31.1.06

Borges, Bioy y la leche

Lo siguiente es un fragmento de un texto de Miguel Wiñazki aparecido en el Clarín de Buenos Aires:

"Cuenta Adolfo Bioy Casares que en 1937, su tío, uno de los dueños de la tradicional lechería La Martona, le pidió que escribiera un folleto sobre la leche cuajada y el yogur a cambio de 16 pesos por página. Bioy le propuso entonces a Jorge Luis Borges que lo escribieran juntos. Cuenta Bioy que efectivamente lo escribieron en el comedor de su estancia, mientras crepitaban las ramas de eucalipto en la chimenea. Y cuenta también que aquel folleto significó para él un valioso aprendizaje. Confiesa que después de su redacción era otro escritor, más experimentado y avezado".

Wiñazki saca una conclusión de todo esto:

"Para los grandes escritores", dice, "no existe la literatura pequeña. La palabra merece respeto allí donde se la escriba y la tarea de escribir mejora a quien la practique con conciencia absoluta y absoluta dedicación".

Ese compromiso con la escritura, que es un compromiso ético y no sólo estético, deberían comprenderlo todos los que quieren ser escritores. "La palabra merece respeto": nos representa. Cada vez que escribimos, damos un testimonio de lo que somos. No importa en qué medio escribimos, ni con qué objetivo.

Imagen: De izquierda a derecha: Borges, la leche y Bioy (fotomontaje: gfp).

1 comentario:

Fernando Velásquez dijo...

Nos representa, para bien y para mal, y no solo como individuos. El viejo retintín de que cada texto es reflejo de su tiempo no es solo verdadero en una forma pasiva sino también, creo (o tal vez deseo), activamente, configurando lo que somos como sujeto social -individual y colectivo. No hay en esto esencialismos ni visiones trascendentalistas del lenguaje. Al contrario, creo que si el lenguaje "nos habla", lo hace en la medida en la que nosotros mismos lo estamos haciendo (creando, configurando) en cada acto de habla. Por eso que cada vez que hablamos o escribimos estamos configurando también una ética, una política, es decir, vida en sociedad. Esto se ve no solo en aquello de lo que se habla, sino en la relación que establecemos con esos referentes que reinventamos en nuestro discurso. Porque creo que el lenguaje no es simplemente apropiación o mediación: estamos vinculándonos con el mundo y entre nosotros. Así hablemos de poesía, de yogur, o de zapatillas.