3.2.11

Desintelligentsia, I

¿Hay una "institución literaria peruana"?

El campo hegemónico es un lugar de cruces, choques y enfrentamientos, donde las ideas dominantes soportan la constante filtración de nociones insurgentes, contestarias, contradictorias, reformistas o sedimentarias, siendo estas ideas sobrevivientes de una inclinación dominante previa o anuncios de una futura: lo hegemónico no es homogéneo, está en permanente transformación, aunque las tendencias dominantes en él se resistan al cambio.

En el caso específico del campo hegemónico literario, esas dinámicas de mutua o de múltiple filtración se manifiestan de diversas maneras: en las mutaciones del canon, sin duda, pero también en la dialéctica de las influencias, en la formación, la imposición y la disolución de grupos literarios, de corrientes estéticas, de ideales artísticos, de compromisos o nihilismos políticos, etc.

El campo hegemónico, en su sentido más abstracto, es una lucha de poderes simbólicos, librada en un plano ideológico, en el que quedan implicados, atrapados, los reflejos de las clases sociales y sus apetencias políticas y sus aspiraciones culturales, y donde se proyectan también las necesidades de mantenimiento o de intercambio o de sucesión del poder dominante y los estadios dominados, cada cual detrás de unas --más o menos racionalizadas, más o menos intuitivas-- elaboraciones estéticas y discursivas.

En un sentido bastante más concreto, la (muchas veces silenciosa, otras veces ruidosa) batalla perpetua del campo hegemónico se produce en la intersección entre los territorios de la intelligentsia oficial y los de la intelectualidad marginal, contestataria, que se siente periférica a él pero no puede de manera alguna serle ajena (una voz que estuviera enteramente fuera del campo hegemónico sería una voz muda, virtualmente inexistente: la verdadera marginalidad tiene una lucha primera, la lucha por entrar en el campo hegemónico).

Cuando se habla de la "institución literaria peruana" o de la "institucionalidad literaria peruana", se está uno refiriendo, necesariamente, a todos esos estamentos presentes en la lucha del campo hegemónico: tanto los que son percibidos como "oficiales", como los otros, los que son percibidos, o quieren ser percibidos, o se presentan a sí mismos como marginales, contestatarios o, incluso, insurgentes.

¿Quiénes forman esa institución, que yo suelo llamar, más simplemente, nuestra esfera literaria, y cómo se distribuyen en ella los espacios y los poderes asociados a esos espacios?

En una definición tradicional, y tradicionalmente acrítica, el centro de esa esfera lo ocupan quienes tienen alguna injerencia en la formación del canon: la crítica escolástica, la academia, las revistas especializadas y sus escritores (comentaristas, reseñadores, estudiosos, incluyendo a los intelectuales de otros campos que laboran en terrenos anexos: ciertos antropólgos, ciertos sociólogos, ciertos críticos de arte, etc.).

Evidentemente, el trabajo de estos no existe sin el de los actores más elementales y necesarios (pero no suficientes) de la tradición literaria: los autores --poetas, narradores, dramaturgos, ensayistas de cuño literario, los navegantes de la tradición, que la desandan y la redirigen con sus obras creativas, que se reúnen en grupos según sus afinidades, y con ello potencian, voluntariamente, su presencia y su aspiración de centralidad en la esfera literaria, o eligen permanecer solos, entregados individualmente a sus obras, aunque esto no los exima de compartir con otros unas ciertas creencias, unos ciertos principios, unos ciertos rasgos de ideología, de clase, de comprensión del fenómeno literario, etc.

En país con la desastrosa pobreza lectora del Perú, los índices de consumo de libros lindan con el más abismal de los vacíos y dibujan, con ello, la verdaderfa silueta de nuestra desigualdad social y nuestro secular abandono educativo. En ese escenario, claro, la esfera literaria es diminuta, está atrozmente fragmentada, y con ello vuelve invisibles, a causa del adicional centralismo de nuestra estructura social, a todos aquellos impulsos que no encuentren su origen o alcancen una tribuna en la capital, en las instituciones de la capital y en la prensa y el mercado editorial de la capital.

La fragmentación responde a dos mecánicas, entonces: el centralismo, que vuelve a Lima el prisma por donde todo tiene que pasar, y luego la incapacidad de ese centro para percibir lo que le es externo. El fenómeno se produce en todos los estamentos: las universidades limeñas ignoran a las provincianas del mismo modo en que los circuitos editoriales capitalinos no captan la producción del interior del país, tal como los medios de prensa y las publicaciones críticas evitan o son incapaces de establecer la conexión con las provincias, de un modo similar a como los grupos literarios de la ciudad principal desaperciben a los otros, y así infinitamente.

Eso no significa que no exista una cierta institución, un cierto establishment literario; significa que es miope cuando no ciego, que se muerde la cola, que ha colapsado como motor nacional y que necesita una forma nueva, más acorde con las nuevas dinámicas de la hibridación cultural peruana, la de los circuitos informales, las migraciones, el desarrollo paulatino y, muchas veces, perniciosamente demorado de las provincias, de esas provincias peruanas que tienen, todas sumadas, menos teatros y menos cines que distritos limeños como San Isidro y Miraflores.

