En el odio, hermanos

El día del orgullo gay se celebró en Israel (que, como se sabe, a pesar de las preconcepciones de la gente, es una sociedad bastante liberal, mayoritariamente).

Hubo, claro, contramanifestaciones llevadas a cabo por ortodoxos extremos (que, increíblemente, han llegado alguna vez --no este año-- a usar incluso la violencia en estos actos: el año pasado hubo un caso de apuñalamiento de tres manifestantes gays a manos de un ortodoxo).

La respuesta pública de los ortodoxos es esperable. Ellos son el ala ultraconservadora de Israel. Lo que no era esperable, y ha ocurrido, es lo siguiente: los judíos ortodoxos recibieron un mensaje de apoyo llegado desde más allá de las rejas y las barricadas que separan a judíos y palestinos.

Es lo que se imaginan: los palestinos ultraconservadores (que son proporcionalmente un grupo mayor dentro de su propia nación) hicieron llegar un comunicado de apoyo y ánimo a los ortodoxos judíos en su lucha contra el movimiento gay... O, en otras palabras: no los une el amor, sino el espanto (ante un otro al que ambos ven como todavía más radicalmente distinto).

Esto me ha hecho recordar, por oposición, algo que comprobé en París años atrás: en la capital francesa, el barrio judío y el barrio gay ocupan exactamente la misma zona; son, en verdad, un solo barrio: las sinagogas y los cafés kosher se alternan con las discotecas gay y en las veredas uno ve parejas (de goyim o no) tomadas de la mano caminando entre los barbados de sombrero y saco negro.