17.7.06

El faro y la reconquista

Esta parte de la historia es conocida: las nociones de "Latinoamérica" y lo "latinoamericano" no surgieron originalmente en el mundo hispano, mucho menos en la América a la que aluden, sino que vienen del francés.

Fueron acuñadas para favorecer el afán expansionista de París, a fines del siglo dieciocho e inicios del diecinueve, cuando los galos, ávidos de conquistar territorios en América, decidieron inventar la idea de que, siendo ellos el "verdadero centro de la cultura latina", los países de América en los que se hablaban lenguas románicas estaban poco menos que destinados a ser colonias francesas.


"Latinoamérica", entonces, fue originalmente un lema colonizador, hecho para colocar a los pueblos de América en una posición subalterna. Ya no se usa en ese sentido; ha sido reclamado por los latinoamericanos, que le han dado un significado distinto.

"Iberoamérica", en cambio, es una palabra que parece resistirse a cobrar un sentido unívoco. En nuestros países, hasta donde entiendo, el término "Iberoamérica" alude a los países de América en que se hablan lenguas originarias de la Península Ibérica, es decir, los países hispanohablantes de América y Brasil. Pero la noción de lo "iberoamericano" parece incluir a veces, borrosamente y dependiendo de la voluntad del usuario, a España y Portugal.

El problema es incluso más complicado. Leyendo noticias en Internet me encuentro con una sobre la inauguración del Instituto Cervantes en Beijing, China. En la ceremonia, el príncipe español
Felipe se ha referido a ese local del instituto como "un gran faro que ilumina el camino hacia una apasionante, rica y enorme región del mundo como es Iberoamérica... unida por la historia, la lengua y la cultura".

"Iberoamérica", entonces, según el joven Felipe (es decir, según el funcionario que le escribe los discursos siguiendo los lineamientos de la política internacional española), existe una región del mundo llamada Iberoamérica, una región cuyo centro es evidentemente España, madre de la lengua común y elemento vinculante de su historia y su cultura.

Uno diría que ciento ochenta años después de haber sido expulsada del continente (con las excepciones conodidas), la corona española ya tendría que haber tirado la toalla con sus pretensiones imperialistas. Pero parece que no.

Acaso España tiene un plancito loco, a medio camino entre la globalización dirigida y la invasión solapa, no a lo Napoleón III sino más bien a lo oops I did it again: un plancito en el que cosas como el Instituto Cervantes, los viajes del príncipe Felipe y la insufrible Real Academia Española son la Niña, la Pinta y la Santa María de un expansionismo que quiere jugarse entero a la idea de que los latinoamericanos somos, en verdad, hijitos descarriados que algún día volverán al redil.

2 comentarios:

anónimo 4 dijo...

Por qué pensar que España es el centro de Iberoamérica, no creo que sea evidente ni creo que se deba pensar que siempre hay un centro para cada cosa que se dice. Tal vez el rey de España estaba viendo una parte iberoamericana del mundo que fuese plana, como la sopa sin verduras ni carne.

PVLGO dijo...

Claro como el agua. Ya me imagino a varios latinoamericanos, hispanísimos, conteniendo las lágrimas de emoción.