Lo que esa institución literaria puede hacer es prestar atención al resto de la ecuación, a los demás elementos. No puede inventarlos cuando no los hay, pero puede notarlos cuando existen, aunque sea incipientemente, y también puede promoverlos, de la única manera en que una verdadera institución literaria puede promover las letras: educando, impulsando la lectura, moviendo a la creatividad, criticando, entablando diálogos. ¿Sería eso una nueva forma de centralismo? Más bien, sería propiciar una situación que resquebraje el centralismo, una sociedad en que cada quien tenga el derecho real a buscar su voz propia, recibiendo del resto de la esfera literaria lo único que ésta puede darle: presencia e impulso, fundamento formal: educación.

Hay un grave problema en un establishment literario que se demora décadas en reconocer que, entre sus figuras cruciales, hay autores como Óscar Colchado, Luis Nieto Degregori, Laura Riesco o Edgardo Rivera Martínez: la morosidad con que se les ha consagrado, a medias, sin demasiado énfasis, sin plenitud en la acogida, como escritores de importancia, nos habla del mantenimiento de una estructura centralista que es hoy acaso más lenta y hermética ante la presencia de autores provincianos de lo que lo fue a principios de siglo.

Dije antes que sólo una lectura tradicional nos permitiría suponer que el centro de la institucionalidad literaria en el Perú está en la academia y en la crítica escolástica y en las revistas especializadas. La verdad es que en el Perú hay apenas dos facultades de literatura que reúnen un cierto corpus de trabajo académico ponderable, con la obra crítica de un puñado de tercos profesores, los pocos que han decidido no salir del país o que han decidido regresar, y que habitan entre colegas de méritos menores o nulos, con los que cualquier intercambio intelectual ha de resultar abominable o simplemente triste.

E incluso los vehículos de salida de esos profesores hacia afuera del estamento universitario son tan limitados que su influencia es prácticamente nula: revistas como Lexis y San Marcos, por ejemplo, que coleccionan artículos de interés, son virtualmente inexistentes como impronta sobre el pensamiento literario en el país, son decididamente ignoradas en todo debate literario; si hubieran dejado de existir hace unos meses, poca gente se habría dado cuenta.

La crítica, fuera de ese coto cerrado, se mantiene gracias a una cantidad microscópica de revistas de calidad auspiciosa, como hueso húmero, cercadas por otras de calidad deleznable, como la caricaturesca Intermezzo Tropical. Alcanzan a un número relativamente mayor de lectores que las revistas académicas, pero esos lectores suelen vivir entre el desmayo y la inanición en cuanto a su capacidad de recibir críticamente lo que esos medios les ofrecen, para bien o para mal: ningún artículo publicado en ellas logra generar una discusión, salvo, claro está, las encuestas, que parecen ofrecer un bolo alimenticio suficientemente masticado, listo para la deglución y para el hipo consecuente: las encuestas se discuten, pero más o menos con el msmo tono con que se discute una nominación al Oscar o la elección de la última Miss Perú.

Suponer que la academia es el centro de nuestra institución literaria es, a estas alturas, absurdo. Eso implicaría suponer que es influyente, que realmente modela y deja una huella sobre las formas de lectura crítica en el país, que ordena o formaliza el canon, que decide el relieve de un autor. Es más, implicaría creer que en el medio literario peruano existe un modelo o una serie de modelos críticos dominantes, un haz de saberes teóricos preeminentes, que se generan o transmiten desde esa academia y que determinan algo, aunque fuera algo muy pequeño, muy moderado, fuera de ella. Eso es simplemente falso.

La crítica no académica, a su vez, es víctima de un enanismo galopante: tres o cuatro personas que escriben reseñas rutinariamente, lejos de todo brillo, ajenas a cualquier ánimo de innovación, de originalidad o de perspicacia, tramitando los libros que caen en sus escritorios con la misma creatividad con que un burócrata estampa sellos en un documento con la convicción de que nadie lo leerá o le prestará atención, salvo la persona que lo dejó en sus oficinas en primer lugar.

Los escritores que eligen ignorar esa pesadilla kafkiana la pasan más o menos; los otros viven increíblemente pendientes de lo que los burócratas tengan que escribir sobre ellos. Y cuando esa opinión les resulta favorable, los adoptan, los vuelven --con o sin su anuencia-- sus críticos de cabecera: los arrojan como soldaditos de plomo contra la sombra de los otros soldaditos, los críticos que no opinaron favorablemente, los que osaron lastimar su ego con una objeción, un pero, una duda.

En ese estado de cosas, la institución literaria peruana queda casi enteramente en manos de las editoriales, sobre todo, claro está, las editoriales basadas en Lima, y muy encima de cualquiera, las editoriales internacionales, que en el Perú se sienten, ante todo ese vacío, con la libertad suficiente para vender cualquier tipo de tontería como si fuera literatura. Si en otros países mantienen el pudor de ofertar unos libros como hits eminentemente comerciales y otros como literatura, casi siempre manejándolos en sellos o colecciones distintas, por amor, aunque sea, a las apariencias, en el Perú ya no creen que exista lugar para esa autocensura: hace unos años bastaba con ser un animador de talk shows y escribir libros para ser presentado como gran novelista; ahora es suficiente ser la novia adolescente de un animador de talk shows.

