29.9.10

Oh, el título

¡Todavía acepto sugerencias!

Un comentarista anónimo anuncia, previsor y clarividente, que en cualquier momento empezaré a listar en este blog los títulos de obras clásicas que llevan referencias a anticuarios. No lo había pensado ni lo voy a hacer, pero sí confieso que el título es robado directamente de una novela de Walter Scott, The Antiquary, cuyo protagonista, en gran medida como el mío, es un coleccionista de antigüedades, un historiador equívoco y un colosal bibliófilo.

¿Por qué robar un título? Primero, porque salió naturalmente y segundo porque pienso que es suficiente título para la historia contada, en la medida en que se pueda entender la palabra "anticuario" en más de una dimensión: un hombre perdido en el tiempo y en la memoria, un hombre al rescate de algo que posiblemente se ha extraviado en el pasado o se ha deformado en el tiempo.

La mayor parte de las personas a quienes consulté sobre el título se opusieron. Todas ofrecieron pensar en uno alternativo. Ninguna cumplió: la culpa es de ellos, totalmente. Cuando le dije a Edmundo Paz Soldán que mi título alternativo era La muerte y su sombra, me dijo que los títulos que evocaban la muerte eran los menos atractivos y los más pasados de moda. Dos meses después, publicó su novela Los vivos y los muertos.

Nunca he sido genial para elegir títulos. Puente Aéreo lo escogí en dos segundos, sin una idea clara de por qué lo elegía, y al inscribir el URL coloqué el acento de "aéreo", que fue automáticamente eliminado, con todo y la letra "e", de modo que, para siempre, el URL de este blog quedó como "puenteareo.blogspot.com".

Cuando editaba Somos, Óscar Franco me alcanzó un artículo sobre ciertos delfines que eran capaces de reproducir, sin ser entrenados para ello, la melodía de una canción de Madonna. Óscar no sabía qué título ponerle a la nota. Le puse "Los delfines cantan canciones de Madonna". Ese "los" convirtió el informe científico de Óscar en una nota de tabloide amarillo.

Poco después Pablo O´Brien le hizo una entrevista a Javier Pérez de Cuéllar, en la que el diplomático dijo que el regimen de Fujimori era "autoritario". Era una época en que la gente no se refería a Fujimori en esos términos y mi entusiasmo con las declaraciones me llevó a exagerarlas. El titular, entre comillas, decía "Esto es una dictadura". ¿Mal periodismo? Sí. No. No lo sé. Seguro sí. En verdad, creo que Pérez de Cuéllar quería decir exactamente eso. Pero no lo dijo. Esa es mi mala estrella con los títulos.

Hace apenas un par de semanas, Pablo de Santis presentó su novela más reciente, Los anticuarios, que aún no leo pero que, por obvias razones, despierta en mí la mayor curiosidad. Mis amigos pensaron que el título me iba a molestar. En verdad, curiosamente, ha sido una especie de legitimación; algo así como: "ok, bien, entonces todavía se le puede llamar así a una novela".

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28.9.10

El 14 de octubre

El lanzamiento de El anticuario

En el 2006 escribí los primeros capítulos de una novela que terminé en la primavera del 2008, en Palo Alto, California, en los meses que pasé como profesor visitante en Stanford University.

Esa novela, El anticuario, va a ser publicada por la editorial Peisa y la presentaré junto a Alonso Cueto, Iván Thays y Mónica Belevan (a quienes agradezco) este 14 de octubre en Lima.

Cada lector tendrá una manera diferente de describir el libro; yo lo pensé y lo sigo entendiendo como una novela de misterio policial, de tono gótico y de ambiente expresionista, y una de mis intenciones al escribirla fue intentar decir algo en clave de ficción íntima acerca de la violencia social, sin referirme a los hechos notorios de esa historia pública.

