Sobre una lectura insostenible de Héctor Ñaupari
Jorge Luis Borges, para quien la escritura crítica y la creación eran un mismo ejercicio, imaginó a dos de sus personajes más censurables y bochornosos bajo la apariencia de dos lectores de literatura que no tienen el menor escrúpulo en inventar interpretaciones aberrantes para los textos que leen: uno es Carlos Argentino Daneri, el ridículo poetastro de "El Aleph"; otro es el fascista testaferro de Pierre Menard, que hace la absurda exégesis de los párrafos de Cervantes de los que su amigo se ha apropiado.
Coincidentemente, en ambos casos se trata de críticos circunstanciales que ven, uno en sus propios versos y otro en las palabras ajenas, sentidos que aniegan, desbordan y rebalsan el significado que es lícito encontrar en los textos interpretados: el primero les obsequia a sus poemas, en la lectura, una semántica que ellos no contienen, intentando engrandecer el mediocre cuadro original con el marco sobrecargado de su crítica; el segundo le impone a las páginas de Cervantes el retorcimiento de una lectura que traiciona enteramente el sentido del Quijote: no por nada ese segundo personaje es un facho evidente: su ejercicio es el aplastamiento arbitrario y caprichoso de la palabra de los demás.
La elección de ese rasgo común para dos de sus criaturas más aberrantes es sintomática de la ética literaria de Borges: en un universo que es una biblioteca inabarcable, en un mundo que es un infinito libro de arena, en un laberinto de mortales e inmortales para quienes la vida y la muerte son avatares de la lectura, pocas cosas son más oscuras y criticables que un lector que no es fiel a los textos, a los discursos y a los sentidos posibles, inteligibles, intuibles y probables de textos y discursos. Más aun quien los tuerce voluntariamente.
Los sosías de Carlos Argentino Daneri y del narrador de "Pierre Menard, autor del Quijote" no son escasos: crecen en los árboles, a racimos, están por todas partes; en la academia abundan, fuera de ella merodean. Un fruto notable de esa cocecha es el poeta Héctor Ñaupari, y la joya de su corona (su corona de espinas) ha de ser "La libertad poética y sus enemigos", recolección de infundios, texto amorfo, parodia de sí mismo, que ha publicado por todas partes en la última semana, y en el que ensaya una lectura inverosímil de los dos poemas de Rossella di Paolo a los que me referí en un post pasado.
Tenía la intención de desmontar la lectura de Ñaupari y de pronto me he dado cuenta de que no hace falta: viene desmontada, es una lectura peatona, no se sostiene sobre nada. En verdad, además, poco dice sobre los versos: les dedica dos párrafos e inaugura el primero con una perla desconsolada: tras citar dos versos de Di Paolo que aluden a la lejanía de un amante que ha partido de viaje ("pero los mapas desplegaron su canto de sirena / y te llevaron de aquí con fuerte encantamiento"), Ñaupari quiere imponerles un sentido arbitrario: los versos se refieren, dice Ñaupari, "de modo sublime a los secuestros y desapariciones ocurridos en ese infausto periodo de nuestra historia".
Nótese el absurdo: el poema de Rossella di Paolo habla de "cantos de sirena"; Ñaupari sostiene que esa es una metáfora para aludir a los secuestros y las desapariciones: Ñaupari --y no Di Paolo-- dice que los asesinatos eran "cantos de sirena", es decir, eran engaños hermosos, seducciones, mentirosas atracciones.
Esa no es solamente una lectura errada, forzada y falseada de los versos: es una lectura irrespetuosa y oportunista: estamos hablando de una guerra real, aunque Ñaupari parezca olvidarlo. Estamos hablando de más de 69 mil muertos. Que no murieron por haberse echado al mar como Ulises el encatado tras la voz de las sirenas: murieron abaleados, despedazados, acuchillados, incinerados. Ellos son los primeros traicionados por esa lectura insoportable. Y la siguiente traicionada es Rossella di Paolo, a quien Ñaupari atribuye un discurso que ella, poeta talentosa y persona inteligente, jamás podría ni defender ni siquiera sugerir.
Más lamentable incluso es el resto del artículo de Ñaupari: en seis párrafos abigarrados de prejuicios, en los que parece batallar con un ejército de enemigos a los que ni siquiera se atreve a nombrar, aunque en verdad solo combate contra las tinieblas de su propio desconcierto intelectual, Ñaupari sostiene, básicamente, que cualquiera que no encuentre en los poemas de Rossella di Paolo el sentido que él quiere ver en ellos, como poemas sobre la violencia política, es necesariamente izquierdista; y no cualquier izquierdista, sino un marxista-leninista; y no solo un marxista leninista, sino además un stalinista, un castrista, un maoísta (y, de paso, también un nazi), todo a la vez.
