4.11.07

Corazón ciego

Sobredosis, de Fuguet, casi dos décadas más tarde

Uno supondría que cada generación busca a sus escritores clave entre aquellos que, habiendo compartido con sus coetáneos una experiencia social, comunal o política determinante, es capaz de escribir desde ella o sobre ella de modo que resulte referencial para los demás:

¿Ejemplos?
Faulkner y la gran depresión, Hemingway y las guerras mundiales, Sebald y la Alemania en ruinas de la postguerra, Bassani y la ascención y la caída del fascismo en Italia, Piglia y los gobiernos dictatoriales de Argentina en la segunda mitad del veinte, y un etcétera en verdad inabarcable.

Hay casos llamativos, sin embargo: Alberto Fuguet, en Chile, es sin duda el nombre que uno mencionaría si quisiera nombrar a un narrador chileno de alrededor de cuarenta años, es decir, de la generación de quienes presenciaron en su primera infancia el arribo de Allende; luego, a los nueve o diez años de edad, el golpe de Pinochet, y, en adelante, esos primeros tres o cuatro años del pinochetismo, los más terribles de la dictadura chilena.

Pero ocurre que Fuguet, nacido en Santiago, creció en Encino, California, y vivió en los Estados Unidos hasta los trece años: no le tocó estar en Chile ni durante el ascenso comunista ni durante el asesinato de Allende y la captura del gobierno por los militares, ni durante los años más polarizados del conflicto interno.

Sí estuvo, en cambio, en el tiempo de los plebiscitos, el de la nueva Constitución y, al final de esa década, la de los ochentas, el del sí y el no, donde se decidió la discontinuidad del régimen de Pinochet. Sobredosis, el libro que llevó a Fuguet a la fama, es, de hecho, una colección de cuentos escrita por completo durante los años de ese segundo plebiscito.

En esos cuentos se respira el ambiente de la dictadura moribunda, del final de un tiempo, pero no son predominantes las menciones directas a ella y, además, no suelen venir en tono realista, sino tamizadas por el acento apocalíptico de cuentos como Los muertos vivos.

Uno tiene la impresión, ahora, a la distancia, de que el verdadero gran hallazgo de Sobredosis no reside en su estruendosa repetición de referentes culturales norteamericanos, sino en otras dos cosas relacionadas: primero, en que rompe con la división maniquea del pinochetismo proamericano y el socialismo anticapitalista, para abrir un espacio de anipinochetismo proamericano, que en mucho anticipa la política real de los gobiernos chilenos en los años posteriores.

Segundo, que ese espacio es en el fondo terrible y oscuro, no celebratorio, sino atemorizado de su propia existencia: es un espacio sospechoso, que no se atreve a la abierta felicidad porque se sabe originado en un periodo oscuro de la historia chilena. Un periodo que la literatura de Fuguet difícilmente nombra o reconstruye pero en torno al cual gravita constantemente: el de la dictadura misma.

Imagen tomada de aquí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Pero eso no es decir que la generacion de Fuguet huyó de su pasado y no quisieron enfrentarse con los desaparecidos y etc? Muy distintos del caso argentino, ¿no?

Miguel Rivera dijo...

Es una idea interesante, pero ¿no podemos encontrar la misma reacción en la movida de Madrid? Que me corrijan los que conozcan mejor que yo este movimiento, pero creo que se caracteriza por soslayar el franquismo. Las primeras películas de Almodóvar parecen omitir deliberadamente toda alusión a la dictadura, al menos hasta Carne Trémula. Estoy seguro de que el mismo Almodóvar dice en una entrevista de que su venganza contra el franquismo fue, al comienzo de su filmografía, ignorarlo. Aunque él no lo menciona, supongo que esto tiene que ver con el agotamiento de un arte comprometido hasta en sus menores detalles (por ejemplo, de la canción de protesta). ¿Podemos imaginar una explicación similar para Fuguet?