Chelsea Clinton es presidente de Estados Unidos. Su vicepresidente no es menos inesperado, pero sí más polémico: Michael Moore. Chelsea y Michael, que ahora guardan el Ramadán, tienen un problema por delante ahora que Osama Bin Laden se apresta a iniciar una visita de Estado a la ex potencia del norte, que ya no es sino una suerte de dominio musulmán, luego de haber perdido ante una alianza arábigo-rusa, a fuerza de bombas nucleares, una guerra santa impulsada desde el extremismo derechista de la América más arcaica.
Este sorprendente artículo del Los Angeles Times les dejará en claro que, si las ideas anteriores son delirantes, no son mi delirio, sino una combinación de las pesadillas soñadas por cierto número de escritores norteamericanos en meses recientes: si alguna vez la guerra fría inspiró fantasías apocalípticas en la narrativa anglosajona, la situación actual no se queda atrás.
Lo peor de todo, como explica David Wiegel en el LATimes, es que algunos de los autores que se han sumado a esta ola de ficciones políticas tremendistas no lo hacen en son de parodia: algunos, como Joel Rosenberg y Robert Ferrigno (¿algo de Lou?) son absolutamente serios y se toman los pormenores de sus novelas como lúgubres premoniciones.
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