31.8.06

Las afinidades conflictivas

Hoy, primer día de clases en el college, decidí ordenar un poco mi biblioteca. Por un rato, me pregunté qué modo de clasificación seguir y de pronto recordé uno ideado pormi amigo el poeta Óscar Limache, a quien no veo desde que (él) era flaco.

Óscar solía decir años atrás que algún día organizaría su biblioteca disponiendo los libros según cierta forma de afinidad. No recuerdo sus ejemplos exactos, pero, digamos, la idea era más o menos así:


Junto a
Rojo y negro pondría La roja insignia del valor y a su lado Caballería roja y Abril rojo. Al lado de Abril rojo, colocaría No me esperen en abril, y al lado Esperando a Godot y los Cantos de vida y esperanza.

Junto a los
Cantos de vida y esperanza, dispondría Vida, instrucciones de uso y las Vidas paralelas, seguidas de las Vidas para leerlas y Vida del pintor viajero.

Siguiendo a
Vida del pintor viajero colocaría Una noche de invierno un viajero. Y al lado, Sueño de una noche de verano y el Primero sueño y Sueños digitales y El sueño de la muerte, de Quevedo.

De inmediato, junto a
El sueño de la muerte, pondría La muerte de Artemio Cruz y junto a ella La muerte de un viajante. Siguiendo a La muerte de un viajante, La muerte en Venecia. Junto a La muerte en Venecia, El mercader de Venecia. Y así...

Pero uno puede prestar más atención a los detalles.

El volumen de cuentos donde aparece "
Continuidad de los parques" debería ir al lado de
Los siete locos, de Roberto Arlt, pues el sillón de terciopelo verde donde lee su libro el personaje cortazariano tiene que ser el mismo sillón de terciopelo verde en el que proyecta sus conspiraciones el Astrólogo de Arlt.

¿Y qué si resulta que ese mismo sillón es el canapé de terciopelo verde donde reposa la condesa
Mathieu de Noailles, en el cuadro de Zuloaga? Tendré que poner mi libro de Zuloaga junto a los anteriores. ¿Y qué si además todos esos sillones son el mismo sofá de terciopelo verde sobre el cual está reclinada Natasha Gelman en el retrato que le pintó Diego Rivera...?

(He aquí la razón por la cual uno no debe pedir a un poeta consejos para una labor tan prosaica como la de poner unos libros al lado de otros).

30.8.06

La muerte de Naguib Mahfouz

Como es lógico, la prensa mundial ha cubierto los pormenores de la muerte del célebre escritor egipcio Naguib Mahfouz, ganador años atrás del Premio Nobel de literatura.

Al lacónico cable inicial de AFP, se sumó uno posterior de Reuters, que recuerda el atentado sufrido por el egipcio en 1994; uno más de la misma agencia da cuenta de detalles biográficos, así como de la opinión de un crítico, su connacional, que describe a Mahfouz como nacido para la ficción.

Un segundo cable de AFP hace notar que las posiciones de Mahfouz acerca del conflicto palestino-israelí ocasionaron que su obra fuese boicoteada en muchos países del mundo árabe. El cable de Europa Press hace notar que el atentado sufrido en 1994 fue producto de la arenga de un clérigo fanático que acusó a Mahfouz de sacrílego a causa de una vieja novela suya.

Un tercer cable de AFP ahonda en ese caso particular, vinculándolo con la fatwa lanzada en contra de Salman Rushdie, y recuerda que la novela que motivó el intento de asesinato en 1994 había sido publicada originalmente en el Líbano, en 1959. El cuarto cable de AFP hace notar que lo incómodo de aquel libro, Los niños de la Medina, era su "visión desencantada de la religión".

El tercer cable de Reuters extiende el tema, hasta dejar en claro que no fue una sola novela, sino la persistencia de la crítica, religiosa, política y social, a lo largo de toda la obra de
Mahfouz, el motivo de que el escritor fuera un personaje tan incómodo para algunos como emblemático y heroico para otros. Por cierto, ese mismo cable explica que Mahfouz pudo haber evitado el atentado en su contra, doce años atrás, pero que por una cuestión de principios rechazó la protección policial cuando proliferaban las amenazas.

Poco que añadir a todo eso: está claro que Mahfouz era de la estirpe de quienes creen en sus ideas y en su derecho a decirlas y le dan más importancia a su deber estético, ético y social que a su conveniencia individual.

Murió Mahfouz

Para mí, Naguib Mahfouz ha sido uno de esos escritores a quienes uno parece condenado a conocer, de alguna manera, indirectamente.

La primera historia suya de la que tuve noticia me llegó no a través de un libro, sino de una película, El callejón de los milagros, en una versión de Jorge Fons, con la actuación de Salma Hayek y en cuyo guión trabajó el novelista Vicente Leñero.

La adaptación era más que correcta, aunque por momentos cayera en cierto tedio; era, de todas maneras, una traslación interesante, del escenario egipcio original en la novela de Mahfouz a un Distrito Federal mexicano que parecía acoger la historia con facilidad, tragicomedia, machismo y pobreza incluidos.


Sólo después leí a Mahfouz. Pero lo hice cuando ya estaba yo en Estados Unidos, y en una versión inglesa. El libro fue, justamente, aquel del cual Leñero y Fons habían tomado la historia para su película, una novela que en inglés se llama Midaq Alley. Es decir, no lo leí ni en mi lengua ni en la lengua del autor, y eso siempre deja una sensación de extrañeza, como si uno hubiera visto algo a través de un vidrio demasiado opaco.

Y luego, regresé al cine mexicano para reencontrar a Mahfouz: en una cinta de Ripstein, kilométrica, que supera las tres horas y que se titula Principio y fin; una película que no todos disfrutan, por cierto, como suele ocurrir con las de Ripstein, pero que a mí me parece recomendable.

En fin. Hoy ha muerto Naguib Mahfouz y sus demás libros (la lista es larguísima y se inicia en 1939) pasan a la nómina interminable de las cosas que tengo que leer.

Imagen: Mahfouz se filtra en una escena de El callejón de los milagros. Fotomontaje: gfp.

29.8.06

Disidencias

Acaba de aparecer online un nuevo número de la revista de la que soy editor, Dissidences, Hispanic Journal of Theory and Criticism, una publicación académica que recoge aproximaciones críticas y teóricas a las literaturas y las culturas de todo el ámbito hispano.

Pueden revisar el contenido general de este segundo número aquí (recuerden que la revista publica textos en inglés, español y catalán), pero de todos modos quiero adelantarles algo.

Los estudios son todos previamente inéditos, por supuesto; los autores los remiten anónimamente y así son evaluados por dos especialistas en el campo (la revista tiene un comité editorial de más de cuarenta profesionales destacados).

