No deja de ser interesante el asunto del incesto en Madeinusa y las reacciones que ese rasgo del argumento ha causado en algunos críticos y comentaristas.
No quiero abundar (para no redundar) en observaciones en torno a esa película, pero sí quiero subrayar una vez más que el incesto es una noción que ronda la ficción peruana reciente reiteradamente.
El incesto como realidad literal, digamos, aparece en Madeinusa y en Días de Santiago, en ambos casos a través de la relación abusiva de un padre sobre su hija.
Metafóricamente, esa misma relación se da en la pedofilia del abogado de Ojos que no ven, y una versión contraria, no menos incestuosa, aparece en la íntima y física adoración del fiscal Chacaltana por su madre muerta en Abril rojo, de Santiago Roncagliolo.
En La mujer de mi hermano, tanto la novela de Jaime Bayly como al versión fílmica del también peruano Ricardo de Montreuil, reaparece esa versión fronteriza del simple adulterio y el incesto que es el amor de un hombre por la esposa de su hermano.
No resulta sorpresivo que una relación parecida dé forma a una de las historias secundarias de Días de Santiago (la de la cuñada que persigue al protagonista como una salida para el encierro de su vida familiar).
Si uno revisa las especificidades de cada caso, será difícil otorgar al incesto una suerte de valor simbólico estable. Eso no hace menos necesario preguntarse por ese posible significado común. Al contrario: eso vuelve la pregunta particularmente interesante.
Los que ven "ficciones fundacionales" al estilo Sommer por todas partes, encontrarán en el constante incesto de las ficciones peruanas recientes un callejón sin salida: el incesto es el colapso de los "romances nacionales" (de allí que ningún capítulo del libro de Sommer arribe a conclusiones tan insostenibles como el capítulo sobre María, de Isaacs, novela incestuosa como pocas).
Porque intuyo que será no sólo poco interesante, sino muy probablemente reduccionista y poco imaginativo, llegar a la conclusión de que una gran parte de las novelas y películas peruanas más exitosas de los últimos años envían un mismo mensaje: que la nación peruana es inviable... Algo más debe haber.
11.10.06
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1 comentario:
Algo que es necesario señalar es que no se puede meter en un mismo saco incesto, pederastia y violación.
El párrafo de Juan Zevallos dice sobre La Molina lo siguiente:
"Al igual que en los suburbios norteamericanos, el incesto y la pedofilia son rampantes, el asesinato se hace más común y las borracheras colectivas, consumo de drogas y orgías de púberes, jóvenes y adultos son frecuentes en fiestas donde también hay momentos en los que el mundo se invierte, el tiempo y el control social se suspenden."
Este párrafo me recuerda a Pinochet hablando de ejército alemán como un grupo de "homosexuales, pelucones y sindicalistas". Agrupar de esa manera actitudes diferentes es poner todo bajo un mismo escenario de corrupción. Es como si un reaccionario dijera: "en esta sociedad moderna cada vez hay más delincuentes, divorciados, violadores y libertinos".
Si alguien practica orgías, se emborracha o realiza actos incestuosos eso debemos considerarlo un asunto personal, ya que ni siquiera es ilegal. Pero Zevallos quiere que lo veamos todo bajo un mismo cuadro de decadencia moral, con lo cual sale a flote un inesperado puritanismo.
Pero, además, el incesto en la literatura no siempre (y sospechoo que en la mayoría de las veces) no está relacionado ni con la pederastia ni con la violación. En "Cien años de soledad", por ejemplo, el incesto participa de una afirmación radical de la filiación y la identidad. Y en "Pedro Páramo" los hermanos incestuosos expresan más bien lo contrario: un pecado original pero que, a diferencia del mito de Adán y Eva, no tiene que ver con la proliferación sino con la esterilidad. De modo que no hay que caer en el prejuicio de leer todo incesto como acto que implica necesariamente violencia.
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