16.11.06

Leer y criticar

El escritor José B. Adolph ha publicado en su columna de Caretas su propia opinión acerca de quiénes deben o no deben (o pueden o no) escribir críticas literarias (y su respuesta es que todos pueden). Me la hace llegar por correo electrónico, como todas las semanas. Yo le agradezco una vez más esa costumbre (soy su lector permanente) y transcribo el texto suyo aquí debajo.

Sólo quiero, antes de dejarlos con el texto de Adolph, repetir un párrafo de lo que escribí hace unos días aquí mismo, a raíz del grotesco artículo de Alonso Alegría en Perú 21:

"Alegría parece no haberse dado cuenta de lo más obvio: la reseña de De Paz no es inválida porque De Paz sea joven, ni porque no tenga un diploma de literatura, ni porque no tenga la experiencia de Ampuero ni la fama de Ampuero. Es inválida porque es ad hominem: se despreocupa del libro para atacar al autor. Y Alegría hace lo mismo con De Paz en su columna".

Una de esas frases se la puedo repetir a Adolph a raíz de su mesurada y serena columna: nadie está hablando de diplomas. La suya parece más una defensa de la libertad de opinión (que aprecio y respaldo completamente) que un juicio acerca de lo que nos ocupa: la crítica como actividad intelectual, útil, como guía y puente de aproximación entre el lector y el libro. Caretas nunca pondrá su columna de economía en manos de un neófito, ni su columna de gastronomía en manos de alguien que no sepa nada de cocina. ¿Por qué suponer que la crítica literaria (no la práctica de leer, sino la crítica como oficio, como ejercicio de investigación y como práctica pedagógica al mismo tiempo) sí puede ser ejercida por cualquiera?

Una vez más: lo que se le objetó a Maribel de Paz es que su artículo vendiera gato por liebre: anunció una crítica literaria y entregó una fila de argumentos ad hominem, que nada tienen que ver con el libro que puso de excusa. ¿Eso es censurarla? No. Yo mismo escribí aquella vez: "¿Por qué no opta De Paz por escribir abiertamente sobre Ampuero como personaje público y deja que el libro sea comentado por quienes tengan la intención de hacer una crítica literaria?)".

En fin. Disculpen la distracción y, ahora sí, los dejo con la columna del escritor José B. Adolph en Caretas de hoy:

CRÍTICAS Y OPINIONES
José B. Adolph

He dudado mucho antes de escribir esta columna. Se presta a muchas interpretaciones malévolas y me va a procurar nuevos y resucitar a viejos enemigos. Se supone que “no me conviene” provocar a algunos.

Se trata, claro, de una crítica, con o sin comillas, de la colega Maribel de Paz a un libro del colega Fernando Ampuero y a Fernando Ampuero mismo. Maribel, como algunos quizás no sepan, resulta ser mi jefa en esta sección cultural de Caretas. (¡¡¡Ajá!!!!)

Varios críticos profesionales se han molestado mucho con Maribel, a quien no tengo el gusto de conocer personalmente, por sus opiniones afirmando (expresado en apretado resumen) que ella no es crítica profesional, como tampoco lo soy yo, dicho sea de paso. A un ataque personal mezquino a Maribel por parte de Alonso Alegría no me voy a referir por asco.

Por si interesara a alguien, mi opinión personal es que cualquier lector o lectora tiene derecho a expresar públicamente sus puntos de vista sobre cualquier libro y sobre cualquier autor. Eso, por supuesto, incluye a periodistas. Esos puntos de vista pueden pero no necesitan ser académicos.

Comprendo que los críticos profesionales --tan escasos en el Perú: suelen vivir en otros países-- defiendan con orgullo el prestigio de su chamba, como los médicos, farmacéuticos y carpinteros. Si quieren, podrían colegiarse y excluir a los demás de la profesión. Como la mayoría de médicos excluye a los no-occidentales, aunque también curen.

Maribel de Paz ha escrito en esa nota lo que opinaba, sobre Ampuero y sobre su libro. Que se concuerde con o se discrepe de ella es otro tema. En cuanto a mí, seguiré opinando no académicamente de vez en cuando sobre libros que me gusten o sobre autores que se porten mal. Y conste que sólo llegué a tercero de secundaria y he publicado 17 libros quizá mediocres. A ver quién bate ese doble récord.

