11.1.06

El departamento de Fernando


He pasado el último mes colectando y leyendo piezas de narrativa peruana referidas a los años de la violencia. Hay, ciertamente, mucho más de lo que uno podría imaginar: varias decenas de novelas y cuentos por docenas. Si la obra más reciente es La hora azul de Alonso Cueto, la más temprana parece ser un cuento de Fernando Ampuero, titulado "El departamento", escrito en 1982 y publicado en Hueso Húmero 14). Lo leí años atrás, mientras preparaba el prólogo para la edición de los Cuentos escogidos de Fernando. Es uno de sus mejores relatos, y denota una preocupación temprana por un fenómeno que entonces era apenas mencionado públicamente: la tortura de inocentes acusados de terrorismo y falsamente perseguidos por las fuerzas del orden. La metáfora del "departamento", que descubrirán apenas lean el cuento, sirve para hacer del protagonista del relato una cifra de todas las víctimas potenciales de un abuso similar.

El cuento es uno de aquellos en que Fernando sale del ámbito de las narraciones intimistas y personales para abordar temas de índole social (allí están "Maida sola", sobre la sicosis de soledad de una aristocracia desfalleciente; "Los árboles", sobre los estragos del miedo y el abandono en un combatiente del Cenepa; "Taxi Driver (sin Robert de Niro)", acerca de la espiral de inmoralidad que ocasiona la pauperización de la antigua clase media). A mí me parece la vertiente más interesante de la narrativa de Fernando, aunque, ciertamente, no es la que más frecuenta.

Me preocupa que cierta tendencia crítica actual (ejemplificada por críticos como el profesor americano
Mark R. Cox), se desentienda de lo que tengan que decir sobre la violencia escritores como Cueto, Ampuero o Hinostroza, con el prejuicio de que la burguesía limeña (la burguesía “criolla”) nada significativo puede expresar al respecto. Comentarios como el del reseñador Luis Aguirre sobre la novela de Cueto (ver mi post anterior) parece abundar en esa absurda parcialidad. Ojalá no prospere.

28 comentarios:

Anónimo dijo...

diré una verdad que con frecuencia es ocultada por ciertos críticos pro "andinos": es completamente cierto que son muchos más los narradores provincianos que se han ocupado de la violencia política no solo ahora sino desde los ochenta.
Pero también es cierto que el nivel de elaboración estética de las novelas y cuentos escritos por narradores provincianos es deplorable en la mayoría de los casos.
Este "detalle", por supuesto, es pasado por alto por los aguirres y coxes, quienes se sirven (literalmente hablando) de los textos para desplegar sus teorías sobre la violencia; en lugar de poener la teoría la servicio de una mejor lectura literaria.
Lo mismo, en el plano poético, hacen ciertos críticos y poetas de los ochenta cuando abordan algunos libros de sus amigos.

Porfirio Smith

Anónimo dijo...

De lejos, el mejor trabajo sobre el tema al que te has dedicado es "Guerra en la penumbra" de Daniel Alarcón. Me extraña que no lo menciones. Cueto y Ampuero quedan chiquitismos frente a un chico menor de 30 años.

Anónimo dijo...

Gustavo, ¿por qué un debate tan interesante como el que planteas debemos caminarlo sobre la base de comentaristas anónimos como "Porfirio Smith"? ¿Hasta cuándo, maestro?

Gustavo Faverón Patriau dijo...

No sé por qué se extraña el Anónimo ed las 2:54 de que yo no mencione a Alarcón, cuando es obvio que apenas si he mencionado a tres de los treinta o cuarenta autores peruanos que han tocado el tema.

Anónimo dijo...