Más bien, quise intuir la historia pública a través de un pequeño haz de historias privadas que muy pocas veces aluden directamente a la violencia política peruana, pero que, en el fondo, de diversas maneras, la tienen siempre en mente. Es un libro libresco y un libro personal, pero también, acaso parabólicamente, un libro sobre la historia, sobre la malignidad al centro de nuestra cultura, sobre las diversas caras que el impulso tanático y destructor asume en nuestro mundo.

Y sin embargo, no es una novela de apariencia intelectual, creo yo (otros pensarán distinto): cualquier idea que pueda resultar interesante en ella, me parece, se desprende de los hechos del relato --que a final de cuentas, como digo, es un relato policial-- y no de ninguna forma de voluntad ensayística, que la novela no tiene.

En los días que vienen les seguiré contando cosas sobre el libro, sobre su origen, su escritura y también acerca del lanzamiento, incluyendo las opiniones de otras personas acerca de la novela... Por cierto, la imagen de Durero que ilustra este post tiene una relación directa con El anticuario.

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24.9.10

¡El anticuario!

Mi segundo debut literario



Este lunes les daré una noticia. Tiene que ver con una novela cuyas primeras páginas escribí hace cuatro años en Brunswick, Maine, y que retomé y concluí hace dos años, en la primavera del 2008, en Palo Alto, California.

La novela, que es una suerte de relato de misterio en clave gótica, lleva el título El anticuario (¡oh, te odio, Pablo de Santis!) y en las próximas semanas voy a tener tiempo de contarles varias cosas acerca de ella.


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6.9.10

La corrección politica

Y la incorrección moral

Considerando la cantidad de veces que se escucha a los peruanos quejarse de las restricciones de la "corrección política", uno supondría que la peruana es una sociedad estrangulada por las más extraordinarias formas de censura y auto-censura, en la que todos se ven forzados a ser ultra-cuidadosos con su lenguaje e híper-conscientes de cada sustantivo y cada adjetivo que usan.

La corrección política, como sabemos, es un conjunto de políticas y criterios destinados a disminuir en la vida cotidiana la posibilidad de ofender a un individuo o a un grupo en función de su género, su pertenencia étnica, su fe (o falta de ella), su orientación sexual y también cualquier tipo de desventaja que sea producto de una condición física o psicológica.

Tiene un segundo tipo de consecuencias queridas. La hipótesis es que, eliminando del discurso los términos ofensivos se puede ir modificando también otras formas de conducta ofensiva o discriminatoria. Eso quiere decir que la corrección política tiene un componente conductista y una orientación pedagógica.

En el Perú y en otros lugares del mundo hispano (y seguramente en muchos otros), según he notado, quienes se oponen a la corrección política suelen no tener la menor idea de qué cosa es, y construyen una oposición curiosa: dividen el mundo entre los que son "políticamente correctos" y los que dicen las cosas "tal como son", los que no tienen pelos en la lengua.

La corrección política, sin embargo, no implica en lo más mínimo la idea de deformar nuestra percepción de la realidad u ocultarla tras un discurso hecho de eufemismos o, menos aun, mentiras. Al contrario: su intención final es lograr una lengua pública en que las designaciones colectivas se descarguen de prejuicios, abandonen los lastres del racismo, del sexismo, del chauvinismo, de la xenofobia, del menosprecio a quienes padecen una enfermedad, etc.

En mis primeros años universitarios, la prensa hablaba de una terrible enfermedad, la plaga del final del siglo veinte, que los diarios y la televisión llamaban "cáncer gay". La elección de ese nombre dejó una huella de prejuicio y rechazo a la comunidad homosexual que apenas ha disminuido en años recientes.

Además el nombre ocasionó que la gente al rededor del mundo tuviera una idea radicalmente errada de quiénes eran las víctimas posibles del virus, quienes podían contagiarse y quiénes podían desarrollar la enfermedad. Era un nombre hecho de prejuicios y ese fue un batuismo que, literalmente, mató a cientos de miles: los que creyeron que la enfermedad no tenía nada que ver con ellos.