Y ahora abro mi paraguas.

13 comentarios:

Eduardo Gonzalez dijo...

Creo que Pepe Adolph da en el clavo reclamando abrir el debate a todo el que tiene una opinion. En este punto estan de acuerdo -creo- Adolph, Gustavo y Thays: nadie -salvo Alegria- parece reclamar que la capacidad de dar comentarios se reduzca a quien tenga un carton.

Por otro lado, queda claro tambien que hay un reclamo fundamental, que es ordenar el debate literario, explicitando los supuestos. Yo, que publico una opinion, voy a escribir sobre el autor de este libro, sobre la voz narrativa, sobre la historia que ahi se cuenta, sobre que? Si no soy claro sobre estos temas, estoy aprovechandome del lector y no etoy a la altura de la responsabilidad de ser publicado.

De otra manera estamos mordiendonos la cola en un debate semantico ridiculo. Maribel de Paz no tiene la obligacion legal de escribir "critica literaria" porque esta en la seccion cultural de "Caretas". Acaso es que cierto tipo de articulos debiera enviarse a "Nos escriben y contestamos"? Quien decidiria eso? Acaso el articulo de De Paz iba firmado "Maribel De Paz - Experta en Literatura"? Al final el problema no seria de Maribel de Paz o Gustavo Faveron sino de la falta de direccion editorial clara en "Caretas".

Gustavo reclamo en su lectura de De Paz que se limite a escribir sobre el libro y no sobre el autor, pero seamos claros: la critica a Maribel de Paz nunca se limito a su texto. Gustavo, ciertamente, desmenuzo los 4 parrafos de Maribel de Paz en 7 u 8 parrafos de analisis, pero los preludio con una reflexion sobre la envidia, con una cita borgesiana que nos dejaba a todos (los que no teniamos idea del subtexto) completamente perdidos y que luego no nos dejo duda de lo que pasaba.

Yo -personalmente- creo que todo el mundo tiene el derecho de escribir lo que quiera y publicarlo donde se lo acepten. Mas aun, me parece que en el Peru es bueno que una periodista joven se ponga faltosa con un escritor famoso o con un periodico importante. Me parece importante, independientemente de si este o no de acuerdo con lo que dice en su articulo.

Lo que si debe hacerse -y ahi esta el problema desde el principio- es explicitar los supuestos, que es lo que ha faltado en toda esta discusion.

Exactamente lo mismo esta pasando con la critica alrededor de "Toda la sangre": algunas de las criticas siguen el modelo de De Paz y se quedan en el argumento ad hominem: es lo que pasa en los blogs basura, donde queda claro que a nadie le interesa el libro sino el compilador.

Ahora bien: yo creo que si es posible, legitimo y util hablar del escritor o del compilador de un libro, a condicion de que se explicite y de que se haga un esfuerzo minimo por tomar seriamente en cuenta la itneligencia del lector. Creo que es util al leer criticamente los Comentarios Reales, entender quien era Garcilaso y cuales eran sus desgarramientos en la Colonia temprana.

Por eso es que me ha parecido bien -opiniones sustantivas aparte- que "La Vaca Profana" invierta quien sabe cuantas horas hombre en leer "Toda la sangre" de cabo a rabo y desarrollar un marco analitico para entender el libro, el contexto y el compilador. Una vez que esto se ha hecho, podremos discrepar y descubrir cuales argumentos se salvan y cuales no, pero por lo menos respetemos la inteligencia del otro.

Para volver al principio, entonces, Adolph tiene razon, pero con una atingencia: a la hora de escribir nos debemos los unos a los otros el minimo nivel de civilidad de tomar los argumentos del otro en serio.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Una cosa que me queda más clara después de leer tu comentario anterior, Eduardo, es que en verdad hemos llegado a un punto tan pobre en la crítica y el debate cultural en el Perú que ahora hay que reconocerle a un crítico el mérito de leer completos, o casi completos, los libros que comenta.

