En Alemania se ha desatado una controversia en torno a la censura de un párrafo en la autobiografía del historiador Joachim Fest.
El párrafo aludía al filósofo Jürgen Habermas, sin decir su nombre propio, y específicamente recogía un chisme que lo vincula con un pasado pronazi.
El chisme es tan difuso que parece una leyenda urbana: Habermas habría escrito en un papel, hace décadas, una confesión de los motivos por los que admiraba el nazismo, y, ante la derrota de la ultraderecha alemana, se habría tragado ese papel para evitar las acusaciones.
¿En qué se sustenta el rumor? En nada, ciertamente. Ninguna prueba, sólo un chisme nunca demostrado. ¿Cómo incide en la obra de Habermas? No se entiende. ¿De dónde surge la idea? Aparentemente, de la pura rivalidad.
Hay por allí quienes, tras leer en El País la noticia sobre el debate, han confundido la historia pasada del mismo, llamando "revisionismo" a esta marea de acusaciones de nazismo que se ha levantado en el último año, a raiz del affaire Grass (a propósito de Grass: este artículo de Ascherson es uno de los mejores ensayos que he leído sobre el tema). Hacer eso es una simplificación notoria.
Fest y Habermas fueron dos de los mayores oponentes, más de veinte años atrás, cuando se produjo la célebre "polémica de los historiadores", que enfrentó, entre otros, a quienes postulaban la necesidad de refundar el pacto social alemán reconociendo las culpas pasadas pero dejándolas de lado para mirar al futuro (Habermas, por ejemplo, con su idea de una nación fundada en los ideales de la Constitución, no en los hitos del nacionalismo) y, en la orilla opuesta, a los llamados "revisionsitas" (Nolte, Fest, etc), los historiadores que quisieron reducir la magnitud histórica del holocausto, entenderlo como una reacción coyuntural, hacerlo ver accidental y poco terrible, para plantear a partir de allí la plena recuperación de la tradición alemana, como si poco o nada hubiera pasado en los cuarenta.
(La aparición de ese revisionismo, por su parte, dio lugar a respuestas más radicales, que poco menos que acusan a todo el pueblo alemán por el genocidio de los judíos, como en el caso del historiador americano Daniel Goldhagen).
Este nuevo debate, pues, no reedita el anterior: es el último coletazo lastimero de los revisionistas (de hecho, Fest murió semanas antes del lanzamiento de su libro), pero también el más contradictorio y el que los desnuda en su falta de argumentos. Ahora no se trata ya siquiera de postular una versión distinta de la historia, por falsa y débil que sea: simplemente es cuestión de ensuciar la honra del rival, tratando de involucrarlo a la fuerza, paradójicamente, en los mismos lodazales de inmoralidad que los revisionistas han querido justirficar, y a veces negar, durante las décadas recientes.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 comentarios:
Una breve observación sobre Fest.
No he leído su recientísima autobiografía (no está traducida ni al inglés, hasta donde sé), pero sí su magnífica biografía de Hitler y su libro sobre la (pequeña) resistencia alemana durante los años del nazismo. Como bien sabrás, él y su familia se opusieron activamente a los nazis (su padre fue incluso despedido)---a eso alude el título de su autobiografía ("Yo no").
En la biografía de Hitler esboza precisamente la tesis de que hay que culpar a todos los alemanes (o al menos a la gran mayoría) del ascenso de los nazis y sus correspondientes crímenes.
Es enteramente injusto llamar revisionista a Fest, especialmente cuando esa palabra "revisionista" se usa también para referirse a los que niegan el Holocausto, posición que no podría ser más ajena a la de Fest.
Es verdad que el debate ese con Nolbert y Habermas (el llamado Historikerstreit), Fest se alínea contra Habermas, pero como tú bien sabes, el Historikerstreit no tuvo simplemente dos lados en blanco y negro, sino que hubo una variedad de posiciones. La posición de Fest ha sido siempre que el genocidio perpetrado por los nazis podía y debía compararse a otros crímenes de similar magnitud en otras latitudes y tiempos (el genocidio ucraniano, perpetrado por los comunistas en la Unión Soviética, por ejemplo).
Uno puede, por supuesto, estar en desacuerdo con esa posición, por diversas razones, pero no veo bien cómo eso "reduce la magnitud histórica del holocausto" o lo hace "accidental y poco terrible". (Y aquí me refiero únicamente a la posición de Fest, otras posiciones en el Historikerstreit quizá sí tengan esa inaceptable consecuencia).
Y con respecto a la acusación contra Habermas, es, por supuesto, una tontería, que no afecta ni el legado histórico ni el cuerpo doctrinal de ese extraordinario filósofo.
Fest no es ninguna blanca paloma. En 1970 ayudó a Albert Speer a escribir unas memorias en las que Speer se desprendía de cualquier ligazón con los crímenes del nazismo. Speer murió, en 1981 y en el 2002 Fest publicó un libro diciendo, a partir de lo que él había descubierto trabajando con Speer, que Speer sí sabía perfectamente la naturaleza y la mecánica de los crímenes del nazismo. ¿32 años de dudas? Así parece. Con Speer esperó a que se muriera y con Habermas esperó hasta morirse él. Y, por cierto, su duro juicio de la responsabilidad de los nazis fue modificado en los noventas, cuando comenzó a acentuar el rasgo de la resistencia alemana contra Hitler como centro de su trabajo.
Publicar un comentario