16.4.06

El arte del futbolista ciego

Cierto artículo de La República y una réplica de Gabriel Ruiz Ortega en el blog de Víctor Coral me llevan a hablar nuevamente de alguien a quien no pensé referirme más, o al menos no por un tiempo.

El artículo, que por un momento me pareció una respuesta a mi post Los sabios idiotas no existen, es el texto más descabellado que le he leído a Leonardo Aguirre. Descabellado hasta el punto que uno se pregunta qué sentido tiene que un diario de circulación nacional pierda espacio en albergarlo.

Es, en su aspecto más lamentable, una defensa de la ignorancia, y en su lado más simpático, una romántica reivindicación de la literatura como fenómeno paranormal: "el artista convierte en arte todo lo que toca".

Lo primero es grave: en medio de la enorme escasez de espacios periodísticos que defiendan la idea del estudio, la lectura y la reflexión como elementos vitales para rescatar a nuestra sociedad de su triste agujero, uno de nuestros pocos escritores con tribuna celebra la carencia de todo eso --lectura, estudio y reflexión-- y sostiene que ni siquiera los escritores necesitan de ello.

Aguirre parece creer que, si alguien tiene eso que él llama "talento" (talento del cual él mismo parece el mejor ejemplo que le pasa por la cabeza), puede construir muebles con sólo tener un martillo, aunque en su vida le sea dado ver un sillón o una mesa.

Piensa, por decirlo así, que, Ronaldinho podría jugar como juega aunque jamás en su vida hubiera visto un partido de fútbol. Pues no es así: Ronaldinho podría hacer malabares inconducentes y las más inverosímiles maniobras con un balón, pero su ignorancia de las leyes y los secretos del juego le impediría tanto seguirlos como quebrarlos, tanto apropiarse de ellos como reinventarlos.Y eso mismo, mutatis mutandis, es lo que podría hacer un escritor sin lecturas o con un número reducido de lecturas: verborragia y palabreo, una escribidera sin sentido ni valor. Y eso no es literatura.

Para darle cierto sentido a su argumento, Aguirre se inventa un rival fantasmático: alguien que habría sostenido alguna vez que "para producir literatura, se debe consumir sólo literatura". ¿Quién --en los últimos, digamos, tres mil años-- ha dicho eso? Nadie. Es más, ¿quién es capaz de imaginar a una persona que pueda sólo consumir literatura, sin exponerse a ningún otro input, a ningún otro estímulo, a ningún otro lenguaje? Una vez más: nadie.

He aquí, justamente, una de las utilidades de la lectura: si Aguirre leyera más y se mirara menos el ombligo, no escribiría cosas como ese artículo, y la cultura peruana ganaría para sí esa esquinita de papel que La República le ha concedido a este escritor, paradójico propulsor de la idea de que la gente no debería leer mucho, incluyendo, supongo, sus propios libros.

Fotomontaje: gfp.

1 comentario:

Fernando Velásquez dijo...

El artículo de Leonardo Aguirre es una nueva reivindicación de la superficialidad, proveniente de una confesada y orgullosa ignorancia. La respuesta de Gabriel Ruiz es pertinente. El argumento de Aguirre acaba mordiéndose la cola: como no se necesita leer para escribir, me imagino que el mundo ideal de Aguirre terminaría siendo uno en el que nadie lee, todos escriben y cada uno se siente el ser más talentoso del mundo. Me pregunto qué pasara por la cabeza de Leonardo Aguirre cuando perpetra textos como el que acabas de comentar. Pero lo que más me preocupa es qué pasa por la cabeza de quien, desde un diario serio como La República, decide darle espacio a alguien que viene demostrando con sus intervenciones públicas no solo superficialidad sino también inconsistencia.