Lo que sí me parece un tanto extraño es eso de decir que la culpa del desconcierto provocado por De Paz no es de ella sino de la falta de dirección editorial de Caretas. Maribel de Paz es la editora de cultura de Caretas. Su artículo no iba firmado "Maribel de Paz, experta en literatura", como bromeas, pero sí es perfectamente posible decir que iba suscrito por la editora de cultura de la revista. ¿Y su contenido tenía algo que ver con lo que eso anuncia? No. ¿Y no es tarea de la editora de cultura construir u orientar la línea editorial de la revista en su campo?

Claro, podrás decir que la culpa es de Zileri o de quien sea que haya tomado la decisión de darle la edición cultural de la revista a alguien que no parece capaz de ejercerla. Si contrato a un minero para que cuide el jardín me arriesgo a que haga un mal trabajo. Pero eso no exime de responsabilidades al minero, supongo yo.

Una cosa es que uno tenga en cuenta que el Inca Garcilaso era tal o tal cosa, otra cosa es que yo diga "Los comentarios reales son un mal libro porque se nota que los escribió ese mestizo antipático y arrogante". Una vez más: decir que Juan es antipático y decir que el libro de Juan es malo no es lo mismo que decir "el libro de Juan es malo porque Juan es antipático"; ese último es el argumento ad hominem y ese es el que no tiene lugar en la crítica literaria. Qué interesante hubiera sido que De Paz nos informara que la extracción social de Ampuero o sus compromisos de clase o sus afinidades políticas lo llevan a malentender o deformar tal o cual objeto representado en su ficción. Pero lamentablemente no es eso lo que hace, no importa cuántas vueltas le quieran dar a su reseña: lo único que dice es que Ampuero le cae mal.

(Por ejemplo, Daniel Salas, hace unos días, escribió en alguna parte que las prostitutas de la novela son una idealización romántica, basada más en el tópico de la puta buena gente que en el terrible problema social de la prostitución. Fácil sería encontrar que Ampuero puede permitirse esa deformación debido a su propia lejanía ante el problema real de la pobreza. Los críticos no lo han dicho, sin embargo. Han preferido decir que es un pituco o un "regio" y que por ello el libro es malo).

Ya está claro que "Pound era fascista" no es una afirmación que nos vaya a permitir concluir que los libros de Pound son malos, ¿no? Y sin embargo, con esto de Ampuero, con la película de Llosa hace unos meses, está claro que sí les parece a muchos aceptable un tipo de crítica que parte de la idea de que la pertenencia social de un autor es suficiente argumento para decir que sus obras son despreciables o torcidas de nacimiento. Si la crítica fuera un ejercicio así de mecánico (esto no te lo digo a ti, que lo sabes de sobra) no sería interesante en lo más mínimo.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Encantado de publicar tu texto, con mucho gusto, y no hay nada de qué dar las gracias. El blog de Iván no tiene la opción de comentarios para los lectores, pero de seguro él verá tu nota aquí mismo.

Ivan Thays dijo...

Algo sobre la dirección editorial de la revista CARETAS:

La revista tiene desde hace décadas una sección de reseñas de libros titulada OLOR DE TINTA, al igual que tiene una de pintura (Lama) y una de cine (Tsang). En ella han escrito muchas personas, pero en los últimos dos años, por pedido de Jaime Bedoya, escribo casi exclusivamente yo (el casi es porque, alguna vez, apareció una de rosella di paolo, pero nada más que recuerde). La página no sale muy a menudo porque su publicación depende de los avisos y de si hay o no una nota que quite demasiado espacio. Desde hace semanas, Maribel de Paz tiene en cola una reseña mía a un libro de Juan Villoro, que hasta hoy no ha salido.

