Esta es una verdad evidente: los equipos españoles son mejores mientras menos españoles jueguen en ellos. Allí tienen al Barcelona y al Real Madrid para probarlo. Y la larga serie de fracasos mundialistas de la selección peninsular. Y el hecho de que los jugadores estrella de su historia fueran un argentino (Di Stefano, en la foto inferior) y dos húngaros.
Hagámosle un favor a España, entonces, y pongamos en su selección literaria (así como colocamos un refuerzo brasileño en la hispanoamericana) a unos cuantos portugueses. El resultado será, acaso, la más idiosincrásica de mis selecciones, la que más abiertamente refleja mis gustos personales (siempre tomando el siglo veinte y lo que va del veintinuno como marco): mi mesa de noche ibérica.
No trato de dar en el clavo del canon, entonces: sólo listo mis preferencias, claramente inclinadas más a la narrativa ibérica que a su poesía (leo a los poetas del siglo de oro, pero difícilmente a los más contemporáneos; y como dato curioso, ahora noto que también las mujeres del siglo de oro hispano me llaman más la atención que las de hoy).
Aquí va la nómina, en todo caso; ya luego veremos en qué lugar de la cancha se paran los muchachos.
Antonio Lobo Antunes. La muerte de Carlos Gardel y Tratado de las pasiones del alma serían suficiente para hacer de Lobo Antunes el mayor novelista portugués del siglo. Sin embargo, como Roth en Estados Unidos, Lobo Antunes parece decidido a escribir mejor cada vez.
Luis Martín-Santos. En los años del Boom, editores y escritores hicieron lo imposible por colocar a Juan Goytisolo dentro de la ola, como representante peninsular. Bien habrían hecho en tratar con el autor de la mejor novela española del siglo veinte, Tiempo de silencio, el doctor Luis Martín-Santos, muerto antes de acabar la segunda novela de lo que se proyectaba como una trilogía.
Javier Marías. El menos hispano de los españoles, el más sutil de sus novelistas. Mi herejía personal es preferir sus cuentos y pensar que en ese género, Marías es el gran maestro español. Busquen especialmente relatos como "Mientras ellas duermen" y "Lo que dijo el mayordomo".
Juan Manuel de Prada. Difícilmente los devaneos fascistoides de Juan Manuel de Prada permitan que España reconozca su maestría como narrador, al menos a corto plazo. Esos devaneos, sin embargo, hacen violenta, y con ello, acaso, más interesante, la relación entre los libros de este joven escritor y sus lectores. La novela Las máscaras del héroe es única, extraordinaria, y su libro de cuentos El silencio del patinador, publicado a sus 25 años, es un derroche de inteligencia creativa.
Suso de Toro. Sobre las novelas La sombra cazadora y Ambulancia puedo dar fe: son de primer nivel. Ambulancia, en particular, es una reversión magnífica de la novela negra, una en que lo central es todo aquello que en la novela negra típica es marginal (la pura interioridad del criminal, el azar del delito, etc). Dicen, sin embargo, que Trece campanadas es muy superior.
Jose Saramago. Sus libros mayores, Memorial del convento, El año de la muerte de Ricardo Reis, Historia del cerco de Lisboa, son inobjetables. Lástima que los haya reducido a fórmulas y no se canse de aplicarlas, cada vez más simplificadas, en su obra posterior.
Albert Boadella. Lo acepto: pocos pondrían a este señor en una lista así. Pero esta es mi lista. Boadella es el director y cerebro del notable grupo teatral catalán Els Joglars, y, como tal, autor de los textos de piezas como las que componen la trilogía que empezó con Daaalí (que montaron en Lima alguna vez, en el marco de un festival de teatro que el brillante Castañeda Lossio mató para siempre), y siguió con La increíble historia del Dr. Floit y Mr. Pla y Ubú President.
Fernando Pessoa. Es cierto, Pessoa, más que un jugador, es todo un equipo de fútbol, incluyendo dirigentes y cuerpo técnico. Mi preferido entre sus avatares es Alvaro de Campos, y, a riesgo de sonar tópico, el poema suyo que retengo en la memoria es éste. (Dicho sea de paso, el primer link contiene más de mil poemas de Pessoa).
Bernardo Atxaga. El vasco Bernardo Atxaga (a quien, como me ocurrió con el gallego Suso de Toro, quizá no habría leído si no fuera por la recomendación de mi amigo y ex profesor, el catalán Joan Ramon Resina) tiene muchos libros, al menos uno de ellos genial: Obabakoak, a medio camino entre la novela y la colección de relatos. A buscarlo. Está traducido a veinticuatro lenguas y una de ellas es el español.
Juan Marsé. Luego de haber leído, hace ya muchos años, Un día volveré, Si te dicen que caí y Últimas tardes con Teresa, tengo desde hace tiempo una deuda con el resto de la obra de este maestro de la densidad, nunca gratuito, nunca superficial.
Juan Goytisolo. Defensor de todas las causas perdidas en España durante tantos años (desde el reconocimiento de la influencia mora hasta los derechos de los homosexuales), Goytisolo parece haber empezado a ganar algunas, junto con el reconocimiento final de que él no es sólo el mejor escritor de su familia, sino, junto con Marsé y Martín-Santos, el gran renovador de la narración española en la segunda mitad del siglo veinte. Makbara, Juan sin Tierra, Reivindicación del conde don Julián (que conforman una trilogía) deben de ser lo mejor de su obra, aunque el gran pecado culpable en su bibliografía es Paisaje después de la batalla. Es uno de esos autores que, como Marsé, parecen haber sido asesinados por la ridícula medianía estética que impone el negocio editorial español.
Nota: el afiche al inicio de este post no es un intento de resarcirme por la cortedad de autores catalanes en mi lista, sino, más bien un anuncio de que mi enamorada, que ha puesto el grito en el cielo ante esa escasez, ha amenazado con colocar aquí, en los próximos días, un post con su propia Selección Literaria Catalana del Siglo XX.
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3 comentarios:
Nada importante, sólo recordar que ya tienes 3 catalanes en tu lista (3 de 11 no es poco). Y 2 son sin duda los mejores narradores catalanes del siglo XX (Goytisolo y Marsé).
Excluirlos de la lista de los catalantes sería como, por ejemplo, excluir a Daniel Alarcón de la literatura peruana.
Saludos
Pedro Pérez del Solar
Ah, pero no había pensado excluirlos. Al contrario, pensaba colocar a uno de ellos como capitán del equipo.
Con varios días de tardanza, quiero hacer un comentario algo marginal respecto a Juan Manuel de Prada. Este escritor, a pesar del rollo facsista y prédica españolista (así dirían en España), además de la ibérica tranquilamente puede integrar la aguerrida selección vasca. Como sabes, él nació en Barakaldo, un barrio cercano de Bilbao, en el corazón de Euskal Herria, pero se crió en Zamora, en Castilla.
Lo curioso es que los vascos, aún los nacionalistas, lo sienten como uno más de la casa. Al menos eso es lo que lo que he apreciado conversando con amigos de por allá.
Cuando estuve en España leía de vez en cuando sus columnas en ABC, más por morbo que por otra cosa porque el rollo facha no me va. Un día di con un panegírico suyo dedicado al Atlethic de Bilbao. No decía que fuera hincha de este cuadro, pero no hacía falta. Cosa rara, este club tiene un rollo opuesto al de De prada, llegando al extremo de sólo contratar jugadores vascos. Pero más puede en el escritor el cariño a su equipo, equipo de puerto para más señas, que algunas menudencias políticas.
Saludos
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