Y los resultados históricos de censurar un libro
Hablando de libros perseguidos y censurados, mencioné en un post reciente el Diario de Anne Frank. De inmediato un comentarista intervino para decir no había por qué defender a un libro fraudulento cuando se había demostrado ya que no era en verdad un diario escrito por una adolescente judía en tiempos del Holocausto, sino un texto espurio.
Irónicamente, en un post sobre la censura, alguien intentó promover la censura mayor: la que niega la existencia del texto como lo entendemos.
No es casual: la existencia de Anne Frank misma ha sido negada más de una vez, en lo que, entiendo, constituye no sólo un intento de atrofiar nuestra comprensión literal de la realidad, desapareciendo en ese gesto, por segunda vez, a una de las víctimas del genocidio, sino además un intento de corromper nuestra intuición simbólica del Holocausto.
Muchos han negado la existencia de Anne Frank. No es casual que prácticamente todos quienes lo han hecho sean también negadores del Holocausto, la mayoría de ellos, y nazis confesos, los otros.
Las evidencias no han sido obstáculo para ese delirio: el Diario ha sido sometido tres veces a larguísimos y detallados estudios grafológicos que han encontrado indudable que fue escrito en la época exacta en que se dice y por la mano de la misma Anne, cuya existencia está probada añoz luz más allá de cualquier duda razonable.
Se ha estudiado el papel, se ha estudiado la caligrafía del texto original, comparándosela con cartas escritas por Anne y recibidas por diversas personas durante los años de la guerra, y con textos suyos que quedaron en manos de maestros y compañeros de escuela en Amsterdam.
Se ha encontrado al oficial nazi que capturó a la familia Frank y éste no sólo declaró recordar perfectamente a la niña, sino que además, recordó haber visto los papeles caer de una maleta que él mismo vació sobre el suelo en el momento de la detención, exactamente como había sido declarado por el padre de Anne décadas antes.
No quiero que este post sea sólo un recuento de este caso particular. Creo que esta instancia de negacionismo no es enteramente distinta del ejercicio general de la censura: la censura es la negación de la voz de alguien y, con ello, el desconocimiento práctico de su existencia. Buenos o malos, postivios o negativos, los libros escritos en el pasado existen y censurarlos es cerrar los ojos ante ellos.
Tampoco quiero terminar este post sin tocar un tema adicional. Irónicamente, los libros que niegan la existencia de Anne Frank o declaran el origen espurio de su Diario han sido prohibidos por las cortes holandesas. Eso, que pareció tener sentido dentro del marco de la lucha personal de su padre (que fue el iniciador de esos juicios), no tiene sentido dentro de un marco histórico mayor.
Y allí está, claro, el aspecto más espinoso del tema: los libros difamatorios, que denigran dolosamente a un individuo o a un colectivo. ¿Cómo negarle a ese individuo o a ese colectivo el derecho a intentar que un texto así sea vetado? Imagino que sólo mediante el convencimiento: haciéndoles ver que a la larga, entre la mayor parte de la gente razonable, esa clase de texto resulta inocua, inverosímil, deleznable.
Pero cuando se propone eso, se debe dar algo a cambio: los que estamos en contra de toda prohibición editorial, debemos a la vez luchar activamente contra cualquier idea marginadora contenida en esos textos.
Defender, por ejemplo, la libertad de estudiar, leer e incluso disfrutar (sí) los libros de Enrique López Albújar, nos deja en las manos la responsabilidad de hacer notar el racismo contenido en esas páginas, como lo hizo Mariátegui, quien, sin embargo, también subrayó que un cuento como Los tres jircas, del mismo López Albújar, fue en su tiempo el más reverente y sensible homenaje a la idea de comunión con lo mítico, o lo mítico-natural, del universo andino.
Quienes no saben de literatura (y nadie está obligado a saber de literatura) pueden darse el lujo de referirse a novelas y cuentos como objetos que uno pone y saca del canon a voluntad. Como si el canon fuera un cofre de libros cuya llave está en manos de un gobernante o de un ministro de educación, y no una de las más complejas manifestaciones de las presiones del campo de lucha de la hegemonía.
Pero los demás debemos recordar que a las obras literarias no se las canoniza por decreto ni se las debe anular en una votación congresal: se consagran o se desplazan al olvido en el debate, en la discusión, en la lectura, no en la prohibición. Los gobiernos ya prohibieron a Flaubert, Joyce, Mann, Orwell, Kafka, Carrol y un largo etéctera. Si esos nombres le son conocidos a quien los ve aquí, ya saben cuál fue el resultado de la censura.
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8 comentarios:
Una investigacion revelo que los manuscritos fueron escritos con tinta de boligrafo, invento que aparecio recien en 1952, lo que invalidaria la autoria de Anna Frank, muerta la decada anterior. Los poseedores del manuscrito nunca quisieron someter a una prueba los mismos, de ahi parten todas las sospechas. Falso o no, el libro es interesante y eso no esta en discusion.
El anónimo da un buen ejemplo de lo que se puede inventar con mala intención y mala leche: primero dice que "una investigación" reveló con qué instrumento habían sido escritos los diarios. Luego dice que no se pudo hacer "una prueba" por negativa de "los poseedores del manuscrito". Obviamente, si una de esas afirmaciones fuera cierta la otra tendría que ser falsa. Lo cierto es que las investigaciones se han hecho, en detalle, y públicamente, tres veces, la más reciente en 1986, y nunca han arrojado duda alguna sobre el origen de los manuscritos.
"Los gobiernos ya prohibieron a Flaubert, Joyce, Mann, Orwell, Kafka, Carrol y un largo etéctera. Si esos nombres le son conocidos a quien los ve aquí, ya saben cuál fue el resultado de la censura".
Por lo tanto, la prohibición no tiene el efecto que desea. Por lo tanto, no tendríamos que preocuparnos mucho por la prohibición.
Señor Faverón: realmente me sorprende que un hombre de su cultura, crítico literario además. insista ante la comunidad en defender lo que todas las pruebas mostradas en el juicio a los responsables (Otto Frank a la cabeza), con condena de por medio, demuestran: el diario es un texto parcialmente armado con manuscritos auténticos de Anne Frank, pero con añadidos extraños al original, que de ninguna manera pudieron haber sido escritos por la supuesta autora, hechos determinados ya sea por el tipo de letra o por el bolígrafo utilizado.
Pero dejémonos de estar rebuscando en esto que ya fue visto en los tribunales (la última sentencia del caso se dio en la corte suprema de New York, condenando a Otto Frank a pagar una indemnización). El diario no debe, ni puede ser censurado por este motivo. La única duda es, si hubiera tenido éxito de haberse dejado en su lugar las 150 entradas originales, sin los añadidos o la reescritura de Meyer Levin, pues recordemos que era una niña y su prosa seguramente no hubiera atraído a mucha gente, salvo como anécdota. Probablemente el libro no se hubiera masificado como ocurrió. Sería saludable, por supuesti, que los poseedores de los originales publiquen las entradas originales, limpias del trabajo de Levin, pero claro, eso sería demasiado pedir.
Articulo del periodista espanol Pedro Varela, que nos ilustra sobre los problemas que presenta el tan mentado diario:
http://www.rafapal.com/?page_id=652
Osea comparas a Alcides Arguedas con Anna Frank? plop!
porque los nazis son tan tercos... deberian aprender de los comunistas... o no jejeje
porque los nazis son tan tercos... deberian aprender de los comunistas... o no jejeje
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