A mí me intrigó mucho que Maribel salte esa página y coloque en la suya, destinada a los eventos culturales y columnas de opinión, una reseña de Ampuero. Eso, que yo recuerde, solo sucedió una vez, y fue con un libro de Alonso Cueto, lapidado entonces por Pimentel (Maribel entonces no era editora de culturales). Supongo que Maribel, como editora, podría haber pensado que una reseña de Ampuero era más actual que una de Villoro. Pero aquí la pregunta es: ¿por qué no me pidió entonces que la haga yo? Para mí es obvio que Maribel no quería iniciar su carrera como crítica literaria, y menos aún esperaba que en Caretas se publicase un ejercicio crítico sobre la novela de Ampuero; su intención era hablar de Ampuero y ponerse "faltosa" contra el autor, como dice eduardo gonzalez, sobre todo después de haberlo visto en Ellos & Ellas una semana antes. Pero si ésa fue su intención (y esto es algo que he repetido durante todo el debate) ¿por qué utilizar el libro como excusa? Hubiera hecho un recuadro, como el que hizo Planas cuando acusó a Pataclaun y Bryce de no comprometerse con el tema político ("los que callan"), y expresar ahí directamente su opinión sobre el autor sin enmascararla en crítica literaria. De esa manera, además, permitía a los que sí queríamos decir algo sobre el libro hacer nuestra chamba (que en este contexto, por supuesto, sería ridículo hacerla luego del lío provocado por su exabrupto)

Saludos

IVAN

Félix Reátegui dijo...

Tengo la impresión de que la discusión se distorsiona bastante cuando se introduce el argumento que comienza con: "todos tienen derecho...". Es un giro que tiende a presentar la crítica de la crítica, o cualquier reclamo de competencia básica en el debate intelectual, como un ejercicio de autoritarismo y de censura. (Queda claro que esa no es la intención de José B. Adolph). Obviamente, todos tienen el derecho de hacer todo lo que no esté definido previamente como delito. La cuestión es si queremos tener algunos criterios de base para sostener un diálogo intelectual, en este caso, sobre la marcha de la narrativa actual. Si tanto vale una crítica que juzga el libro por sus méritos intrínsecos y en su relación con la tradición cuanto la crítica que lo fulmina o lo exalta según quién sea su autor, sencillamente no hay debate racional que se sostenga: ni racional ni conducente. Eso termina por destruir también nuestra civilidad: la "cultura" del tráfico vehicular y de la política colonizaría también el poco espacio de debate intelectual que nos queda. Dicho eso, obviamente, todos tienen derecho a decir lo que quieran; quienes se enfrenta al estilo de crítica de De Paz no la censuran; más bien plantean un necesario reclamo sobre nuestra ética de lectores.

PVLGO dijo...

Y colorín colorado..., por favor, q a buen entendedor pocas palabras.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

No sé si interpreto bien el comentario de Pvlgo, pero me da la impresión de que pide que la conversación se acabe. Esa es una curiosidad peruana: incluso en un medio como internet, que parece hecho para la discusión, hay muchos que piensan que no hablar es mejor que dirigir las conversaciones hacia una coyuntura en que se hagan interesantes y productivas. La pelea de "andinos" y "criollos", por ejemplo, acabó así, antes de volverse un debate de ideas: en vez de aprovechar la oportunidad para hablar del aspecto serio del asunto, se acabó optando una vez más por el silencio total.

Daniel Salas dijo...

Se ha puesto interesante el debate, pero hay ciertas opiniones que me confuden: no porque me parezcan retorcidas o erradas, sino porque, siendo absolutamente válidas, refutan propuestas que nadie ha planteado.

Nadie necesita un título de novelista o poeta para escribir una novela o un poemario. De la misma manera, nadie ha dicho que sea necesario poseer un título de crítico para ser crítico.

Pero esto no es lo mismo que sostener que cualquiera pueda escribir una crítica y esperar que la tengamos en cuenta. Por eso me parece fuera de lugar que Adolph vea las objeciones que se le hacen a un supuesto "texto crítico" en una forma de censura. Claramente, en una democracia, quien publica algo, lo que sea, se somete implícitamente al comentario público y, por tanto, a que le caigan aplausos pero también tomates o huevos podridos. Tomemos el ejemplo que tenemos más a la mano: nadie ha sostenido (y esto no deja de ser curioso) que cuando Maribel de Paz expresó su desagrado por la novela de Ampuero estaba pidiendo que se censure la novela de Ampuero. ¿Por qué a nadie se le ocurrió que la crítica equivalía a una censura? Porque entendemos que Maribel de Paz, estando en el derecho de decir lo que piensa sobre la novela de Ampuero, no está llamando a que la quememos o la prohibamos.

