11.5.06

De quién son estos versos

Hace muchos años, más de quince, probablemente, fui a la Universidad de Lima con un grupo de gente de la Católica, para asistir a un homenaje que se le rendía al poeta Luis Hernández, muerto en 1977. Mi memoria suele ser mala: recuerdo sólo a algunos de quienes tomaban parte de la mesa redonda: dos de sus mejores amigos, Nicolás Yerovi y Luis La Hoz, y su hermano, el psicoanalista Max Hernández. Había otras dos personas. Quizá uno fuera Luis Jaime Cisneros.

La conversación fue lo que cabía esperar de un grupo de personas que rememoraban los hechos, el carácter y el talento de un amigo ausente para siempre: armónica y anecdótica, sólo a ratos en verdad literaria, pero de todas maneras atractiva para quienes habíamos acudido no con expectativas académicas sino sabiendo que todo no sería sino una celebración de la amistad, a la que todos los ponentes tenían el mayor de los derechos.

Al final, cuando nos levántabamos, tras la despedida del mismo Max Hernández, alguien se puso de pie entre el público y empezó a vociferar contra las personas de la mesa. Les gritó que Luis Hernández no les pertenecía, que por qué se habían adueñado de él, que quiénes eran ellos. Difícil imaginar qué era lo que el intranquilo protestante reclamaba, teniendo en cuenta que se había hablado de Hernández como amigo, y quienes lo habían hecho habían sido, en efecto, sus mejores amigos, y su propio hermano. Los gritos de César Ángeles, el exaltado de aquella noche, siguieron un rato más y se fueron diluyendo. Nadie los tomó en serio, porque Ángeles solía hacer eso, llamar la atención sobre sí mismo, un par de veces al mes, con las excusas más inverosímiles. Esta vez, la excusa era que Hernández no dedía ser convertido en uno más de esos señores burgueses sentados a la mesa (no importaba que Hernández se hubiera sentado a la mesa con esos señores cientos o miles de veces).

Un artículo de Maribel de Paz en Caretas nos informa de la intranquilidad de un grupo de familiares y amigos de otro poeta desaparecido muchos años atrás, Javier Heraud, ante la forma en que Ollanta Humala, un nuevo vociferante interesado en llamar la atención, viene citando su poesía en sus mítines políticos. Entre los molestos con lo que ven como una usurpación están la hermana del poeta, Cecilia Heraud, y el dramaturgo Alonso Alegría. ¿Su argumento? En palabras de Alegría, Humala está tratando de disfrazarse, edulcorar su imagen de "gorila bruto" con unos cuantos versos de aire soñador y espíritu romántico que lo presenten como un tipo culto y sensible, sin abandonar por ello su figura luchadora.

Pero, curiosamente, Alegría también parece alegar que los clarísimos llamados a la violencia albergados en la poesía de Heraud (su pedido por una "nueva vida con machetes, fusiles, hoces y martillos", por ejemplo) no deben ser utilizados por gente como Humala para justificar sus propias posiciones, pues, según dice Alegría, cuando Heraud compuso esos versos
“era una época de romanticismo total y uno podía creerse esas cosas de los martillos, pero volver a eso ahora es verdaderamente pueril, peligroso”.

Eso hace todo más confuso: ¿lo que dice Alegría es que Humala viola el espíritu de la poesía de Heraud al apropiarse de ella para proyectos que Heraud no hubiera suscrito, o, más bien, que las ideas de Heraud eran las de un poeta pueril y utópico a quien no vale la pena hacerle caso en nuestro mundo postromántico?

Curiosamente, en este caso es el amigo del poeta quien asume la posición que tomaba Ángeles con su pataleta de hace años: ambos parecen decir nadie tiene derecho a hablar de esta persona excepto yo. El problema, entonces, en ambos casos, no se relaciona con la manera en que Ángeles o Alegría interpreten a Hernández y a Heraud: el problema es que creen que nadie más tiene derecho a interpretarlos; no, al menos, a interpretarlos de manera distinta.

Un poco más de paciencia: Humala no va a distorsionar el legado de Heraud, porque apenas si entiende la literalidad de sus versos, y jamás se detendrá a pensar mucho más. Alan García podrá citar a Calderón de la Barca por los próximos tres mil años, creyendo que ese fragmento de La vida es sueño que ha aprendido de paporreta es un canto idealista a las utopías románticas (básicamente porque contiene la palabra "sueños" varias veces) y eso, en el fondo, no afectará a Calderón.

