Este es uno de esos momentos en que uno quisiera creer que el infierno existe, porque así podría uno confiar en que gente como Augusto Pinochet --muerto hace unas horas--, estará ardiendo allí para siempre.
No creo en el infierno, sin embargo, desgraciadamente, y eso me priva del único posible placer derivado de la muerte del generalísimo asesino.
Ahora, lo más cerca que podremos estar de la justicia será mandar a la cárcel de por vida a todos los demás que sean como él.
Es un sueño, claro, y seguramente nunca ocurrirá en la realidad: cuando un criminal lo es a escala masiva, tiene incondicionales, fanáticos y pobrediablos que le creen y lo protegen.
En un mundo marcado por todo tipo de odio masivo, el asesino de masas es siempre para alguien un héroe.
Ya que no arderá en el infierno, ojalá arda Pinochet por lo menos en la memoria de los chilenos: de los jueces chilenos, de los activistas chilenos; ojalá se haga justicia, al menos, con sus ayudantes y sus cómplices.
Y ojalá en Chile, y en todo el mundo, el nombre de Pinochet quede para siempre antecedidos por los epítetos que se ganó a pulso: criminal, delincuente, asesino, genocida.
10.12.06
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19 comentarios:
He leído que la Bachelet no va a declarar duelo nacional y que, si bien se le va a enterrar como ex jefe de las fuerzas armadas, no se le honrará como ex jefe de Estado. Ya es minúsculamente algo.
Como lo comentaba Rodrigo Fresán en un artículo de hace un par de días, en todo este tiempo me ha venido maravillando, es un decir, la ficción autoinfligida por los chilenos según la cual estaban juzgando a Pinochet. Era clarísimo que se trataba de una farsa involuntaria o, más turbadoramente, del cumplimiento inevitable de la llamada razón de Estado. Eso comenzó, desde luego, desde el momento en que el canciller Insulza --el mismo agraviado por la dictadura-- movió cielo y tierra para repatriarlo impune desde Londres bajo la idea de que era la justicia chilena la que, en último caso, tendría que encargarse de sus crímenes, si de eso se tratara. El viejo izquierdista Insulza no podía comportarse de una manera diferente de como lo ordenaba el canciller de Estado Insulza. La razón sustantiva --para hablar con Weber-- tenía que ceder sus fueros a la razón formal. Y es que Chile, respecto del caso Pinochet, nos permite también el lado oscuro y antipático de la separación --tan deseada-- entre persona y función, entre partido y Estado: el lado del cinismo, de la amoralidad, del Estado como fin de sí mismo.
Ese es el cielo o el infierno desde donde ahora sonríe Pinochet. Habría que rescatar, para reconfortarnos frente a esta fuga, el artículo de Juan Goytisolo cuando la muerte de Franco, algo así como: "lo diré, a condición de que nunca vuelva: descanse en paz".
Aún cuando el infierno no exista, y lo que Pinochet adeuda a la justicia es impagable en la medida que es innombrable toda la maldad que desató de manera deliberada, al menos podemos complacernos en una coincidencia feliz, casi un guiño de la justicia (que previamente se habrá quitado el velo de los ojos que le impide ser más justa). Y es las parcas han retirado del mundo a ese genocida fascista precisamente el 10 de diciembre: fecha en que se celebra el Día Internacional de los Derechos Humanos, fecha pues de memoria de las víctimas y de la misma justicia.
Karina Pacheco Medrano
Aún cuando el infierno no exista, y lo que Pinochet adeuda a la justicia es impagable en la medida que es innombrable toda la maldad que desató de manera deliberada, al menos podemos complacernos en una coincidencia feliz, casi un guiño de la justicia (que previamente se habrá quitado el velo de los ojos que le impide ser más justa). Y es las parcas han retirado del mundo a ese genocida fascista precisamente el 10 de diciembre: fecha en que se celebra el Día Internacional de los Derechos Humanos, fecha pues de memoria de las víctimas y de la misma justicia.
