Como es lógico, la prensa mundial ha cubierto los pormenores de la muerte del célebre escritor egipcio Naguib Mahfouz, ganador años atrás del Premio Nobel de literatura.
Al lacónico cable inicial de AFP, se sumó uno posterior de Reuters, que recuerda el atentado sufrido por el egipcio en 1994; uno más de la misma agencia da cuenta de detalles biográficos, así como de la opinión de un crítico, su connacional, que describe a Mahfouz como nacido para la ficción.
Un segundo cable de AFP hace notar que las posiciones de Mahfouz acerca del conflicto palestino-israelí ocasionaron que su obra fuese boicoteada en muchos países del mundo árabe. El cable de Europa Press hace notar que el atentado sufrido en 1994 fue producto de la arenga de un clérigo fanático que acusó a Mahfouz de sacrílego a causa de una vieja novela suya.
Un tercer cable de AFP ahonda en ese caso particular, vinculándolo con la fatwa lanzada en contra de Salman Rushdie, y recuerda que la novela que motivó el intento de asesinato en 1994 había sido publicada originalmente en el Líbano, en 1959. El cuarto cable de AFP hace notar que lo incómodo de aquel libro, Los niños de la Medina, era su "visión desencantada de la religión".
El tercer cable de Reuters extiende el tema, hasta dejar en claro que no fue una sola novela, sino la persistencia de la crítica, religiosa, política y social, a lo largo de toda la obra de Mahfouz, el motivo de que el escritor fuera un personaje tan incómodo para algunos como emblemático y heroico para otros. Por cierto, ese mismo cable explica que Mahfouz pudo haber evitado el atentado en su contra, doce años atrás, pero que por una cuestión de principios rechazó la protección policial cuando proliferaban las amenazas.
Poco que añadir a todo eso: está claro que Mahfouz era de la estirpe de quienes creen en sus ideas y en su derecho a decirlas y le dan más importancia a su deber estético, ético y social que a su conveniencia individual.
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