Fue políticamente correcto olvidar el "cáncer gay" y empezar a hablar del VIH y del Sida, pero esa modificación del lenguaje también colocó en labios de la gente común las palabras de los científicose e hizo al lenguaje más cercano a la verdad, más preciso; como dicen: más realista.

No fue la "corrección política" de los peruanos la que ocasionó ese cambio en nuestro léxico. Fue simplemente un reflejo del cambio en el lenguaje de los cables y las noticias internacionales. A decir verdad, no creo ser capaz de nombrar una sola palabra del español del Perú que haya caído en desuso como consecuencia de una prevención, una suspicacia o una inclinación relacionadas con la corrección política. La manera más fácil de comprobarlo es encender la televisión peruana cualquier semana y tomar nota del vergonzoso lenguaje racista, sexista, homofóbico, etc., que la invade.

Así que los peruanos que expresan su molestia con las restricciones de la corrección política (que no son únicamente los radicales de derecha, los reaccionario o los conservadores: muchas veces son gente que se considera progresista) en verdad han de estar incómodos con alguna otra cosa, o esperan imponer algo más que una simple liberación de la (inexistente)  traba auto-censora.

Cuando se dice, por ejemplo, que imponer el poder del Estado violentamente sobre las comunidades indígenas es dejarse de resquemores políticamente correctos, o que extender una vergonzosa anmistía a los militares que cometieron delitos durante la guerra interna es un triunfo de la pragmática sobre las trabas de la corrección política, se está levantando una oposición deforme y maniquea.

Se le está llamando corrección política al simple humanitarismo, a la doctrina de la igualdad, a la idea de que los derechos humanos son para todos y no sólo para algunos: se está aprovechando el relativo desprestigio de la etiqueta de la "corrección política" para atropellar cosas que son mucho más significativas, intrínsecamente valiosas para cualquier sociedad moderna más allá de la perspectiva ideológica desde la cual la observemos. Excepto una: la perspectiva de los autoriatios, los que necesitan desaparecer los derechos humanos y la aspiración de la igualdad para conservar el status quo.

Porque ser racista o sexista no es "políticamente incorrecto". Insultar a un colectivo y reducirlo a un puñado de rasgos degradantes no es "políticamente incorrecto". Burlarse de alguien por su origen étnico o por la falta de oportunidades educativas que haya tenido en su vida no es "políticamente incorrecto". Todas esas cosas son moralmente incorrectas. E incluso si no nos importa la política, no debe dejar de importarnos la moral.

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4.9.10

Declaración

Ante un nuevo atentado contra el estado de derecho

Félix Reátegui, Eduardo González y Javier Torres Seoane han escrito la siguiente declaración, que yo también suscribo. Invito a los lectores a hacer otro tanto. La publicación original está en el blog de Eduardo González. Aquí el texto:

Después de la caída del fujimorismo, los peruanos descubrimos una serie de atrocidades que habían permanecido ocultas durante más de 20 años tales como las matanzas de Putis o Umasi, donde campesinos, mujeres, niños y niñas fueron ejecutados por miembros del Ejército Peruano que tenían la obligación de defenderlos de los crímenes de Sendero Luminoso. Ahora se quiere mantener en la impunidad esos delitos de agentes del Estado mediante los Decretos Legislativos que el gobierno del Presidente Alan García ha emitido.

El gobierno nos quiere devolver, así, a los días más oscuros del autoritarismo abriendo las puertas de las cárceles a los violadores de derechos humanos que cometieron sus crímenes hasta antes del 2003, pues estos decretos permiten archivar sus casos apelando a lo prolongado de sus procesos penales. A nadie escapa, sin embargo, que dicha extensión se debe a la falta de cooperación del Ministerio de Defensa y a interminables maniobras dilatorias de los propios acusados.

Estas normas también permitirán a las Fuerzas Armadas actuar en el control de protestas sociales y resolver fuera del alcance del Poder Judicial cualquier delito que sus miembros cometan en ese campo. Esto confirma la tendencia a la represión y la impunidad con la que el actual gobierno ha actuado en diversos escenarios de conflicto social.

