Suele decirse también que cierto tipo de narración, la que pretende organizar acontencimientos íntimamente traumáticos, no puede ser ejecutada por quien ha experimentado esos hechos, al menos hasta que tenga la posibilidad real de asimilarlos, reconsiderarlos, pasar a través de ellos y adueñarse de su origen.
La ukraniana Irene Némirovsky, autora de casi una decena de novelas en francés, publicadas en Francia en los años previos a la Segunda Guerra Mundial, escribió también, en la primera mitad de 1942, dos nouvelles entretejidas que, bajo el título común de Suite Francaise, describen los hechos de la invasión de Francia por lo nazis, la toma de París, los bombardeos, las escaramuzas, la virtual desaparición del ejército francés y, luego, el trance psicológico de la aceptación de la derrota.
Resulta impresionante descubrir que Némirovsky fue, ella misma, capturada por los nazis y deportada a Auschwitz el 13 de julio de 1942. Es decir, que, en su caso, la distancia temporal entre el hecho real y su transformación en ficción fue, en el mejor de los casos, cosa de semanas, quizá uno o dos meses. Su caso es singular, claro, pero también es una nueva y enorme objeción a las teorías del trauma, que pretenden uniformar nuestra comprensión de ciertos procesos de creación estética a partir de principios psicologistas, presumiendo, con simpleza hasta ahora no superada en la teoría, que personas distintas producen respuestas psíquicas idénticas ante unos mismos fenómenos.
Gracias a un cable que da cuenta de que Suite Francaise ha sido reconocida esta semana, por los libreros de Madrid, como el mejor libro del año 2005, me entero de que ya existe una edición en español. Yo estoy por la mitad de la traducción inglesa, y puedo recomendar este libro sin duda a cualquiera que esté interesado, sencillamente, en la buena literatura.
Imagen: Némirovsky (fotomontaje: gfp). Quienes tengan acceso al New York Times,
encontrarán una excelente reseña de este volumen en el Sunday Book Review.
encontrarán una excelente reseña de este volumen en el Sunday Book Review.
4 comentarios:
Muy interesante, sin duda. Lo que no entiendo es cómo esta novela supone una objeción a la idea de que "personas distintas producen respuestas psíquicas idénticas ante unos mismos fenómenos". Al contrario, bien podríamos verla como evidencia a favor. Después de todo, Némirovsky está escribiendo precisamente como respuesta al trauma.
A lo que sí es claramente una objeción es a la idea de que se necesita una gran distancia temporal para poder dar un testimonio sobre un trauma. Pero esa idea es ya sospechosa en sí misma (¿por qué sería tal el caso?) y es, en verdad, saludable que aparezca este contraejemplo.
Es una objeción a lo primero porque la teoría del trauma, justamente, aduce que es imposible construir un discurso coherente (no obsesivo, no repetitivo, no caótico, no ensimismado) referente a un hecho traumático si no se atraviesa por un proceso de recuperación, digamos (lo que en inglés llaman "working through trauma"). El caso de esta ucraniana sería espectacular porque, habiendo sido capturada y enviada a Auschwitz dos meses después de los hechos narrados, y en vista de que para ese momento ya había culminado las dos novelas, lo más probable es que las escribiera prácticamente durante el tiempo en que vivió esas experiencias.
Ahora bien, una de las posibilidades mayores es que la explicación resida en el hecho de que ella vivió la experiencia pero la experiencia no fue, para ella, traumática, en el sentido estricto, clínico, como si lo pudo ser para muchísima gente.
Pero la teoría del trauma tiene un automatismo incómodo: los críticos que recurren a ella terminan escribiendo como si sufrir una experiencia de cierto tipo condujera al trauma siempre y para todos los casos.
Si vamos a los casos extremos, ¿es completamente descabellado decir que alguien pudo pasar por un campo de concentración y salir sin trauma? Yo no lo creo, por lo menos no desde un punto de vista estrictamente probabilístico.
Un ejemplo particular: los críticos del trauma suelen asumir el trauma del cautiverio en Cervantes, por ejemplo, como un hecho, y leen mucha de su obra en función de eso. Ahora bien: ¿es necesariamente cierto que por el hecho de haber sufrido un rudo y largo cautiverio Cervantes haya quedado traumado por la experiencia y que haya necesitado de mucho tiempo e intentos fallidos para llegar a elaborar su experiencia y simbolizarla, es decir, convertirla en una narración? Una vez más: no me parece necesario; no es imposible creer que el cautiverio puede, eventualmente, no dejar ningún trauma (miren la experiencia de los delincuentes reincidentes, por ejemplo, que asumen el encierro como un gaje del oficio).
Es un tema complejo, desde luego. Pero tú pareces suponer (quizá correctamente) que la identidad de la respuesta está en el tiempo transcurrido entre la experiencia traumática y la elaboración del discurso que la refiere. Pero esa no es la única posibilidad. No necesitamos decir que el "proceso de recuperación" sea exactamente el mismo para todas las personas. Es perfectamente posible imaginar personas que se recuperan más rápido que otras, e incluso personas que nunca se recuperan (y mi impresión es que ambas posibilidades están bien documentadas, al menos en la literatura psicológica).
Eso no excluye la posibilidad de que la respuesta psíquica de las personas, el trauma y el proceso de recuperación, sea el mismo en todos los casos, pero con distintos tiempos.
El ejemplo de los delincuentes curtidos y el cautiverio no dice mucho sin una definición operativa de trauma y de recuperación (lo cual, me imagino, estará siempre en discusión). Bien pueden imaginarse sucesivos traumas y recuperaciones, o un gran trauma que nunca se recupera.
Lo que sí me parece claro es que uno no puede tan fácilmente atribuir la demora en la respuesta a la mera naturaleza del trauma. Hay factores adicionales, tanto en el ámbito personal como en el colectivo.
Los sicologos se reiran -sin duda- de nuestras especulaciones, puesto que la teoria del estres postraumatico es un campo de batalla para los profesionales.
De todos modos -con el atrevimiento que da la ignorancia y el entusiasmo de haber leido la reseña del NYT- meto mi cuchara.
La idea de trauma y su pareja de victimizacion parecen reposar sobre la asuncion de inefabilidad. El trauma es el resultado de una vivencia tan radical que no puede expresarse; la victimizacion es una destruccion tal de la autonomia humana que afecta la agencia definitivamente.
En ambos registros, creamos una categoria de ser humano disminuido: el "traumado" que tantos testigos referian ante la CVR, la "victima" que espera pasivamente atencion y redencion.
La medicalizacion y politizacion inevitable del tema -ademas- llevan a casos extremos como la politica del estres postraumatico entre los veteranos de guerra americanos: hay gente que cobra pension de incapacidad por cualquier cosa. Del otro lado, se da tambien el extremo de los que "salen muy rapido" del trauma y tambien reciben la critica socia: como los familiares del 11-S que se tiran la plata de las reparaciones estatales en tonos y trago.
Se me ocurre que no es util ampararnos en una teoria del trauma que colleve a considerar en un minusvalido automatico a quien experimenta una atrocidad. La resiliencia es tambien una realdiad y varia de persona a persona.
Tambien creo que puede pensarse en las distintas narrativas de las victimas (incluso las circulares, ambiguas, repetitivas, fragmentadas) como una forma de agencia. Victimas que estan en graves situaciones de exclusion son capaces de utiizar el arma que les queda -la narrativa- como una ruta de ciudadania y recuperacion.
Es una discusion interesante que debieramos tener alrededor del proyecto de recuperar la narrativa de posguerra, que debe ser mucho mas que un proyecto antologico...
Publicar un comentario