La noticia que da Iván Thays sobre el premio recibido por Mariposa Negra en el Festival de Cine del Mundo de Montreal hay que tomarla con mucha alegría: se trata de una de las citas cinemeras más prestigiosas de las Américas.
Desde aquí, una felicitación al equipo detrás de la cinta, desde el director Francisco Lombardi hasta la guionista Giovanna Pollarolo, pasando por los actores, por supuesto, y el autor del libro original, Alonso Cueto (para quien este asunto de los trofeos se viene haciendo costumbre).
Hay que aclarar, eso sí, que se trata del premio del público para la cinta más popular entre las de origen latinoamericano, y no de un premio del jurado, cuyo botín mayor fue a parar a las manos de dos cintas, Nagai Sanpo, del japonés Eiji Okuda, y O Maior Amor do Mundo, del brasileño Carlos Diegues.
Sin embargo, es interesante que los cinéfilos canadienses asistentes al festival prefirieran la película de Lombardi por encima de la ganadora brasileña, dirigida, dicho sea de paso, por un Carlos Diegues que es ya legendario en el cine de su país por películas como Xica da Silva (1976), Bye Bye Brasil (1979) o Quilombo (1984).
Por coincidencia o por premonición, hace pocos días la misma Giovanna Pollarolo escribió un par de columnas en Perú 21 acerca de la constante discrepancia entre los premios de jurado y los premíos del público en los festivales de hoy. Vale la pena darles una mirada: se titularon ¿Profundos abismos? I y ¿Profundos abismos? II.
Entre las otras cintas latinoramericanas que compitieron con la de Lombardi se encuentran la cubano-mexicana Páginas del diario de Mauricio, de Manuel Pérez Paredes, y Ruido, del portorriqueño César Rodríguez, que mereció un premio por su originalidad.
Imagen: fotografía de Melania Urbina, tomada del blog Cinencuentro.
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