En el Perú, nunca he escuchado que un autor replique a las críticas contra su obra diciendo que constituyen algún tipo de censura. La censura consiste en que alguien con autoridad dentro de un ámbito ordene la restricción del uso de algo. Por ejemplo, un director de colegio podría censurar las novelas de Reynoso o Ampuero dentro de las clases de literatura. El rector de una universidad privada (no me extrañaría) puede censurar la obra de Marx en el claustro. En mi colegio, un hermano marista salido de las cavernas franquistas censuró la obra de Darwin. Bueno, eso es censura, especialmente cuando el que la ejerce nada tiene que ver con el campo en el que se mete.

Pero entonces, ¿por qué Maribel de Paz puede criticar a Ampuero (en su peculiar y desatinado estilo) mientras que se siente como una intromisión criticar a Maribel de Paz? La confusión parece hallarse en la ambigüedad del verbo "poder". Hay un sentido, digamos legal, en el que los editores de Caretas pueden publicar lo que quieran en su revista. Pero hay un sentido de "poder" en cuanto a responsabilidad dentro del cual podemos (y debemos, claro que sí) cuestionar esta facultad.

La conclusión que yo saco es que las cuestiones culturales y literarias no son tomadas en serio. La única razón por la cual aparecen la columna de Javier Gárvich y la de la Vaca Profana en la página de web de Terra me parece obvia: la sección "cultural" es un relleno, un espacio que se debe llenar, para darle un barniz presentable al medio. No es importante pero tiene que estar: ergo, se la damos a cualquiera. Total, muy pocos lectores se van a dar cuenta de la pobre calidad de los textos.

Nadie le exige a Maribel de Paz que tenga un título "en literatura", sino que tome su trabajo en serio y no como un relleno. Porque si no se lo toma en serio, ello demuestra desprecio y desinterés por el objeto sobre el cual trabaja. La crítica literaria y cultural puede ser pero no debería ser un espacio para desfogar fobias, resentimientos o trivialidades. Exigir rigor no es censurar, es demandar respeto a los lectores y calidad argumentativa.

Finalmente una aclaración: No soy el autor de la frase que cita Gustavo. Tal vez haya otro Daniel Salas o bien Gustavo me ha confundido con otro.

Anónimo dijo...

Le daré la contra al amigo "Pulgo" pero solo para traer la discusión a un terreno más práctico.

Coincido en parte con Eduardo González (hola Eduardo!, a los años) en que "todo el mundo tiene derecho a escribir lo que quiera"; pero creo que hay que ser claros en un punto: no es lo mismo dar una opinión personal y subjetiva en un medio como Caretas, donde todos sabemos que se deciden muchas cosas en términos de venta efectiva y prestigio de un libro, y otra cosa es decirla desde un blog personal o en una conversación de café.

Dada la ascendencia en el plano intelectual local que tiene esa revista, lo mínimo que se podía pedir a una reseñista es que argumentara coherentemente los errores o defectos que pueda haber visto (y de hecho los hay) en la novela de Ampuero. Algo más o menos como lo que hizo Daniel Salas y cita Gustavo en su comentario arriba.

Pero no. De una manera creo yo irresponsable, se atacó a la persona, se mezcló autor, narrador y personaje público, se explicitó innecesariamente una -para mí como lector, irrisoria e irrelevante- animadversión hacia Ampuero, y finalmente se hizo daño a una novela que podrá tener sus puntos flacos pero que no es lo que los enemigos de Ampuero quieren hacer creer que es.

Mi formación literaria universitaria (y lo digo con tanto orgullo como digo que un día ya lejano me tomé dos cajas de chelas conversando con el poeta Róger Santiváñez y aprendí mucho de poesía, o que en un día y medio me leí 700 páginas de cuentos y novelas cortas de Ballard, literatura de un género considerado "menor" por muchos), mi formación, decía, me permite, por tomar un ejemplo, comparar a nivel estructural, Puta linda, de Ampuero, y El goce de la piel, de Reynoso, ambas novelas cortas. Y la verdad, más problemas encuentro en el libro de Reynoso que en el de Ampuero. Los puedo exponer rigurosamente en un texto comparativo si así se quiere.

