Es peculiar la manera en que se transforma la percepción de las razas luego de desmoronado el régimen colonial.
Todos sabemos, al menos desde Mariátegui, que muchas cosas de ese orden sobrevivieron en la República, y algunas hasta hoy, y está claro que el racismo fue uno de los remanentes (paradójicamente, uno que no está ausente en el mismo Mariátegui).
Pero la mecánica de aquel racismo y la del contemporáneo no parecen las mismas. Si uno lee literatura colonial, e incluso cuentos, relatos y ensayos del siglo diecinueve, notará la casi maniática precisión con que los autores intentan puntualizar los rasgos físicos de cada individuo como rasgos propios de un grupo: los miles de trabajos que se toman para delimitar cada variante racial, cada mezcla, cada subconjunto. La necesidad clasificatoria de la colonia era también una respuesta a la explosión de las mezclas, que amenazaba el orden estamental. El mestizaje y la abundancia de los contactos interraciales desbordaron por completo ese frenético afán ordenador.
En una página de Duque (1934), la novela sorprendente de José Diez Canseco, uno encuentra el magnífico pasaje del partido de tenis. Teddy Crownchield, el protagonista, hijo de la nueva aristocracia empresarial, se enfrenta a Santos, un modesto empleado del Lawn Tennis. Hasta los mejores golpes de Teddy son respondidos fácilmente por Santos: al otro lado de la net, dice el narrador, Teddy creía ver "cinco Santos que corrían, saltaban, contestaban, rápidos como insultos". Por supuesto, nunca mejor el lenguaje de Diez Canseco: el racista invadido y vencido por un hombre "de piel oscura" cree ver muchos, y la sola presencia de aquellos es ya un ataque.
Pero tampoco el narrador, y acaso Diez Canseco, dejan de mostrar síntomas interesantes de la forma en que se empezaban a percibir las razas en esa década del treinta. Santos, el empleado del Lawn Tennis, es descrito, en sólo página y media, primero como un "mulato pequeño, sonriente"; luego como un "mestizo pequeño y fuerte"; más adelante como un "cholito que sonreía seguro y modesto".
Esa indefinición habría sido un error inconcebible en un texto colonial, pero en Duque es un síntoma temprano de lo que, me parece, es una tendencia del racismo de élite peruano desde el siglo veinte: la inclinación a transformar el complejo espectro de las castas coloniales en una suerte de mar de aguas divididas, donde todos tienen que buscar refugio en una lado o someterse y subsumirse en el otro. Y sólo hay eso: dos lados, dos grupos. Mestizo, cholito, mulato: todos los avatares de ese Santos que se multiplica por cinco, son un mismo insulto para Teddy.
La respuesta a ese racismo de los equívocamente "blancos" contra todos los demás, la vemos hoy en ese racismo igualmente equívoco que quiere ver el mundo dividido en "cobrizos" contra "todos los demás". Son ambos la exacerbación del racismo colonial, reducido a sus coordenadas polares, y, con ello, aún más potente, aún más peligroso que antes.
Fotomontaje: Diez Canseco y las castas huidizas: gfp.
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14 comentarios:
Gustavo
Lo que apuntas parece sugerir que el racismo en el Perú es más relativo a las clases sociales que a lo, digamos, genético. En un post del blog de Daniel se trató el rollo de las razas en La ciudad y los perros. Me hizo reflexionar sobre el papel que cumple el Jaguar. El es el más "achorado". Por ser blanco en un ambiente en el que esto no era bien recibido debía, supongo, reaccionar con mayor violencia. La misma lógica se aplicaría a quienes son de tez oscura o no blanca, tienen una buena condición social y se dedican a "cholear".
¿Y que hacer enfrentar el asunto?
Como señala Gustavo la división se dio en la colonia. Esa división era sostenida en un conjunto no solo de usos y costumbres si no también de instituciones y leyes.
El consenso tácito en la sociedad peruana actual es que es necesario esperar a que con el tiempo las cosas se arreglen (o que no se arreglen).
El resultado es que no hacemos nada significativo, como sociedad y desde nuestras instituciones, para enfrentar el asunto.
No creo que la práctica del racismo que fue impuesta como bloque angular de nuestra sociedad desde su nacimiento colonial, se pueda corregir si no es con los mismos medios con los que fue impuesto: leyes e instituciones.
En Estado Unidos, la controvertida “acción afirmativa” es un buen ejemplo de cómo enfrentar el asunto.
Algo que creo que seria interesante tener en cuenta: Los beneficios de enfrentar el problema. Más allá de ser un asunto ético que nos demandaría tomar acción y partido creo que podemos remitirnos a argumentos más asequibles para hacer notar la urgencia de este asunto.