Lo que define a la institución literaria peruana, entonces, es la extrema fragmentación, que la vuelve una entidad amorfa, incoherente, ausente, inoperante, por completo invisible cuando se la compara con la relativa vivacidad de esas editoriales, que al menos tienen claro, dentro de una lógica lisiada e incompleta, cuál es su objetivo. Sólo en la mente de los alucinados la institución literaria peruana puede ser ese gran monstruo de mil manos y mil pies, que todo lo avasalla y todo lo decide, que todo lo deforma y lo manipula, que dicta desde la altura de su cráneo monstruoso qué cosa ingresa en su cuerpo y qué cosa no.

Esa institución, así, no es un enemigo feroz al que haya que torcerle el cuello; es, más bien, la sombra previa de un cuerpo al que habría que darle vida urgentemente. ¿Cómo? Haciéndole ver que debería buscar un objetivo, salir de su apatía mortal, trazarse una pequeña serie de finalidades alcanzables: el intercambio real entre los miembros de la academia en distintas universidades, la creación de foros de debate reales, tangibles y también foros virtuales, que aproximen a los académicos del interior y los de la capital, promoviendo congresos que sirvan para discutir no solamente un puñado de obras literarias particulares, sino el sentido y el significado y el valor de la academia misma en la esfera literaria, congresos que también incorporen el saber y el aporte de los centenares de académicos peruanos que no forman parte de la academia nacional mediante una filiación institucional, pero que son parte de nuestra esfera literaria porque el objeto central de su estudio sigue siendo nuestra tradición.

Y no hablo de esos suntuosos congresos de mesa larga, mantel de pana, banderas y casonas: hablo de sesiones de trabajo, discusiones verdaderas y contenciosas, debates que permitan descubrir si existe aún el resto de una dirección en nuestra academia o que permitan trazar una.

La eterna lucha de egos que se reaviva cada cierto tiempo bajo apariencias distintas (la polémica criollos vs. andinos, la bronca ocasionada por el proyecto antológico del que hemos hablado en días recientes), no es otra cosa que la molesta demostración de cuán informes y secundarios e incluso miserables pueden llegar a ser los sucedáneos del debate intelectual en una comunidad en la que el verdadero debate intelectual agoniza, muere y agoniza y vuelve a morir año tras año. ¿Eso es una realidad que debemos aceptar como inevitable, para siempre? Evidentemente no. Al menos, yo no lo acepto.

No me cabe duda de que la literatura peruana seguirá produciendo un número respetable de grandes escritores en el futuro cercano, de la manera en que ha venido haciéndolo, con altibajos esperables, durante el último siglo. Y nunca ha producido una cantidad tan notoria de críticos literarios sólidos, fundados y agudos como los que hay en este momento, en su mayoría esparcidos por todo el planeta. Esa nube de creadores y esa otra, la nube traslaticia y migratoria de los críticos, serán dos de los "centros excéntricos" (la frase es de Derrida) de nuestra institución literaria en el futuro cercano.

Ninguno de esos estamentos tiene que temerle a la academia peruana: por el contrario, deberían colaborar en su afianzamiento pero también en la construcción de su nueva iniciativa, de su nueva orientación, de su apertura hacia las provincias, hacia el mundo exterior y hacia el saber que se elabora en el extranjero, en la construcción de la única forma de apertura democrática que cabe en ese escenario: la difusión de la educación humanística, del debate literario: el objetivo debe ser convertir a la academia en un foro central para la discusión de algunas de esas cosas que la literatura ha hecho su asunto desde siempre: el conocimiento del otro, el entendiemiento común, por más belicosos que sean, eventualmente, sus medios.

El espacio que la literatura peruana debería reservarle al debate ha sido capturado por la más profunda y paralizante estupidez. Eso tiene que cambiar. O seguiremos leyendo tonterías como las recientes, hasta el final de nuestros días.

...

35 comentarios:

Anónimo dijo...

LUZ

Anónimo dijo...

Ahora lo que nos toca hacer, lectores, es criticar este post, criticar en el sentido de establecer límites: derivar un programa de trabajo de sus premisas, en el caso de que estemos de acuerdo con ellas; si no, proponer las alternativas.

Hagamos el intento, por favor. No dejemos que la esfera literaria ceda a las fuerzas centrípetas y se engulla a sí misma.

Pd. Señor Faveron, sería bueno que este post se mantenga como el más reciente por un buen tiempo, y que le dé otras vías de difusión. Se me ocurre que salga por alguna revista impresa o que se discutan sus fundamentos en las clases universitarias de Teorías literaria. Hay mucho que hacer. Este es un buen punto de partida.

Anónimo dijo...

No me cabe duda de que la literatura peruana seguirá produciendo un número respetable de grandes escritores en el futuro cercano, de la manera en que ha venido haciéndolo, con altibajos esperables, durante el último siglo. Y nunca ha producido una cantidad tan notoria de críticos literarios sólidos, fundados y agudos como los que hay en este momento, en su mayoría esparcidos por todo el planeta. Esa nube de creadores y esa otra, la nube traslaticia y migratoria de los críticos, serán dos de los "centros excéntricos" (la frase es de Derrida) de nuestra institución literaria en el futuro cercano.