El hecho es que la figura de Ampuero -urticante para demasiadas personas que deberían tener un sesgo más maduro en su trabajo profesional- ha hecho que la valoración de su novela, en medios claves como Caretas y otros, sea injusta. En cambio, esa valoración, por lo que recuerdo, ha sido en varios grados sobredimensionada en el caso de El goce de la piel (recuerdo especialmente una reseña encomiosa de Agreda).

A este tipo de desbalances perjudiciales puede llevarnos la crítica anclada en el hiperdemocrático "todos tienen derecho a decir lo que les da la gana", pues pasa lamentablemente que lo que a mucha gente "le da la gana de decir" es con frecuencia perjudicial para un autor que le cae antipático, o injustamente benefactor para otro que se ha ganado adeptos en medios con poses populistas y de víctima del "sistema".

Digo esto si perjuicio de la integridad intelectual de los implicados en esta discusión.

PVLGO dijo...

Por si acaso, yo no pienso q "no hablar es mejor que dirigir las conversaciones hacia una coyuntura en que se hagan interesantes y productivas". Pero si he demostrado alguna impaciencia con este tema es porque ya se ha dicho lo q se tiene q decir--q ataques ad hominem no constituyen critica literaria. Primero Maribel Paz solto su seudocritica y fue a su turno criticada, con razon por unos (Thays, tu), sin ella por otros (Alegria). Ahora viene el escritor Adolph con un comentario q tenga o no merito simple y llanamente no viene al caso, como muy bien lo expone Thays en su blog. El tema es muy puntual y ya esta mas que claro. Por eso, depsues del atinado comentario de Felix Reategui, colorin colorado, pues. Ahora, si tu quieres llevar el tema mas alla, es decir, enriquecerlo, hacerlo "interesante" y "productivo", yo sere el primero en celebrarlo.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Yo creo que en todo este asunto no está de más considerar las circunstancias particulares en que se le hace la crítica a De Paz. El Perú es uno de esos casos extraños en el mundo en que existen diarios importantes de circulación nacional y que se reputan como medios serios que simplemente no tienen una sección de reseñas de libros. Perú 21 y Expreso, sin ir más lejos, son diarios sin sección de reseñas. Caretas, como ha explicado Iván Thays, sólo publica reseñas cuando no aparece ningún otro artículo más interesante y cuando no hay avisos comerciales que le quiten el espacio. (En mis años en Somos, permítanme contarles, las secciones de libros, cine y artes no eran eliminadas nunca, no importa cuántos avisos entraran o cuán importantes fueran las otras notas).

En un contexto como el nuestro: ¿todavía vamos a darnos el lujo de decir que las cuatro o cinco publicaciones periódicas que sí ofrecen reseñas con alguna regularidad pueden sin remordimiento alguno darles esos espacios a personas inexpertas que escriban "su opinión" aunque su opinión sea enteramente inatingente con respecto al libro comentado y absolutamente arbitraria dentro de una página cultural?

Tanque de Casma dijo...

No sé si interpreto mal tus palabras, Gustavo, pero creo entender que sugieres que es válido decir que "Ampuero, por ser de tal clase social, tiene problemas para aproximarte al fenómeno de la prostitución". Me parece que decir eso, como argumento principal, en una crítica literaria sería errado.
Diez Canseco, uno de mis escritores favoritos, al no ser de origen humilde, se le tendría que dar palo por su visión idílica de la gente morena por sus Estampas mulatas.
Creo que ese tipo de comentario más se presta para un estudio de otro tipo, pero no literario.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

A mí también me mandaron ese mensaje, Iván. Lo curioso es que quise averiguar si la firma correspondía a alguna persona real y, haciéndolo, me encontré con que el texto lo ha publicado un blogger infeliz, aún a pesar de saber que él contiene calumnias, mentiras e insultos personales, y de saber, también, que el nombre usado por el remitente es falso.