Frente a este agravio a la ciudadanía:

Exigimos que el Congreso de la República derogue inmediatamente estos decretos y que los jueces que llevan causas de derechos humanos los declaren inaplicables por ir en contra de las garantías del Estado de Derecho.

Advertimos que estos decretos pondrán al Perú en una situación de paria ante la comunidad internacional, como ocurrió durante el fujimorismo, y abrirá las puertas a decenas de nuevas condenas en instancias internacionales y arrestos y juicios de peruanos en el extranjero, frente a la evidente imposibilidad de hacer justicia en nuestro país.

Anunciamos que como ciudadanos y ciudadanas nos movilizaremos para evitar este atropello contra nuestra democracia y que enfrentaremos estos arbitrarios decretos por todas las vías que nos deja abiertas el estado de derecho.

Lima, setiembre del 2010

Félix Reátegui
Eduardo González
Javier Torres Seoane
Gustavo Faverón Patriau

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La prensa y el basurero

Sobre la vergonzosa facilidad de nuestros prejuicios

Confieso que con el tiempo he ido perdiendo más y más la costumbre de leer diarios peruanos en internet y colarme a cuanta discusión peruanista (o anti- o para- o semi- o seudo-peruanista) se arme en las redes sociales.

A veces olvido por qué y regreso. Y entonces recuerdo por qué y doy un paso atrás. En este post les voy a contar solamente cosas que he encontrado entre ayer y hoy. Ya ustedes me dirán.

Una es una tira cómica de David Galliquio Bazalar, que circula en redes sociales, publicada por su propio autor, y que, como verán a la izquierda (donde la reproduzco a regañadientes), basa enteramente su supuesto humor en la caricaturización tópica de un peruano de raza negra: la falsa picardía, el guiño a la criminalidad, el nombre insultante, el símbolo ridículamente infantil, la representación gráfica tomada directamente de las caricaturas del blackface americano del tiempo de las leyes de Jim Crow. Humor para racistas conscientes o inconscientes.

Otra de esas cosas que encontré hoy fue una entrevista a la actriz peruana Tatiana Astengo en el diario El Comercio. En la entrevista, Astengo comenta el hecho de que tanto ella como la actriz y cantante Magaly Solier se hayan presentado al cásting de un mismo papel para la película española Amador, y que el rol haya ido a parar a manos de Solier. Dice Astengo:
"Magaly Solier va a protagonizar una película aquí (“Amador”) pero... hace de alguien que cuida enfermos ancianos, ese es un trabajo para inmigrantes, la estaban buscando lo más india posible, por eso lo hizo ella... El director me dijo que yo era muy guapa, querían una actriz más autóctona. El director me ve a mí no como india sino como caribeña, no andina".
Keywords: "india", "inmigrantes", "guapa", "autóctona", "andina". Astengo las esparce por allí en contraposiciones lamentablemente predecibles, la más tonta y común de las cuales está al final, cuando dice que no consiguió el trabajo porque "era muy guapa" y la producción buscaba, en cambio, a una actriz "autóctona". Ya saben a qué se refiere: si Solier es chola, es fea; por eso la contrataron (y no porque sea mejor actriz). Así estamos.

Sigo: en un artículo en Expreso se publican declaraciones del ex futbolista José Velásquez, quien, treinta y dos años después del 6 a 0 ante Argentina, deja entrever que ese partido se perdió porque nuestro arquero no era peruano de nacimiento sino argentino y nacionalizado. Porque, ustedes saben, si alguien es responsable de las desgracias de nuestro fútbol, tienen que ser los extranjeros. (Y digo yo: los extranjeros que nos hacen goles de seis en seis, ¿no serán más responsables que los que se nacionalizan peruanos?). El patrón Velásquez es un chauvinista.

