Apex Hides the Court es el título de la tercera y más reciente novela de Colson Whitehead, narrador que cinco años atrás fuera ovacionado por una novela de aliento rothiano y de título John Henry Days.
Hoy, leyendo el Washington Post, me entero de lo básico del argumento de esta nueva entrega suya: el protagonista de Apex Hides the Court es uno de esos profesionales típicos de la hiperespecialización del mercado americano: un publicista cuyo único, bien remunerado oficio, es bautizar productos comerciales, es decir, ponerles nombre a las mercancías que sus clientes se disponen a lanzar al mercado.
Pero un día, el publicista recibe un encargo distinto: darle un nuevo nombre a una vieja ciudad, hasta entonces llamada Winthrop en honor de un predicador puritano. De allí en adelante, imagino, los avatares de la historia y de su protagonista han de ser más o menos predecibles: ¿qué palabra elegir que refleje la historia pasada pero también las aspiraciones y la imagen deseada de la vieja ciudad? Rebautizar una comunidad, después de todo, parece una buena oportunidad para reiniciar su historia, para convertirla en otra.
No creo que compre el libro. Pero confieso que me quedé pensando: si nos fuera dado ponerle un nuevo nombre a nuestro alicaído y cuasi quebrado país, ¿con qué nombre querríamos recomenzar nuestra historia? ¿Cómo rebautizaríamos al Perú? ¿A alguien se le pasa por la mente una palabra que defina nuestro pasado o cifre nuestras esperanzas o ilusiones, o quizá, irónica o sarcásticamente, concentre nuestro defectos? ¿O sería mejor, más peruano, o incluso más saludable, mentalmente, digo, no buscar un nuevo nombre sino una chapa nueva, que nos permita, una vez más reírnos de nuestras desgracias por un rato y seguir con lo nuestro?
Imagen: nuevo bautismo del viejo país; fotomontaje gfp.
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