20.12.09

Invisible e inefable

Invisible: acaso la mejor novela de Paul Auster

Durante el último par de años, me acostumbré a recomendar las novelas del holandés Harry Mulisch con una frase que, me pareció, la mayoría de los lectores hispanohablantes comprendería de inmediato: Mulisch es todo aquello que Paul Auster intenta ser. Esto a pesar de que Auster es uno de mis novelistas americanos preferidos.

Pues bien, luego de leer Invisible (que según entiendo no tardará en aparecer en traducción al español) debo corregir la ruta: Auster es hoy el autor que siempre ha tratado de ser, y su novela más reciente es quizás la mejor de su carrera.

Por lo menos puedo decir, sin duda, que a mí ninguna novela suya, desde The New York Trilogy y, particularmente, desde City of Glass, me ha parecido tan rotundamente inteligente ni tan sorpresiva ni tan sensible como Invisible; ninguna, desde aquellas primeras narraciones suyas, me ha dejado con tantas ganas de seguir leyendo, o de releer lo apenas visto, ni con una sensación de misterio, abismo e intuición de lo inefable tan grande como la que provoca ésta última, incluso comparándola con otros libros suyos notables como The Book of Illusions o Leviathan.

Invisible (de la que espero escribir con más tiempo tan pronto como regrese de Puerto Rico) es, para comenzar, estructuralmente brillante: empieza con un relato en primera persona, recapitulación de una experiencia tangible y, aunque enigmática, muy presente, muy palpable, real. Pero luego, a medida en que la historia se va enrareciendo y extrañando, las voces narrativas se vuelven más y más oblicuas, mediadas, indirectas: el protagonista pasa a recontar su propia anécdota en segunda persona, y luego en tercera, enajenándose de sí mismo, alienando su punto de vista, extraviando la introspección para observarse como un otro; y luego se diluye, abandona su propio escenario, y el relato debe ser recogido por otros narradores que intentan suplir el vacío con referencias lejanas y alusiones de segunda mano.

Ese procedimiento es cervantino y borgeano, como suele ocurrir en los libros de Auster por obra de esa tendencia suya a la identificación con fuentes hispanas (Vila-Matas es aludido en algún momento en Invisible). Pero no puedo recordar otra novela del neoyorquino en la que se haya apropiado del mecanismo de manera tan personal.

En Invisible, Auster ensaya una serie de variantes que no se limitan a comprometer o poner en duda la frontera entre la certeza de lo real y la duda de lo imaginario, la realidad y la ficción, la vigilia y el sueño, la seguridad de la Verdad y el relativismo de las verdades extraviadas; más allá de eso, el enrarecimiento de las voces narrativas y los puntos de vista le sirve para abrir una serie de agujeros en el tejido emotivo de la historia, agujeros que son el centro mismo (agujeros negros) de la novela toda: los diversos relatos se levantan y se hilvanan unos con otros a la vez que se ponen en duda unos a otros, de modo que el lector empieza a descubrir que es en las contradicciones y en las imperfecciones, en los vacíos y las grietas donde habitan las ideas cruciales de la historia.

Esas ideas tienen una sola cosa en común, el rasgo anunciado en el título: su invisibilidad, su acuciante y angustiante intangibilidad, su naturaleza huidiza, inasible, inefable, es decir, la hiriente posibilidad de su inexistencia: la novela de Auster, pese a la vivacidad de su anécdota y las vueltas en u de su trama cuasi policial, es un texto acerca de las infinitas formas de la ausencia: la carencia, la depresión, la soledad; la nostalgia y también la melancolía; la enfermedad de no tener, la tristeza del ser incompleto.

También es el libro en el que más notoria y notablemente Auster se ha aproximado de manera creativa a las ideas del Wittgenstein del Tractatus, al Wittgenstein de la imposible frase final del Tractatus: esta es una novela que respeta escrupulosamente la noción de no hablar intelectualmente sobre aquello de lo que no se puede hablar con certeza; pero al tejer y retejer obsesivamente en todos los bordes de esa frontera, Invisible nos deja intuir con asombro una de las formas que ese límite puede asumir.

3 comentarios:

Magda Díaz Morales dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Jorge Frisancho dijo...

Aprovecho que hablas de Auster para recomendar la lectura de los relatos de su ex-esposa, Lydia Davis. De sus libros, Varieties of Disturbance es el que más me gusta, pero mi recomendación es más bien que quien quiera y pueda se consiga The Collected Stories of Lydia Davis, que salió en septiembre y estoy leyendo y releyendo desde entonces. No hay nada como los relatos de Davis, casi todos muy breves y muchos de ellos brevísimos. Son únicos y, a su modo, magistrales. Eso.

Anónimo dijo...

Realmente tengo que agradecer esta entrada, porque al inicio uno a uno iban cayendo los libros de Auster: los devoraba. De repente esto dio paso a otra cosa que la identifico con desinterés. Por eso, con esta notable entrada sobre su última novela no me queda más que... dilatar un poco más esta intriga, para saborear posteriormente su lectura.

Un saludo.