Hace unos días leí un artículo rarísimo en una página web. Era una reseña de mi antología Toda la sangre en la que se desestimaba el nivel de los cuentos reunidos porque ninguno de los autores era ni Tolstoi ni Hemingway. Gracioso, sin duda.
También se decía, con campante ignorancia, que existe una corriente teórica norteamericana llamada "culturalismo", y que uno de sus rasgos definitorios es reemplazar la noción de "clase" por la noción de "cultura".
Imagino que con eso de "culturalismo" se refería el comentarista enmascarado a los estudios culturales. Si es así, deberá saber que se trata de un campo y no de una corriente. Aun así, claro, los estudios culturales estuvieron desde un inicio ideológicamente marcados, es cierto: los fundadores de los estudios culturales, críticos como Raymond Williams, por ejemplo (a quien no por casualidad cito en el prólogo del libro), eran marxistas. Justamente por eso, jamás habrían cometido la barbaridad de confundir clases con culturas, o usar un término para cancelar al otro.
Más adelante, el mismo anónimo me acusa de tener una suerte de doble personalidad, porque, según dice en un vuelo de su imaginación, me reclamo de izquierda pero defiendo el orden mundial y las transnacionales. ¿De dónde saca esa burrada? Difícil saberlo. Lo realmente chistoso del asunto es que la acusación viene de un sujeto anónimo al que poco le falta para lanzar vivas a la lucha armada desde su columna quincenal en un portal de la transnacional Telefónica de España, que muy bien debe pagarle a su incógnito sublevante.
El texto es hecho no sólo con ignorancia, sino también con mala entraña. Una combinación de ambas es la que lleva al comentarista a afirmar que yo describo a Sendero Luminoso como "una cultura hegemónica" para poder caracterizar a todos los relatos recogidos como textos escritos en resistencia a SL.
¿Qué cosa querría decir eso de que Sendero Luminoso era "una cultura hegemónica" y en qué lugar de mi texto digo yo una tontería así? El comentarista anónimo no se siente obligado a explicarlo: él sólo lanza la piedra. Ah, pero para que todo cuadre, evita decir en su reseña que la antología recoge no sólo una variedad de textos escritos desde posiciones de izquierda muy radicales, sino que incluye también un cuento de Hildebrando Pérez Huarancca, un líder senderista. Si lo dijera, su argumento perdería incluso ese endeble amago de coherencia que quiere tener.
El comentarista, que no se atreve a respaldar con su firma sus ideas, sostiene varias veces que mi prólogo enjuicia a Sendero Luminoso sin señalar las responsabilidades del Estado en la corrupción y disolución del entramado social peruano, o, en el peor de los casos, sus responsabilidad como entidad propiciatoria y motor de la injusticia social. Mi texto evidentemente enjuicia a Sendero Luminoso (¿por qué no habría de hacerlo?), pero señala claramente, y muchas veces, la responsabilidad de un Estado que nunca fue capaz de combatir el fundamentalismo senderista con una respuesta democrática, sino que siguió exactamente la misma estrategia de demonización del otro. Citaría las páginas exactas del prólogo, pero para hacerlo tendría que mencionar casi todas.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 comentarios:
En cuanto al anónimo, la ignorancia es atrevida....
Saludos,
Erika Almenara
Hola Gustavo:
Hace unos días leí también la reseña a la que aludes en tu post y me sorprendió también la supina ignorancia del autor con respectos a los Estudios culturales. Sin embargo, quiero hacer incidencia en un grave error que comete dicho cuadrúpedo mamario sobre el supuesto "análisis" de la antología publicada.
El error radica en forzar el marco teórico del "culturalismo" -para utilizar el mal termino del vacuno- de manera tal que encaje en el análisis forzado de un texto cuya única finalidad es aportar a la comprensión del fenómeno de violencia a través de una antología de textos, desde diferentes perspectivas, que recrea los años del fanatismo terrorista que se vivió en nuestro país, teniendo en cuenta, para dicha selección, los criterios estéticos y culturales que deben reunir los mismos. Y este error no es propio del anónimo que se esconde bajo los mugidos del cuadrúpedo, sino de gran parte de "críticos" que abordan un texto literario con "anteojeras académicas".
El primer punto de partida que debe asumir un crítico que se respete es seleccionar un marco teórico que se adecúe a un análisis adecuado del texto y no lo contrario. De no existir un marco teórico único, lo más aconsejable es asumir una metodología heterodoxa que permita realizar un análisis del texto desde varios aristas, como lo propone el crítico sanmarquino Carlos García-Bedoya (no el cuasi homónimo).
Por otro lado, la reseña en mención peca de pretenciosa a través de una "jerga seudo-académica" que solo sorprende a aquellos lectores "profanos" cuya cultura se reduce a la lectura de revistas y separatas sesgadas y desinformadas.
Ante tanto mugido "seudo-académico" solo nos queda pedirle a Beto Ortiz que realice las pesquizas correspondientes para desenmascarar al anónimo vacuno. Por lo pronto, Gabriel Ruiz-Ortega, en un post que colgué en mi blog (www.amoresbizarros.blogspot.com)hizo una importante revelación. Asimismo, el tufillo pro-revolucionario del crítico vacuno explica en gran parte su anonimato.
Si hay algo que defender y justificar con respecto a la demencia senderista sobre los años de violencia, que se haga con apellido y nombre propio y dejar de escudarse bajo anónimos evidentes.
Publicar un comentario