Ninguno de esos estamentos tiene que temerle a la academia peruana: por el contrario, deberían colaborar en su afianzamiento pero también en la construcción de su nueva iniciativa, de su nueva orientación, de su apertura hacia las provincias, hacia el mundo exterior y hacia el saber que se elabora en el extranjero, en la construcción de la única forma de apertura democrática que cabe en ese escenario: la difusión de la educación humanística, del debate literario: el objetivo debe ser convertir a la academia en un foro central para la discusión de algunas de esas cosas que la literatura ha hecho su asunto desde siempre: el conocimiento del otro, el entendiemiento común, por más belicosos que sean, eventualmente, sus medios.

El espacio que la literatura peruana debería reservarle al debate ha sido capturado por la más profunda y paralizante estupidez. Eso tiene que cambiar. O seguiremos leyendo tonterías como las recientes, hasta el final de nuestros días.

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Posteado por Gustavo Faverón Patriau a las 4:21 PM

Anónimo dijo...

"Eso no significa que no exista una cierta institución, un cierto establishment literario; significa que es miope cuando no ciego, que se muerde la cola, que ha colapsado como motor nacional.."

¿El canon ya no es decidido por la raquítica academia? ¿Las editoriales internacionales hacen lobby en el ministerio de eduación?

Son preguntas inocentes, a lo mejor sí ocurre. ¿Quién puso a Gustavo Rodríguez en el plan lector?

Anónimo dijo...

Niños: ¿Lobby que estás haciendo?
Lobby: Estoy leyendo a Vallejo.

carlos vargas dijo...

Datos que pueden cambiar tu comentario, tal vez no en lo esencial, pero quién sabe:
lo del número de cines, revísalo,hace varios años que hay grandes cadenas de cines en trujillo, piura, chiclayo, arequipa, huancayo. Y hay todavía de los antiguos en otras ciudades como tacna, ica, cusco. No generalices ni exageres, no son menos que en dos distrintos de Lima.
El numero de cines de toda Lima es probablemnete mayor que todas las otras ciudades, cierto, pero el numero de cines que hay fuera de los dos distritos pitucos que mencionas es enorme. Tu exageración abona a la idea de que hay miopía centralista, no solo cuando se ningunea, sino también cuando se trata de defender.
Otro dato, sí sabes que hay cuatro programas de Literatura en el país, no? Bueno, leyéndote me preguntaba si no era arrogante y arriesgado decir que solo la catolica y san marcos cuentan, y que las otras dos no hacen nada interesante, o la gente que trabaja alli no publica, organiza eventos, etc. arriesgado, porque, quizás, no conoces el movimiento de esas escuelas. mi impresion es que el promedio de producción y mediocridad es igual, pero otra vez, no es que no existan. allí exageras para defender el anticentralismo, de una manera que pareciera que no conocieras con mediana profundidad la realidad de muchas ciudades del Perú.
Y ya que hablo de eso, quiero pedir (aunque suene cojudo de mi parte) que empecemos por desterrar el uso de la palabra provincia y provinciano para referirse a otras regiones o ciudades del país. Mis razones: Lima también es una provincia, obvio. Dos, muchos de los escritores "limeños" nacieron en otras ciudades, su referente son otras regiones, y por tanto se crea el juego ambivalente de gente que habla en Lima en nombre de ciudades o regiones que no son Lima, pero en las cuales ni se involucran en un trabajo cultural permanente. Tres, la connotación: históricamente, pro vincere, los anexados o vencidos, y Lima nunca ha anexado a ninguna otra región que yo recuerde. Es la colonialidad que ataca el lenguaje de los habitantes de Lima? Entender al provinciano como "el otro" del Perú es una huachafería gigante, peor si pensamos que no hay forma de distinguir objetivamente entre la "cultura" de los "provincianos y no provincianos" en el Perú de nuestros días. La inmensa mayoría de "limeños" son "provincianos" Hay lugares muy rurales, muy atrasados, también en Lima ciudad, y más aun en Lima provincia, Lima región. Y hay lugares más cosmopolitas que Lima como Cusco o Iquitos, indices de desarrollo humano mejores que en Lima departamento en Moquegua, etc.
Creo que por salud mental llamemos regiones o ciudades por su propio nombre, así empezamos por extender un poquito los límites del lenguaje.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Sé perfectamente que hay varias otras facultades de literatura en el Perú (y son incluso más que las que tú mencionas, pero no aprovecharé para llamrte miope). Yo dije que había sólo dos con un corpus de trabajo consistente y en verdad relevante. No quiero ningunear a nadie, pero tampoco voy a elogiar todos los esfuerzos como si sus resultados fueran los mejores. No se trata, pues, de aplaudir a ciegas: para mejorar hay que comenzar por observar lo que está mal.

Jorge Frisancho dijo...

