19.8.10

Bienamados

Candidatos con un plan perfecto

"O Bem-Amado" es el título inolvidable de una telenovela brasileña de los años setenta, dirigida por Régis Cardoso con una historia adaptada de una obra teatral de Dias Gomes, "Odorico o Bem-Amado ou Os Mistérios do Amor e da Morte".


El protagonista era un alcalde electo que había cifrado toda su campaña y el posible éxito de su gobierno municipal en la construcción de un cementerio, para encontrarse después con que ningún habitante del pueblo de Sucupira pasaba a mejor vida. Corrupto como nadie, la solución planeada por Odorico fue, claro está, encargarse él mismo de abastecer de muertos al nuevo camposanto.

Odorico, también se entiende, veía el éxito o el fracaso de su periodo en la alcaldía como el momento que decidiría el futuro de su carrera política. La idea de la novela era elemental y clara: ¿qué cosas no es capaz de hacer un político cuando del éxito aparente de su gestión depende todo su porvenir.

En la literatura, los alcaldes suelen ser más parejamente corruptos que en la realidad: desde Lope de Vega hasta Machado de Assis y desde Ricardo Palma hasta Fernando Vallejo, los alcaldes suelen ser sucios, embusteros, mentirosos, embaucadores.

Como soy de aquella estirpe de nefelibatas que confunde realidad y ficción con frecuencia insólita, algo de lo que pienso sobre los alcaldes del mundo tangible lo he aprendido viendo a los alcaldes del mundo abstracto; y casi todo lo que sé sobre los políticos de la realidad, lo he sacado de cuentos y novelas (y telenovelas).

La campaña municipal limeña es seguida por los medios de prensa nacionales como si fuera una elección presidencial. Eso, por un lado, es parte de la enfermedad del centralismo, que nos hace ver a Lima como si fuera el Perú (y aquí asoma otra sombra literaria: la de Abraham Valdelomar).

Pero la confusión no es solo confusión, o al menos no está escindida de un fundamento verificable: los candidatos favoritos a la alcaldía limeña son en su mayoría políticos que aspiran a la presidencia y que ven en la Municipalidad de Lima --que por algo está a la diestra del Palacio de Gobierno, como por algo está la Catedral a su siniestra-- un trampolín a la presidencia de la república.

¿Basados en qué estupendo raciocinio creen nuestros políticos que ocupar la silla de Nicolás de Rivera los llevará a capturar la casa de Francisco Pizarro? Vaya uno a saber. Lo mismo pensaron Luis Bedoya Reyes, Alfonso Barrantes, Eduardo Orrego, Ricardo Belmont, Alberto Andrade, Jorge del Castillo.

Todos ellos fueron alcaldes de Lima. Cuatro de los seis fueron candidatos presidenciales. Los dos restantes fueron candidatos vicepresidenciales. Ninguno ganó una elección nacional. Ningún ex-alcalde de Lima ha ganado la presidencia de la república desde que lo hiciera Luis Antonio Eguiguren en 1936. E incluso él no llegó a gobernar porque su elección fue desconocida por el gobierno en ejercicio.

Antes de eso, en 1912, Guillermo Billinghurst, alcalde de Lima, alcanzó la presidencia, pero no mediante una elección, sino forzando al Congreso con una huelga general. Salvo que algún dato se me escape, existe solamente un caso en que un alcalde o ex-alcalde de Lima logró la presidencia de la república mediante una elección democrática y la ejerció: fue Manuel Pardo y Lavalle... ¡en 1872!

El asunto es que nuestros sagaces políticos siguen pensando, quizá desde entonces, por algún motivo insondable, que la alcaldía capitalina es la puerta directa de acceso al poder nacional. Izquierdistas, derechistas, progresistas, reaccionarios, populistas de todas las tallas y colores, piensan lo mismo. Sería triste preguntarse siquiera qué clase de mensaje envían a las provincias con ese razonamiento primario y obtuso.

Y más triste aun es preguntarse qué clase de gobierno municipal hace un político que sabe que ese cargo no es para él sino el pasaje y el trampolín para un objetivo distinto. ¿Qué proyectos inútiles y populistas construyen esos bienamados? ¿Cuántas carrozas ponen por delante de los caballos cuando la promoción de su imagen les resulta más imperativa que ejercer un gobierno local capaz de sentar bases a largo plazo, de esas que no se notan al par de años, de esas que no ayudan en las encuestas?

Lima se merece alcaldes que piensen en ella como objetivo final, así como el Perú se merece presidencias que piensen en el país completo. Sospecho que desde hace varias décadas hemos visto muy poco de esas dos cosas.

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7 comentarios:

Miguel Rodríguez Mondoñedo dijo...

Y si tenemos en cuenta que Manuel Pardo fue elegido por una Junta de Notables (no en elecciones generales) y que cuando Billinghurst fue electo solo podían votar los hombres mayores de 21 que supieran leer, entonces tenemos que ningún Alcalde de Lima elegido por votación popular (el primero en serlo fue Luis Bedoya Reyes) ha sido nunca Presidente del Perú.

Karina Pacheco dijo...

Coincido plenamente y no me extraña que una y otra vez los alcaldes de Lima no alcancen (casi) nunca la presidencia. No parecen haber reparado en que así como hay un centralismo fuerte que los respalda, en las regiones, particularmente en la zona andina y el oriente, hay un fuerte sentimiento anticentralista; por tanto, si (como me ocurre)identificas a un candidato como demasiado limeño, ipso facto desconfías y lo rechazas. A ello se añade el centralismo y el sesgo discriminador de las encuestadoras, de los que no escapan ni las más serias (como la de la PUCP), que aplican la mayoría de sus encuestas en Lima metropolitana y Callao, y cuando pretenden alcanzar nivel nacional, en un 99% de casos lo hacen en 14, 16 o a lo sumo 18 "ciudades representativas del país" (info que sólo se detalla en letra chiquita al interior, nunca en portada o en titulares, y sobre esa base se derraman ríos de tinta de análisis y pronósticos). En esa óptica, no cabe la opinión de quienes habitan en zonas rurales y en ciudades y pueblos pequeños. Así pues, nuestras encuestadoras se convierten en una tremenda trampa para los electores, pero también para los candidatos a quienes más estarían beneficiando.

Anahí Vásquez-de-Velasco Z. dijo...

Este post sí me ha gustado un montón.
Saludos,
Anahí

Of the Bridge dijo...

¿Pardo fue elegido por una junta de notables? ¿De dónde saca eso, Miguel?

Miguel Rodríguez Mondoñedo dijo...

Las primeras elecciones municipales generales las convocó Fernando Belaunde en su primer gobierno. Aunque durante el Civilismo, entiendo, se celebraron elecciones para elegir Alcalde de Lima, con limitaciones en quienes podían votar.

Más información en este interesante serie:

Historia de los Alcaldes de Lima: Manuel Pardo

Historia de los Alcaldes de Lima: Guillermo Billinghurst

Anónimo dijo...

Gracias

Matteo dijo...

Miguel,
Luis Bedoya Reyes tampoco fue elegido por voto universal. La primera elección municipal con voto universal (sin condicionar el voto a la escritura o el género) fue en 1981 y fue ganada por Eduardo Orrego (AP).
A veces es bueno recordar que tenemos apenas 30 años de democracia universal en el Perú...