Como sociedad no funcionamos bien. No somos productivos ni eficientes cuando nos comparamos estadísticamente con otras sociedades en nuestra misma Latinoamérica: Colombia, Chile, Brasil, Argentina si no queremos realmente poner la barra de comparación donde debe estar: las economías emergentes del Asia, muchas de las cuales hace 50 años eran mucho mas pequeñas que la nuestra en ese momento.
En un extremo tenemos gente que se siente excluida, ninguneada y que no cree que con su esfuerzo pueda hacer una diferencia en su vida. A partir de esa perspectiva conductas “antisociales” no son solo esperables si no catárticas. En el otro extremo tenemos gente que se siente merecedora de todo engreimiento y prerrogativa como derecho inalienable de nacimiento: conductas “antisociales” en este extremo son también esperables y lógicas. En una sociedad con tales protagonistas la violencia tiene que tener protagonismo.
Necesitamos forjar una alternativas al orden social que tantas veces se describe en nuestro medio como en estado –creo que esperable- de descomposición. Necesitamos un proyecto de país y sociedad. En nuestro vocabulario social el termino “proyecto” no suele ser usado. Lo es, por ejemplo, en España: su integración a Europa fue formulada y manejada como un proyecto; y siguen usando el término para enfrentar sus problemas sociales.
Vallejo en alemán:
Coincido contigo en que a los peruanos nos cuesta discutir problemas de fondo sin referirnos a algo tan etéreo como la raza. Pero no veo por qué ese debate no pueda afectar a la literatura.
Vallejo en alemán:
Coincido contigo en que a los peruanos nos cuesta discutir problemas de fondo sin referirnos a algo tan etéreo como la raza. Pero no veo por qué ese debate no pueda afectar a la literatura.
Vallejo en alemán:
Lo ciego sería no discutir el Perú haciendo referencia a la raza. Si el discurso de dominantes contra dominados se filtra a la literatura pues en buena hora. Mejor que se derramen ríos de tinta a que el problema deje de drenar y reviente luego como en los 80s vertiendo ríos no de tinta si no de sangre. En buena hora que los participantes se digan la vela verde y no se ametrallen, no crees?
Es posible –y yo creo necesario- ver ahora la literatura de un país como generadora de un discurso formador de nacionalidad, de identidad ¿Puedes imaginarte una tarea más necesaria para nuestro país? Gustavo Faverón discute esta manera de ver el asunto en un reciente artículo en Quehacer:
Escribir la ficción, escribir la nación: el espejo roto de Ricardo Palma
La tan recurrida –y a mi juicio perversa- noción de que la literatura no sirve para nada sirve para algo: castrarla. Le quita su natural poder cohesionador, fundacional.
Me parece que el debate andinos vs criollos sí ayudó a ver la obra de los autores implicados y de algunos más desde una óptica distinta. Si no fuera por este impulso, Gustavo tal vez no hubiera comentado el caso que expone sobre Diez Canseco.
Esta discusión sobre Andinos vs Criollos también genera preguntas sobre identidad y literatura peruana. Goldemberg en qué categoría lo ponemos? Andino, criollo o ninguna de las anteriores? O Iwasaki?
O Vallejo? Me parece que algunos autores, como Zorrila, se han definido "andinos" por su procedencia. Habría que ver si la sola procedencia del autor define la estética. Vallejo, en ese sentido, sería un poeta "andino".
Creo que el asunto va más por si tienen acceso a los medios de comunicación, si son publicados, consultados, incluidos en las antologías... Hay un enorme grupo de gentes haciendo literatura, cine, fotofrafía, pintura y en general artes que no son reconocidos como deberían ser. Pero no todo el mundo se define como andino o criollo.
Sin querer subvalorar estas diferencias (existentes), creo que el uso de los términos "criollo" y "andino" ha perjudicado un importante debate sobre la producción literaria en el Perú y su cobertura editorial. Ojalá se pueda continuar en otros términos.
Tanque de Casma y JC,
Creo que se podría encauzar el debate haciendo el deslinde de posiciones de los participantes frente a la marginación que se produce en el país:
-Los que están contentos con las cosas tal como están.
-Los que no están contentos pero creen que no se puede hacer nada.
-Los que no están contentos y creen posible cambiar las cosas.
Y esto totalmente a parte del origen cultural social étnico racial etc.
Cuando alguien sostiene que no hay marginación o que no hay argollas, o que si las hay no importa, yo creo que se alinea con los del primer grupo listado.