Entre los seleccionados esta vez hay uno de Will H. Corral, quien el 2005 fuera premiado por el Times Literary Supplement de Londres por su libro Theory´s Empire, elegido el mejor volumen de crítica publicado en lengua inglesa ese año. Su ensayo para Dissidences se titula "An English Language View of the History of Latin American Literature", y es una minuciosa y polémica discusión del libro de Philip Swanson Latin American Fiction.

Hugo Moreno, profesor de la Western Ontario University, ex profesor de University of Michigan, ha aportado un agudo estudio sobre Octavio Paz, "The Politics of Writing in Octavio Paz´s El mono gramático". En parte, el artículo tiene que ver con la posición del Paz poeta y el Paz intelectual ante la búsqueda imposible pero cuasi programática de un lenguaje poético "ahistórico", capaz de presentar el mundo "tal como es".

El profesor Robert Stone, de la Academia de Annapolis, escribe un ensayo brillante y cautivador para los amantes de Cervantes, sobre todo si son, también, amantes de Smollet. El estudio, que lidia con los tráficos reflejos del mundo hispano y el árabe en el Quijote, se titula "Unsettling Details: The Canonized Mooress in the Quixote".

Otro texto tan provocativo como serio y sustentado y, además, de lectura divertida, es "Jean de Léry y Michel de Montaigne: el escepticismo como postura epistemológica privilegiada en el diálogo con la otredad", del borgiano doctor Bernat Castany Prado (cuya antología de poesía modernista será lanzada por Alianza Editorial el próximo año).

En fin: son veinte textos, entre cuyos autores están también Nuria Capdevila-Argüelles, profesora de la Universidad de Exeter (Inglaterra), con un estudio sobre el feminismo ibérico en la Segunda República; Dorotha Heneghan (candidata doctoral en Yale University), quien escribe sobre Benito Pérez Galdós; la profesora Mayte Gómez, de la Universidad de Nottingham (Inglaterra), con un ensayo de estudios culturales acerca del barrio de Lavapiés, en Madrid, lugar de tradición pero también sitio de convergencia de migrantes de muchos orígenes distintos.

Jorge Camacho, profesor de la University of South Carolina y autor del libro José Martí: las máscaras del escritor, aporta a la revista un nuevo estudio martiano; Patricia Vieira, candidata doctoral en Harvard, nos entrega un estudio sobre el film argentino Garaje Olimpo; Michael Wilson Reginato, candidato doctoral en Cornell, presenta una interesante especulación sobre la identidad en el cuento de Borges "La memoria de Shakespeare".

La profesora Ellen Mayock, de Washington and Lee University, propone una nueva lectura de Reivindicación del conde don Julián, de Juan Goytisolo; su colega Dinorah Cortés-Vélez, de Marquette University, hace otro tanto con la Respuesta a Sor Filotea, de sor Juana Inés de la Cruz.

Hay, además, cerca de una decena de reseñas que cubren tópicos que van desde Garcilaso de la Vega hasta los Diarios de motocicleta, y desde el último libro de Roberto González Echevarría sobre Cervantes hasta la reformulación del panorama poético latinoamericano que Jill Kuhneim ha propuesto en un libro nuevo el año pasado.

Si a alguien le interesa el futuro de Dissidences, hay un breve texto aquí donde explico algo al respecto.

Imagen: Borges, Cervantes y Paz en Dissidences. Fotomontaje: gfp.

28.8.06

Freak out!

Hay, por supuesto, freaks de circo. No tanto ahora como los hubo en siglos pasados. La humanidad ha aprendido un poquito a no burlarse, al menos no abiertamente, de la monstruosidad ajena.

Pero hay otro tipo de freak, el que lo es no por fuera sino por dentro.

(Separemos los dos grupos por una cuestión metodológica: en verdad se puede ser freak de ambas partes, reversible, por decirlo así. En esos casos lo interesante es saber si la monstruosidad exterior ha determinado la interior, como en los mitos clásicos, o si es la interior la que condiciona a la exterior, como en el melodrama o en Oscar Wilde).

Pero vamos a lo sorprendente. A juzgar por la última frase de una novelita genial de Herman Melville, Bartleby, en la que el protagonista es uno de esos freaks interiores, no siempre ser un freak implica ser radicalmente distinto de los demás mortales.

Porque esa frase final de la nouvelle, que uno no sabe si proviene del narrador o del autor mismo --"Ah, Bartleby!, Ah, humanity!"-- propone la idea de que el mal de Bartleby, es decir, la apatía autodestructiva, la melancolía sobrecogedora, todo lo que lo hace extraordinariamente distinto, puede, en efecto, de cierta forma, ser un rasgo común a lo humano, o, al menos, a lo humano de su tiempo.

Es posible --sugiere Melville-- ser a la vez un freak y la cifra de una nueva normalidad.

Sólo un maestro como el americano pudo engendrar una criatura ficticia que nos sorprendiera al mismo tiempo por su diferencia ridícula y su parecido trágico con nosotros, o con nuestro futuro.

Pero si el freak de Melville es signo del nuevo individuo de su época, incapaz de vincularse fluidamente con el mundo en torno de él, el freak kafkiano del siglo siguiente, cucaracha o escarabajo, Gregor Samsa, es algo peor.

Él también es una metáfora de la condición humana, también es un freak que representa su propio ser idiosincrásico y, sin embargo, nos cifra un poco a todos y nos emblematiza, pero, además, nos repugna, y en cierta forma la pena de su muerte no es tan grande como la tranqulidad que sentimos de saber que ya no existe más. Pero esa, bien vista, es una tranquilidad suicida.

A Bartleby, cuando muere, alguien le cierra los ojos. A Gregor lo dejan podrirse y lo echan a la basura. En las décadas que van de Melville a Kafka, ése es un enorme cambio de actitud.

(Por eso yo, cuando veo una cucaracha, no la piso: la invito a retirarse, le pido que reconsidere su comportamiento, a veces, incluso, últimamente, discuto con ella. Llámenme loco, o si no, simplemente, llámenme freak. Y el que esté libre de culpa que tire la primera manzana).

Imagen: Bartleby con la familia Samsa. Fotomontaje: gfp.

27.8.06

Una caja menos boba

Hablando de Abelardo Castillo, un fragmento interesante de una entrevista suya grabada en vídeo puede verse online en el website de la Audiovideoteca de Escritores de Buenos Aires, perteneciente al gobierno de la capital argentina.

Se trata de una página de la www donde se muestran pasajes de entrevistas almacenadas en dicha audiovideoteca: en todos los casos, son conversaciones significativas con personajes centrales en la tradición literaria platense.

En ese sitio web, que es toda una caja de sorpresas, encontrarán vídeos de entrevistas a autores como el poeta Jorge Boccanera, el cineasta y cuentista Edgardo Cozarinsky (otro recomendable), el novelista y guionista de cómics Pablo de Santis (si no lo han leído empiecen por Filosofía y letras y El calígrafo de Voltaire), el maestro del cómic y narrador Roberto Fontanarrosa, la dramaturga y también narradora Griselda Gambaro y la divertidísima cuentista fantástica Angélica Gorodischer.

