Aquellos de ustedes que sean miembros de la Latin American Studies Association, LASA --que de seguro son muchos--, habrán recibido en estos días un email de la asociación acerca del proyecto de cambiar el lugar de la próxima conferencia.
En vista de que muchos colegas que viven en América Latina están experimentando problemas más grandes cada vez para obtener las visas norteamericanas que les permitan venir, cada dieciocho meses, a la gigantesca LASA Conference (que reúne a varios miles de antropólogos, sociólogos, politólogos, críticos literarios, etc, en discusiones sobre la cultura y la sociedad latinoamericana), LASA parece a punto de decidir que la próxima cita no se hará en Boston, como estaba planeado, sino en Montreal, Canada, para evitar las fastidiosas exigencias del aparato de migraciones de Estados Unidos.
En principio, no hay nada que objetar a esa decisión. Lo que me llama la atención es lo siguiente: llevar a cabo ese cambio de locación implica romper ciertos contratos y preacuerdos con las empresas que venían organizando el evento. Los costos de quebrar esos pactos pueden significar hasta 80 mil dólares adicionales de gasto para la asociación. Lo que, inmediatamente, me hace pensar en cuán elefantiásica ha de ser la cifra total implicada en la realización de uno de estos congresos.
Veamos algunas de esas cifras. Una LASA Conference puede recibir a miles de asistentes. La última, hace un par de meses, incluyó más de setecientas mesas. Si el promedio de expositores fue de cinco por cada mesa, estamos hablando de 3 mil 500 personas. Si esas 3 mil 500 personas se quedaron en promedio tres días cada una, pagando unos 150 dólares a los hoteles locales por cada noche (calculo por lo bajo, ya que una habitación en cualquiera de los hoteles oficiales de la conferencia costaba en promedio 200 dólares), entonces, sólo en alojamiento, los conferenciantes habrían desembolsado un millón quinientos setenticinco mil dólares (US$ 1´575,000).
Si se suma a ello gastos de transporte local, alimentación, etc, es bastante moderado decir que los miembros de LASA, en apenas tres días de conferencia, dejan más de dos millones de dólares en la ciudad donde el evento se realice. Estoy seguro de que la cifra es mucho mayor. Y si LASA misma puede gastar 80 mil dólares sólo en cambiar el lugar del próximo congreso, ¿se imaginan cuánto gasta en organizarlo? No será descabellado decir que una LASA Conference debe dejar, en total, unos dos millones y medio de dólares en la ciudad sede. (No tengo cifras reales; agradecería que alguien me las diera).
Entre las ciudades pobres y necesitadas que LASA ha querido beneficiar con esas cantidades de ingresos en años recientes se encuentran villorrios y poblachos tales como Washington DC, Dallas, Chicago y Las Vegas. Precisamente, fue en Dallas donde tuve la desgracia de escuchar al entonces presidente de LASA, Arturo Arias, un discurso acerca de cómo él era un marginal, un olvidado, un guatemalteco discriminado y periférico, y cómo sentía vivamente la responsabilidad de hacer algo por acabar con la injusticia y el hambre en América Latina. No me pregunten cuánto costó su suite en el Marriot de Dallas, ni cuánto su cena de esa noche, ni quién pagaba por ella.
LASA es una asociación de estudiosos que viven (vivimos) por y para América Latina, pero que también viven (vivimos) de América Latina. De sus cinco mil miembros, el setenticinco por ciento son investigadores y profesores vinculados con universidades norteamericanas, así que sus sueldos vienen directamente de capitales estadounidenses, pero sus objetos de estudio, sin los cuales su disciplina dejaría de existir, son latinoamericanos. En una inmensa y explicable mayoría, esos objetos de estudio son la pobreza, la injusticia, la marginación y la inequidad social y económica en América Latina. Y, sin excepción, los miembros de LASA expresan una preocupación personal por esos asuntos, casi siempre articulada en algún tipo de discurso de izquierda progresista.
Es verdad que los colegas latinoamericanos que quieren venir a la conferencia de LASA cada vez enfrentan más problemas de visa, y que mover la conferencia a Canadá eliminará esos problemas en la mayoría de los casos. Pero es muchísimo mayor el número de colegas latinoamericanos que ni siquiera se pueden proponer la idea de asistir a un congreso de LASA porque el viaje mismo y los alojamientos son ridículamente caros para un profesor universitario o un investigador en casi cualquier universidad al sur de los Estados Unidos (no digamos ya para los estudiantes).
Me pregunto si LASA no podría ser un poco más considerada con sus colegas y con América Latina, su objeto de estudio, y proyectar sus congresos, cada año y medio, en un país latinoamericano, propiciando con ello la asistencia de los colegas que quedan económicamente marginados, promoviendo un mayor acercamiento con la investigación hecha en la región y, de paso, dejando esos dos millones y pico de dólares en una ciudad latinoamericana en vez de dejarlos en Boston o en Montreal.
