8.1.06

Sin brújula

Curiosamente, en un tiempo más bien breve (entre el 2001 y el 2004) han aparecido tres películas que se parecen mucho en sus temas y en sus argumentos, pese a provenir de cinematografías muy diversas. Dos de ellas son latinoamericanas y la restante bosnia: la venezolana Punto y raya, la chilena Mi mejor enemigo, y la bosnia Nikogarsnja zemlja (Tierra de nadie).

Las tres plantean reflexiones acerca de la arbitrariedad y el absurdo de las fronteras nacionales, y en todos los casos el asunto es propuesto a partir de una historia microcósmica: la difícil amistad entre soldados enemigos fortuitamente forzados a compartir una misma trinchera. En Punto y raya (de la directora Elia Schneider) se trata de venezolanos y colombianos. En Mi mejor enemigo (de Álex Bowen) son argentinos y chilenos. En Tierra de nadie (de Danis Tanovic), bosnios y croatas.

He visto dos de ellas (aún no la venezolana, que tiene muy buenas críticas). La bosnia es extraordinaria: compleja, divertida y también trágica. La chilena quiere tener el mismo tono, y lo logra por momentos, pero está dañada por una serie de descuidos en la construcción del argumento. Uno de ellos es tan absurdo que distrae al espectador y frustra la verosimilitud del film: la patrulla de soldados chilenos (en la foto) se extravía debido a que la única brújula con la que cuentan se estropea accidentalmente. Y luego, los (oligofrénicos) soldados pasan varios días intentando imaginar dónde queda el oeste para regresar a su base. Uno ve cómo el sol se levanta sobre la derecha de la pantalla y se oculta sobre la izquierda una y otra vez, pero los desprevenidos combatientes (uno de ellos un chilote de costumbres campesinas) no son capaces de recordar que el sol sale por el este y se oculta por el oeste, y caminan erráticamente, internándose en territorio argentino. Desde ese momento, no son ya sólo los soldados, sino la película toda la que pierde la brújula. Es que, para ser realista, primero hay que ser meticuloso.

En todo caso, es interesante la coincidencia, y esperanzador que proliferen las obras de arte que asumen el deber de criticar la violencia de los escenarios internacionales. Y, pese a sus defectos eventuales, es aconsejable ver estas películas en tiempos como el actual, cuando, ridículamente, muchos peruanos parecen dispuestos a colocar a un disparatado ultranacionalista en la presidencia de la república, y el gobierno chileno, por su parte, sigue comprando y comprando armas con el cuento de que nadie debe preocuparse por ello, y el presidente de Ecuador corre a darle la razón a Chile en esa y en cualquier otra cosa que pueda perjudicar al Perú, y el futuro presidente de Bolivia, a su vez, quiere condicionar cualquier trato comercial importante con Perú o Chile al asunto de su reclamo martítimo.

Es curioso: mientras los artistas más insisten en señalar el absurdo de las diminutas disputas territoriales, los gobiernos hacen más y más por fomentarlas y mantenerlas en el foco de la atención pública. Y lo peor es que los pueblos pueden disfrutar de las películas pacifistas, pero pisan el palito de la belicosidad fronteriza y la xenofobia con una facilidad ciega y asombrosa.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Faveron va terminar votando por Humala jejeje.

Julio Suárez Anturi dijo...

Comparto plenamente el fondo de tu texto, Gustavo. Los nacionalismos son una chavacanería politiquera. Y hay que verlo así, no solo en el ojo ajeno. La pregunta es siempre, creo, la misma, que ya había planteado en tu hospitalaria bitácora: ¿A quién le interesan esos nacionalismos? ¿Quizás a las empresas pesqueras? ¿O a los pueblos, que son envenenados de xenofobia?

Anónimo dijo...

"Para ser realista, primero hay que ser meticuloso". Todo un programa para cierta literatura nacional, andina y criolla. Buen punto.

Anónimo dijo...