Muy bien, Carlos Vargas. Excelente tu nota sobre el uso del término "provinciano", cuyo valor significativo es totalmente nulo. Tienes toda la razón.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Por favor. Pronvinciano puede ser un término "nulo" si lo tuerces dentro de una teoría sin mayor contacto con la realidad. Es distinto cuando hablas de dónde están establecidas las editoriales, dónde llegan los distribuidores, dónde construye el Estado sus universidadades, adónde se destina el presupuesto estatal de educación, qué regiones del país disfruntan de los réditos de cánones mineros o de otra índole. Eso, Carlos y Jorge, también es la realidad, no la he inventado yo ni la van a desactivar ustedes con cambiarle el sentido literal a una palabra...

Anónimo dijo...

Lobby: Niños qué están haciendo...?
Niños: Estamos leyendo "Con Jimmy en Parac..." ¿Eh, qué es esto del loco cienfuegos?

Jorge Frisancho dijo...

Yo, si yo no quiero desactivarte nada, Gustavo. Más bien lo estaba pensando como autocrítica, porque la nota de Carlos me dio que pensar sobre cosas que yo mismo he escrito, no tanto sobre lo que has escrito tú en tu post (con el que estoy de acuerdo en general y en específico, aunque haya muchas cosas ahí cosas que seguir detallando). Y sigue dando que pensar, y me sigue pareciendo que tiene razón.

Al paso nomás, ¿el sentido "literal" de provinciano es "no limeño"?

carlos vargas dijo...

Gustavo, estoy de acuerdo en que el centralismo es una realidad. Pero yo me refiero al uso del término "provinciano" con una carga que divide geográfica y culturalmente, cuando en verdad deberíamos solo empezar por hablar de divisiones de clase o estrato socioeconomico, de mayor o menor acceso a la riqueza material o cultural, en el lugar que sea. Como tal vez sabes, crecí en Arequipa, y mucha gente que vi allí era lo menos "provinciana" que yo pueda imaginar, o más centralista (léase, clasista) que si estuvieran viviendo en Park Avenue.
También me he sentido en "provincias" trabajando en Comas o en Villa, es decir, lugares que geográficamente son parte de Lima, *forman parte ellas también del centro hegemónico, como has querido llamarlo? Un artista de esta zonas tiene tal vez similares o mayores problemas para entrar "a la ciudad letrada" que alguien rico y blanco llegado a Miraflores, por ejemplo, desde Arequipa.
El asunto de los términos puede realmente hacer diferencias de percepción en el problema, y abonar en favor de una discusión sin trampas. Pienso por supuesto en aquello de "el límite de mis palabras es el límite de mi mundo"...

Miguel Rodríguez Mondoñedo dijo...

Me permitiré terciar en el debate (algo marginal al post) sobre lo provinciano.

La idea básica de Gustavo es correcta (y creo que esto no es controversial): hay un desnivel entre Lima y el resto del Perú en cuanto a inversión en la "industria cultural", tanto pública como privada.

Pero una parte no pequeña del problema es que en Lima se tiene la (atrozmente equivocada) idea de que las provincias son un páramo devastado donde no crece ni la hierba.

Por desgracia, los bien intencionados párrafos de Gustavo contribuyen con esa falsa percepción.

Las dos terceras partes de los peruanos vive fuera de Lima. Hay aprximadamente 50 universidades fuera de Lima (y solo alrededor de 30 en Lima). No tengo datos sobre el número total de cines, pero solo en Chiclayo hay tantos cines como en San Isidro (aunque, claro, hay como 8 veces más gente en Chiclayo que en San Isidro). No es que la idea central sea incorrecta, pero la exageración de las carencias en provincias desenfoca el objetivo. Curiosamente, hay una variable que sí es desoladoras: el número de bibliotecas públicas; pero no en la dirección que el prejuicio espera: de 1500 bibliotecas públicas en el Perú, solo 198 (el 13%) están en Lima capital; de hecho, este estudio presenta a Lima como una de las ciudades peruanas con más déficit de biblotecas por distrito en el Perú:

http://sisbib.unmsm.edu.pe/BibVirtualData/Tesis/Human/Castro_A_C/cap_4.pdf

---de hecho, el crecimiento de las bibliotecas públicas es un fenómeno nuevo, novísimo, en el Perú, pero sucede esencialmente en provincias (donde, cierto es, había muy poco hace 20 años).

En ese sentido, no es gratuito preguntarse si la crítica a la desigualdad social en el Perú no debería pasar por una revisión de nuestras antiguas impresiones acerca de la situación peruana. El mito de que las provincias están muertas, incluso si repetido con la buena intención de revivirlas, contribuye a alimentar el menosprecio centralista.