Porque, digo yo: ¿acaso no es un poquito atorrante y otro poquito descarado eso de reunirse en un Hilton de New York, desembolsándo unos cuantos millones de dólares, para discutir el problema de la pobreza en América Latina? ¿A quién se beneficia en términos reales con una cosa así? El primer nombre que me viene a la mente, claro está, es el de la heredera del señor Hilton, Paris Hilton, que podrá comprar nuevas joyas para su chihuahua, mayor beneficiario hispánico, a la larga, del dinero gastado por los latinoamericanistas...
El hecho es que, escudados en su bastión teórico, los profesores universitarios de la academia americana se sienten quizá demasiado autorizados a no hacer nunca nada inmediato y práctico por ayudar a la economía de quienes lo necesitan, y acaban, más bien, haciendo estos megaesfuerzos organizativos que, a fin de cuentas, sólo sirven para alimentar las arcas de las súper corporaciones a las que tanto critican día a día.
Imagen: Paris Hilton en una favela de Río. Fotomontaje gfp.
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5 comentarios:
"La infraestructura", te van a responder; la capacidad de la ciudad para alojar y alimentar a esos miles de asistentes. Eso elimina al 99% de las posibles ubicaciones latinoamericanas (y también a bastante de las norteamericanas.
Sin embargo, esto no pasa de ser una excusa, porque entre ese 1% quedan todas las capitales y ciudades grandes como Guadalajara o Río, donde existen todas las condiciones materiales para alojar una conferencia de este tipo.
Una muy buena que oí varias veces era la bola de que el próximo LASA iba a ser en Buenos Aires. Cada vez, algún colega aseguró que no iba a ser así porque era muy caro trasladarse hasta allá. Y con esto estamos otra vez en el tema del principio: ¿"caro” para quien"? Supongo que para los que tienen Montreal a un paso.
Se me olvido firmar el comentario anterior (a proposito, justo me escribio un amigo que trabaja en derechos humanos comentandome algo parecido; te lo cito:
“Lo que decís acerca del contexto farónico en que se dan esos
congresos,lo comparto. Pero mucho peor es en el caso de los dedicados a DDHH donde te invitan a hablar de la tortura, los desaparecidos, los asesinados en hotelescinco estrellas al lado del Mediterráneo. Algún día escribiré sobre eso”. Lo dejaré anónimo hasta que se anime a escribir
Saludos
Pedro Perez del Solar
Sé que la conferencia de 1997 fue en Guadalajara. Las demás de las que yo tengo conocimiento han sido en Dallas, Washington DC, Chicago y Puerto Rico.
Es inverosímil pensar que la capacidad hotelera de ciudades como Bogotá, Santiago, Lima, Buenos Aires, Río, Sao Paulo, Guayaquil, Caracas, México DF, etc, etc, no alcancen para recibir a 3,500 asistentes. Hay que pensar, si no, que al menos cuatro de esas ciudades han alcanzado para acoger las finales de sendos campeonatos mundiales de fútbol.
Hola, Pedro. Saludos.
Yo no veo cuál sería el problema en alojarse modestamente si se trata, precisamente, de meditar sobre la paupérrima situación de América Latina.
Lima, Quito, La Paz, para no hablar de Buenos Aires y Santiago, pueden perfectamente recibir a 3,500 invitados, a los cuales podrían agregarse los cientos de académicos nativos (profesores y estudiantes) que no tienen la oportunidad material de viajar a USA o Canadá. (¿Habrá que pedirle consejo a Arturo Woodman?)
He estado leyendo los ensayos de Amartya Sen de su magnífico e imprescindible libro "Development as freedom" (traducido como "Desarrollo y libertad") y han logrado que aumente mi ya bastante acumulada irritación con la intelectualidad de izquierda que medra de la pobreza y la injusticia que prolifera en el tercer mundo. Esa retórica quejumbrosa y doliente es, para mí, una clara excusa que permite soslayar la acción política y convertir en una simple payasada el pensamiento crítico.
Creo que no se debe desestimar el problema de la infraestructura. Porque no le preguntan a gente que ha organizado o ha intentado organizar congresos por ejemplo, aqui en lima? El otro dia tenia oportunidad de conversar con una persona de Pro-inversion (de quien no dire su nombre, pero tenia un alto cargo en la direccion) y comentaba, que para alojar a la gente del APEC en el 2008, se han tenido que levantar dos nuevos hoteles en lima, porque la infraestructura efectivmente no daba para eventos o congresos de grandes dimensiones. El cometario surgio a razon de las dificultades que tuvo una persona encargada de organizar el congreso latinoamericano de matematica y estadistica a realizarse en lima, en Febrero. Esta persona tuvo difucultades para alojar a 300 personas dentro de un rango de distancia aceptable a la zona donde el evento va a desarrollarse (ademas de alimentacion, transporte, traductores y complementos como planes turisticos para las personas que lo solicitaban).
Muy facil es decir o pensar que "si se puede alojar 3500 personas" en una o tal ciudad. Pero seria mejor remitirse a estudios de factibilidad y contrastarlos con las oportunidades que se pueden generar de estar en capacidad de realizar esos eventos. En todo caso, si falta infraestructura habria razones justificadas para implementarla. Saludos
Carlos del Carpio
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