15.11.06

El hígado

Los invito a leer con alegría y buenhumor el último cuento del simpático Chucky. En el cuento, un alter ego mío, bañado en los jugos hepáticos del muñeco diabólico, aparece como curioso habitante de las pesadillas del hitlercito que un día quiso ser novelista. No se lo tomen en serio: recuerden que hace una semana Chucky escribió un elogio de la locura: ahora sólo nos está dando su ejemplo práctico.

Curiosamente, Chuckito parece querer debate, pero no participa en el único del que tomo parte yo en estos días: el tema de Sendero Luminoso y la literatura peruana. No. Al querido tío César se le nubla la visión y cree que lo importante, lo crucial, lo impostergable, es censurar a cualquiera que haya tenido la osadía de no atacar a Fernando Ampuero. ¿Deliremos juntos, Cesarín? No, no: sigue tú nomás.


No me cabe duda de que el muñequito seguirá con los insultos cada vez que se le vuelva a resentir la herida hepática que define todos sus actos. No pienso volver a ocuparme de él aunque siga desperdiciando sus fuerzas en atacarme gratuitamente (¿"energía" y "energúmeno" tendrán la misma raíz?). Pero apenas se le ocurra una idea --una sola-- que valga la pena, que la diga y la discuto encantado. Anda, Cesarín, no te avergüences: una idea en lugar de todos tus insultos. Tú puedes.

2 comentarios:

Marco Antonio Inca dijo...

Muy acertado el comentario de Hildebrandt. Espero lo sigas posteando.

El sin Nombre dijo...

Gastar saliva en personas que no respetamos no tiene sentido. Mas aun, gastar espacio en un disco duro por alguien asi es simplemente insensato. Hacia tiempo debio decidir ignorar a esta persona. La vida es muy corta como para gastarla asi.