Las voces del último grupo serian las que resulta difícil escuchar por que son las que no tiene acogida en los medios. Toda la maquinaria mediática –consciente e inconscientemente- funciona para acallar las voces e iniciativas que surgen de este grupo. Todos los mecanismos sociales y culturarles de marginación -a veces contundentes, a veces muy sutiles- dirigen sus fuerzas contra este grupo.
Sobre el artículo de Gustavo, me olvidé de comentar que este tipo de "descripción múltiple" me pareció encontrar en la última novela de Bayly: "Y derepente, un ángel"(que, por cierto, no entiendo cómo ha llegado a ser finalista del concurso de Planeta con tantos errores y repeticiones. La mala calidad editorial es un insulto al lector).
Pero más allá de significar "un mar de aguas divididas" es algo más? Si significase que los "blancos" (equivocadamente o no) están abandonando la curiosidad taxonómica de la colonia, sería bueno o malo? Mejor o peor? Para quién?
Ernesto, una aclaración: mi interés en comentar el tema racial en Duque no se deriva de la polémica "andinos" vs "criollos". He escrito una tesis doctoral y varios ensayos sobre temas de raza (y racismo) en la literatura latinoamericana.
Vallejo: el asunto de la dominación social, la lucha por la hegemonía, etc., es central al estudio de la literatura en todas las tradiciones del mundo, y no tiene por qué no serlo en la nuestra.
La literatura no es sólo un arte (ningún arte es SÓLO un arte): es también una expresión de estructuras sociales, y también un instrumento de dominación en muchos aspectos.
Y si crees que lo que juzgas bueno o malo en literatura lo juzgas desde la instancia pura e impoluta de tu "gusto", más allá de cuestiones relacionadas con todo lo anterior, estás en un error: tu gusto, como el de todos, está determinado históricamente, es en mucho un fruto de las ideas predominantes en la cultura de tu tiempo, y esas ideas son predominantes porque vienen acompañadas por el poder de los grupos (o clases) que las han impuesto.
Hola Vallejo,
me parece que banalizas el asunto racial y el asunto regional. No estoy de acuerdo con eso. Creo que el tema de la cobertura editorial está efectivamente entrecruzado por estos aspectos. Mi opinión iba en el sentido de que en vez de dicutir sobre este tema (la cobertura editorial) el debate se vovió un pleito de bandos y se perdió una oportunidad valiosa.
Sobre el comentario de Gustavo:
Estoy de acuerdo con él en que el gusto y el arte son expresión de estructuras de poder y dominación. Bourdieu tiene un libro muy bueno, “La distinción”, donde habla de la “apropiación de la obra de arte” y “la adquisición del gusto.”
Sin embargo, me parece más saludable debatir las influencias de esas estructuras en términos de la producción literaria y su cobertura que en términos de polarizaciones tipo “criollos” y “andinos”. Un análisis del “gusto” de las empresas editoriales, nos llevaría a distinguir claramente sus fuentes y encontraríamos que la raza y la historia son sólo dos de ellas. Otra muy importante es la “oportunidad en el mercado” (el uso del capital social y cultural en un contexto, diría Bourdieu) que Daniel Salas había explicado con su ejemplo de gaseosas y bodegas.
Quiénes son la demanda en ese mercado? Quiénes son la oferta? La obra literaria como producto (esta sería sólo una dimensión de ellas, hay muchas otras), por quién es adquirida o apropiada? Quién define lo que se publica y bajo qué criterios? Cuál es la "ciudad letrada" (en términos de Rama) en el Perú, en Lima, en las regiones?
Gustavo
Te creo que tu interés en el aspecto racial en Duque no deriva sólo de la polémica de andinos vs criollos. Pero supongo que cosas como ese debate, el Informe Final de la CVR, y otras, pone el tema en vitrina e impulsa a ahondar en él. Sino fíjate en mí que he hecho mi tesis de licenciatura sobre costumbrismo y meto mi cuchara en este post.
Un dato que me parece interesante es que, por la época en que Diez Canseco no sabía calificar racialmente a un empleado, estaba en auge el tópico de las huachafas. Como tú sabrás, este término tiene ciertas resonancias clasistas pues trata peyorativamente a las personas que aspiran pertenecer a clases de mayor prestigio. Me pregunto si esta duda racial de JDC y el nacimiento del concepto de huachafería no nos están hablando de que en la república hay una mayor movilidad social que en el virreynato por un lado, y por otro que el control social ya no se da a través de causas raciales genéticas (no sé si es la descripción adecuada, tú debes tener otra más exacta, Gustavo) sino por un racismo más relacionado con la cultura y la clase social de origen.
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