Y la revisión del concepto de lo provinciano, en un país con un centro mayoritariamente hecho de provincianos, tampoco es ociosa (sin ir muy lejos, Lima es la ciudad con más hablantes de quechua en el mundo: no es que eso vuelva al quechua central, pero...¿no significa nada?). Aunque yo también creo que la realidad peruana continúa siendo esencialmente centralista. Pero también es claro que hoy las provincias (sus revueltas, su canon minero, su problemas políticos, ambientales, sus conflictos lingüísticos) tienen un impacto en Lima que hubiera parecido impensable hace 50 años.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Miguel (y de paso Carlos):

No desconozco nada de lo que están diciendo. Yo mismo he dicho que la institución literaria peruana necesita reorganizarse para, entre otras cosas, adecuarse a un país que no tiene, culturalmente, una forma análoga a la que se describe en el centralismo económico y político del país. No he dicho que las cosas no ocurran el provincias; he dicho que no son captadas en la institución literaria centralista y fragmentada que tenemos:

"La fragmentación responde a dos mecánicas, entonces: el centralismo, que vuelve a Lima el prisma por donde todo tiene que pasar, y luego la incapacidad de ese centro para percibir lo que le es externo. El fenómeno se produce en todos los estamentos: las universidades limeñas ignoran a las provincianas del mismo modo en que los circuitos editoriales capitalinos no captan la producción del interior del país, tal como los medios de prensa y las publicaciones críticas evitan o son incapaces de establecer la conexión con las provincias, de un modo similar a como los grupos literarios de la ciudad principal desaperciben a los otros, y así infinitamente".

zeta dijo...

No sé qué problema con el asunto de «provinciano»: aquí se usa claramente para referirse a los que son de provincia y no tiene el tono despectivo con que se ha usado y usa hasta hoy. Un dato curioso: el uso despectivo, un poco más ligero ahora, se usa para los que no vienen de la ciudad. ¿Herencia?

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Una cuestión de orden: quienes están enviando mensajes colmados de alusiones a la historia privada de los señores Pimentel o Mora, así como los que quieren inventarme biografías imaginarias a mí, sírvanse, por favor, depositar sus materiales en su lugar habitual, el blog de Víctor Coral --poeta, cerebro y muralista.

Aquí, hagan lo posible por mantenerse dentro del tema, por respeto a quienes piensan con razón que se trata de un asunto serio.

Y al señor Mora, ya se lo dije pero sé que no entiende las cosas a la primera (ni a la segunda, pero no es culpa suya): los mensajes cloacales que viene escribiendo, no van a ser publicados. Cuando recupere la cordura o la sobriedad, me lo agradecerá.

Anónimo dijo...

zeta, creo que el punto se mantiene> Tú dices "a los que son de provincia", yo te pido que definas eso, puesto que Lima es también una provincia, me hago entender? Estás definiendo de manera circular. Te pido aclarar el concepto. Creo ver que allí hay más de un sentido escondido en una expresión que tiene, a mi entender, mucho de discriminatorio. Provincia significa No-Lima? Afuera de Lima? otros departamentos? Pobres? menos ricos? Menos cultos?
Y otra vez, eso podría esconder fácilmente las desigualdades y circuitos marginales de la propia área metropolitana de Lima. Creo que varios de aquí coincidiremos en que Limas, hay varias. Y que ser escritor en San Juan de Lurigancho es más cercano a serlo en Andahuaylas que en San isidro.

CVargas

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Estimado Carlos, creo que tu punto está claro desde que lo mencionaste, pero que ahora sólo estás llevando la conversación en una dirección poco relevante. Sí, en efecto, en el español peruano, la oposición natural de provincias es capital: puedes decir que eso es producto del centralismo; yo creo que querer borrar esa diferencia de un plumazo, sin que haya desaparecido en la realidad, es cegarse al problema mismo del centralismo.

carlos vargas dijo...

Gustavo, tal vez lo que no he dicho con claridad, es que creo que la diferencia no pasa por el asunto de provincias/capital, sino por el de privilegiados/no privilegiados, al margen del lugar de procedencia. Que mantener la idea del centralismo como causa y no como consecuencia de la estructura de desigualdad de oportunidades en la sociedad peruana, nos llevaría a promover políticas que no solucionen de raíz la postergación de voces necesarias.
Por ejemplo tomemos este punto de tu post>
"Óscar Colchado, Luis Nieto Degregori, Laura Riesco o Edgardo Rivera Martínez: la morosidad con que se les ha consagrado, a medias, sin demasiado énfasis, sin plenitud en la acogida, como escritores de importancia, nos habla del mantenimiento de una estructura centralista que es hoy acaso más lenta y hermética ante la presencia de autores provincianos de lo que lo fue a principios de siglo". Te pregunto, crees realmente que estos escritores fueron postegrados en razón de su región de origen? (Los cuatro participan del mercado editorial de Lima) No tiene que ver más bien con la temática y sobre todo las relaciones de poder, quizás sus menores vínculos con el poder de los medios consagratorios? No crees que les faltó el boomerang de la consagración internacional que anima siempre a los críticos locales a apreciar mejor a los nacionales?

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Tú mismo me preguntas: ¿no tendrá algo que ver con la temática? Pues sí, claro: esos son escritores provincianos que tocan temas provincianos, que escriben sobre la sierra central y sur, desde adentro, sin adaptar sus textos para la recepción de los limeños, sin ver sus asuntos desde el punto de vista de la capital (hay un libro muy bueno de Efraín Kristal sobre cosas de éstas). Antes, en la primera mitad del siglo, curiosamente, eso no hubiera sido un obstáculo tan grande para la canonización: allí están Arguedas, López Albújar, etc.

A la vez, curiosamente, esos autores que menciono, que tienen en común el origen provinciano, no tienen muchas otras cosas en común, ni siquiera todos ellos una misma extracción social.

