6.9.06

El fondo de las aguas

Mi autoimpuesta cura de silencio, que me impide reseñar (por ahora y, básicamente, hasta que me dé la gana) los libros de mis amigos, me ha quitado el placer de comentar El fondo de las aguas, de Peter Elmore, que leí en su primera versión hace dos años y en su versión reciente ahora mismo.

Así pues, no la voy a reseñar, pero, con la libertad que me da dejar de ser un crítico en ejercicio profesional frente a este libro en particular, me voy a permitir decir algo que pienso sobre esa novela, sin explicar demasiado: que es la más interesante, audaz y personal de las novelas peruanas publicadas en años recientes, y, en cuanto a su ejecución, sólo Travesuras de la niña mala es preferible. Y esa no es una afirmación fácil en una época en que hemos tenido libros tan valiosos como las novelas recientes de Cueto, Castañeda, Begazo, Lauer, etc.

Acaso su mayor defecto sea ser un libro intelectualmente exigente (aunque no de lectura difícil), en un tiempo en que, desgraciadamente, ni siquiera los lectores consuetudinarios parecen aceptar la complejidad como un desafío legítimo en los libros.

¿Que es poco serio comparar? No, no lo es. No existe ninguna otra forma de juzgar una obra de arte que no sea comparando. El juicio es siempre una comparación: con antecedentes, con obras paralelas, con la obra previa de un autor, con una tradición, con un género, etc.

Y si la cosa es decir algo sobre el momento actual de la narrativa peruana, la comparación debe ser establecida con sus libros coetáneos. Y en ese paralelo, creo que El fondo de las aguas es lo que he dicho: más compleja formalmente y más arriesgada ideológicamente que otras novelas recientes, y tan diferente que resulta idiosincrásica.

La única reseña negativa que he encontrado (peculiarmente, escrita bajo seudónimo) se basa, también, casi exclusivamente en comparaciones. Pero, sin desdemerecer a los libros implicados en ese paralelo (básicamente, Hotel Europa, de mi también amigo Luis Hernán Castañeda, y El inventario de las naves, de Alexis Iparraguirre, creo, sin embargo, que la comparación del reseñador anónimo está desencaminada.

En primer lugar, es arbitrario al decir cosas como que la novela "parece desubicada y anacrónica respecto de sus congéneres; unos años antes hubiera resultado novedosa; ahora sufre de hipertrofia".

Esa afirmación, que peca de responder a una mirada meramente coyuntural, parece dar por sentado que Peter Elmore ha compuesto su novela respondiendo a esa suerte de arbitraria minitradición que el comentarista construye (¿cómo suponer a esta novela "congénere" de un libro de cuentos abstracto y de escasa coherencia interna, como el de Iparraguirre?). Y olvida, entre otras cosas, que este libro fue terminado de escribir al mismo tiempo o incluso antes que aquellos otros. Si la comparación ha de ser temporal, si años antes esta novela "hubiera resultado novedosa", pues entonces ese dato no puede dejarse de lado. El comentarista anónimo, cuando dice que el libro de Elmore es anacrónico y "ancilar" (es decir, derivativo y dependiente) con respecto a los otros dos, está haciendo una afirmación que es, paradójicamente, ciento por ciento anacrónica: está diciendo que un libro anterior es derivativo con respecto de unos libros posteriores.

Pero eso es, de todas maneras, lo menos importante. Porque para que esa observación tuviera alguna importancia, el comentarista debió explicar por qué, más allá de echar mano del tópico de la ciudad enrarecida, la novela de Elmore puede resultar prescindible debido a la simple existencia de los otros dos libros: es decir, debió explicar cómo es que esos libros y este tratan de lo mismo, y cómo es que aquellos dan una respuesta u ofrecen una mirada a la que este aspira pero que no alcanza. Pero, para hacerlo, tendría que haber dado un paso que le fue imposible: tendría que haber entendido el libro.

Lo crucial es que el reseñador no debió dejarse llevar por las superficies: no todas las novelas que inventan un "Alphaville", para usar la referencia que propuso Iván Thays, son inmediatamente miembros de una misma tradición, porque esa invención es un recurso formal, cuyos objetivos no tienen que ser los mismos.

Es claro que la ciudad de Castañeda y la ciudad de Elmore responden a apreciaciones diferentes: una, la de Castañeda, es la construcción de un mundo basado en la decadencia y el espanto, la degeneración de unas estructuras que todos reconocemos pero que se han vuelto fantasmales y ajenas; la otra, la de Elmore, es una degeneración de la percepción del mundo y de las relaciones interpersonales.

La primera implica un enrarecimiento de lo factual y de lo panorámico; la segunda, en cambio, un enrarecimiento de la mirada introspectiva; de ello se desprende que en Castañeda el extrañamiento, para el lector, derive de lo social, mientras que en Elmore deriva de lo individual y de las formas de vinculación intersubjetivas más íntimas.

En la novela de Castañeda, la ciudad es una prisión que condiciona a sus pobladores; en la de Elmore es el movimiento y la interioridad de los personajes lo que da forma a la ciudad: una es la cárcel de sus habitantes, la otra es el trasunto, la emanación de la peligrosa parálisis íntima de sus moradores. El espacio, en la primera, es como el espacio claustrofóbico del expresionismo; el espacio en la segunda es como esos escenarios del cubismo que son ecos y reflejos de los cuerpos que les dan forma al tiempo que los ocupan.

Esa diferencia distingue también a la novela de Elmore de cualquier otra novela peruana que yo sea capaz de recordar en este momento; aunque estoy dispuesto, como siempre, a escuchar opiniones en contra.

Se ha publicado ya un cierto número de reseñas de esta novela, que a continuación voy a enlazar para que los interesados las revisen, así como entrevistas hechas al autor en las semanas pasadas.

En El Comercio, Enrique Planas le hizo a Peter esta entrevista, y Diego Otero, no sé si antes o después, esta otra. En El Peruano, Ernesto Carlín escribió este comentario. Perú 21 publicó esta otra conversación. En La República, Javier Ágreda publicó una reseña que reproduzco desde su blog. Imagino que hay más, pero, en fin, estas son las que he podido encontrar.

Imagen: Lima bajo las aguas: fotomontaje gfp.

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