Gustavo
Creo que calificar de ridícula la decisión de otros de votar por un candidato que no te gusta no es muy tolerante.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Por supuesto que no es tolerante. ¿Qué motivo habría para ser tolerante con estos payasitos oportunistas y su corte de ladrones y mentirosos, a la que se acaban de sumar ni más ni menos que los nefastos tránsfugas de la familia Cáceres?

Anónimo dijo...

y tienes que ser intolerante con el 20% de gente que lo sigue por desencanto a la clase política peruana? No le veo el lado ridículo al tema. Creo que estás subestimando a una posición diferente a la tuya.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Lo que dije es que es ridículo votar por Humala. A Humala no lo llamé ridículo, sino "disparatado ultranacionalista". Pero claro, el anónimo podrá ilustrarnos acerca de cómo Humala no es disparatado ni ultranacionalista.

Anónimo dijo...

En ningún momento he afirmado que tú hayas calificado de ridículo a Humala. Pero me sigue pareciendo prejuicioso lo que dices sobre la gente que va a votar por él.

Lo de disparatado y ultranacionalista encaja más con otros miembros de su familia. Acúsalo de tener un movimiento improvisado, eso cuela más. Controlar las inversiones extranjeras en actividades estratégicas no me parece ni disparatado ni ultranacionalista. No me imagino a Chile permitiendo al grupo Romero controlar Mejillones, como no permitió volar a Aerocontinente. No se me ocurren otras propuestas concretas que sean interesante comentar. Tal vez tú, Gustavo, nos puedas ilustrar qué propuestas de Ollanta Humala te parecen disparatas o ultranacionalistas y por qué.

Pero a lo que iba. Si hay un quinto de peruanos dispuestos a votar por este candidato, no veo por qué tal decisión es motivo de risa o menosprecio. Con tal actitud tuya sólo estás abonando a favor de Humala.

Más serio y con trayectoria en la línea de izquierda me parece JDC. Pero nadie le hace caso al pobre.

Anónimo dijo...

debí decir dispuesto no dispuestos

Miguel Rivera dijo...

A Aerocontinente le prohibieron volar en Chile, en Estados Unidos (no sé si llegaba allí; si tenía vuelos a EEUU, los perdió el día que Zevallos pasó a la lista de los narcos más buscados por EEUU)y se lo hubieran prohibido en cualquier otro lugar del planeta. En general, eso de lavar dólares del narcotráfico con una aerolínea es un defecto demasiado visible como para que la competencia se quede cruzada de brazos.
¿Por qué las relaciones con Chile son tan importantes en esta campaña? ¿Se juega en esas relaciones que el Perú deje de tener la peor (bueno, para que no me llamen mentiroso: tal vez solo casi la peor) educación de Sudamérica? El grave problema político de que antes, durante y después del fujimorismo (que disolvió el Congreso y dictó una nueva Constitución) casi nadie en el Perú tenga una opinión positiva del Poder Legislativo, ¿se solucionará arremetiendo contra Chile o Ecuador?
Parece claro que el discurso antichileno de Humala servirá para ganar votos fáciles. Casi todas las personas creen que el humor de su país es el mejor, que pocas cocinas se comparan con la de su país y que los demás pueblos, en general, no aprecian debidamente las múltiples virtudes de su nación. Nada más sencillo que ganar votos con discursos xenófobos y nacionalistas. Es evidente que el discurso antichileno es pertinente y útil: es pertinente porque le puede permitir a quien lo emplee ganar las elecciones. Será útil para que el ganador y su familia experimenten un arrollador ascenso social: Tal vez la suerte de que amigos generosos le regalen un departamento en París (como a García Pérez), o tal vez el (imprevisible en un sexagenario) desarrollo del sex appeal, como el que le hizo a Fujimori conocer a una mujer más joven y millonaria que, estoicamente, ha venido manteniéndolo en uno de los barrios más caros de Tokio.
En este blog no participan candidatos a la presidencia, creo. Ninguno de nosotros ganará nada si se dedica la campaña electoral del 2006 a la defensa de nuestros recursos estratégicos (en la suposición de que, sean cuales sean, Montesinos no se los haya llevado en una maleta a Panamá).