3.6.06
El genocidio como diversión
Con todo el atraso posible, y no por decisión propia, sino por decisión de American Airlines, terminé viendo hace unos diez días, en un vuelo entre Boston y Puerto Rico, The Chronicles of Narnia, una película que millones de dólares de diversas iglesias cristianas se encargaron de promover hasta el hartazgo meses atrás.
Sería una cinta cualquiera para la tarde de un domingo (salvo por lo evidente de su desmesurado presupuesto) si no fuera por la notable transparencia de su mensaje cristiano. Y el mensaje no sería distinto al de los evangelios si no fuera porque, en Narnia, Cristo, es decir el león, resucita a tiempo no para ascender a los cielos, sino para liderar las ferocísimas batallas finales: la película describe a la religión como guerra, a la salvación como destrucción, al mundo como campo de batalla.
Desde Connecticut, mi amigo Miguel Rodríguez Mondoñedo me hace llegar información sobre un nuevo videojuego, Left Behind: Eternal Forces (en verdad, Left Behind es el nombre de la empresa productora). En este nuevo engendro lúdico, el jugador es un cristiano protestante con la misión de convertir a judíos, musulmanes, budistas, católicos y gays (así como lo ven) al camino verdadero. Y si no es capaz de convertirlos, puede optar también por matarlos.
El juego será lanzado al mercado en octubre. El dinero detrás de dicho lanzamiento es en parte el mismo que apoyó el lanzamiento de Narnia: el capitalista mayor es Rick Warren, el gordito de la fotografía, santón ultraderechista, uno de esos pastores multimillonarios y paleolíticos que lamentablemente abundan en Estados Unidos.
El cine, como la literatura, ha estado largamente sometido a caprichos proselitistas, sumergido con frecuencia en la esfera de la propaganda, a veces, incluso, con resultados estéticamente ponderables. Ahora llega el turno de los videojuegos. El problema es que, en el universo de los videojuegos, infinitamente más interactivo que los otros, uno tiene la sospecha de que ya no es sólo una idea, sino una práctica, o un entrenamiento práctico, el que se está diseminando.
Pero no digo esto para quitarle responsabilidad a la literatura y al cine: es más, en cierto sentido, si el videojuego de Warren formará futuros fanáticos y genocidas, las novelas de C.S. Lewis y la película de la Disney están formando, clara y distintamente, a los futuros jugadores de Left Behind: Eternal Forces. (Pregúntemonos: ¿a quiénes irá a formar el "nuevo cine venezolano" que el comandante Hugo Chávez se propone promover en los años próximos? Ya tendremos tiempo de conversar sobre eso).
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