Karina Pacheco Medrano
Aún cuando el infierno no exista, y lo que Pinochet adeuda a la justicia es impagable en la medida que es innombrable toda la maldad que desató de manera deliberada, al menos podemos complacernos en una coincidencia feliz, casi un guiño de la justicia (que previamente se habrá quitado el velo de los ojos que le impide ser más justa). Y es las parcas han retirado del mundo a ese genocida fascista precisamente el 10 de diciembre: fecha en que se celebra el Día Internacional de los Derechos Humanos, fecha pues de memoria de las víctimas y de la misma justicia.
Karina Pacheco Medrano
Aún cuando el infierno no exista, y lo que Pinochet adeuda a la justicia es impagable en la medida que es innombrable toda la maldad que desató de manera deliberada, al menos podemos complacernos en una coincidencia feliz, casi un guiño de la justicia (que previamente se habrá quitado el velo de los ojos que le impide ser más justa). Y es las parcas han retirado del mundo a ese genocida fascista precisamente el 10 de diciembre: fecha en que se celebra el Día Internacional de los Derechos Humanos, fecha pues de memoria de las víctimas y de la misma justicia.
Karina Pacheco Medrano
Aún cuando el infierno no exista, y lo que Pinochet adeuda a la justicia es impagable en la medida que es innombrable toda la maldad que desató de manera deliberada, al menos podemos complacernos en una coincidencia feliz, casi un guiño de la justicia (que previamente se habrá quitado el velo de los ojos que le impide ser más justa). Y es las parcas han retirado del mundo a ese genocida fascista precisamente el 10 de diciembre: fecha en que se celebra el Día Internacional de los Derechos Humanos, fecha pues de memoria de las víctimas y de la misma justicia.
Karina Pacheco Medrano
Aún cuando el infierno no exista, y lo que Pinochet adeuda a la humanidad es impagable en la medida que es innombrable toda la maldad que desató de manera deliberada, al menos podemos complacernos en una coincidencia feliz, casi un guiño de la justicia (que previamente se habrá quitado el velo de los ojos que le impide ser más justa). Y es que las parcas han retirado del mundo a ese genocida precisamente el 10 de diciembre: fecha en que se celebra el Día Internacional de los Derechos Humanos, fecha pues de memoria de las víctimas y de la misma justicia.
Karina Pacheco Medrano
Aún cuando el infierno no exista, y lo que Pinochet adeuda a la humanidad es impagable en la medida que es innombrable toda la maldad que desató de manera deliberada, al menos podemos complacernos en una coincidencia feliz, casi un guiño de la justicia (que previamente se habrá quitado el velo de los ojos que le impide ser más justa). Y es que las parcas han retirado del mundo a ese genocida fascista precisamente el 10 de diciembre: fecha en que se celebra el Día Internacional de los Derechos Humanos, fecha pues de memoria de las víctimas y de la misma justicia.
Lo único a lamentar tras conocer el deceso de Pinochet es que finalmente imperó la impunidad y nunca se llegó a hacer justicia. Pinochet amparándose en su ancianidad y supuestas enfermedades nunca tuvo la valentía de enfrentarse a la justicia chilena. Justicia que por cierto evidenció que todavía en su clase política hay sectores y adeptos al ex dictador influyentes que evitaron un real enjuiciamiento y sentencia.
Saludo la decisión del gobierno chileno de no brindar a Pinochet un entierro con los honores de ex jefe de Estado, aunque algunos de sus incondicionales, que todavía los tiene,lo lamenten. Un tipo que uso el poder usurpado para perseguir, secuestrar, torturar y asesinar sólo merece el repudió que la historia y desde ya el presente se lo da.
¿Qué tienen en común aquellos que lloran, dentro y fuera de Chile, la muerte de Augusto Pinochet, con los que hace pocos días aplaudían la reelección de Hugo Chávez?
