Todos conocemos la tragedia de Juan Dahlmann: al final de un largo viaje en tren, tras descender del vagón en una estación desconocida, en medio de la nada, en el sur argentino, una provocación estúpida lo condujo a una muerte inexorable (aunque, quizá, todo fue un sueño). Es el final del ciudadano casi voluntariamente atrapado por una barbarie romántica y fatal.
En 1959, Ray Bradbury (en la foto) publicó un libro llamado A Medicine for Melancholy, del que formaba parte un cuento titulado "The Town Where No One Got Off". El relato transcurre en un pueblito minúsculo, extraviado en algún lugar de Iowa, y atravesado por la línea del tren que une dos grandes centros urbanos, Chicago y Los Angeles.
En el pueblito, Rampart Junction, vive un anciano, el rostro cubierto de manchas y cicatrices, el pelo ceniciento. Es un hombre que ha pasado veinte años en la estación ferroviaria, sentado, con las espaldas vueltas a la plataforma, rumiando amarguras y sórdidas frustraciones personales, acumulando unas ansias de violencia y venganza debidas a su propia marginalidad, a su propio abandono, unas ansias que no sabe contra quién dirigir.
Finalmente, decide reunir su rabia contra un extraño: asesinar al primer desconocido que baje del tren, sin esperar una razón verosímil, sin fingir siquiera un entredicho que justifique esa muerte.
Es curiosa la simetría: en el sur argentino, un escritor latinoamericano, Borges, situó la historia del individuo metropolitano aniquilado por una violencia provinciana cuyo origen le es desconocido. En el norte de los Estados Unidos, un escritor norteamericano, Ray Bradbury, imagina el proceso íntimo de la acumulación de esa violencia soterrada y sostenida, macerada por años, que lleva al marginado a un estallido en apariencia irracional contra un forastero cualquiera.
Se diría que Bradbury escribió la historia del gaucho que un día decidió matar a Juan Dahlmann, como podría haber decidido matar a cualquiera.
25.6.06
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1 comentario:
Hola Gustavo. Digamos que el azar es una fuerza soterrada que alimenta imperecederas obras literarias. Por ejemplo,en El sol de Lima, de Luis Loayza, hay un texto titulado Dos versiones de una venganza. Tanto el Inca Garcilaso como Ricardo Palma cuentan el mismo hecho bajo una óptica distinta.
Un saludo
Gabriel.
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