Cada vez es más claro. Quienes deseen que la derecha se desinfle sola como alternativa electoral en el Perú y que las posibilidades de la izquierda crezcan, sólo tienen que comprar, fotocopiar, distribuir, reenviar, postear y repostear donde sea posible, y pegar en todos los muros virtuales y reales que encuentren a su paso, las columnas que Aldo Mariátegui viene escribiendo y publicando en el diario Correo.
Explicación para los lectores extranjeros: Aldo Mariátegui es un plomo fundido, un periodista gris de camisa parda e inteligencia catatónica, que escribe con los pies y usa el cerebro como pisapapeles; el príncipe de los sapos de la prensa amarilla peruana, que se hace pasar por liberal cuando es todo lo contrario: un autoritario y un promotor de la desigualdad, de esos que creen que la justicia lleva los ojos vendados para hacerse la idiota y pasar solapa.
Mariátegui dirige un diario en el que cada mañana firma una columna plagada de tonterías, y publica, pero no firma, otra columna hecha exclusivamente de bajezas y mentiras. En menos de 72 horas, el ventilador de su oficina ha expelido dos textos que dejan ver claramente el tipo de prensa que se ejerce en la derecha peruana en estos días.
El primero lo comenté ayer: era una involuntaria demostración pública de cómo funciona la mentalidad racista. El segundo es menos divertido pero más transparente: en él, sin querer (que es la única forma en que produce cosas interesantes), Mariátegui declara que su trabajo no es descubrir verdades, informarse sobre ellas y darlas a conocer, sino ser "implacable" con el pasado de sus rivales y callarse en siete lenguas acerca del pasado de sus amigos.
Si no lo creen, miren la tácita declaración de principios que elabora en el primer párrafo, en el que hace alusión a otra periodista peruana, Mariella Balbi:
"Somos implacables con el pasado --y el presente-- ideológico de Villarán, como seguramente Balbi lo sería con alguien que hubiese sido fascista y ahora colgara propaganda haciendo el saludo romano y llevara neonazis en su lista. O como lo es Balbi con los fujimoristas y apristas, a los que no les perdona una del pasado y no les da ninguna chance de redención".Por un lado, Mariátegui cree que hay que ser "implacable" para criticar a Villarán, pero piensa que con los fujimoristas y los apristas no hay que serlo: hay que darles oportunidades de redención. Por otro lado, dice que Balbi sería "implacable" con fascistas y neonazis. Balbi. No él. La ética de Mariátegui le dicta ese tipo de principio: su labor de periodista consiste en destruir a unos y hacerse de la vista gorda con otros (o activamente ocultar las manchas de su pasado).
¿Cuál es el gran obstáculo de Mariátegui en esa función? Es un rasgo de su inteligencia que lo hizo merecedor a un premio otorgado en este mismo blog dos años atrás. Mariátegui, que todo lo tiene gris y todo lo vuelve gris, tiene la materia gris en blanco (y ya es hora de que esto quede claro en blanco y negro).
Y no es que sea tonto por ninguno de los motivos que a él le gusta atribuir a los demás: no es tonto por degeneración racial, ni por mediocridad de clase, ni como producto de una prolongada serie de matrimonios endogámicos, ni porque su abuelita mengana fue equis o su abuelito zutano fue zeta, ni por falta de oxígeno o exceso de anhidrido carbónico. Es tonto porque es un inmoral.
La inmoralidad es un rasgo que no se puede ocultar con facilidad cuando se escribe públicamente a diario. Y, por otro lado, es una forma de estupidez. Un inmoral es alguien que manipula la realidad en su beneficio: manipula sus detalles evidentes, sus coyunturas, sus superficies; obvia su complejidad; sólo le concierne lo inmediato. El inmoral, en otras palabras, no necesita conocer; ni siquera necesita un mundo con muchas dimensiones. Le basta con negar, reducir, ocultar, rechazar o controlar. Por eso la estupidez es su condición esperable: es la estupidez voluntaria de quien prefiere reprimir el mundo en lugar de abrazarlo.
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5 comentarios:
Gustavo:
Lo que me extraña de personas como Aldo M. es que se venden como "liberales" cuando, en realidad, son más conservadores que los fallecidos representantes del antiguo régimen francés.
Ahora bien, Aldo M. no es una excepción. Otro "liberal chicha" (que es como considero que se les debería llamar) escupe idioteces todos los domingos por la noche: Jaime Bayly.
