es el de "No habrá más penas ni olvido" de Soriano, ya que Gustavo menciona a Soriano. La novela, extraordinaria según yo la veo, retrata en clave de comedia de golpe y porrazo (slapstick) las vendettas internas de comienzos de los 70s en las que el peronismo trató de eliminar su ala de izquierda (las JP), girando a la ultra derecha y pavimentando la ruta para que llegara con tutti la dictadura. Soriano la publicó en el extranjero a mediados de los 70s y en Argentina en 1982. La lectoría en 1982 fue enorme y la controversia también, y mucha de la crítica, rasgandose las vestiduras, le dio duro por representar en clave cómica una tragedia semejante. Actualmente no creo exagerar si digo que la breve novelita se ha convertido en los últimos 15 años en un clásico y un modelo absolutamente canónico de cierta sensibilidad "posmo" por decirlo de algún modo. La pregunta es: ¿En tanto sujeto "parricidiable" Soriano es un escritor de mediados de los 70s, que es cuando escribe la novela a los 35 años, o de mediados de los 90s, que es cuando muere y sube al Olimpo y se vuelve literariamente ejemplar? ¿Al escribir a la Soriano pero no mencionarlo, Mairal está tratando de desfondar una sensibilidad de los 70s, cronológicamente la generación de sus padres biológicos, o de los 90s, cuando comenzaba como escritor joven? (todo esto, of course, nos lleva otra vez también a la afirmación de Thays)

El otro asunto que quería mencionar es mi biografía (ejem). No es que quiera abogar por una literatura sanborjina, ni que quiera poner a este distrito como ejemplo de los cambios sufridos por Lima en los últimos 34 años. Solamente entro a este tema para ejemplificar las consecuencias que tiene el que, por falta de recambio, permanezca como canónico un escritor como JR Ribeyro, maestro retratista de una Lima que ya se fue. Lo de Ribeyro es la Lima emergente de los 50s y 60s. Cuando yo nací en 1971 a tres cuadras de la intersección de San Borja Norte y Aviación solamente había una casa terminada o dos por cuadra, el resto eran lotes vacíos o casas en construcción. Por San Borja Norte pasaban vacas hasta 1988 aprox. y hoy hay atracaderas de tres cuadras en el semáforo con Aviación. Las típicas mataperradas eran meterse a las construcciones o hacer "manchay" en los lotes vacíos con las bicicletas. El barrio fue relativamente seguro hasta 1987 aprox.; entre esa fecha y 1992 se pobló de rejas y cercos eléctricos y ahora ya nadie monta bicicleta porque te la roban. Y por supuesto estamos a 10 kms. de la casa en construcción más cercana, a menos que sea una renovación para densificar: o sea tumba casa venga edificio.

Cuento esto no porque lo considere más o menos dramático que otros casos, sino porque creo que muestra la carencia de nuevas voces: ¿dónde aparecen, literariamente, esos cambios en Lima?

Miguel Rivera dijo...

Es interesante lo que dice Mario. Ahora bien, en los años 50-60 Lima también estaba creciendo, pero la literatura que más recuerdo sobre eso es la que habla de los pueblos jóvenes. El barrio en el que viví, San José en Bellavista, se formó a fines de los 50 y comienzo de los 60, así que yo no vi a las vacas, pero me cuentan que las hubo. Sin embargo, no recuerdo literatura acerca de barrios como el mío. Supongo que carecía del esplendor de los vecindarios de dinero y del patetismo de las zonas más pobres de la ciudad: eran solo casas feas. El interés por espacios como este se ha desarrollado más tarde.
Hasta hay una canción de The Smiths en la que el tipo que habla vive en una de esas "ugly new houses"!

Pedro Mairal dijo...

La cita en el diario Pagina12 está trunca. Copio el párrafo entero que salió en la entrevista que me hicieron en "El intepretador".

"Lo que pasa es que la gente de mi generación no tuvo que matar a sus padres literarios porque ya los habían matado o silenciado los militares. Mucha gente nacida alrededor de los setenta no tuvo padres literarios, sino abuelos como Borges, Cortázar, Bioy, Arlt. Y uno con los abuelos no tiene conflictos. Yo no tuve que "matar a Borges" para escribir. Siento a Borges como un abuelo que me ilumina con su inteligencia, pero no siento que yo deba competir con su literatura, ni sobreescribirla, ni escribir a pesar de ella. Conocí a mis "padres literarios" después, cuando leí en la facultad a Walsh, a Di Benedetto, a Piglia, a Lamborghini, es decir, ya canonizados. Me vinculo con esos autores, en una búsqueda personal que sigue ahora a los 34 años, con curiosidad, pero a la vez con cierta lejanía, sin que me hayan dejado su impronta. Quizá en ese intento por completar una brecha, quizá en esa cicatrización, haya un rasgo generacional, que apenas intuyo. No creo que sea tan evidente por ahora. No sé si estoy en una "corriente literaria", no puedo decir que sienta una pertenencia a un grupo. Quizá estoy en una corriente pero inevitablemente, no como una militancia personal".

http://www.elinterpretador.net/12EntrevistaAPedroMairal.htm