Le doy las gracias a Fernando Vivas por lo que me toca de sus elogios a los blogs literarios peruanos.
La mención, de la que me entero por el blog de Iván Thays, la hizo Fernando en su columna del diario El Comercio, cuyo tema esta semana fue la película Madeinusa, de Claudia Llosa, que tanto aire tormentoso viene soplando a su paso por los cines del Perú.
Aclaro, eso sí, que éste es uno de los blogs que se ha abstenido de llamar racista a Claudia Llosa (del mismo modo en que me abstengo de acusarla, absurdamente, de intenciones genocidas, como ha hecho hace poco el crítico Juan Zevallos Aguilar).
No sé si mis razones para ello son las mismas de Fernando, pero el hecho es que las suyas me parecen atendibles: la cinta de Llosa, dice Vivas (si no lo he entendido mal), simultáneamente se toma licencias mitopoiéticas y deja de lado la precisión antropológica, de modo tal que, casi por "serendipia" (como dicen por ahí), ambores factores terminan potenciando su originalidad y dándole un toque naif.
Este párrafo de Vivas es digno de tenerlo en mente (no que no lo sean los demás, claro):
"Para empezar", dice, "prefiero hablar de candor y no de racismo puro y duro, pues no veo en la directora y guionista Claudia Llosa ninguna expresa intención de generalizar los valores negativos (perfidia vindicativa, lascivia incestuosa del padre, envidia destructiva de la hermana, ventajismo asesino de la heroína) de sus personajes andinos. Madeinusa no es una radiografía de la puna ni mucho menos".
En efecto, es importante, si uno va a llamar racista a alguien, verificar (o al menos demostrar que es posible) que sus juicios sobre individuos provengan de (o sean proyecciones de) prejuicios sobre colectivos. Si eso no se da, es simplemente desacertado hablar de racismo.
Por la tarde, recibí un correo de Alonso Izaguirre Godoy, de Peru 21, que decía lo siguiente:
"El tema Madeinusa me intranquiliza. ¿Pueden haber una mirada racista de la Llosa en su trabajo? Difícil. Quienes se quejan del supuesto racismo de Llosa escoden la verdadera razón de su protesta: ´Llosa, eres una pituca limeña, por tanto, no tienes ni el más mínimo derecho de proyectar una parcela del mundo andino´... Sospecho que el racismo y el prejuicio vienen de aquellos que piensan que el mundo andino es santo y sagrado, intocable y libre de cualquier tacha, un mundo perfecto".
Ya ayer, mi amigo Daniel Salas me había comentado algo parecido: es un racismo exaltatorio, un racismo idealizante... Pero, ¿es correcto llamarlo "racismo", cuando implica una exaltación y no una denigración? Yo creo que sí. La clave está en algo que escribió Iván Thays hoy en su blog:
"¿Será que algunos intelectuales (los críticos opuestos a Madeinusa en particular) sólo están capacitados para ver a los blancos como individuos, mientras que a los andinos los ven siempre como colectividad? Y de ser cierto, ¿es eso una deformación profesional, una miopía o un prejuicio?"
En efecto, vale preguntarse eso: ¿por qué, para algunos, un blanco alcóholico en una película es sólo un blanco alcohólico, mientras que un andino alcohólico implica la intención de sugerir que todos los andinos son borrachos? ¿No es más fácil aceptar que un andino, como cualquier ser humano, puede ser alcohólico (y ladrón e incestuoso y cualquier otra de esas cosas a las que nadie en el planeta es invulnerable)?
La respuesta es obiva, y quien se niegue a verla da señales de algo peligroso: la incapacidad de ver personas, de reconocer sujetos, tan individuales como uno, en gente de otro colectivo, sí es una clara señal de racismo. El mismo Iván Thays, por la tarde, ha encontrado en cierta entrevista a la narradora británico-jamaiquina Zadie Smith unas declaraciones que no está de más recordar aquí. Ya verán por qué: los invito a que las lean.
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