Aunque lo habitual sea que quien alabe a uno denoste del otro, la verdad es que no hay gran diferencia entre los que, por un lado, pretenden canonizar al hoy difunto general por haber sentado las bases de la prosperidad económica de Chile, y quienes, por el otro, ven en el comandante paracaidista a un justiciero social y un defensor de la soberanía latinoamericana. Ambas posiciones no dejan de ser, en el fondo, profundamente pragmáticas: las dos privilegian los resultados y prestan poco atención a los medios que se emplean en obtenerlos.
Una conclusión se impone: en las preferencias de un significativo sector de latinoamericanos (si no la mayoría), la defensa de las libertades públicas no juega un rol fundamental. Esto no deja de ser lamentable. Los regímenes encabezados por personajes como Pinochet o Chávez tienen como consigna la intolerancia contra todo tipo de oposición, y la destrucción —política y personal— de quien manifieste su disconformidad. El terreno para la exclusión y el resentimiento está abonado.
La educación para la libertad tiene que convertirse en una política pública fundamental e irrenunciable. Un verdadero ciudadano ha de ser conciente de que ningún logro material puede servir como justificación para una dictadura. Es ésta una asignatura pendiente para las nuevas generaciones de latinoamericanos. De lo contrario la sombra de la división y de la violencia social seguirá pendiendo sobre sus cabezas, tal como hoy pende sobre las nuestras.
El infierno está de fiesta
Vamos, que el infierno es para gente decente con problemas. Pinochet fue un asesino, el infierno es mucho pedir para él.
Voy a pensar en la soledad interna en la que ha muerto el asesino.
Saludos,
Erika
El General Augusto Pinochet Ugarte es (y digo es y no fue, porque es inmortal para los amantes de la libertad) uno de esos hombres que solo serán absueltos por la Historia. Gracias a su patriotismo Chile no es el establo en que se estaba convirtiendo gracias al viejo socialismo y al comunismo de siempre. Hizo mucho por el nivel de vida del pueblo chileno, al punto de que mientras los demás países de la región se hundían en la miseria, la inflación galopante y en la destrucción que sembraban guerrillas maoístas y marxistoides desde Guatemala hasta la Argentina, de 1973 a 1990. Fue confirmado en un referendum democratico en 1980 con más del 67% de los votos; y cuando entregó el poder en 1990 se fue con un 45% de chilenos que lo querían seguir teniendo de jefe de estado. Esa es la verdad. Es cierto que se cometieron excesos en los primeros años de su gobierno de salvación nacional, pero ha de entenderse esos 2.000 muertos como una sangría necesaria para un estado que agonizaba. Eran vidas necesarias para salvar a Chile: y la mayoría de chilenos, que hoy viven en el país más desarrollado del subcontinente, así lo saben y lo aceptan.
La democracia chilena, la menos imperfecta de Latinoamérica, es obra directa de Augusto Pinochet,
así el progresismo latinoamericano, causante de tanta dictadura y caudillaje, lo quiera ocultar.
Como suele ocurrir con los genocidas, son tan cobardes que nunca se atreven a dar la cara y buscan mil pretextos para evadir a la justicia, pero jamás logran librarse del asco y la repugnacia que generan.
Murió pinochet, que siga muriendo por siempre.
Abimael Guzman segun la CVR mato mas gente que Pinochet, sin embargo aca hay quienes le dedican libros y antologias a sus huestes asesinas.
Lo justo es lo justo
Pinochet representaba la vergüenza de América Latina. Desafortunadamente es probable que Fidel Castro, su alter ego negativo, Fidel Castro, muera en olor de santidad. Nuestro continente ganará muchísimo cuando se sacuda por fin de ambas lamentables y cavernarias figuras.
El mayor triunfo del diablo es hacernos creer que el infierno no existe. Debe existir, si no ¿dónde más podría estar este genocida?
El infierno es el lugar para el asesino. Que muera y que siga muriendo
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