También hay entrevistas a la narradora Sylvia Iparraguirre; el crítico y novelista Noé Jitrik; el extraño Leonidas Lamborghini (que en esta conversación describe su trabajo diciendo que las palabras se buscan unas a otras y que él, como escritor, es, dice, apenas
un operador que se encarga de promover su unión); además del matemático, cuentista y novelista Guillermo Martínez; los narradores Abel Posse, Alan Pauls, Ana María Shua, Juan Sasturain (autor de una de las más célebres novelas gráficas del mundo hispano: Perramus) y Luisa Valenzuela, entre muchos otros.

Me pregunto cuán difícil sería hacer algo parecido en el Perú. Podría empezarse quizá por recolectar copias de las entrevistas que años atrás solía hacer Luis Alberto Sánchez en canal 7, las que hace ahora Iván Thays allí mismo, las que en su momento hicieron César Hildebrandt, Alfredo Barnechea, Fernando Ampuero o Mario Vargas Llosa. (No sé si incluir en la lista las conversaciones exasperantes de Marco Aurelio Denegri).

Y de seguro hurgando en archivos se podrían recuperar, antes de que se extravíen para siempre, algunas imágenes de las que ya ni siquiera guardamos el recuerdo.

Imagen: Ana María Shua en la caja boba. Fotomontaje: gfp.

26.8.06

¿Por qué no leemos a Abelardo Castillo?

Ahora que en el Perú aparecen o reaparecen las figuras y los libros de grandes escritores como Carlos Calderón Fajardo, Enrique Congrains Martin o Gastón Fernández, se cae de madura la pregunta acerca de qué es exactamente lo que, dentro de cada generación literaria, determina quiénes han de merecer la fama y quiénes no, o quiénes van a recibirla sin merecerla y quiénes, mereciéndola, no la tendrán jamás.

Un caso notable se da, en América Latina en general, con la obra del argentino Abelardo Castillo. No quiero decir que sea un desconocido ni pretendo sacarme de la manga su nombre como quien sorprende a todo el mundo con algo inesperado: Castillo es un autor respetado, publicado y promovido por grandes editoriales, y relativamente trabajado por la crítica.

Pero esa recepción, que de hecho no alcanza para sacarlo del semianonimato fuera de Buenos Aires, es en verdad minúscula si se considera la calidad de sus libros.

Castillo
no sólo pertenece a la generación argentina que debió vivir a la sombra simultánea de los autores del boom y, además, a la sombra de Borges y Sabato, sino que ha tenido la desgracia de convivir, dentro de su propia generación, con escritores como Juan José Saer y Ricardo Piglia, mucho más favorecidos por el mercado, pese a su evidente dificultad, entre otras cosas porque sus medios predilectos son la novela y no, como en el caso de Castillo, el cuento, un género mucho menos comercial. Inclsuo César Aria, un escritor excéntrico pero que ha reinventado el género de la novela breve, que tanto parece acomodarse a las agendas de los lectores de hoy, ha resultado un autor más atractivo que Castillo.

Abelardo Castillo es autor, también, de unas pocas novelas, que, en claves distintas, han pasado de los temas demoniacos (El que tiene sed) a los divinos (El evangelio según Van Hutten) a través de historias siempre envolventes y cautivadoras pero asimismo --y esto es crucial en su obra-- siempre polémicas, escritas en el borde entre la mostración ficcional y el debate de ideas.

Pero son sus cuentos, reunidos ya dos veces en volúmenes de relatos completos (una vez por Seix Barral y otra por Alfaguara), el lugar de sus mejores esfuerzos. En ellos, Castillo hace algo que los herederos de Borges difícilmente han logrado: conciliar el impulso intelectualista borgiano, sin rebajarlo ni simplificarlo, con una profunda carga de intimismo y de emoción pura: el ajedrez transformado en verdadero drama vital.

Justamente, no por casualidad, el tema de ese juego lo obsesiona. Uno de sus cuentos más admirables, "La cuestión de la dama en el Max Lange", trata sobre el ajedrez. Y cuando escribe sobre el asunto, incluso en ensayos, Castillo parece destilar una emotividad que difícilmente se asocia con el tablero blanquinegro. (Otro caso: su compatriota Guillermo Martínez, en Acerca de Roderer).

Por suerte, Internet no es avara a la hora de publicar textos de Castillo: navegando aquí y allá, pueden encontrar, por ejemplo, sus cuentos "El candelabro de plata", "Las panteras y el templo", "La garrapata" y "La que espera", así como el estupendo "Muchacha de otra parte". Pero lo más sorprendente, sin duda, es que también puede hallarse on line (espero que legalmente) una versión completa de su novela El evangelio según Van Hutten,

Imagen: jugando con fuego: Abelardo Castillo (fotomontaje: gfp).

25.8.06

Los anónimos

Salvo raras excepciones, detrás de cada anónimo hay una persona que se avergüenza de ser quien es o de pensar lo que piensa, pero que no se avergüenza de mentir o atacar siguiendo una retórica torpe o unos principios despreciables.

Un anónimo es alguien que decide un día suicidarse parcialmente: cancelar su identidad para ser, enmascarado, peor de lo que es cuando da la cara.


Nadie merece ser víctima de un anónimo, mucho menos de una amenaza anónima o de una campaña embozada. Víctor Coral dice ser víctima de una, y si es verdad, es lamentable en extremo. Pero, a la vez, Coral emprende otra parecida, y eso es igualmente triste.

En días pasados, más de una persona ha hecho públicas sus sospechas acerca de que Coral pueda ser el administrador de un blog dedicado a esas cosas. Es ahora materialmente imposible demostrarlo. Pero también es innecesario, puesto que Coral ha decidido llevar las costumbres de los blogs-basura a su propio blog, Luz de Limbo, que abunda en anónimos y bajezas.


Con ello, Coral ha decidido matar una parte de sí mismo: su honorabilidad. Allá él. Por mi parte, ya no necesito siquiera preocuparme de sus actividades, salvo que reincida en alojar en su blog vilezas anónimas contra mí y otras personas que nada tienen que ver con ese mundo.

Sólo quiero decir una cosa más al respecto: la literatura y la crítica literaria son ejercicios de la razón y ejercicios éticos, y quien deja de lado en ellas cualquiera de esas dos cosas, cancela la validez de todo lo que diga en esos terrenos.

Así pues, al dejar que colapse su seriedad, Coral ha decidido dejar de formar parte del acontecer intelectual en el Perú. Es sin duda una lástima que un poeta rescatable, con las armas para ser también un buen crítico, espere tan poco de sí mismo.


