16.11.05

Perder la cabeza, conservar la cabeza

Daniel Salas ha publicado en Qaphqa un comentario sobre la sinceridad, la belicosidad y también la vehemencia relativamente juvenil de José Carlos Yrigoyen; en su texto, Daniel recuerda el caso del Roger Santiváñez de años atrás, comparándolo con el apaciguado y más pensativo Santiváñez de hoy. La idea central, si no la he malentendido, es que ni el ardor ni el valor de decir lo que se piensa resultan positivos en sí mismos mientras no se piense con alguna claridad. O, para decirlo en lenguaje científico, que una cosa es ser inconoclasta y otra es salir a la calle todos los días con la pata en alto.

Imagen: Yrigoyen podría estar decapitándose solo (Fotomontaje: gfp)

24 comentarios:

Anónimo dijo...

El problema del Sr. Yrigoyen es creer que su idea de la poesía es la poesía misma. No parece estar dispuesto a aceptar que en poesía, como en ningún otro arte, no existe la piedra filosofal ni la verdad última. No se le pide que mira con complacencia todo lo que le rodea, pero la crítica por la crítica, el berreo en lugar del análisis, el grito en reemplazo de lo razonado, terminan siempre en el mismo lugar: la vacuidad. Y creo que Yrigoyen ya dio bastantes muestras de intolerancia, además de opiniones poco solventadas, como para tomar muy en serio sus rabietas.

Anónimo dijo...

...Pero eso no quita que sea uno de los mejores poetas peruanos de la actualidad.

Leo Zelada dijo...
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Leo Zelada dijo...
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Gustavo Faverón Patriau dijo...

¡Zelada, sin una sola razón ni la más mínima elaboración, dictamina quién es bueno y quién es malo! ¡Y luego se queja de los "círculos cerrados" y las "argollas" que ejercen la crítica irresponsablemente! Está bien que sus carencias argumentativas hagan ocioso discutir con él, pero tampoco es cuestión de que se crea inimputable, así que no estaría de más que diga en qué basa opiniones como ésta, y que lo diga con alguna coherencia.

Anónimo dijo...

Bueno, con todo respeto por el poeta ganador del premio Orpheu y antiguo sacerdote de un templo Brahman (según se podía leer en la solapa de alguno de sus libros), creo que existe una profunda diferencia entre, por ejemplo, "El libro de las señales", un notable ejercicio de desgarramiento poético que la crítica celebró de manera unánime cuando fue publicado, y "Opúsculo de UN Nosferatu...." y, especialmente, "Delirium Tremens", dos libritos cuyos defectos sería ocioso enumerar en un espacio de discusión tan breve como este. Lo de Yrigoyen se entiende como un acto de provocación, es verdad, pero tampoco hay que hacerse demasiadas bolas. El entrevistador preguntó y el entrevistado respondió, quizás con una honestidad demasiado brutal (parafraseando a Calamaro) para el hipersensible medio local. En todo caso, como afirma Daniel Salas en otro blog, correspondía al autor de la entrevista exigir que su interlocutor profundizara algo más en sus apreciaciones. Estoy convencido de que Yrigoyen está en condiciones de argumentar mejor sus opiniones y sustentar con ideas concretas lo que a simple vista parecen puyazos gratuitos. De hecho, ya lo hizo en revistas como Hueso Húmero o estruendomudo!, aunque en esos casos también se desató la hiperbólica indignación de los susceptibles de siempre. Me parece de muy mal gusto que el autor de la novela "American Death of Life" (sic) trate de pontificar sobre un tema, la poesía, que a juzgar por su obra le es patéticamente ajeno...

Anónimo dijo...

Bien dicho... Jerónimo

Anónimo dijo...

¿que se le cuestiona a irigoyen, que diga lo que piensa o que incomode la quietud de cementerio de las letras nacionales?