Sobre la consagración internacional: Laura Riesco, una profesional que pasó una gran parte de su vida en los Estados Unidos, con su familia americana, fue traducida al inglés y vendida en el circuito comercial americano, donde probablemente haya tenido más lectores que en Lima. ¿A qué crees que se deba eso?

carlos vargas dijo...

Riesco es un buen caso para ilustrar más bien que no es la procedencia regional sino el mayor prestigio, capital simbólico, lo que activa la inserción en el canon. La presencia de su obra en un campo más prestigioso, en un mercado mejor valorado como el anglosajón *incluso el latino USA), crea el efecto boomerang que dispara el prestigio. Pero en mi modo de ver, ese prestigio ganado desde fuera precisamente "borra" la "provincianidad" de la obra. Así salta con garrocha el cerco tendido por el grupo hegemónico. También lo hizo el propio VLL, o Vallejo, o lo está haciendo Alarcón. Pero eso no quiere decir que la lucha en el campo no esté basada centralmente en el acceso y concentración de poder económico, en este caso, en la capacidad de convertir el capital cultural en capital económico. p.E. volverse parte del grupo de autores de una editorial vendedora.
Lo que digo es que el grupo de poder en el campo literario peruano discrimina extensamente, la procedencia regional es solo una faceta. hay que buscar el problema central que es, a mi entender, que la sociedad peruana es estructuralmente desigual, no solo para provincianos, también para limenos pobres, mujeres, indígenas, etc. Diría que la sociedad peruana es desigual en todas las direcciones, regionales, étnicas, linguisticas, sociales, pero que la base de tal desigualdad sigue siendo el acceso al poder económico. Ese es el paraguas debajo del cual comprender las otras facetas de la desigualdad.

Anónimo dijo...

Gabriel Ruiz Ortega ya sacó su conclusión del debate. Lo cito de su blog La fortaleza de la soledad:

"Regreso a la ahora calurosa y húmeda Lima y encuentro que en la blogósfera literaria se están sacando la mierda.
Qué pena.
Aún así, la polémica sobre la encuesta poética es útil y necesaria. Cada quien sacará sus conclusiones. Quien argumente mejor y, en especial, diga la verdad, es lo que debe importar.
Sobre este asunto me han preguntado mucho y he tratado de ser lo más objetivo posible cada vez que he consignado de este en el blog. No me sorprende, La fortaleza de la soledad tiene una buena cantidad de lectores, no necesariamente peruanos.
“¿Debes tomar una posición?”, me preguntaron, por el cel, días atrás, mientras me desintoxicaba respirando aire puro. Eso fue el colmo. No sé a qué se refieren con eso de “tomar posición”. No soy horazeriano. Tampoco amigo de los hacedores de la encuesta. Aunque debo decir que tengo más de un muy buen amigo en común con estos últimos.
Espero que estos buenos amigos en común no se molesten conmigo, pero si somos fríos, pensantes y mostramos un genuino amor por la rica tradición de la poesía peruana, me queda claro que los tíos de HZ tienen razón. Obviamente puedo estar equivocado. A lo mejor mañana vea las cosas de otra manera y esté a favor de CLD, Chueca, Guich y Susti. (No sé qué hacer con mi saludable incoherencia.)
He cruzado discursos y es indefectible que Jorge Pimentel y Tulio Mora ganaron por puntos. Pudieron haberse impuesto por Knock Out a no ser por la sarta de pueriles, e innecesarios, adjetivos empleados desde el momento que publicaron su queja."

tulio mora dijo...

Hasta que te salió el censor, Faverón, ese que cuando ya no puede defenderse por carencia de argumentos, primero insulta y luego pone candado a su blog para no pasar apuros. De cualquier modo mi respuesta a tu perorata ingenua como extemporánea (otra vez) saldrá en otros blogs y en la página FB de HZ que tiene más de 2 mil 500 lectores.
Resumidamente:
1) ¿Quién te dijo que la discusión era sobre la "institucionalidad literaria", sino sobre un desastre como producto literario realizado por cuatro académicos que se escondieron en esa fantasmagoría con la que te llenas la boca?
2) Sabes tan poco de poesía que cuando mencionas un componente de la "institución literaria", las editoriales, olvidas que la poesía no es considerada por ellas, con poquísimas excepciones. De modo que otra vez estás fuera del tema.
2) Felicito a dos de los que intervienen en esta polémica, uno de ellos Vargas, porque ya le recordaron a Faverón que tampoco sabe nada del Perú actual y se mete a faltar el respeto a los académicos que se quedaron y que ya vendrán los de afuera para ayudarlos de la ignorancia y el pasado en que se han quedado.
3) Efectivamente, en el Cusco, que es la ciudad cosmopolita por excelencia, no del Perú sino de Sudamérica (aun cuando no tenga las dimensiones de Buenos Aires o Río de Janeiro) incluso se editan libros bilingües (en inglés y español o en francés) para el mercado turístico. Y el número de escritores es cada vez más creciente. Por supuesto, el señor Faverón cree que allá solo se canta "El cóndor pasa" para los turistas.
4) Repito: la polémica era sobre poesía y el señor menciona a la tal "institución" solo desde el punto de vista de los narradores.
5) Ya el bloggero de La torre de las paradojas se pronunció expresando que en esta polémica (y no sobre insultos en cargamontón con otros ingnorantes, luego simulación de discurso serio pero desatinado) la posición de HZ en esta polémica es la correcta. Léanla.