24.8.06

Adolph: sionista antisemita

El escritor José B. Adolph, maestro peruano de la ciencia ficción y otros géneros hasta hace poco vistos como menores, me envía amablemente, por correo, esta columna suya aparecida en el último número de la revista Caretas.

UN SIONISTA ANTISEMITA
José B. Adolph

Durante mi ya larga biografía he sido acusado simultáneamente por algunos de “sionista” y por otros de “antisemita” (*). Lo primero, por defender la existencia en paz y seguridad de Israel y lo segundo por defender a los palestinos árabes que, desde que existe Israel, han reclamado un segundo Estado árabe-palestino (el primero, el Reino Hashemita de Transjordania, hoy Jordania, fue inventado por el colonialismo británico en 1922 sobre la mitad de Palestina).

Hoy me toca defender, otra vez, la existencia de Israel. Impopularmente, porque a diferencia del antisemitismo antiguo —que era religioso o de derecha— el de hoy incluye a vastos sectores de “izquierda” o “progresistas”. Estos prefieren apoyar lo más oscurantista, política y religiosamente, del mundo árabe y musulmán. Como si los librepensadores hubiesen apoyado a la Inquisición católica. Incluyendo hoy a muchas mujeres, hasta feministas, que parecen preferir la burkha de los talibanes a los shorts de las judías.

Los comunistas eran antisionistas: consideraban que el “problema” judío sería resuelto automáticamente por la revolución, tal como la discriminación femenina. El sionismo (el nacionalismo judío), como el feminismo, eran desviaciones burguesas (**).

Mi problema es que la (pésima) conducción por parte de Israel de esta batalla contra el permanente terrorismo de Hizbalá, Hamas y otros esté reforzando la falsa idea de que estas organizaciones sólo quieren “liberar” los “territorios ocupados” (otro tema es por qué estaban ocupados), cuando para ellos todo Israel es territorio ocupado. No lo digo yo, lo dicen ellos mismos. Y ahora ya están incluyendo a Andalucía (al-Andalus), entre otros. Si cae Israel, digo, es un decir —parafraseando a Vallejo— muchos españoles de izquierdas y del resto del mundo tendrán que repensar las cosas. Pero para Israel será demasiado tarde.

(*) Término absurdo porque los árabes, mis queridos primos, también son semitas.

(**) Concuerdo en esto con Vargas Llosa: no me gustan los nacionalismos, lo que no significa desamor a la tierra de uno.

Imagen: miembros de la guerrilla Hezbollah, en desfile público.

22.8.06

Bombardero

Una primicia: Quipu publica un capítulo entero de la novela Bombardero, de César Gutiérrez, setenta y cinco páginas, respetando su peculiar diseño experimental, que tiene, por cierto, un toque de Sebald y varios de letrismo vanguardista.



Para mí es un placer colocar el fragmento en Quipu, con la esperanza de que, según conversamos, los siguientes capítulos, acaso, puedan seguir llegando a Quipu.


No recuerdo un caso, en la literatura peruana, en que una primera novela haya causado tanta expectativa y, a la vez, haya tenido tan mala suerte editorial, como le sucede a Bombardero, la novela cada vez menos inédita de César.


Hueso Húmero
publicó un adelanto, Paolo de Lima otro más y, si no me equivoco, alguna tercera fuente presentó fragmentos adicionales. Rodrigo Quijano se preguntó, en carta a Abelardo Oquendo, si no sería ésta la novela que nadara a contracorriente de la norma narrativa contemporánea y le abriera unas nuevas puertas.

En la blogósfera la han coronado y la han vapuleado personas que, en ambos casos, la conocen apenas por tramos brevísimos, e incluso se ha hecho circular rumores acerca de envidiosos y malvados que hacen lo posible para que el libro no vea la luz (evidentemente, el líder de esos malosos es un servidor).


Por cierto: escritor arequipeño, autor de un sólo libro editado (el poemario La caída del equilibrista), César cumple perfectamente los requisitos para presentar su trabajo en Quipu.

Siguen los redobles

A las ya varias defensas de Günter Grass que han ensayado Salman Rushdie y otros, se suman hoy una (moderada) de Mario Vargas Llosa, su antiguo rival, y una sorprendente retractación de Lech Walesa que, tras leer una carta de Grass al alcalde de Gdansk, ha declarado no tener ya nada contra el novelista, además de haber retirado el pedido de que le fueran quitados al alemán los honores concedidos a él por Polonia en el pasado. Copio completo el cable publicado en Perú 21:

BERLÍN/VARSOVIA/GDANSK. (Perú 21. Fuente: DPI). El escritor peruano Mario Vargas Llosa considera que la confesión de Günter Grass de que perteneció a las Waffen-SS hitlerianas deja claro que el literato germano "es menos perfecto de lo que nos ha querido hacer creer", según una entrevista que publica mañana la prensa alemana.

En sus declaraciones al diario "Koelner Stadt-Anzeiger", Vargas Llosa dijo que en el futuro el Premio Nobel alemán de Literatura será tal vez "algo más moderado cuando ejerza críticas morales". "Es un episodio interesante el que vivimos ahora con Günter Grass. Nos muestra que nadie es perfecto", añadió.

Por otra parte, el literato calificó de "irrisorias" las exigencias de que se le retire el Nobel a Grass. Vargas consideró que hubiera sido mejor que el alemán hubiera roto antes su silencio sobre su pasado, pero afirmó que en 50 años nadie hablará de su pertenencia a las Waffen-SS y sí sobre su importante obra literaria.

"'El tambor de hojalata' sigue siendo una novela grandiosa y Günter Grass, un escritor significativo", dijo.

En tanto, Grass escribió una carta al alcalde de la ciudad polaca de Gdansk, su ciudad natal, en la que se refiere a su pertenencia a las Waffen-SS.

El escrito contiene "respuestas a una serie de preguntas", dijo el alcalde Pawel Adamowicz a la cadena televisiva TVN 24. "La carta es muy interesante y en parte muy conmovedora".

En tanto, el premio Nobel de la Paz polaco Lech Walesa retiró su pedido de que el escritor alemán Guenter Grass devuelva la distinción de ciudadano de honor de Gdansk por haber reconocido tardíamente que de joven perteneció a las SS hitlerianas.

Walesa afirmó hoy que lo convenció el escrito que Grass dirigió a Adamowicz. "Desde este momento ya no tengo ningún conflicto con el señor Grass", señaló Walesa. Ni Walesa ni Adamowicz se refirieron al contenido exacto de la carta. Tampoco se sabe si en ella Grass pidió disculpas por haber pertenecido a las Waffen-SS.

"Espero que construyamos juntos la amistad entre Polonia y Alemania y podamos crear una Europa común", señaló hoy Walesa tras leer la carta.