Quien sí puede echar al tacho de basura el significado de la poesía de Heraud es alguien como Alonso Alegría, a quien no preceden ni la fama de militar gritón ni el aura de demagogo y mitómano, y quien parece creer que ahora hay que leer a Heraud como un buen versificador en cuyas ideas es mejor no fijarse mucho. Alegría, casi literalmente, ha hecho un pedido para que veamos la poesía de Heraud como un grupo de piezas de museo desprovistas de cualquier sentido valedero. ¿Eso le gustaría a Heraud más que escuchar sus versos en boca de Humala? Difícil decirlo.

Imagen: Hernández y Heraud: todos los quieren en el álbum familiar. Fotomontaje: gfp.

12 comentarios:

Erika Almenara dijo...

¿Y la música de Silvio Rodriguez?
Saludos.

barrunto dijo...

LOS POETAS MUERTOS

Domingo 19 de abril de 2006. Perú.

Don Alonso:

Leo su artículo del día de hoy en perú21 y me produce roncha su forma de analizar la contienda electoral y reaccionar de manera tan pobre.

Me refiero a su "morboso interés" por leer una propaganda política a página entera donde un candidato (cachaco) electoral cita a un poeta, amigo suyo (a sus propias palabras -pues el beneficio de la duda y la trágica y temprana pérdida del vate, juegan para usted- al no poder corroborar si, efectivamente, usted fue amigo o un simple conocido del poeta en mención).

El punto concreto es que usted parte muy mal su idea, pues su columna completa habla de una supuesta (auto) comparación que hizo humala con el poeta Heraud. Cosa que sólo existe en su senil lectura.

El tomar una cita de un poeta es un acto totalmente válido, porque lo que hace uno es tomar (robar/prestar/arrebatar/o como usted le sugiera) un pedazo de obra y hacerlo postulado. las citas textuales existieron siempre y sirven de inspiración o influencia, cuando no, de síntesis de algo que uno no sabe decir(como el caso del candidato "cachaco" y su rústica retórica) y que la frase engloba sin mucha alharaca.

Recuerde que AGP citó a Calderón de la Barca y le funcionó en el 2000. Y me parece prudente que el candidato "cachaco" también apele a la poesía para tener más llegada en su mensaje, mejor aún si es un poeta peruano, alguien prohibido en los colegios religiosos y tildado de terrorista en los ochentas, donde el pánico abrazaba el pensamiento de los más ilustres intelectuales.

Cabe mencionar, don Alonso, que yo también me inclino por el voto a Lourdes. Pero déjeme que le diga una cosa, al más puro estilo suyo (porque ante todo soy su alumno más aplicado y su lector más carnicero):


Eso que usted llama tan ancianamente "amorosos ilusos con planes de establecer un foco subversivo para eventualmente ... llegar a palacio", su candidata presidencial llamaría terrorismo, y hablaría (prometería) que la justicia en su gobierno sería drástica y severa con los que infrinjan la ley. Y eso, señor Alegría, sería la cadena perpetua.

La cadena perpetua para su poeta joven del Perú. El héroe que murió a los 21 años en situaciones misteriosas que nadie en el país se preocupa por aclarar, peor aún, por reflexionar. (fuera del libro piensan que estamos muertos, no conozco otro documento)

Un peruano de hoy que entra al Perú clandestinamente y atenta (mediante sus planes corrosivos y libertadores) contra una "democracia" que su medio (perú 21) ayuda a consolidar, puede no ser el poeta joven del perú, puede no ser el genio de la alfarería de la palabra, y podría convertirse, aún muerto, en un aburguesado terrorista.



Mi más severo rechazo a su mal interpretación de una propaganda política y su posterior disparatada columna publicada el día de hoy, la cual atribuyo su edad y el ocaso de sus pensamientos.

Usted no puede prohibir a nadie el uso del arte popular aún para las más miserables actividades.

Atentamente,



Juan José Sandoval Zapata

Miguel Rodríguez Mondoñedo dijo...

Una magnífica observación, Gustavo. Edulcorar la imagen de Heraud con una historieta romántica es algo que se ha hecho por muchos años. Esa es precisamente la jugada de Humala, que se cuelga menos de los versos que de esa transformación: si la asonada violentista de Heraud es perdonada por "romántica", Humala no espera menos de sus propias pachotadas.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Sandoval es un termocéfalo sin ideas. Yo soy el primero en criticar al señor Alonso Alegría cuando creo que se equivoca, pero evidentemente la carta de Sandoval no pasa de ser uno más de sus exabruptos, cargado de insultos que no vienen al caso y atravesado por una incoherencia notable.

Miguel Rodríguez Mondoñedo dijo...