Alarcón, en efecto, aporta una mirada irreprochable literariamente hablando al fenómeno de la violencia política; pero su posición ética es cuestionable. Eso de que el pueblo estuvo "entre dos fuegos" durante la época de la subversión es "creación heroica" de sectores de extrema izquierda que evitaron comprometerse con el problema en los ochenta, se limpiaron las manos y con eso contribuyeron a que la irracionalidad de SL creciera.
Yo he visto y escuchado a "burgueses" intelectuales y escritores haciendo un saludable mea culpa por haber vivido de espaldas a este problema hasta el tiempo de los horrores de Tarata; pero hasta ahora no escucho a Miguel Gutiérrez, José Antonio Mazzotti, César Ángeles o Ricardo Vírhuez renegar de la posición por lo menos dudosa que sostuvieron durante esos años.
¿Estos soberbios personajes incapaces de aceptar que se equivocaron, son los que enjuician ahora la literatura de Ampuero y Cueto? Por favor.

Anónimo dijo...

¿Quién es el que no escucha?: "hasta ahora no escucho a Miguel Gutiérrez, José Antonio Mazzotti, César Ángeles o Ricardo Vírhuez renegar de la posición por lo menos dudosa que sostuvieron durante esos años. ¿Estos soberbios personajes incapaces de aceptar que se equivocaron, son los que enjuician ahora la literatura de Ampuero y Cueto?" Envenenando desde el anonimato a gente que sólo se dedica a trabajar. ¿Por qué?

Tanque de Casma dijo...

Creo que a lo que apunta Gustavo era a señalar esa crítica que descalifica la obra de alguien por ser "burgués" (sea lo que signifique serlo en el Perú) o limeño, en especial cuando trata temas de la violencia política.

No deja de ser extraña la lógica este tipo de crítica que descarta la visión de la guerra interna que afectó al Perú que aporta un segmento minoritario de la población. Casi se diría que la burguesía no pertenece al mismo país que padeció a Sendero Luminoso.

La calidad literaria de Alonso Cueto, Miguel Gutiérrez, Fernando Ampuero, Oscar Colchado, etc. es algo que se puede atacar o defender sin tocar el aspecto meramente coyuntural de su procedencia. Y si vamos a tocar su posición política, mejor hacerlo fuera de una discusión sobre literatura para no confundir.

Un limeño debe escribir sólo de Lima? O mejor aún, de su barrio? Un ayacuchano es el único autorizado para escribir de Ayacucho? Qué será lo próximo? Ser cobrizo para hablar del Perú? Eso sería absurdo.
Ernesto

Elvis Mendoza Martínez dijo...

Algunas novelas fundamentales sobre la violencia política, sin duda son las de Miguel Gutierrez: "Hombre de caminos" y "La violencia del tiempo".

Elvis Mendoza Martínez dijo...

Algo que se obvia es que el narrador no posee una mirada objetiva sobre lo que escribe, más aún, si lo que nos narra es un suceso social y político.

Elvis Mendoza Martínez dijo...

En muchos casos algunos 'criticos' consideran que la obra, sea poética o narrativa, debe poseer, antes que una estética nueva, elementos o constituirse en un panfleto político. La mirada sigue siendo la misma. Realizar una crítica desde la perspectiva que lo hacen algunos 'críticos', así como de la obra de Miguel Gutierrez (descalificado por senderista), es una falacia.

Elvis Mendoza Martínez dijo...
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Elvis Mendoza Martínez dijo...

"Yo he visto y escuchado a "burgueses" intelectuales y escritores haciendo un saludable mea culpa por haber vivido de espaldas a este problema hasta el tiempo de los horrores de Tarata; pero hasta ahora no escucho a Miguel Gutiérrez, José Antonio Mazzotti, César Ángeles o Ricardo Vírhuez renegar de la posición por lo menos dudosa que sostuvieron durante esos años".

Qué sentido tiene reclamar un mea culpa, en estos momentos? Lo que tiene sentido es una autocrítica (espero que por ello no se me acuse de senderista). Las lamentaciones los arrepentimientos no sirven en absoluto. Ahora aquellos que se situaron de espaldas a la muerte de miles de campesinos y jóvenes estudiantes, sean estos por las fuerzas armadas o la violencia irracional del PCP-SL (según la CVR). Qué vienen haciendo en estos momentos para que ello no vuelva a suceder? Como escritores y ciudadanos. Sólo escribir sobre nuestro pasado doloroso, sentir pena por ello, exculparnos como sociedad, nada más. Empezemos a pensar en eso.