Anónimo dijo...

decir lo que se piensa... es distinto, díganme si estoy errado señores Salas y Faverón, que un obrero o un empleado público diga lo que piensa, y que un intelectual lo haga.
El intelectual tiene aunque no lo quiera un compromiso con la verdad y con el rigor literario y lógico.
En su obra creativa puede hacer y decir lo que quiera, no así en sus manifestaciones personales, pues en tanto entran a la esfera pública, terminan creando opinión.
Un caso extremo es el de los libros de crítica de Toro Montalvo: allí se da una imagen errática, distorsionada y completamente descuidada de la literatura nacional. Qué sería de nosotros si los demás tuvieran que atenerse a los libros de Toro o a las pachotadas mal disfrazadas de boutades del poeta Yrigoyen?
No, poeta, la genialidad wildeana no está en la actitud sino en el cerebro y el espíritu, y de eso usted tiene muy poco.

Daniel Salas dijo...

Creo que se malentiende el problema:

La obligación del intelectual no es tanto decir lo que piensa sino pensar bien y luego decirlo. Si estoy pensando tonterías, mi obligación moral es callarlas.

Mister X pregunta: "¿que se le cuestiona a irigoyen, que diga lo que piensa o que incomode la quietud de cementerio de las letras nacionales?"

A mí me molesta que le guste el escándalo gratuito. Yo no discuto que Irigoyen dice lo que piensa. El problema es que lo que piensa carece de fundamento.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Esta afirmación del mensaje anterior me parece en parte errada:

"El intelectual tiene aunque no lo quiera un compromiso con la verdad y con el rigor literario y lógico.
En su obra creativa puede hacer y decir lo que quiera, no así en sus manifestaciones personales, pues en tanto entran a la esfera pública, terminan creando opinión".

El error está en que cualquier otra de sus posibles intervenciones, es la obra creativa del escritor la que ingresa en la esfera pública, y por tanto es en esa obra donde está su primer compromiso, estético y ético. Eso no implica ni censura ni nada parecido: en efecto, la estética y la ética de su obra dependerá de él, pero eso es distinto de pensar que la literatura es una tierra de nadie donde se pueda decir cualquier cosa.

Hace poco un amigo, a quien no menciono porque es un escritor conocido y no sé si le gustará que coloque aquí esto que me dijo en privado, me habló de la última obra de García Márquez, sobre la cual pensaba, si no recuerdo mal, que era básicamente una chochera bastante inmoral, que romantizaba tanto la pedofilia como la prostitución, que son dos males sociales, evidentemente, uno por las desgracias que ocasiona y el otro por las desgracias que lo motivan.

¿Puede permitirse García Márquez esa romantización? ¿Su oficio de escritor y su talento narrativo lo autorizan a estetizar lo que debería repugnar a cualquier intelectual y, ciertamente, a cualquier persona con cierta moral?

Anónimo dijo...

Sguiendo la lógica que planteas, Gustavo, ¿Lolita es una obra fallida por romantizar la pedofilia?

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Primero, no estamos hablando de que el libro de GGM sea estéticamente fallido, sino moralmente cuestionable. Precisamente preguntaba yo si cierta estética podía bastar para legitimar una falencia ética o moral, así que creo que en este caso tu pregunta no ha ido por el camino correcto.

De todas maneras, vale la pena hablar de lo que mencionas. Yo creo que Lolita es una obra más compleja que eso, entre otras cosas porque plantea una modificación radical en la relación de poder típica de la pedofilia (o del abuso infantil en general): Lolita es la que conduce las cosas, es ella la seductora, Humbert Humbert es más bien un individuo fallido, débil, secundario; la novela no lo exalta ni tampoco lo concibe como inocente.

Leo Zelada dijo...
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Anónimo dijo...

¿Pero al describir en Lolita al pedófilo como débil, fallido, etc, no lo está humanizando, no se está creando un personaje nada repulsivo? ¿No es un poco ambiguo? Pero concuerdo contigo. Tienes razón al decir que Lolita es más que una apología de la pedofilia, suponiendo que sea una una apología, claro. Y, si te entiendo, el asunto es ver si GGM también tiene aciertos que lo eleven sobre este tema.

Daniel Salas dijo...

Oiga, señor Zelada: no siga copiando versos de Irigoyen que le está haciendo mucha propaganda. Ya me han dado ganas de conseguir sus libros.