Está previsto que esta tarde se reúna el senado de la ciudad para debatir la posibilidad de retirar la ciudadanía de honor de Gdansk a Grass. En el caso de que decidan poner el tema en el orden del día, el concejo municipal podría tomar una decisión al respecto la semana que viene.

Adamowicz ya destacó que espera que el asunto quede superado tras la sesión. En una encuesta publicada el domingo, el 72 por ciento de los habitantes de Gdansk se pronunció en contra de quitar el título de hijo predilecto de la ciudad a Grass.

Por su parte, el director del Centro Simon Wiesenthal en Jerusalén, Efraim Zuroff, reclamó al escritor alemán Günter Grass más detalles sobre su pertenencia a las Waffen-SS hitlerianas.

En una carta abierta, Zuroff planteó a Grass una serie de preguntas. El escritor admitió hace poco que a los 17 años integró brevemente la tropa de elite nazi.

El Centro Wiesenthal reconoce el valor de la confesión de Grass, pero añade que, dado que ésta se produjo "tan tarde", "los medios tomaron la noticia con interés, iniciaron investigaciones y publicaron informes que plantean nuevas preguntas".

Grass dijo que no tiene nada más que añadir a los datos que publica en su libro autobiográfico de reciente publicación, "Pelando la cebolla". Pero el Centro Wiesenthal le pide que recuerde, escribió Zuroff.

Sobre todo, hay interés en saber en qué sección de la división "Frundsberg" sirvió el Premio Nobel de Literatura y a qué oficiales y suboficiales recuerda. El Centro pregunta además por los lugares en los que sirvió, los horarios que cumplió y los documentos.

Según Zuroff, lo que Grass escribe en el libro respecto de los acontecimientos de 1945 es "demasiado escaso". Como escritor de prestigio, Grass está prácticamente obligado a informar más sobre su época en las Waffen-SS.

Sus intermitencias son la muerte

José Saramago no deja de sorprender. Es decir, hace varios años que José Saramago no sorprende a nadie con sus libros, tan previsibles que dan ganas de pedirle el recetario y acabar con los trámites intermedios. Pero, en cambio, el portugués no cesa de sorprender con sus declaraciones p(ale)olíticas, un poco más indolentes cada vez.

La última: tras años de darle su apoyo a Fidel Castro, interrumpidos apenas por una pataleta inconsecuente meses atrás, ahora que el cubano está más tibio que caliente Saramago afirma (el último domingo en El País, entrevistado por Juan Cruz), que es aconsejable una transición pacífica, que lleve a un nuevo régimen pero a la vez no deje de reconocer las victorias de la revolución.

Magnífico. Eso es sin la menor duda lo que se debe hacer. Pero, me pregunto yo: ¿por qué todo un país, partido en dos, dividido, erosionado por la emigración y la miseria, y victima del delirio megalómano de un personaje que está políticamente muerto desde hace décadas, tiene que esperar que ese individuo pase a la otra vida para recién entonces echarse a buscar su destino, su reconciliación y su escape del atraso?

Si Saramago cree que eso es lo que debe hacerse, ¿por qué no postula que se haga ahora mismo, ya? ¿O es que el hecho de que Fidel muera sentado en su trono, hoy o mañana o dentro de un par de años, es más importante que la posibilidad de que millones de compatriotas suyos se hagan, por primera vez en medio siglo, dueños de sus propios destinos?

Castro contruyó el único país de América Latina en el que todo el mundo sabe leer y escribir, pero metió a la cárcel o mandó a matar a quienes leyeron o escribieron cosas que a él no le gustaban. Eso es ya en sí una ironía; más irónico es, por eso mismo, el apoyo ciego que le brindan tantos profesionales de la lectura y la escritura, como el premio Nobel portugués.

Imagen: la máscara de Saramago.

21.8.06

Grandes fraudes literarios

Hace años, antes de que se desenmascararan públicamente los fraudes de JT Leroy y James Frey (el periodista que se inventó las memorias de una adicción al ácido y unos años de marginal callejero que jamás habían sido reales), The Guardian, el diario inglés, publicó una lista de lo que ellos consideraban los diez engaños literarios más escandalosos y resonantes de la historia.

Entre los top ten hoaxes mencionados por The Guardian (y aunque no voy a traducir todo el artículo, voy a resumirlo lo mejor que pueda), figuraban uno que otro fraude determinante en el desarrollo de la historia universal, como la Donación de Constantino, en la que el emperador cedía sus poderes al papa Silvestre I. Ese documento fue la base consuetudinaria y legal sobre la que se construyó, durante siglos, la idea del papado como un poder efectivo superior al de los reyes terrenos. Desde el siglo quince se denunció que era un documento falso, fraguado siete siglos antes, pero nadie hizo caso sino hasta el dieciocho.


También está en la nómina el infame Protocolos de los sabios de Sión, libro fraguado en 1905 y reproducido por antisemitas de todo el planeta (notoriamente, por Henry Ford) para difundir la idea de una "conspiración judía mundial"; los diarios de Hitler, que en 1982 remecieron el planeta con una serie de confesiones apócrifas del genocida alemán; y un tomo desgarrador incluso después del develamiento de su falsedad: Fragmentos, memorias de infancia, de Binjamin Wilkomirski, un judío polaco que describió torturas y padecimientos que él no había pasado en los tiempos del Holocausto, pero quien, según se ha dicho luego, creía sinceramente en la veracidad de todo aquello.

El tema del racismo aparece en la nómina varias veces: a esos casos se añade otro libro de memorias mentirosas, La educación de Arbolito, el relato heroico y conmovedor, pero falso, de la vida de un indio norteamericano, que resultó haber sido escrito por un segregacionista antisemita y perseguidor de negros en Estados Unidos, miembro del Ku Klux Klan, ni más ni menos: un desagradable sujeto de nombre Asa Carter (graduado de la Universidad de Colorado en Boulder: ojo con las buenas costumbres). El libro, al menos, sirvió para poner sobre el tapete el tema de ese mecanismo extraño que lleva a los racistas a elegir arbitrariamente, en apariencia, la reivindicación de unas razas y la demonización de otras: Carter no se ahorraba loas a los indígenas, casi desaparecidos del país, pero, en la práctica, perseguía a los negros y a los judíos que sí conformaban minorías numerosas.

No sólo memorias propias abundan en la lista (hay que añadir el falso testimonio del coronel Philip Corso, que escribió todo un libro para probar una mentira: que él había trabajado en bases aéreas americanas con tecnología extraterrestre); también hay que anunció biografías "oficiales" de personalidades públicas y cobró millonarios adelantos editoriales para luego descubrírsele que jamás habían tenido trato alguno con los biografiados (el caso de Clifford Irving, falso biógrafo de Howard Hughes)..

