En lugares tan incomprensibles como el Perú, me he topado con gente a quien la palabra "beca" le suena siempre profundamente sospechosa.
Y si el dinero de la beca viene de Estados Unidos, peor: recibir una de esas becas debe de ser como firmar un pacto con el diablo, rematar el alma a beneficio de Mefistófeles y, por supuesto, a beneficio de uno mismo.
¿Una beca con dinero de la Fundación Rockefeller? Eso es una compraventa de la honra y una renuncia a la honestidad intelectual.
Juan Rulfo, como sabemos, no era el más sistemático de los escritores: su disciplina para escribir era vacilante, su dispersión era conocida. Y, además, era tan autocrítico que destruía proyecto tras proyecto apenas después de iniciarlos.
Los dos rasgos en conjunto profetizaban una carrera de tareas inconclusas y textos abandonados a morir en el escritorio.
Todos sabemos que Rulfo escribió y publicó dos libros durante su vida: el volumen de cuentos El llano en llamas y la novela Pedro Páramo (que el hoy octogenario Gabriel García Márquez alguna vez mencionó como la lectura que más lo ha conmovido en su vida junto a La metamorfosis de Kafka).
Lo que no todo el mundo sabe (o recuerda) es que Rulfo escribió nueve de los diecisiete cuentos de El llano en llamas gracias a una beca del Centro Mexicano de Escritores, con fondos de la Fundación Rockefeller, durante un plazo de dos años, que era el tiempo de la beca.
Y que, además, escribió Pedro Páramo durante los dos años siguientes, otra vez bajo el compromiso de una beca idéntica, también provista por la Fundación Rockefeller a través del Centro Mexicanode Escritores.
Es decir: los únicos proyectos literarios que Rulfo llegó a culminar fueron primero aprobados por un jurado nombrado por los proveedores de la beca (en efecto: Rulfo presentó para las becas, respectivamente, el proyecto de El llano en llamas y la novela Los murmullos, título que luego cambió, afortunadamente, por el de Pedro Páramo).
¿O sea que le vendió su alma al diablo?
Más curioso es esto: antes de encontrarse con esas becas, Rulfo había escrito ya algunos cuentos, y había publicado pocos de ellos en dos revistas mexicanas: América y Pan. A la primera, él le tenía que pagar por cada texto suyo que fuera publicado. La segunda revista la solventó él casi por completo.
Es decir, era un escritor como lo ha sido la inmensa mayoría en América Latina: autofinanciado, incapaz de encontrar a nadie más que creyera en su talento como para arriesgar unos pesos en él. Y parecía condenado por la falta de recursos a convertirse en uno más de los cientos o acaso miles que dejan la carrera antes de hacer en ella todo aquello de lo que son capaces.
Los enemigos de las becas dirán si hizo bien en recibirlas.
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9 comentarios:
Creo que es importante señalar que las becas no solamente beneficiaron a Rulfo, sino a todos sus lectores y a la literatura latinoamericana. Ese es el punto principal de las ayudas económicas: enriquecer un campo, no a una sola persona. Cometen un gran error y no le hacen ningún favor a la cultura peruana quienes siguen con temores de que buscar financiamento para estudios o escritura.
el problema surge cuando las becas y el poder para recomendar a ellas se convierte en un instrumento para ganar adeptos o someter a los jóvenes a servir a ciertos grupos intelectuales o literarios.
Paulo
Paulo, la gente propensa a someterse lo hara con o sin beca. No veo por qué tanta conspiranoía con respecto a las becas. Ojalá hubiera más becarios peruanos y ojalá también hayan posibilidades para que luego puedan dar clases aquí. Así los acomplejados se muerdan la lengua de rabia.
Paulo: Pero eso, más que un simple problema, sería anti-ético. Sin embargo, no conozco ningún buen ejemplo. Difícilmente se puede decir que el caso que tú señalas esté generalizado o sea siquiere ostensible. En todo caso, es obvio que aquí hablamos de pedir becas de manera honesta.
¿No será que responde más un prejuicio ideológico eso de creer que aceptar una beca conlleva «vender tu alma al diablo, a un grupo de poder, o al imperialismo, o etcétera»…? Y aun en el supuesto de que existieran ciertos condicionamientos en una beca, ¿acaso éstos no están en todos lados y ya depende de cada quien saber manejarlos? ¿Acaso hay algún trabajo, profesión u actividad que esté libre de todo condicionamiento o presión?
Finalmente quien quiere dedicarse a leer y a escribir (investigar y producir), ¿qué otras posibilidades tendrá para financiar un proyecto en un país como el Perú (con pocos lectores y tanta piratería), si no es gracias a alguna beca de algún tipo? Y más cuando el apoyo del Estado a la cultura es casi nulo… Quien quiera escribir las únicas fuentes de financiamiento son o el Estado o el Mercado o la Familia o sus ahorros. Y yo casi agregaría que también una beca… ¿A alguien se le ocurre otra alternativa?
Salvo que esté bien arraigado ese estereotipo de que los escritores tienen que pasar muchas penurias económicas para que recién puedan decir que no se vendieron a nadie y que tienen méritos…
Sólo quien viva de sus rentas puede darse el lujo de no pensar en una beca como una posibilidad, pero ése no es el caso de la mayoría de los mortales… Y la vocación elige a quien quiere y no sabe de condiciones económicas (sin ánimo de querer tampoco parecer muy romántico)
Saludos
(anteriormente publiqué este comentario en el post equivocado, éste es el foro donde quería publicarlo ) Mil diosculoas
–Una cosa nomás es cierta: si una obra es pésima, poco o nada importan las becas o vendidas/alquiladas de alma al diablo.
precisamente los que piden algo a cambio de sus recomendaciones se aprovechan de que "en este país" no hay oportunidades para los investigadores. Felizmente no es algo generalizado, pero existen quienes trafican con las becas.
Paulo
Justo hace un par de días acabo de terminar de leer un libro producto de una beca. Se trata de "Sendero: historia de la guerra milenaria en el Perú" de Gustavo Gorriti. El libro te centra muy bien en el ambiente que se vivía en el Perú a comienzos de la década de 1980, cuando aún las fuerzas armadas no intervenían de lleno en la lucha contrasubversiva. La publicación contó con el auspicio de no me acuerdo qué beca (disculpen la precisión). Lo interesante es que era parte de un proyecto de tres tomos. El que le seguía era la etapa posterior al ingreso militar a Ayacucho y el último los años de formación de Sendero. Estos dos últimos tomos aún no se han hecho. No sé si por falta de financiación, pero no me extrañaría. Es una lástima, porque el trato que le daba Gorriti a la información era muy bueno.
Saludos
Ernesto
Sinceramente eso de establecer una sinonimia entre las becas y la venta de la conciencia me parece una estupidez mayor. ¿Se han preguntado cuántos intelectuales peruanos de izquierda han obtenido becas Guggenheim y gracias a ello financiaron investigaciones y libros en más de un caso notables? No me hagan dar nombres, por favor.
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