Jeremías Gamboa y Daniel Salas, hace unos días, me recomendaron darme una vuelta por el blog del crítico Javier Ágreda, y buscar su reseña del último libro del poeta Alejandro Romualdo, Ni pan ni circo.
Más que aconsejármelo, me conminaron a buscar, entre los comentarios a esa reseña, los poemas de Romualdo que Javier había copiado, y que son los veintiún poemas breves de la sección "Fragmentos".
En estos tiempos en que uno levanta una piedra y aparece un poeta joven reclamándose miembro de la generación de la violencia, la lectura de esos fragmentos de Romualdo, escritor que anda por los ochenta años de edad, resulta, por decir lo menos, aleccionadora.
Romualdo no se siente especialmente tocado por la violencia, ni se abalanza sobre ella para que su oscuridad atroz le comunique a sus versos un patetismo de fórmula. No necesita escribir sobre la violencia para sentar el precedente de su lucidez política ni para generar en torno de él el aura de una víctima sufriente.
Romualdo, más bien, llega al asunto de modo natural, impelido por otro tipo de necesidad, y sus versos parecen la demostración de que nada se opone a la violencia con tanta fuerza como la serenidad.
En este enlace, debajo del comentario de Javier, encontrarán los poemas aludidos.
Imagen: poeta Alejandro Romualdo.
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5 comentarios:
tiendo a desconfiar de la estridencia. tiendo también a desconfiar de quienes reclaman para sí la condición de "poetas". siempre he creído que "poeta" es algo que uno no debería decir de uno mismo, porque implica como una falta de vergüenza. y desconfío más de aquellos que reclaman como propia una experiencia compartida por millones, una experiencia que reivindican de manera exclusiva y excluyente. que pretendan erigirse en representantes de un período que dejó su huella en todos nosotros me jode. en medio de esa estridencia, leer los poemas de alejandro romualdo me hace escuchar una voz en la que ese tipo de reclamos sectarios no tienen cabida: una voz colectiva hasta donde puede serlo la voz del poema. leyéndolos, he sentido que se me ha restituido algo, tal vez el derecho a mi propio dolor. tal vez ese sea un inicio para empezar una comunidad.
Gustavo
Gracias por el enlace. He dsifrutado intensamente los poemas. Romualdo es innegablemente uno de los nombres importantes de la poesía peruana a fuerza de trabajo y no de autobombo. Queda claro de que a pesar de que los años pasan, la poesía se mantiene fresca, joven, vigorosa. No queda más que bajar la cabeza con humildad y rendirse.
Silencio y trabajo, nada más.
Un abrazo
José Antonio
Ha llegado un comentario firmado con un seudónimo y que contiene un enlace a un blog basura (al más basura de todos, probablemente). Como no pienso publicitar a un miserable, copio a quí el mensaje sin colocar el enlace:
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alejandro romualdo tuvo su mejor momento en los años cincuenta y sesenta, en la polémica puros contra malditos (esas sí eran polémicas). sus últimos poemarios tiene que ver con la baja de su nivel vital más que con la "sabiduría" y el consevadurismo que el señor Faverón quiere achacarle.
Pero como como dice honestamente el especialista en Guaman Poma Carlos García Miranda, siempre los paradigmas literarios se han impuesto, es legítimo entonces que Faverón quiera sobreponer a Romualdo sobre la generación de la violencia de los noventa.
Y también es legítimo que los poetas más concientes y radicales de dicha generación, impongan su visión de la década a través de ensayos y artículos.
Veremos quién prevalece.
Espero que no censuren este comentario.
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Como verán los lectores, el anónmimo hace un hallazgo notable: dice que la gran polémica de los años cincuenta y sesenta fue el debate entre puros y malditos. Ese descubrimiento debería llevarnos a reevaluar no sólo nuestro canon, sino toda nuestra historia literaria reciente.
Romualdo es un caso raro dentro de la poesía peruana. Su obra ha ido deslizándose ideológicamente con el tiempo, y sosegándose en su forma, sin perder calidad y precisión con la palabra. Tampoco capacidad cuestionadora.
Es difícil decir lo mismo de compañeros de ruta suyos como Pablo Guevara, gran amigo y rebelde eterno y limpio de retórica, o Mario Florián.
Pero esto no debe asustar. La proporción de poetas que trascienden su tiempo sin vender su verbo a discursos predominantes o ponerse a escribir para concursos y reconocimientos académicos u otros, es casi siempre la misma.
Allí están Adán y Eielson para comprobarlo.
Por supuesto, ser un poeta reconocido y exitoso, como digamos mi amigo José Watanabe, no tiene nada de malo y en su caso es absolutamente merecido. Hay sin embargo un sabor (y saber) especial en estos poetas irreductibles, para quienes el trabajo con la palabra parece ser un fin en sí mismo, y lo demás accesorio.
Imposible imaginar a alguien de esa generación "comprometida" orgulloso de autodenominarse
"poeta de la violencia" o "poeta metalingüístico".
Es casi como participar en el circo electoral, utilizar todas las criolladas de la peor politiquería nacional, e insistir en llamarse el candidato
"antisistema".
Quiero decir, si el ego y/o el talento te da tanto como para considerarte poeta -cosa ya bastante complicada como decía "Nando"-, pues dedícate a tu trabajo con la palabra y mantente al margen del mundanal ruido, que terminarás por imponerte al final.
Pero, ¿no es más bien por inseguridad que los poetas de los noventa -acercándose ya a los cuarenta algunos- se juntan y se reciclan bajo el ridículo rótulo de "generación de la violencia"?
Están demasiado influidos por la sociedad mediática, el farandulismo y el exitismo que las sociedades occidentales insuflan en la multitud (para utilizar la categoría de Hardt-Negri).
En resumen, como es el caso de cierto blogger y cierto grupo "fundacional" noventero, estos "poetas" son demasiado concientes de lo que tienen que hacer para venderse con "rentabilidad literaria" afuera.
Saben demasiado bien qué pasos y efectos deben crear para obtener réditos en donde poco o nada se sabe del proceso histórico de la poesía peruana.
La pregunta es: con tales programas promocionales, coordinaciones y ensayos absurdos por publicar, ¿a qué hora escriben poesía estos señores?
Muy buena recomendación, sin duda. Esos poemas son excelentes. Me sorprende mucho ese anónimo que acusa a Alejandro Romualdo de haber bajado "su nivel vital". Esos poemas atestiguan que el poeta está más vivo que nunca.
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