Los mejores

Sin duda, los fraudes más talentosos, desde el punto de vista literario, son otros. El del joven Thomas Chatterton, por ejemplo, quien, en la segunda mitad del siglo dieciocho, entre los doce y los dieciocho años, ansioso por publicar las imitaciones de poesía medieval en las que era experto sorprendente, inventó la existencia de un monje del siglo XV, a quien atribuyó toda su obra. Chatterton se mató al ser descubierto.

El parnaso británico estaba tan poblado de autores reales como de autores inventados, en esa década del 1760, en la que, además de los poemas del monje de Chatterton, apareció la obra de Ossian, el falso bardo del siglo III a quien John McPherson dijo haber traducido del gaélico escocés al inglés moderno. Nadie descubrió el engaño sino hasta el siglo diecinueve.

No mucho después de esos dos casos, a finales del diecisiete, ocurrió el de William Ireland, un falsificador profesional que, aduciendo que un amigo suyo poseía un baúl colmado de pertenencias de su tocayo William Shakespeare, produjo volúmenes anotados, cartas y manuscritos shakespeareanos cuya aceptación pública convenció a Ireland de que podía dar un paso mayor y salirse con la suya: escribió toda una obra de teatro nueva que atribuyó a Shakespeare, llamada Vortigern and Rowena, que, una vez estrenada resultó tan evidentemente falsa que sólo pudo ser montada una noche antes de que el furor público disuadiera a los productores de seguir con la temporada.

A diferencia de los demás, digamos que los casos del Ossian inventado por John McPherson y, ciertamente, la poesía seudomedieval de Thomas Chatterton, fueron antes que nada lujos literarios, a los que el aura de intriga y engaño no hace sino otorgar un brillo especial y misterioso.

Imagen (fotomontaje gfp): 1 Thomas Chatterton; 2 Constantino; 3 Ossian; 4 Vortigern y Rowena; 5 Henry Ford; 6 Binjamin Wilkomirski; 7 Asa Carter; 8 Clifford Irving; 9 el coronel Philip Corso; 10 Adolf Hitler.

20.8.06

Elijamos lo gris

Hay poca gente culta en este planeta que considere la palabra "vanguardia" como un término despectivo. Alonso Alegría es una. Pero hay un truco: Alegría llama "vanguardia" a cualquier actividad creativa experimental que no le guste, como queda en evidencia en una de sus columnas de Perú 21, y eso va desde la música de John Cage (que describe con una miopía asombrosa, aislando en su interpretación una obra que es eminentemente contextual) hasta el arte conceptual entero.

El problema no es que a Alegría no le guste la vanguardia (finalmente, allá él). El problema es que cree que el arte de las elites --desde las elites esnobs hasta las legítimamente experimentales-- debe quedarse en las elites. Y también es un problema que eso lo piense una persona que ya alguna vez ha administrado secretarías culturales y que de seguro lo volverá a hacer tarde o temprano.

Su elitismo paternalista resulta claro leyendo otra de sus columnas, donde escribe, por ejemplo: "no es legítimo que la vanguardia, cosa de artistas contestatarios, gaste el dinero de todos en un arte que es para muy pocos", y saluda que la Municipalidad de Lima ya no invierta en apoyar a artistas innovadores porque tal apoyo estaba "ahuyentando al público" de teatros y galerías.

Alegría debe ignorar que muchos de nuestras cúspides artísticas han sido eminentemente experimentales, casi ininteligibles en su tiempo, y que han venido casi siempre de nuestras pobres provincias: en las páginas del puneño Oquendo de Amat, por ejemplo. Debe ignorar de seguro que la frase aquella, "todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él", no proviene de un tondero de Nicomedes Santa Cruz, sino de un libro de Vallejo, cuya obra toda fue una voz de vanguardia que vino del pueblo y volvió a él.

Pensando como piensa Alegría --escritor que en términos intelectuales proviene de una generación anterior a la de su padre--, uno podría acabar sugiriendo que se eliminaran Trilce o La casa de cartón o Cinco metros de poemas, o incluso Conversación en La Catedral o Los cachorros o La mano desasida o La canción de las figuras, de todos los programas escolares, que esos libros fueran dejados de lado porque, como está claro, su dificultad comunicativa puede ahuyentar a potenciales lectores, que en cambio serían atraídos, acaso, por literatura más simple y más fácil.

Alegría parece haber olvidado que el rol de la vanguardia no es el de ser siempre "cosa de artistas contestatarios", porque su vigencia, así de simple, no es más vital cuanto más marginal sea quien la ejercita. El rol de la vanguardia es ser el motor, la avanzada, la primera línea; llegar antes que todos y dejar las puertas abiertas. Y eso es algo que sólo tiene sentido cuando se asegura que detrás de la vanguardia viene un pueblo con la posibilidad real de seguir esos pasos, no uno a quien sus propios "intelectuales" quieran desestimar y marginar como si fueran una masa de incapaces.

El arte está obligado a ser elitista en su origen y a dejar de serlo lo antes posible. Está obligado a ser elitista (que no es lo mismo que ser discriminador) porque nunca debe abandonar su afán de ser nuevo, diferente, significativo, y eso supone una entrega a él que sólo se le puede exigir, materialmente, a unos cuantos. Está obligado a dejar de ser elitista lo antes posible porque todos en una sociedad tienen el deber de hacer que la distancia entre las elites intelectuales y el resto se angoste y se estreche y, aunque sea utópicamente, desaparezca. Esa es la única manera de no ser conservador en materia artística.

Un ejemplo práctico: pocas cosas tan avanzadas y riesgosas, tan llenas de experimento y búsqueda, hubo entre nosotros como las Bienales de Lima, y yo no tengo noticia de que otra actividad artística haya recibido una respuesta tan masiva jamás en el Perú.

Pero Alegría, quizá, hubiera preferido una tómbola y una kermesse en la plaza o repartir volantes con poemas de Salaverry y aguafuertes de Pancho Fierro. Porque eso sí lo entendería la gente, ¿no?

Imagen: Alonso Alegría: no lo metan a experimentar. Fotomontaje: gfp.

18.8.06

Venenos

Una vez hace años, yo tendría diez o doce, supongo, estábamos toda la familia, una tarde de fin de semana, en la casa de un tío, hermano de mi madre, y estaban allí también varios hermanos de mi tía, su esposa, entre ellos César Hildebrandt, a quien yo, a esa edad, solía mirar como si fuera una especie de ser sobrenatural, engendrado en la televisión y las revistas y sólo eventualmente encarnado en el mundo real.

Yo era el personaje más tímido en una familia de gente habladora, y
César, sin cámaras cerca y en grupos numerosos, según me dicen, tendía también a silenciarse y recluirse un poco en sí mismo.