Hay más: el periodista más miserable del Perú, Andrés Bedoya Ugarteche, en una de esas columnas suyas en que pretende explicar diversos temas y sólo explica, en verdad, involuntariamente, su propia caverna de prejuicios, deja algunos comentarios homofóbicos, a santo de dios sabe qué, en referencia al presidente de Bolivia, Evo Morales:
"¿Y qué de los travestis? ¿No le gustan los travestis a Morales? A propósito, ¿es el Presidente cornetero (me refiero al instrumento musical) homosexual? Por lo menos no se le conoce hembra".
El artículo contiene, además del exabrupto homofóbico, comentarios racistas y dos párrafos completos de ataques difamatorios contra una persona cuyo nombre no se menciona, previsiblemente, para evitar una denuncia judicial. Obviamente, Bedoya Ugarteche publica su columna en Correo, cloaca dirigida, como saben ustedes, por Aldo Mariátegui: sí, el mismo que de vez en cuando se jala las mechas llamando ignorante a medio mundo.

Y ahí es donde prefiero dar un paso atrás; hasta la próxima vez en que olvide y, en el olvido, me aproxime. Sólo me queda la tristeza de pensar en cuántos peruanos creerán que así es el mundo, que así es la prensa en todas partes, que nada tiene esto de raro, que vivir así de sumergidos en prejuicios es lo normal y que no hay ningún problema en vivir de esa manera.

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3.9.10

Allende

¿Premio literario o campaña publicitaria?

¿Qué tienen en común Juan Emar, Vicente Huidobro, María Luisa Bombal, Enrique Lihn y Roberto Bolaño? Como la pregunta es demasiado amplia, iré directamente a la respuesta que espero: estuvieron entre los más notables escritores chilenos del siglo veinte y murieron sin recibir el Premio Nacional de Literatura de su país.

El premio, que fue anual desde 1942 y es bienal desde 1972, y que se alterna entre narradores y poetas, lo acaba de recibir, en cambio, la novelista Isabel Allende, como resultado de una candidatura promovida, entre otros, por los ex presidentes chilenos Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, que al fin dejaron en claro cuál es el único terreno en que todos convergen: el quiosco de los best-sellers.

La coincidencia de los cuatro ex mandatarios es irónica: las influencias políticas contrapuestas sobre el premio han sido causantes de sus mayores injusticias por décadas. Durante los años de Pinochet, ante la escasez de escritores de talento que fueran afectos al régimen, el premio lo recibieron casi exclusivamente autores de divulgación científica, de literatura infantil sin mayor originalidad, críticos oficialistas de El Mercurio y hasta algún miembro del cuerpo diplomático del Estado chileno. 

El único autor de valía premiado en los años de la dictadura fue Braulio Arenas, el fundador del legendario grupo Mandrágora, quien recibió el reconocimiento en 1984, cuatro años antes de su muerte. Tan minuciosamente fueron marginados los escritores chilenos de mayor importancia, que, a partir de 1990, con el regreso de la democracia, el Premio Nacional de Literatura tuvo que ponerse al día y galardonar sucesivamente a los que habían sido obviados: José Donoso en 1990, Gonzalo Rojas en 1992, Jorge Edwards en 1994.

Por supuesto, la responsabilidad final en la elección de Allende es del jurado y no de los subscriptores y patrocinadores de uno u otro candidato. Sería interesante conocer la opinión del único autor reputado que fue miembro de ese tribunal, el poeta Raúl Zurita, espónsor de medianías literarias desde hace largo tiempo, ganador él mismo del premio en el año 2000. Quizás el suyo haya sido un voto discrepante en minoría; no lo sé.

Como escribí hace semanas, hubiera preferido que el premio fuera a dar a las manos de Diamela Eltit, quien, aunque no es una de mis autoras favoritas, es una escritora de verdad, una que entiende la literatura como algo más que una forma de diversión o consolación masiva. El punto positivo: al menos no lo recibió Antonio Skármeta, el único de los postulados que gritó a los cuatro vientos que él se merecía el premio ya mismo. (Prefiero a Allende, sinceramente, y eso es bastante decir).