Los poemas de Leo Zelada, a diferencia de los del incipiente vate Irigoyen, son de una audacia formal alucinante. Obsérvese la manera en que reelabora toda una tradición en aquilatados versos que el melindroso querrá excomulgar, pero que apreciará más que su vida el crítico de gusto viril:

Balada oscura para Jim Morrison:

la mirada extraviada
el seco gemido
nadie entiende el descarnado alarido
que parte el cielo en pedazos
la muerte traidora danzando
sobre tu cuerpo
la soledad desnuda
en medio del escenario
el baile indio
el suicidio anunciado
entregando en cada concierto
tu más rotunda agonía
rey de los lagartos.


Machu Picchu

el ritual se ha iniciado
y sobrias prostitutas
se erectan ahora en mi mente
y no sé ahora en realidad
quién soy
si tal vez un incógnito
amauta
pronunciando alguna oración
oculta hacia el sol
o un oscuro corsario
asolando algún puerto
desconocido del sur

....

el viento se estrella
violento en mi rostro
cuarto creciente
la luna marca exacta de mis pasos
los perros han huido
hacia el norte
el trineo ha quedado
hacia el sur
y yo cara a cara
al crepúsculo
Machu Picchu
voy camino
a la abolición total de mi cuerpo
al fin de mis muertes
o
mi definitiva liberación


Zelada es uno de esos poetas a los que solamente basta citar para empezar a difamarlos.

Miguel Rodríguez Mondoñedo dijo...

Debo rechazar categóricamente la increíble insinuación de que la novela de Nabokov pudiera sugerir la más remota simpatía con la pedofilia. Tampoco es cierto que modifique la relación de poder típica en estos casos. Es la historia contada POR EL AGRESOR. Como todos los violadores, Humbert también se cree seducido por su víctima. La novela es (entre otras muchas cosas) un estentóreo grito de denuncia contra la pedofilia. Humbert no es más que un pobre individuo incapaz de diferenciar la curiosidad del deseo.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Cierto, eso me pasa por opinar quince años después de haber leído el libro, y teniendo más fresca en la mente la película de Kubrick que la novela de Nabokov; debí decir que en la superficie del relato se establece una aparente inversión de la relación de poder; pero es verdad que eso se debe a que el punto de vista primario es el de Humbert.

Daniel Salas dijo...

Es verdad lo que dice Miguel. Muchas veces se confude narrador con autor. Esta diferencia es un principio elemental y es la primera que se olvida. Es totalmente cierto que Humbert Humbert es un pobre diablo, en realidad creo que ningún personaje se salva porque el actor que la termina seduciendo (no recuerdo cómo se llama) es otro pobre diablo. Salvo, quizá, la misma Lolita, retirada a vivir en los Apalaches, la zona más miserable de Estados Unidos.

Anónimo dijo...

una pregunta para iván (q no sé qúé texto comentó, pero seguro q fue en este blog): ese zelada es el q cree que gana un centavo con cada vez qu elo mencionan?
y ud, señr salas, no lo cite, nole haga propaganda (siguiendo con su misma lógica). le basta con tener su blog y poner sus versículos ahí...

Leo Zelada dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

zelada: por q no le pones un auspicio a tu foto? pon un logotipo, chiquito nomás, en lugar del edificio del fondo. con tantas veces que la pones (por gusto), seguro que algun sencillo te podrías ganar...

Anónimo dijo...

daniel salas dijo:
"A mí me molesta que le guste el escándalo gratuito. Yo no discuto que Irigoyen dice lo que piensa. El problema es que lo que piensa carece de fundamento."

Un momento, ¿sin fundamento según quien? ¿Según usted? ¿Y por qué a ud. le parece "sin fundamento", se tiene que callar? Menos soberbia, sr. Salas.

O indique ud. una opinión concreta de Irigoyen que le parezca sin fundamento. Cítelo, analícelo y DEMUESTRE porque le parece que está hablando piedras.

Y si es cuestión de "gusto", apreciación personal... ¿va a demostrar que ud si tiene "fundamento" para decir que prefiere y que no?

Anónimo dijo...

este ultimo mensaje lo envie yo, Mister X.