Por eso no fue tan sorprendente que esa tarde, cuando los primos y los tíos comenzaron una vez más a exigirme que hablara, que dijera algo, aunque fuera un par de frases para comprobar que tenía lengua y cuerdas vocales,
César fuera el único en salir con una defensa inmediata y juguetona: "Gustavito sabe que uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice".

Le guardo cariño a ese recuerdo que seguramente sólo yo conservo, e intuyo que al mismo César le debe haber sido útil esa idea en una profesión donde decidir qué se dice y qué se calla suele ser la pregunta ética más recurrente y más crucial.


Al mismo tiempo, sin embargo, tengo la impresión de que alguien que se gobierna siempre según esa norma, acaba por ser demasiado enigmático y difícil de conocer. Por eso, como espectador y lector de César, no deja de resultarme gratificante saber que hay un terreno en el que nunca aprenderá a modular sus comentarios, y siempre dirá lo que sea que le venga a la mente, incluso si lo que le viene a la mente es una serie de insultos sin justificación y aborrecimientos sin medida: cuando habla de literatura --terreno en el que alguna vez ganó un premio de cuento y publicó una novela que lectores y críticos pasaron por alto--, César es esclavo de lo que siente.

Ahora escribe diariamente en La Primera. Cuando se refiere a cualquier tema no literario, es venenoso, agudo y muy sensato; cuando escribe sobre literatura, es sólo venenoso y destila un odio que resulta difícil de comprender. Pero ojo, que en ese terreno de pasiones hiperactivas el veneno suele terminar emponzoñando a quien lo porta y no a quien es mordido. Yo, de todas maneras, confieso que lo leo cada mañana.

Imagen, gfp.

17.8.06

La balada de los esqueletos

Quiero inaugurar el hábito de poner videoclips y cortos independientes en el blog con el video de una canción que es una rareza, porque es fruto de una colaboración entre Allen Ginsberg y Paul McCartney. Aunque en el video inicial sólo aparece Ginsberg, hay un añadido de medio minuto, al final, con ambos juntos en el escenario.

Estando Ginsberg allí, digamos que Puente Aéreo no se aleja de la literatura con esta escapada musical. La canción se llama Ballad of the Skeletons; la letra es del poeta norteamericano, la música, del magistral ex beatle. Curiosamente, el sonido final se asemeja al de algunas canciones de Lou Reed, pero el texto tiene toda la ironía habitual del viejo beatnik. El video, por cierto, es de Gus Van Sant.


Hace veinte años

A raíz del debate crecido en torno al caso Grass, al que me he referido nuevamente en el post anterior, más de uno (por ejemplo, Iván Thays) ha recordado la vieja polémica, veinte años atrás, entre Vargas Llosa y el novelista alemán.

A quienes no tengan a la mano los documentos de esa mítica bronca entre dos grandes favoritos de la afición novelesca, les dejo acá un texto que debe de resultar interesante para varios: la Carta a Günter Grass que Vargas Llosa publicara en Vuelta en agosto de 1986, hace precisamente veinte años.

El texto de Vuelta está en pdf, y tiene una diagramación un tanto caprichosa (además de un par de errores de montaje bastante evidentes) pero es perfectamente legible si le dan un poco de aumento en sus monitores.

Imagen: veinte años de una polémica memorable.

¿Quiénes apoyan a Grass?

Dos voces no poco significativas salen en defensa de Günter Grass. Una es la de Volker Schlöndorff, el director de la versión fílmica de El tambor de hojalata, que recibiera un Oscar a la mejor película en lengua extranjera en 1980.

Entre otras cosas, Schlöndorff, en un artículo publicado en la prensa alemana, buscó el ángulo positivo del asunto, proponiéndole a Grass que de ahora en adelante no se sienta más presionado a "hablar ex catedra"y acceda por fin a la posibilidad de ser tan excéntrico como sus héroes de ficción.

Otro defensor ha sido Salman Rushdie, escritor que, sin el aire de gran conciencia pública que asume Grass con frecuencia, se ha visto colocado por las circunstancias de su vida en una de esas posiciones en que a un intelectual se le pide opinar acerca de todo.

Simultáneamente, las fundaciones Nobel y Príncipe de Asturias coincidieron en apuntar que no retirarán los premios concedidos por cada una de ellas a Günter Grass en el pasado.

El mismo cable que trae esa última noticia anota el nombre de otro intelectual que apoya a Grass: el judío polaco Adam Michnik, socialista, director de Gazeta Wyborcza, el periódico más importante de Polonia, fundador original del movimiento Solidaridad y acaso uno de los más significativos ensayistas políticos europeos en la lucha contra los totalitarismos antes y después de la caída del muro berlinés.


Las palabras de Michnik son significativas y ponen en la balanza, con justicia, los elementos que deberían sopesar quienes quieren poco menos que linchar a Grass. Por un lado, dos años pasados en un cuerpo blindado de las SS, sin disparar, a los diecisiete años de edad, y tras haber sido conducido a ese cuerpo sin consulta previa (Grass se había enlistado como submarinista). Por otro lado, sesenta años de vida defendiendo causas sociales a todas luces justas y mostrando siempre una perfecta consecuencia y un desapego por la propia conveniencia.


Ante el arrebato súbito de Lech Walesa, que propuso quitar a Grass los galardones recibidos del gobierno polaco, incluyendo la ciudadanía (Grass nació en Danzig, ciudad alemana que hoy pertenece a Polonia bajo el nombre de Gdansk), Michnik ha salido al frente con un par de frases dignas de meditar: "Durante años, Polonia no tuvo a otro amigo más fiable o más desinteresado (que Grass). ¿Es tan difícil para nosotros los polacos entender el drama de una generación de jóvenes alemanes que se vio engañada por la propaganda totalitaria de los nazis?


Michnik, un líder de peso en la izquierda centroeuropea, apunta sin duda, aunque veladamente, a subsanar un problema primordial desde el punto de vista político: El tambor de hojalata es poco menos que el gran mito fundador de la nueva izquierda alemana, la piedra angular del imaginario progresista germano posterior a la era nazi, y una ficción que inmediatamente catapultó a su autor hacia una posición directriz en la política alemana, y la tardía confesión de Grass está siendo aprovechada por conservadores y reaccionarios para descabezar, así, uno de los iconos de esa izquierda, y para deslizar subrepticiamente la idea de que cualquier discurso ético que venga de ella es hipócrita y acomodaticio.

Evidentemente, ese es un precio que la izquierda alemana no estará dispuesta a pagar, y por ello no será sorprendente que, en los días por venir, el apoyo de un sector de la intelectualidad alemana a Grass empiece a crecer y acabe por aquietar al menos un poco las aguas.

Postdata

Una versión corregida y ampliada de mi primer post sobre este tema debe aparecer este fin de semana en el suplemento El Dominical, del diario El Comercio.

Imagen: GraSS. Fotomontaje: gfp.