Y uno más que, en total incoherencia con los principios básicos del liberalismo, exhibe un título nobiliario: Fernando de Trazegnies.
Creo que, si bien es cierto que el término "liberal" alberga a numerosas tonalidades de liberales, también es cierto que ninguna de las tres personas señaladas cumple con las fundamentos básicos de cualquier liberal de buen cuño. Es hora de dejar en claro por lo menos qué no es liberal. No vaya a suceder que, en el futuro, así como ahora se condena a toda la izquierda, condemos a todos los liberales por sus peores y más equivocados ¿representantes?
Saludos,
Julio Meza Díaz
Bueno,Baily y Aldo M. se parecen en el sentido de que sus amigos gozan de toda la ley del embudo, y deben gozarla de parte de su publico. Pero creo que este asunto de Villaran los enfrentará, aunque a fin de cuentas dio el resultado esperado: echaron al candidato a regidor ese. Y sobre de que se condene a toda la derecha por unos cuantos, es algo que se da normalmente, porque si en algo se parecen bastante, desde los comunistas a los progres, es en su arrogancia y creencia de superioridad moral, asi que a todo el que no comulge con ellos le ensartan el mote de "neoliberal" !oh! que horrible insulto...
No estoy al tanto de los contoneos de cadera de la política peruana y en mi vida había escuchado mencionar al señor Aldo M., así que no voy a aportar mucho (ni poco) al debate de si en tu tierra existen buenos liberales y liberales hijos de puta.
En todo caso, me gustaría que en Colombia tuviéramos un columnista de derecha que generara tanta controversia, un saco al qué golpear y una razón para deleitarse leyendo la prosa de izquierda. Pero va a ser que en este país conservador los pasquines son todos liberales; un hato de abortos de la Ilustración que me hacen pensar que necesitamos desesperadamente a un dictador que ponga ordena al orden de nuestro desorden.
Sí, acabamos de salir de uno y ya nos nombraron a otro, que de dictadores estamos bien aprovisionados, pero cada vez que leo a un "buen liberal" explicándo por qué la derecha es el diablo, no puedo menos que apetecer un triunvirato de Francos que nos aprieten el nudo de la corbata hasta dejarnos azules.
En fin, deja así, que esto ya es cosa de descepciones ontológicas y de fobia a la entropia de la opinionitis crónica que nos convierte en pústulas de la sociedad.
Un saludo.
La inmoralidad es un rasgo que no se puede ocultar con facilidad cuando se escribe públicamente a diario. Y, por otro lado, es una forma de estupidez. Un inmoral es alguien que manipula la realidad en su beneficio: manipula sus detalles evidentes, sus coyunturas, sus superficies; obvia su complejidad; sólo le concierne lo inmediato. El inmoral, en otras palabras, no necesita conocer; ni siquera necesita un mundo con muchas dimensiones. Le basta con negar, reducir, ocultar, rechazar o controlar. Por eso la estupidez es su condición esperable: es la estupidez voluntaria de quien prefiere reprimir el mundo en lugar de abrazarlo.
Gran lección.
En tu afán de apalear y caricaturizar a Aldo M. ya que -¡claro!- es un blanco fácil, caes, creo, en el mismo maniqueísmo, satanización y descalificación de un personaje y de “toda la derecha”
No voy a defender a Aldo M. me parece que es un tipo brutalmente sincero, que comete regularmente exabruptos. PERO… decir que es un inmoral porque aplica toda la rigurosidad (y los excesos) periodística con los que él considera sus enemigos, y calla a los cuatro vientos las fechorías de sus amigos; aunque suene cínico, pedirle a él que trate con la misma severidad a todos, es un despropósito. Tendríamos que calificar de inmoral también al diario La Primera que es absolutamente parcializado; o al diario el comercio, que no trata con la misma severidad a Humala que a Toledo etc. etc. etc.
Luego, decir que él no es un liberal (si lo es o no, no me interesa) que al contrario, él “promueve la desigualdad” (¿?) entonces, un verdadero liberal ¿promueve la igualdad? (!)
Es un personaje que puede caer odioso (con toda razón) pero no es un hipócrita, el párrafo en que lo citas lo confirma. Y, de nuevo, aunque esto suene super-cínico, la moralidad o inmoralidad no tiene que ver nada con la inteligencia. Y tú lo sabes.
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