Un artículo sobre el tema, escrito por Dora Viater para la Revista Ñ del Clarín de Buenos Aires, comienza de manera sintomática: "Lo ganó, pese a todo", dice: "Pese a los muchos que durante años buscaron dinamitar su estilo, sus libros". Es curioso: como si el premio demostrara de una buena vez y para siempre que los libros de Allende son extraordianrios e indudables y que todo quien los haya criticado en el pasado estuvo en un error.

Afortunadamente, no es tan simple: ningún premio debería influir en la recepción crítica de un escritor y su obra. Pero me pregunto si la coincidencia de esos cuatro ex presidentes en patrocinar a Allende y la aceptación del jurado que finalmente ha consagrado esa candidatura no serán una señal de la oficialización, desde el Estado, de la idea de que la literatura solo vale cuando promueve unos ciertos valores inofensivos, una cierta imagen inocua, y a eso le suma cierta funcionalidad propagandística y el marqueteo de una "marca" en el mercado internacional; en este caso, la "marca" Chile.

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2.9.10

¡Comunistas!

¡Que los lleven a la Base Naval!

A veces me parece que fue ayer nomás, o acaso anteayer, cuando tuve que dedicar no un post sino dos a revelar a mis lectores el genio de Aldo Mariátegui.

Lo hice, sin duda, impulsado por el poder de penetración de los análisis políticos con que el suprascrito superhombre adorna las páginas del diario que dirige: el siempre querido Correo del Amor.

Pues bien: Mariátegui, como todo polígrafo, no nos da pausa. Ayer mismo imprimió para sus lectores y para la posteridad uno de los más agudos estudios semióticos de los que la raza humana (perdonen la generalización) tenga memoria: el análisis de una fotografía de campaña de la candidata izquierdista Susana Villarán.

En la imagen, Villarán aparece con el puño en alto. Un ojo melifluo y dormilón hubiera pasado por el alto el detalle, confundiéndolo acaso con la imagen inocua de un político llamando a los suyos a unírsele en una campaña de reivindicación social. Yo mismo, al ver la imagen, pensé que Villarán andaría metida en la onda de los raves discotequeros, o sería fan asidua de Kylie Minogue.

El ojo crítico de Mariátegui, sin embargo, no pasó desapercibido el significado intrínseco de la postura: Villarán no hace sino repetir el gesto de Abimael Guzmán, Mao Tse Tung, Fidel Castro, Hugo Chávez: Villarán, entonces, no puede ser otra cosa que una comunista de inclinaciones totalitarias y espíritu mortífero.

Dejemos entonces que Mariátegui sea nuestra guía, y denunciemos junto con él a los otros grandes comunistas de la historia contemporánea. Por ejemplo, los del collage que he preparado y que acompaña a este post (que es una denuncia).

Notorios comunistas de la historia: Yoko Ono, John Lennon, la tenista Ana Ivanovic, el maldito roedor Super Ratón (a quién quería engañar), Michelle Obama, Michael Jackson, Pelé, un sicalíptico bebé elegido al azar, el mafioso de Mandela, ese terruco de John Kerry, la aeróbica guerrillera Jane Fonda, el doble agente Supermán, la roja Sarah Palin (avalada por el rojo John McCain) y la autora de narco-corridos socialistas Lady Gaga.

Notarán también que siguiendo el método Mariátegui de identificación de terroristas maoístas también podemos desenmascarar por fin a Adolf Hitler y al padre Charles Coughlin (abajo, a la izquierda), inventor de la llamada "hate radio", un comunicador social cuya carrera se basó en incesantes campañas de denuncia contra los supuestos comunistas encubiertos de Estados Unidos antes, durante y después de los años del macartismo. Como quien dice, el padre ideológico de... Aldo Mariátegui.

Seguiremos denunciando. Y recibimos soplos de la audiencia...