Aquiles dijo...

Tulio MOra: no encuentro la declaración de La Torre de las Paradojas, por favor enlázala.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Eso sí, yo también quiero saber quién es el oráculo que ha puesto fin a todas las discusiones con su palabra final (aunque paradójica, según veo, y escrita desde una torre... hum)...

Gustavo Faverón Patriau dijo...

¿Y qué me dicen del genial profesor Angvik, omnisciente dictaminador de la realidad literaria peruana, que le atribuye a Eielson versos de San Juan?

Vean este comment de Daniel Salas en el post anterior:

"El “experto” Birger Angvik, que tanto elogia Tulio Mora, en ese famoso libro que también elogia Tulio Mora, atribuye unos versos de San Juan nada menos que a Jorge Eduardo Eielson!!! Ese es el “experto” al que debemos atender. Ya, pues, no mojen que no hay quién planche".

Anónimo dijo...

Acá está faverón, Gabriel Ruiz Ortega llega a la conclusión de que HZ ganó el debate:

http://la-fortaleza-de-la-soledad.blogspot.com/

tulio mora dijo...

No es la torre de las paradojas, sino la fortaleza de la soledad. Me equivoqué el nombre del blog.
Por lo demás: aquí termino. Me disculpo por las frases cruzadas pero surgieron al calor de alguien que no tenía argumentos y fue aún más ofensivo. Yo cuando menos puse el tema que hoy todos discuten: el desastre metodológico de una antología. Y se me respondió con insultos de todo calibre revelando que este es el sentimiento que anima a mucha gente cuando se habla de HZ. Y yo no iba a correrme, por lo menos en 40 años eso es lo que he aprendido, además de ser insatisfecho con una creación conformista que se esconde en el cómodo faldón del canon o de la inexistente "institución literaria".
Finalmente, aprovecharé para comunicarles, ya que por allí sale otro descalificador, que "Los broches mayores del sonido" se vende en la librería MacNally de NY y otros ejemplares están en poder de Héctor Velarde. Alguno debe conocerlo. Léanlo y después descalifíquenme, ya que aquí no he recibido un solo comentario de la introducción que me costó 10 años (y solo tiene 60pp).
Con la sonrisa de quienes ganaron el partido, adiós pues.

Anónimo dijo...

De veras que me apena el hombrecillo este, pero insisto: este post está lleno de ideas y hay que derivar un programa de ellas. No sean cerrados. Una imprecisión no debería descentrarnos del tema.

Anónimo dijo...

bueno, angvik escribe (o fue traducido) con bastante deficiencia en espa;ol, de manera que su estilo conspira contra sus ideas, empalagándose con las modas teóricas. lo revisé hace unos anyos, y recuerdo muchas declaraciones lanzadas y absurdas sobre la critica literaria peruana, como la de que sánchez, mariátegui o riva aguero hacían crítica por casualidad, y que en verdad eran científicos sociales o políticos. mala traducción, alumno de espa;ol no muy aplicado? por qué la pucp lo publicó? ven gringos y se alocan? amiguismo global?

Daniel Salvo dijo...

Buen post, extraños comentarios.

Anónimo dijo...

En la fortaleza de la soledad:
"...si somos fríos, pensantes y mostramos un genuino amor por la rica tradición de la poesía peruana, me queda claro que los tíos de HZ tienen razón. Obviamente puedo estar equivocado. A lo mejor mañana vea las cosas de otra manera y esté a favor de CLD, Chueca, Guich y Susti. (No sé qué hacer con mi saludable incoherencia.)
He cruzado discursos y es indefectible que Jorge Pimentel y Tulio Mora ganaron por puntos. Pudieron haberse impuesto por Knock Out a no ser por la sarta de pueriles, e innecesarios, adjetivos empleados desde el momento que publicaron su queja."

Anónimo dijo...

Don Tulio, en el post anterior hay un comentario con una muy buena sobre usted. Léalo para que se ría un rato. Yo todavía me estoy arrastrando de la risa.

zeta dijo...

Sigo pensando que no fui ambiguo al hablar del término: en este blog, se aplicó para la gente que vive o tiene su origen en provincias, que es la manera en cómo se usa en todo el ámbito español, hasta donde sé... Por lo demás, con lo siguiente que digo no hago más que dejar en claro que soy cnsciente del uso que se ha dado y que todavía se da; de ahí que comente la extensión hasta las ciudades. Leyendo un poco de Literatura de hace unos años, se nota o se intuye hasta qué punto llegaba el asco con el término, cosa que, como resalta el señor Faverón, no impidió en momento anterior a la migración andina una consagración a las personalidades que nos ha dado el país.

Mi propuesta va al punto de que, a mi parecer, se está perdiendo el aspecto negativo que se le inculcó a la palabra y que deberíamos continuar así, para que retome su significado primigenio.

Anónimo dijo...

por favor, les pido respondan una pregunta para una tesis que estoy haciendo:

en qué países sí existe una institución literaria?

gracias

El diletante