Curioso. Porque yo tengo entendido que si un rasgo comparten los stalinistas con los castristas, los maoístas (y, de paso, también los nazis), es el recurso a representar el mundo como si estuviera siempre dividido en solo dos regiones: la región propia, donde están los que siempre tienen la razón (llamémosle Ñauparilandia), y la región de las tinieblas, donde habitan todos los que no piensan como uno. También los senderistas pensaban así. Son las reducciones del fanatismo.
Fotomontaje gfp.
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9 comentarios:
Realmente es sorprendente que el sólo hecho de no entender de qué manera la violencia está presente en dos bellos poemas de la talentosa poeta Di Paolo, haya terminado generando tanta polémica.
En el post anterior, el Sr. Ñaupari menciona el nombre de la poeta: "Se trata, nos dice Di Paolo, de ser uno con él y hacer nuestra su tragedia, pero también su salvación, que es la nuestra..." ¿Oséa que la misma autora le dijo que éso es lo que ella quería transmitir en su poema? Si es así, pienso que el Sr. Ñaupari tuvo información de primera mano y por ésa razón pudo entender claramente el significado de las palabras del poema. Información que el resto, lógicamente, no tuvo.
Aún así, el hecho de no entender el mensaje "como se debe" no quiere decir que los que no capten "el mensaje real" tengan algo en contra de la poeta en mención, ni que estén inmersos en algún complot para discriminarla o sean parte de una ideología determinada.
En lo que a mi respecta, me reafirmo en que sigo sin entender la presencia de la violencia en los dos poemas materia de análisis y también en no tener absolutamente nada en contra de la autora de los mismos. Al contrario, los poemas en sí me parecen muy bien logrados, y me gustan. Y cuando los recite, lo haré en un contexto totalmente diferente al de la violencia. Me parece más bien hecho para reflejar la soledad, el dolor por álguien que no está, que no llega y -sobretodo en el segundo- que ni siquiera se conoce por circunstancias de la vida.
Te equivocas Gustavo, la poesia, una vez publicada ya no le pertenece a su autor, empieza a ser parte de la intima interpretacion del lector, siempre subjetivo. Me parece perfectamente respetable la interpretación de Ñaupari.
Si crees que a la poesia se le aplica la hermeneutica constiucional y que rige por tanto la interpretacion autentica, caes en un simplismo atroz. Por lo demas comparto la idea politica que entrelaza con la critica literaria de Ñaupari. Tu enfoque me parece vertical y autoritario
Entiendo tu mensaje cifrado: en el fondo, allí donde has querido decir "Gustavo" has dicho "Ñaupari": brava metáfora, feliz tropo, que explica que atribuyas a ese "Gustavo" una "hermenéutica constitucional" cuando es sabido que "Ñaupari" es el abogado. Sotilezas de la ambigüedad buscada y alcanzada por tu palabra poética. Gracias por el apoyo.
¿Por qué tienes que ser agresivo? ¿Por qué machucar la cabeza contra el piso (independientemente de que tengas razón o no)? ¿Qué te han hecho para que respondas asi?
La lectura que hace Ñaupari es sencillamente insostenible. Uno no tiene derecho a ver cualquier cosa en un texto poético. Es un principio fundamental en la hermenéutica textual el de apoyar la propia interpretación con datos textuales concretos, porque, de lo contrario, estaríamos usando el texto poético para nuestros propios fines, hecho inaceptable, por cierto. Allí radica la sutileza del arte de leer poesía. En realidad, el buen lector de un poema se convierte en un creador, pero ello no significa que fuerce el contenido del texto para hacer decir al poeta cosas que, en realidad, no quiso decir.
Señor Fernández Cozman, una pregunta: ¿por qué no publica en su blog sus impresiones sobre este debate? Está bien hablar de Baudelaire, Mallarmé o Flaubert, pero de vez en cuando es bueno darse una vuelta por el rioba para saber al menos qué está pasando, ¿no cree?
Ya ves Gustavo, estas interpretando mi texto a tu manera y viendo un mensaje cifrado que no escribi. Con ello, sin querer, me das la razon. Aunque mi mensaje no era precisamente poesia, a diferencia de los poemas de Rosella.
Si te parece eso, entonces ninguna conversación tendrá jamás sentido; porque siempre tendré derecho a interpretar que has dicho precisamente lo crontrario de lo que dijiste. O cualquier otra cosa. Comunicación cero. A propósito: el escribir "Rosella" con una sola "s" y quitar todas las tildes del texto es tu manera de guiñar un ojo para decir "nada de lo que digo es verdad". Está clarísimo.
y cómo sabe el profesor Camilo lo que realmente quiso decir Rosella?
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