Muy interesante lo que dice ShellayAlvarez. Quiere decir que Heraud no fue el personaje romántico que muchos pintan, sino un pobre muchacho engañado. Que los "machetes, fusiles, hoces y martillos" con los que soñaba eran en verdad de juguete. Y que la selva donde imaginó su muerte era de papel. No veo mucha evidencia que apoye esa hipótesis, pero me parece muy interesante. No veo sin embargo cómo nada de eso evita que lo consideremos un agente de violencia política. Nada de eso hace de su asonada violentista menos violentista o menos asonada.

Es falso sin embargo que haya sido "el primer muchacho que murió" como producto de la violencia política que él mismo estaba iniciando. La desgracia mayor, sin embargo, es que tampoco fue el último.

Anónimo dijo...

Probablemente haya pasado con Heraud lo que pasó con Edith Lagos, haciendo la salvedad que Heraud era mucho mejor poeta que la ayacuchana.
Ahora ciertos conspicuos miembros de la "generación de la violencia" (sic) de los noventa, la reivindican como ícono cultural cuando no fue más que una chiquilla confundida que, es cierto, murió con las armas en la mano (gran lección para tanto "libertario" de gabinete) pero seguramente habría aprobado el "revolucionario" contubernio de Fujimori con SL pactado por el "indomable" Presidente Gonzalo.
La historia de los poetas y escritores utilizados políticamente es larga y se pierde en los orígenes de la historia civilizada.
Ahora bien, ¿el hecho de que Humala sea un gorila, o de que Alan (no hemos escuchado la dulce vox de Alvarez sobre él) sea un retórico vacío e incapaz de profundizar en lo que bota de paporreta, los inhabilita para acercarse a la sagrada poesía?

juan carrillo dijo...

y qué tal si heraud fue también un chiquillo confundido? desde que monte miras a los íconos culturales, vico?

lagos y heraud representan ciertos valores, para muchos (entre los que me cuento) muy polémicos y cuestionables. para otros deseables. es en esto que radica su rol de referentes. creo que el acercamiento de humala y de alan no es a la poesía...

Anónimo dijo...

es que yo tampoco creo que se acerquen a la poesía por la poesía misma, es evidente.
Me preguntaba si había una sola forma moralmente adecuada de acercarse a la poesía y otras formas espurias o repudiables.
Me preguntaba si la poesía debe ser preservada como si fuera una reserva ecológica de la lengua o algo así.

Miguel Rodríguez Mondoñedo dijo...

La pregunta de Vico plantea un tema bastante clásico, que está muy relacionado con la discusión sobre Heraud. Y es que el arte, en efecto, parece tener un cierto poder santificador, que de algún modo produce la ilusión de que el artista está más allá del bien y del mal, al punto que todo cuestionamiento moral es un sacrilegio. Es la recurrente idea de que todo lo bello es bueno (y viceversa).

No hay ninguna razón para no llamar violencia a la violencia, sin que importe si quienes la ejercen son malos o buenos poetas. Si Heraud no hubiera sido un poeta, tal vez hubiera muerto en el mismo anonimato que murieron los campesinos puneños que se rebelaron en 1915 contra el gobierno (por poner UN ejemplo entre montones de otros casos similares en la historia del Perú). La muerte de Heraud, siendo una desgracia, como lo es cualquier pérdida de vidas humanas, no es ningún hito especial en la violencia política peruana. Excepto quizá por el hecho de que esta vez se trataba de "un muchacho".

"Un muchacho", me imagino, es la manera de decir que era alguien "como nosotros", porque solo así tiene sentido decir que Heraud fue "el primer muchacho en morir" como víctima de una asonada violentista en el Perú. Eso explica también lo fácil que ha prendido el mito heraudiano en el imaginario urbano y "culto".

Daniel Salas dijo...

Eso de "un muchacho" francamente me suena a "un chico blanco, de buena familia".

Antes de Heraud, miles de jóvenes peruanos murieron como víctimas o agentes de la violencia, sin duda. No creo que el mismo Heraud hubiera querido que lo consideráramos un muerto "especial".

Anónimo dijo...

hay muchas cosas de Heraud que no se saben, hay muchas cosas de Hernández que no se saben, hay muchas cosas de Ojeda que ni se imaginan, hay muchas cosas, hay muchas cosas.
Lo que dice Mario es más claro y me sugiere lo siguiente: que las generaciones anteriores hayan mitificado la figura de Heraud es criticable pero hasta cierto punto comprensible.
Que hoy algunos señores hagan eso es francamente inaceptable, y no creo que se trate de ingenuidad o falta de información, hay un manoseo de la figura de Heraud tanto por parte de los políticos (Humala y el "verborreico Alan", Álvarez dixit) como de los que supuestamente "defienden"
al poeta.

Fernando Velásquez dijo...

pucha, yo también estuve ahí! quién iba a imaginarse que le iba a tener que agradecer algo a alonso alegría? bueno, los gritos de césar ángeles... en fin.