Mientras que el escritor chileno Jorge Edwards celebra la vitalidad del español y habla, en clave esotérica y arqueando una ceja, del castellano como "una de las claves del mundo moderno", el poeta y narrador mexicano José Emilio Pacheco se lamenta de que el español esté "en grave peligro" y de que podría "ser reemplazado por el idioma inglés".
Pachecho aprovecha su discurso agorero y funeral para advertir que una esperanza de salvación está en la labor que pueda seguir ejerciendo la Academia de la Lengua, es decir, digo yo, los viejitos de Madrid, que deciden qué está bien y qué está mal decir, que en la práctica consideran al habla popular de América una desviación de la norma, y que tienen en cada país de Latinoamérica un coro de colegas con los cuales juegan a que las batallas de Junín y Ayacucho no se han producido y que España todavía sigue siendo nuestra metrópoli.
Pacheco agita las mismas pruebas absurdas que agitan todos los que lloran por la muerte de cualquier lengua: se nos va nuestro legado cultural, etc., etc. Pero además, purista como suelen ser los hinchas de la Academia, Pacheco asegura que el español está ya en decadencia, que la gente lo habla mal, que su "empobrecimiento es brutal en todas partes".
Yo entiendo que, salvo casos insulares e idiosincrásicos, patologías de individuos, el español no se puede hablar mal en ninguna parte, y ciertamente no a partir de la influencia del inglés, como parece proponer Pacheco. Excepto que Pachecho se esté refiriendo al mal español que hablan los cientos de miles de americanos que aprenden castellano cada año para potenciar sus negocios o sus posibilidades de trabajo, o simplemente por curiosidad o por empatía.
Yo me pregunto seriamente qué creen quienes dicen algo así: "el idioma español está en peligro" y su "empobrecimiento es brutal". ¿Creen que si ese proceso sigue en marcha en algún momento la gran masa de hispanoahablantes van a ser una horda de brutos incapaces de pensar sutilmente o de actuar como seres racionales? ¿Por qué tanto empeño en confundir en identificar nuestra inteligencia con el casticismo de nuestro español? ¿De cuándo aquí lo castizo es síntoma de brillantez y lo mixto y lo híbrido es cifra de pobreza?
¿Y qué pasó con el espánglish de cierto personaje de Las batallas en el desierto, la excelente nouvelle de Pacheco? ¿No será contraproducente eso, don José Emilio? ¿Mejor traducirlo todo al español?
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