(Dos de estas imágenes, o quizá otras similares, las vi en un blog de La Mula ayer. No he podido encontrarlo hoy; apenas lo haga colocaré el enlace).
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1.9.10

Lección de ética

Con el senséi Aldo Mariátegui

Cada vez es más claro. Quienes deseen que la derecha se desinfle sola como alternativa electoral en el Perú y que las posibilidades de la izquierda crezcan, sólo tienen que comprar, fotocopiar, distribuir, reenviar, postear y repostear donde sea posible, y pegar en todos los muros virtuales y reales que encuentren a su paso, las columnas que Aldo Mariátegui viene escribiendo y publicando en el diario Correo.

Explicación para los lectores extranjeros: Aldo Mariátegui es un plomo fundido, un periodista gris de camisa parda e inteligencia catatónica, que escribe con los pies y usa el cerebro como pisapapeles; el príncipe de los sapos de la prensa amarilla peruana, que se hace pasar por liberal cuando es todo lo contrario: un autoritario y un promotor de la desigualdad, de esos que creen que la justicia lleva los ojos vendados para hacerse la idiota y pasar solapa.

Mariátegui dirige un diario en el que cada mañana firma una columna plagada de tonterías, y publica, pero no firma, otra columna hecha exclusivamente de bajezas y mentiras. En menos de 72 horas, el ventilador de su oficina ha expelido dos textos que dejan ver claramente el tipo de prensa que se ejerce en la derecha peruana en estos días.

El primero lo comenté ayer: era una involuntaria demostración pública de cómo funciona la mentalidad racista. El segundo es menos divertido pero más transparente: en él, sin querer (que es la única forma en que produce cosas interesantes), Mariátegui declara que su trabajo no es descubrir verdades, informarse sobre ellas y darlas a conocer, sino ser "implacable" con el pasado de sus rivales y callarse en siete lenguas acerca del pasado de sus amigos.

Si no lo creen, miren la tácita declaración de principios que elabora en el primer párrafo, en el que hace alusión a otra periodista peruana, Mariella Balbi:
"Somos implacables con el pasado --y el presente-- ideológico de Villarán, como seguramente Balbi lo sería con alguien que hubiese sido fascista y ahora colgara propaganda haciendo el saludo romano y llevara neonazis en su lista. O como lo es Balbi con los fujimoristas y apristas, a los que no les perdona una del pasado y no les da ninguna chance de redención".
Por un lado, Mariátegui cree que hay que ser "implacable" para criticar a Villarán, pero piensa que con los fujimoristas y los apristas no hay que serlo: hay que darles oportunidades de redención. Por otro lado, dice que Balbi sería "implacable" con fascistas y neonazis. Balbi. No él. La ética de Mariátegui le dicta ese tipo de principio: su labor de periodista consiste en destruir a unos y hacerse de la vista gorda con otros (o activamente ocultar las manchas de su pasado).

¿Cuál es el gran obstáculo de Mariátegui en esa función? Es un rasgo de su inteligencia que lo hizo merecedor a un premio otorgado en este mismo blog dos años atrás. Mariátegui, que todo lo tiene gris y todo lo vuelve gris, tiene la materia gris en blanco (y ya es hora de que esto quede claro en blanco y negro).

Y no es que sea tonto por ninguno de los motivos que a él le gusta atribuir a los demás: no es tonto por degeneración racial, ni por mediocridad de clase, ni como producto de una prolongada serie de matrimonios endogámicos, ni porque su abuelita mengana fue equis o su abuelito zutano fue zeta, ni por falta de oxígeno o exceso de anhidrido carbónico. Es tonto porque es un inmoral.

La inmoralidad es un rasgo que no se puede ocultar con facilidad cuando se escribe públicamente a diario. Y, por otro lado, es una forma de estupidez. Un inmoral es alguien que manipula la realidad en su beneficio: manipula sus detalles evidentes, sus coyunturas, sus superficies; obvia su complejidad; sólo le concierne lo inmediato. El inmoral, en otras palabras, no necesita conocer; ni siquera necesita un mundo con muchas dimensiones. Le basta con negar, reducir, ocultar, rechazar o controlar. Por eso la estupidez es su condición esperable: es la estupidez voluntaria de quien prefiere reprimir el mundo en lugar de abrazarlo.

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