Anónimo dijo...

Como opinión personal, y también para atizar un poco la discusión, quisiera interpretar la frase final de la reseña de Aguirre a contrapelo de lo que propone Gustavo. El contexto es el siguiente: "¿Es posible conectarse con los padecimientos personales de Ormache?", se pregunta retóricamente (Aguirre), refiriéndose al rico abogado que protagoniza el relato. Y se responde de inmediato: "Noventa por ciento del Perú dirá que no". En ninguna parte dice la reseña que aquel 90% sea exclusivamente no-burgués y que el 10% que presuntamente se identificaría con los padecimientos de Ormache sería el segmento burgués del país. Yo, por ejemplo, san borjino de clase media alta y todo, siento profundo asco y antipatía por el materialismo extremo, la frivolidad y la infantil egolatría del tal Ormache y de todos los que parecen componer su círculo social (su socio Eduardo, todos sus clientes a cada cual más pomposo y engreído, etc.) A diferencia de lo que creo que asumen muchos de los que acusan a Cueto de tener un tono de "te de tias en restaurant de san isidro" (cito a un anónimo), la clase alta es probablemente la que queda peor parada en la novela de Cueto.

Creo que el principal defecto de la novela es la pasmosa infantilidad con que construye a sus personajes, en pares oposicionales tan llanos y carentes de matices que parecen de un cuento para niños o de una alegoría más que de una novela. El ejemplo más saltante, que va en contra de cualquier idea mínimamente adulta que uno tenga de las relaciones familiares son los hermanos Ormache, Adrián vs. Rubén: el primero ostenta modales y un esquema de valores salidos de un comercial de Armani, el segundo, a pesar de haberse criado en la misma casa y haber conocido casi tan poco a su padre como Adrián, parece salido de "Risas y Salsa". La pinta con que lo describe el narrador hacer pensar en alguien de una clase totalmente diferente, y no simplemente alguien que quiso poner distancia. En lugar de emigrar a Fort Lauderdale como los limeños pitucos, emigra a Paterson, seguramente a trabajar en una "factoría" como se dice en spanglish de clase popu. Es como plantear que Christian Meier es hermano biológico del Puma Carranza o de Alessandro Morán, más o menos. El pretexto de que aquella transformación (si la hubo, porque nunca se explicita que Rubencito no saliera del vientre así) se da simplemente porque Rubén se identifica más con su padre es insostenible.

El tratar de plantear conflictos y oposiciones totalmente forzadas, torpes y de un costumbrismo inecesariamente enfático (esto también lo comenta Agreda) es un defecto que permea toda la novela. Asimismo, es realmente irritante el tono de coloquialidad boba de la novela, en la que todas las clases sociales parecen abusar de la muletilla "oye". La cosa llega a tanto que uno acaba alucinando que todos los personajes son clones de la bebé de Pataclaún.

En suma, que si se trata de eso yo iría más lejos que Aguirre y diría que el 99% del Perú evitaría identificarse con los padecimientos de Ormache, y que al menos en eso estaríamos bien unidos.

PD: paradójicamente, la novela no deja de ser muy absorbente como lectura, quizás por la promesa de lo truculento. En esos términos, Herralde probablemente haya hecho una buena inversión, y un flaco favor a la literatura peruana.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

A mí me da la impresión de que los lectores, tanto los que gustan de la novela de Cueto como los que no, tienden a creer que el mundo de la alta burguesía acaudalada que Cueto describe es el mundo en el que vive el mismo Cueto. Eso es falso. Me pregunto si la persistencia de esa ilusión no debería atribuirse al talento del escritor.

Anónimo dijo...

Completamente de acuerdo con el post anterior de las 10:29. Quien sugiere una descalificaciòn de Cueto por ser burguès es Faveròn, no Aguirre. Y lo sugiere tambièn Àgreda en su reseña. Y mucho peor es la reseña de Thays, que con frases como "ternura patentada por Hallmark" o TERNURA PLAYBACK -que nadie entiende- quiere ser juicioso. Bien por Aguirre. Y mejor por no contestarle a Faveròn. Que Gustavo se haya magalizado jalando lectores del blog de Leonardo Aguirre haciendo peleìtas con èl en varios posts -sin siquiera linkearse a su blog, mìnimo- no quiere decir que el otro Aguirre deba hacer lo mismo.