El sueño de la casa ajena

Leo en el blog de Paolo de Lima esta declaración de Diego Trelles, estudiante de literatura becado por una universidad estatal norteamericana: "Me causa perplejidad", dice Trelles, "ver a los intelectuales progresistas del Perú pensando en la realidad nacional desde sus casas de playa en Asia".

Es ciertísimo: si alguno de nuestros intelectuales de izquierda anda jugando a dos bandas, entre una posición ideológica progresista y unas propiedades en balnearios excluyentes, regidos en algunos casos por reglamentos racistas y degradantes, eso sería a todas luces una gran inconsecuencia. Es por eso que abro Puente Aéreo para que quien desee hacerlo envíe los nombres de esos malos progresistas.

No vaya a ser que frases como la de Trelles inventen la ilusión de algo que no existe, un fantoche caricaturesco al que se ataca cuando en verdad no hay nadie detrás de él. O quizá sí: vamos a ver quién en la izquierda peruana, entre esos intelectuales progres que estudian "nuestra realidad nacional", es propietario de una residencia playera en el distrito de marras... Aunque mucho más fácil sería que Trelles dijera algunos nombres propios (costumbre que tanto se echa de menos en nuestro ambiente literario) antes de regresar a su casa en el estado natal de George Bush.

15.8.06

La generación del 2005

Un amigo me hace llegar un largo artículo de la revista Qué Pasa, del diario chileno La Tercera, titulado Las nuevas plumas latinoamericanas. Se trata de un texto en el que se da cuenta de lo que los editores de La Tercera (tras una investigación que los llevó a contactarse con varios medios del continente, entre ellos la revista peruana Etiqueta Negra) consideran la nómina de las jóvenes promesas de la narrativa latinoamericana hoy.

La nómina, por supuesto, es tan corta que no puede evitar la arbitrariedad, pero tiene la virtud de poner sobre el tapete algunos nombres (de escritores siempre menores de treinta y cinco años) que sin duda valdrá la pena seguir en el futuro. Están los chilenos
Carlos Labbé y Álvaro Bisama (cuyo blog está recomendado por Puente Aéreo, aquí junto desde hace meses), los argentinos Florencia Abatte y Oliverio Coehlo, la uruguaya Sofi Fichero, los mexicanos Guadalupe Nettel y Heriberto Yépez y los colombianos Antonio García y Ricardo Silva.

¿Ningún peruano? Sí, dos:
Ezio Neyra y Luis Hernán Castañeda (quien en este instante está sentado en una sala de espera del aeropuero Jorge Chávez, a punto de dar inicio a su vida de estudiante de doctorado en los Estados Unidos: buena suerte en Colorado). El artículo está compuesto de sendas microentrevistas, y, como el acceso a Qué Pasa es muy problemático, me voy a permitir copiar aquí las de los dos autores peruanos.

Ezio Neyra (Perú, 1980)

Estudió Sociología en la UC de Lima. Dirige la editorial Matalamanga y la Asociación de Promoción de la Lectura. Su primer libro “Habrá que hacer algo mientras tanto” se publicó el año pasado y en octubre de 2006 aparecerá su nueva novela.

-¿Cuáles son los grandes temas de tu obra?

-Hasta ahora he estado interesado en escribir sobre el desasosiego y el malestar colectivo generados por los tiempos actuales. También me interesa hacer ficción a partir de la memoria. Quiero llevarla a sus límites más extremos. Sin embargo, para novelas futuras, me gustaría explorar temas como el misticismo.

-¿Te sientes parte de una generación de relevo en las letras latinoamericanas?

-En términos estrictos, supongo que sí, que cualquier autor joven forma parte de una generación de relevo en las letras latinoamericanas. Sin embargo, no suelo pensar en términos latinoamericanistas, mucho menos cuando el propio concepto de lo latinoamericano está en discusión. Creo que, para bien o para mal, estamos en una época más local que regional; e incluso más individual que colectiva.

-¿Qué escritores son tus referentes más cercanos?

-Nunca fui bueno para hablar de los autores que influencian mi obra. Puedo hablar de autores a los que suelo volver, a quienes admiro: Paul Auster, Maurice Blanchot, Samuel Beckett, Mario Bellatin, Álvaro Mutis, entre otros.

Luis Hernán Castañeda (Perú, 1982)

Es profesor de literatura en la Universidad Católica y subdirector de la edición peruana de la revista “La mujer de mi vida”. El 2004 publicó “Casa de Islandia” considerada novela revelación de 2004 por el escritor Iván Thays en su programa “Vano Oficio”.

-¿Cuáles son los grandes temas de tu obra?

-Creo que hay que resistir la tentación de convertirse en especialista de la propia obra. El escritor debe mantener una ceguera deliberada, pero también lúcida, respecto de lo que uno escribe: de lo contrario, corre el riesgo de falsear el sentido de sus libros. Expresados estos reparos, puedo intuir que un tema importante en las cosas que escribo es la influencia de la ficción en la vida de ciertos individuos sensibles a sus poderes. La relevancia de la literatura para configurar identidades y orientar destinos particulares: para empezar, el mío.

-¿Te sientes parte de una generación de relevo en las letras latinoamericanas?

-Si a un escritor le es difícil darse cuenta de los temas que aparecen en su propia obra, la cosa empeora cuando se trata de obras ajenas. Yo estudié Literatura, así que se supone que debería tener una respuesta más panorámica sobre las generaciones, las continuidades y los parricidios. Pero prefiero contestar desde mi limitada perspectiva de escritor y decir que desconfío de los programas artísticos totalizadores, esos que intentan proponer una visión amplia, tanto histórica como espacialmente, de la evolución de la literatura, que en realidad sigue sus propias leyes oscuras. Así trato de escribir tranquilamente, sin preguntarme estas cosas con demasiada frecuencia.

-¿Qué escritores son tus referentes más cercanos?

-Siempre me han interesado mucho Kafka y Borges. De los latinoamericanos, Rulfo, Arguedas, Vargas Llosa, Onetti. Algunos más recientes: el peruano Iván Thays y el mexicano Mario Bellatín.

Coincidencias

El artículo de La Tercera de Chile alude también a lo mismo que señalé yo en el post "El espejismo de Caicedo": el tema de la gran variedad literaria de la narrativa hispanoamericana de hoy. Dice:

"Simplemente escriben y lo hacen de forma tan diversa que encontrar puntos de comparación entre ellos es casi imposible. Algunos se han aventurado en el género fantástico o en la novela policial, y otros incluso en la hiperficción, donde la internet es su principal soporte".

Tengo la impresión de que, justamente, es la multiplicidad de poéticas y géneros lo que mejor define a la narrativa latinoamericana de la última generación, y que confundir a todo nuestro quehacer literario con los estándares conservadores de los premios internacionales es, por lo menos, riesgoso.

Imagen: página del suplemento de La Tercera.