15.6.06

Piconazos

Hace unos días publiqué un post acerca de cierto poeta y profesor universitario, súbito humalista, que se dedicaba a llenar mi correo, y el de otras muchas personas, con mensajes victoriosos en favor de su comandante, incluyendo encuestas falsas, fraguadas por una fantasmagórica empresa chavista, y destinadas a confundir a la opinión pública un par de días antes de las elecciones.

Nadie dio en el clavo, entre los varios amigos que me enviaron correos intentando develar la identidad del incógnito. Y como noté que la sombra estaba cayendo sobre gente que nada tenía que ver en el asunto, prefiero contar de quién se trataba.

Era Winston Orrillo Ledesma, que ahora ha vuelto a la carga colocando en mi bandeja de entrada un mensaje que vale la pena recordar, ya que viene de alguien comprometido con la maquinita humalista.


Se trata de un artículo breve y opaco de Ángel Guerra Cabrera, que Orrillo reenvía; un artículo que concluye con una gozosa profecía (gozosa, al parecer, para su autor): que Alan García no terminará su periodo de gobierno, que será echado por la fuerza cuando llegue "la hora de Humala".

Yo prefiero pensar que la verdadera "hora de Humala" será el día que responda por la cada vez más vergonzosa montaña de denuncias y sospechas delincuenciales que penden sobre él. Mientras tanto, me despierto cada mañana y corro a Internet a averiguar si el comandante picón ya juntó la estabilidad emocional suficiente para tomarse un taxi y saludar al candidato que ganó las elecciones. Si no sabe qué decir en una oportunidad así, quizá uno de sus poetas amigos pueda apuntarle el guión.

3 comentarios:

Gustavo Faverón Patriau dijo...

ESTE ES EL ARTICULO ENVIADO POR WINSTON ORRILLO:

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Perú: no está dicha la última palabra
Angel Guerra Cabrera

Las elecciones en América Latina son con frecuencia uno de los escenarios del enfrentamiento que se da en varios terrenos entre las fuerzas que intentan continuar las desprestigiadas políticas neoliberales y las que luchan por desmantelarlas. Se disputan el voto las corrientes derechistas, conservadoras y proimperialistas, representadas por las oligarquías, con las fuerzas populares favorables a rescatar los recursos naturales, recuperar la soberanía nacional, promover la integración latinoamericana y romper con la tutela de Washington. Este fue el caso de los recientes comicios en Colombia. Por primera vez desde la época de Jorge Eliécer Gaitán, una coalición de fuerzas populares que llevaba de abanderado a Carlos Gaviria, representó un reto al poder oligárquico, hoy personificado por Alvaro Uribe. Aunque perdiera, desplazó al tradicional Partido Liberal como secunda fuerza electoral y podría encausar hacia la izquierda a partir de ahora todo el enorme descontento social y político acumulado en el país.
Más significativas aún han sido las elecciones peruanas del pasado domingo. Ollanta Humala, un candidato casi desconocido hasta hace unos meses logró encarnar las aspiraciones de millones de compatriotas hartos de la enorme desigualdad, discriminación y marginación sociales sumadas a lo largo de siglos y acentuadas al extremo por las prácticas de “libre” mercado. Humala, postulado por Unión por el Perú(UPP) ganó en primera vuelta por un amplio margen y perdió en la segunda contra una alianza de todas las fuerzas de derecha y los medios de intoxicación masiva capitaneada por Estados Unidos. El instrumento de que se valió ese conglomerado es nada menos que el APRA, partido que hace décadas pasó a convertirse en comodín de la oligarquía. A esa agrupación pertenece el candidato triunfante Alan García, quien ya ocupó el gobierno entre 1985 y 1990 y se vio obligado a huir del país perseguido por la justicia debido a escandalosas malversaciones y masacres de prisioneros políticos indefensos como parte de una gran ola represiva. De él también se recuerda el estado deplorable en que dejó la economía del país.
Humala, inexperto en política y con una estructura partidaria improvisada sobre la marcha, no logró que su mensaje nacionalista llegara con la claridad necesaria a todos los inconformes y sufrió una extraordinaria y unánime escalada de demonización de la maquinaria mediática, acrecentada después de la primera vuelta. La derecha utilizó su pasado militar y sus vínculos con el presidente venezolano Hugo Chávez para asustar a los importantes sectores limeños de clase media con el peligro del “comunismo” o de un gobierno castrense autoritario y también apeló con altas dosis de nacionalismo antivenezolano a sectores populares atrasados políticamente. Así y todo la diferencia entre Humala y García no llegó a ochocientos mil sufragios sobre un total de 16 millones y medio de votos válidos. El candidato de UPP arrasó en la sierra y la selva, las regiones más pobres y atrasadas del país. De hecho, ganó en 15 de 24 departamentos. UPP consiguió también 45 escaños, la primera mayoría, en el Congreso unicameral, por lo que García se verá obligado a concertar con Humala para lidiar con el Legislativo, como han advertido analistas, quienes señalan además que será imposible lograr la paz social sin contar con la gran fuerza de los más desfavorecidos que representa el ex militar. García está comprometido con Washington y la rancia oligarquía por lo que no se puede esperar de su gobierno más que una política de continuidad neoliberal, que seguirá concentrando la riqueza, aumentando el número de pobres y entregando el país a las transnacionales. Por eso, si Humala hace una oposición inteligente puede nuclear también en torno a su propuesta nacionalista a millones de votantes de García y de la ultraneoliberal Lourdes Flores que no tardarán en arrepentirse de haberle dado su voto al aprista en la segunda vuelta. Sumidos en la pobreza o la indigencia, una gran parte de los peruanos recibirá la influencia de la política popular y de defensa de la soberanía nacional que se experimenta en Bolivia, a cuya población están unidos por lazos culturales e idiomáticos.
Lo más probable en este escenario es que García no termine el mandato y sea echado de la silla por una pueblada como ya se ha hecho tradición en la zona andina contra los gobiernos neoliberales. Entonces habrá llegado la hora de Humala.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Hay que recordar que Winston Orrillo es quien envió el mensaje, pero el artículo fue escrito por Angel Guerra. A mi juicio, la añoranza es, más bien, velasquista.

No está de más recordar que el régimen de Velasco, que cometió gruesos errores en su reforma agraria, fue, de cualquier forma, el único de nuestros gobiernos en buscar un cambio profundo en la estructura de nuestra sociedad. Sin embargo, fue también una dictadura, abusiva en muchos aspectos, totalmente despreciativa en relación con los derechos humanos y las libertades individuales, y si uno atiende a Humala y a los humalistas, queda claro que no es el espíritu de reforma social, sino el del autoritarismo abusivo, el que ellos rescatan.

Daniel Salas dijo...

Winston Orrillo es el personaje que reclamaba la liberación de Lori Berenson bajo el argumento de que se trataba de una muchacha con vocación de luchadora social. Recuerdo que eran singularmente curioso eran sus argumentos, ya que lo que sostenía es que Lori Berenson, debido a que era una idealista ciudadana de Estados Unidos, merecía un trato especial.