Fernando Velásquez dijo...

a mí me parece que la mayoría de los comentarios que aparecen aquí son de una superficialidad terrible. solemnes y pedantes, se limitan en su mayor parte al deseo de descalificar al "adversario". como si la literatura fuera una cuestión que se define según la lógica del amigo-enemigo. en este caso particular, pareciera que no se puede disfrutar a gutiérrez si se considera buen escritor a ampuero. y así seguimos tomando partido por unos y descalificando a los otros por simple manía de hincha.

y respecto de las convicciones de cada uno, tratar de restarle legitimidad a un escritor por sus amores o fobias nos llevaría probablemente a tener que proscribir a pound, a eliot, a aragon, a hamsun... así como tratar de restarle legitimidad a un escritor por el mundo que elige retratar nos llevaría a despreciar a proust, o a henry james. no se trata tampoco de no discutir, pero hay una superficialidad que es insoportablemente estúpida. malintencionada o no. la mala leche es estúpida por sí misma.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

A Mario y al anónimo de las 11:34 pm:

No hay nada jalado de los pelos en observar que, cuando Aguirre habla del "noventa por ciento de los peruanos", esa frase, demagógica, se refiere a los peruanos ajenos a las clases altas.

En primer lugar, si no fuera eso, sería un número estúpidamente arbitrario: querría decir, simplemente, que Aguirre supone que puede adivinar los gustos de los peruanos con precisión matemática.

En segundo lugar, esa es la conclusión de un párrafo que sigue la lógica de la división de clases. Líneas antes Aguirre dice enfáticamente: "Ormache Jr. es, en su amaneramiento y prepotencia de hombre rico, tan despreciable como el mayor" (refiriéndose al padre criminal, y, de paso, en un movimiento simplista y maniqueo, acusando a todos los ricos de amanerados y prepotentes).

(Adicionalmente, el resto del comentario de las 11:34 es malintencionado y bastante miope. El blog de Leonardo Aguirre es un vertedero de bajezas. Lo he dicho muchas veces. El comentarista anónimo, sin embargo, sugiere que yo debería colocar un enlace hacia ese blog, como si yo pudiera tener algún interés o necesidad u obligación de recomendar esa lectura infame.

Anónimo dijo...

Sólo para puntualizar: estoy seguro que Nando no se refiere a mí. Creo que mi pasado me avala para declarar que no hay mala leche en mis comentarios sobre "La Hora Azul". Nunca antes había sido tan duro con otra novela aquí y, en todo caso, creo que puedo jactarme de hacerlo con nombre y apellido (además de con buena fe y con argumentos). No sé si sea una buena política de mi parte, pero al menos es transparente. Por allí sí me propasé al traer a colación a Pataclaun. En todo caso coincidio con Félix Réategui respecto a algo que él comentó hace un tiempo sobre Cueto (aunque ni él ni yo habíamos leído entonces esta novela): que Cueto parecía haber comenzado realmente bien con su primer libro, "La batalla del pasado" (yo lo leí a los 15 años y todavía lo recuerdo)pero que desde entonces parece ir decayendo feo, premios o bombo al margen.

