27.7.06

Los dos Peter Elmore

Si uno entra al buscador de imágenes de Google y escribe el nombre Peter Elmore, descubre que, en efecto, hay al menos dos.

Uno de ellos cubrió a nado la distancia entre Francia e Inglaterra, en 1988, en nueve horas y cincuenta y dos minutos. El otro escribe.


Pero también el que escribe es un
hombre duplicado: el profesor universitario que reside en Boulder, Colorado, que cada dos o tres años produce un agudo libro de ensayos (Los muros invisibles, La fábrica de la memoria, El perfil de la palabra), por un lado, y, por otro, el novelista que vive con un pie en Yoknapatawpha y otro en Triste-Le-Roy (y un tercer pie, no me pregunten cómo, en el centro de Lima, y un cuarto pie en la biblioteca de Claudio Magris: incómoda postura que este otro Peter sobrelleva con gracia y donosura), y que también, como su doble, cada dos o tres años produce un libro, pero de ficción.

A sus novelas anteriores,
El enigma de los cuerpos y Las pruebas del fuego, este otro Peter acaba de añadir una tercera, El fondo de las aguas. A diferencia de mis amigos en Lima, que tienen el placer de contar con un ejemplar ya en sus manos, yo, a la distancia, en Ithaca, no tengo sino las páginas anilladas de la primera versión, la única que he leído, que este otro Peter me envió hace ya casi dos años.

Sobre esa primera versión, que no sé en qué medida se haya modificado, puedo decir un par de cosas: la tercera novela de este otro Peter sintetiza la misteriosa abundancia argumental de El enigma de los cuerpos y la estupenda construcción de personajes de Las pruebas del fuego, para llegar a una historia tan ágil como lúcida y reflexiva.

Si una idea subyace a todo el relato, es la noción de extrañeza: la sensación de una íntima impropiedad, de una íntima desubicación, de una íntima impertinencia del protagonista ante los hechos --cada vez más intrigantes-- de su propia vida.

Es un libro inusual en nuestra narrativa, una ficción que tiene sus raíces muy dentro de un terreno eminentemente intelectual y libresco (y los libros de Fogwill no son secundarios en la conceptualización que hace este otro Peter de la ciudad nerviosamente articulada que sirve de escenario a su novela), pero que se expresa en un relato vital, personal, emotivo. Una novela que hay que leer.

Imágenes: arriba, el Peter escritor, con varios años menos, en Desamparados; abajo, el Peter nadador, recién completada su travesía marina.

3 comentarios:

Daniel Salas dijo...

Sin embargo, las novelas de Peter Elmore no son autobiográficas en el sentido que solemos ver en la narrativa peruana. Los protagonistas no son alter egos del autor, pero sí reflejan maneras de leer y de auscultar la topografía de la ciudad. En todo caso las veo como modulaciones de la figura del lector y el escritor, no como versiones autobiográficas del autor.

Anónimo dijo...

De hecho esta novela es una de las más esperadas en la literatura nacional. Los antecedentes del autor avalan la creación de una expectativa en los lectores. Es bueno que contribuyas con eso Gustavo.

Daniel Salas dijo...

Peluche:

Hay ejemplos recientes y menos clásicos de narradores o protagonistas que son alter egos de los escritores: Jaime Bayly, Beto Ortiz y, en una vertiente verdaderamente interesante, Oswaldo Reynoso.