Ahora bien, una cosa que me irrita sobremanera de "La Hora Azul" es justamente el retrato que plantea de la burguesía a la que pertenezco (a la que, por cierto, no le tengo mayor estima). El retrato no me irrita porque sea negativo, sino porque su maldad es estereotipada e infantil. De cartón. Me parece que justamente en ese punto en particular es que la novela no ayuda a que se supere el prejuicio de que las clases acomodadas se pasaron (y se siguen pasando) la violencia política del país y sus consecuencias por el forro de las bolas. En ese prejuicio idiota se basa la idea de que Ampuero o Cueto, u otros de su procedencia social o con afinidad temática por su literatura, no tienen nada que aportar al debate. (Por cierto, le atribuyo esa procedencia socio-económica a Cueto basado en el hecho de que estudio un posgrado en Austin, TX, en lugar de ser un wetback en Paterson, pero no lo conozco personalmente) Yo creo exactamente lo contrario: que tenemos muchísimo que aportar. Que nuestra perspectiva es válida, que nuestro sufrimiento y nuestra decepción, y el trauma sufrido, aunque menor que el de un huantino o un huancaíno, merece un espacio. Pero novelas como "La hora azul" me provocan exclamar: "¡No me ayudes, hermanito!". No sé si lo dejo claro...

En ese sentido, estoy completamente de acuerdo con Gustavo: muy probablemente L. Aguirre quiso insinuar en su reseña que nadie que no fuera del 10% más privilegiado del país podía identificarse con los sentimientos de A.Ormache. Y que al hacerlo probablemente quiso seguir jalando una madeja de estúpido y torvo enfrentamiento de clases, la misma que lo llevó a insinuar que por ser pituco, frívolo y materialista AO no era mejor que su padre sicópata, y que su redención o su conversión eran increíbles. Todo eso es perverso. Mi pregunta fue: de la manera en que el personaje está planteado, ¿Por qué habría siquiera un 1% de identificarse con él? Yo no veo la comparación con Bayly como totalmente descaminada. Si alguien la recuerda, esta novela me hace recordar una película argentina llamada "La historia oficial". En esa película, para hacer más dramática la caída-en-la-realidad-y-posterior-redención de la protagonista, que se daba recién con el regreso de los exiliados políticos en 1982 y de una amiga suya que le "contaba" lo que había pasado en el país durante la década previa, esa protagonista tenía que ser el tipo de persona que llevaba varios años viendo marchas de las Madres de Mayo sin preguntarse: ¿Por qué andarán marchando bajo la lluvia esas viejitas de pañuelo blanco, ah?

A.Ormache y su irritante esposa y sus irritantes hijitas, por no mencionar al suegro y la parentela política, se colocan en una posición similar. Sendero, el sufrimiento del país y la pinche realidad de todos los días parecen no penetrar su nube de Armani, club de Golf y vacaciones en el Caribe hasta que pangandán, entran por la ventana y lo toman prisionero tipo alien abduction, lo que hace que su comunicación familiar se corte de plano y AO se vuelva una especie de autista pasivo-agresivo en casa, hasta que se separa de la mujer cuyo único interés durante la crisis parece ser tapar el Perú real sobreponiéndole un mapa de beach resorts extranjeros. En fin: que con semejante planteo me parece que el que está afirmando fuerte y claro que la alta burguesía no tiene nada que decir sobre la violencia política de SL y sus consecuencias es Cueto, a coro con Luis Aguirre, en todo caso...

O leí mal.

Anónimo dijo...

A Mario Michelena: el punto, si mal no recuerdo, es la reseña de Aguirre, de hecho malintencionada, como se ha dicho. La lectura que Michelena tenga de Cueto es una posibilidad entre muchas. Yo tengo una muy distinta, donde Cueto queda mejor parado como narrador. Pero tampoco se trata de desplegar mi lectura de la novela para tapar los errores de Aguirre.
Aguirre quiso decir; tal vez lo que quiso sugerir Aguirre; Si Aguirre hubiera hecho referencia a... entonces...; todas estas formas de abordar la "crítica" de Aguirre evidencian por lo menos una cosa: su texto no es claro, es ambiguo y torvo, entre otras cosas porque este señor no conoce los conceptos que utiliza.
El resultado puede ser el mismo que el de Michelena: Cueto es un narrador maniqueo, infantil; pero Michelena llega a esta conclusión por pericia crítica; Aguirre, por mala leche por encargo.

marcelo

Anónimo dijo...

claro, yo no entiendo mucho de crítica pero Michelena parece querer decir: "el libro de Cueto es malo, por lo tanto la mala leche e ignorancia de Aguirre está justificada". ¿Qué es eso?

jhonnatan Mamani

Anónimo dijo...

El punto crucial parece ser la moralidad en todo este debate. Si la postura de Cueto es moral, si la postura de Aguirre (cualquiera de los dos) es moral, si Gustavo puede señalar lo moral o inmoral desde una autoridad moral). Esto parece un debate neoclasista, donde los empelucados cortesanos se preguntan si la obra tiene alguna enseñanza valiosas para provecho de los simples y de aquellos que pueden encontrar con agudeza el meollo filosófico. Creo que esas preguntas son erradas. Porque todos se suponen guardianes de la moral, como si esta fuese una cualidad que se ejerce como el habla y defiende como los testículos, parecieran miembros de una sociedad estamental, tal vez Camelot. Esa es una actitud retórica medieval. Pensar que hay un terreno de valores y frente a ello existe un abismo intratable es absurdo. Convendría preguntarse por qué tanta confrontación en términos de moral si más bien es obvio que en todo el blog el dichoso termino resulta equiparable a "agrado". Es decir, cuando a alguien se le tilda de inmoral para efectos prácticos está profiriendo una oración equivalente a "me desagrada" y cuando se habla de moral se usa, en realidad, un sinónimo de "me agrada", signifique lo que signifique para cada cual lo "moral". Dejen de razgarse las vestiduras, por favor. Ya están viejos.

Renzo Augusto dijo...

Alonso Cueto no puede ni debe ser calificado o descalificado por su procedencia social ni econòmica. Si se trata de hacer una crítica seria, pues ésta debe basarse única y exclusivamente en la calidad de su obra literaria. Cualquier otro argumento sólo tiene por finalidad la provocación y el generar dividendos egoístas.

Félix Reátegui dijo...

¿Alguien entre quienes han leído La Hora Azul ha percibido una insinuación de atracción incestuosa del protagonista hacia su hija?

Anónimo dijo...

Sí. Pero también puede ser la mutua simpatía- atracción entre quienes comparten un transtorno de la personalidad comunmente denominado depresión. Es obvio que la inclinación a la melancolía de Ormache y la señalada sensibilidad extrema de Lucía expresan la herencia genética. Ciertamente el narrador no dice padecer depresión ni tampoco la identifica en hija pero sus conductas compulsivas y sus crisis de abulia son cuadros sintomáticos de manual. Puede que incluso Cueto no se de cuenta de que su persojae padece de depresión y la hija también

Anónimo dijo...

Me sigue sorprendiendo que se espere una especie de "manifiesto" de los escritores peruanos sobre el tema de la violencia política, o una especie de novela que sea "política y socialmente correcta". Ese fue el error de Aguirre en su comentario, y a partir de eso se ha removido en el tema. Dejen a los escritores escribir sobre lo que se les de la gana, dejen de etiquetarlos, dejen de sentirse culpables, literatos. Solo escriban, y haganlo bien, por favor.

Anónimo dijo...

Nadie se siente culpable, anonimo de las 12:25. Si tu opcion es vivir en la burbuja, yara con los alfileres: pelea con tu sombra en la torre de marfil, y deja a la gente -incluidos criticos- opinar y escribir "lo que se les da la gana"(sic) sobre las ideologias que trasuntan los textos sobre la violencia en el Peru.

Anónimo dijo...

Eres intrascendente Dag. La respuesta que no lees te la simplifico: anonimo de 4:33 pide que ya no se haga sociocritica sino que solo se escriba, pues segun el la sociocritica es sintoma de culpabilidad. Obviamente su posicion es "esteticista": el arte por el arte, nada de analizar politicamente los textos. A eso, anonimo de las 4:33 dice que no comparte esa posicion esteticista (de alli lo de torre de marfil y burbuja), y le pide al previo anonimo que sea coherente en sus reclamos ya que si pide que se "deje a los escritores escribir lo que se les da la gana" entonces el mismo debe dejar que los criticos escriban sobre "lo que se les da la gana". Te quedo claro, Dag?

Anónimo dijo...

¿Quién será éste anónimo?

Carlos Martínez