17.1.07

La crítica oficial

Lo he preguntado varias veces, cada vez que he tenido la menor oportunidad, y creo que hasta ahora no he obtenido una respuesta consistente: ¿de qué hablamos cuando hablamos de la "crítica literaria oficial" en el Perú?

El término lo usa Dorian Espezúa en Ajos & Zafiros para descalificar por miope a la crítica académica peruana, ensimismadamente metropolitana e incapaz de percibir "lo marginal"; una crítica que, en la mirada de Espezúa, es responsable por no integrar en su discurso la producción literaria ajena a los circuitos urbanos y académicos que suelen identificarse como el establishment.

También mencionaba el término la poeta Cecilia Bustamante (lamentablemente fallecida el año pasado), en una entrevista del diario El Nacional, de Venezuela: la "crítica oficial" era una suerte de estamento mudo que se había negado a reconocer su trabajo creativo: "hice con persistencia mi espacio en la producción literaria de mi país, y muy pronto en el exterior, ante el silencio de la crítica oficial peruana".

En un homenaje a Cecilia Bustamante, poco después de su muerte, el crítico Ricardo González Vigil pintó un panorama distinto de la recepción crítica de la poeta desde sus inicios en los cincuentas: "Fue la primera mujer en obtener el premio nacional de poesía, en 1965...
Supieron ensalzarla Juana de Ibarbourou, Antenor Orrego, Luis Alberto Sánchez y Ernesto More, quienes la consagraron entre las voces femeninas más dotadas de la poesía peruana y aun hispanoamericana", escribió RGV.

Ante la idea de una "crítica oficial" prejuiciosa o poco perceptiva, y contra la cual emerge, como contra viento y marea, la obra literaria, que se impone más allá de los silencios de los receptores especializados, existe la otra noción: una crítica con buenos reflejos o, al menos, buen olfato. Un ejemplo lo da José Antonio Mazzotti refiriéndose al trabajo de José Miguel Oviedo: "La antología que editó JMO con el título faulkneriano de Estos 13 (1973) daba cuenta de que algo reciente había aparecido hacía muy pocos años y que merecía la atención de la crítica ´oficial´".

En La República de hoy, en una entrevista de Pedro Escribano al crítico Néstor Tenorio, editor de un libro recién publicado sobre el grupo Narración (Miguel Gutiérrez, Oswaldo Reynoso, Hildebrando Pérez Huarancca, Antonio Gálvez Ronceros, etc.), se produce el siguiente diálogo:

--Si les preguntamos a narradores, tanto jóvenes como mayores, todos reconocen el valor de Narración.


--Yo me refería al soslayamiento de la crítica oficial y académica que un poco como que quiso subestimarlo. A veces, la crítica ejerce cierta influencia en la difusión de los libros, en la lectura, pero como se aprecia, no se puede tapar el sol con un dedo.

En esa respuesta de Tenorio se descubre una noción bastante más devaluada de la crítica: un estamento que soslaya a ciertos autores, estéticas o movimientos al propósito (como parecía decir Bustamante) pero que apenas si influye a veces en la recepción de la literatura. Una turba de malintencionados que, encima de todo, no alcanza a tener la influencia necesaria para lograr su mediocre cometido oscurantista.

¿No es a estas alturas --con la enorme diversificación de la crítica universitaria peruana, tanto dentro como fuera del país; con el afloramiento de la práctica de los estudios culturales e incluso de su variante subalternista; con la labor de editoriales como San Marcos, Lluvia o el mismísimo Congreso de la República; con la evidente e innegable canonización de Gutiérrez, Reynoso, etc; con el espacio constante que la prensa en general les brinda a estos autores (y a libros como el de Tenorio)-- no es, digo, un simple lugar común seguir hablando de la marginación y el soslayo como la actitud de la "crítica oficial" ante esa literatura?

Por supuesto que lo es. Y precisamente por eso es que se acepta y se naturaliza el uso del término "crítica oficial" sin exigirse jamás un menor esfuerzo por definirlo: porque si se definiera, se tendría que aceptar que casi toda la literatura que llamamos o queremos llamar marginal, segregada, apartada, subalterna o soslayada, recibe la atención de parte de la prensa, de la crítica periodística, de la academia peruana, de los académicos peruanos en el exterior, de las revistas especializadas no académicas y de las revistas académicas, así como el apoyo de editoriales privadas y estatales, cada cual en la proporción esperable en un mercado tan reducido como el nuestro.

¿Y entonces por qué la "crítica oficial" sigue siendo ese monstruo gaseoso al que se culpa de todo? ¿Por qué se le sigue acusando de marginadora y segregante en tiempos en que nada hay más de moda en la academia que la investigación de lo marginado y lo segregado? Porque a alguien hay que echarle el pato, pues. Por qué más va a ser... ¿Y de dónde vienen esas acusaciones? Vienen muchas veces de la crítica misma, sobre todo de la más académica, preocupada por hacer visible una sensibilidad que la libre de la sospecha de elitismo. Es, en gran medida, síntoma de un sentimiento de culpa muy mal digerido.

4 comentarios:

Roberto dijo...

gustavo. lo de la existencia de una "crítica oficial" puede remitir a esa sensación de "dos perúes" que se encuentra en la "idea crítica de la historia del perú en portocarrero" y oliart. es decir, un sector marginal a todas luces que cree que un sector criollo y heredero de los poderes coloniales los han ido poco a poco marginalizándolos. (y pueden coger, con alegre actitud descontextualizadora la imagen de un clemente palma, crítico oficial, "criollo y colonialista", despreciando el trabajo de un provinciano, socialista, progresista, césar vallejo).

si a eso añadimos evidentes accesos desiguales a lo que, desde los grupos subalternos, se llaman "los grandes medios", es pues posible que se haya formado desde estos sectores intelectuales marginales la idea de una "crítica oficial".

creo que antes que preguntarnos si tienen o no razón, lo que hay que averiguar es por qué dicen lo que dicen.

saludos

Anónimo dijo...

A juzgar por sus escritos, Clemente Palma era cualquier cosa menos "criollo y colonialista".
Yo creo mas bien que la idea de una "crítica oficial" es asimilable a las teorías sobre conspiraciones a que son tan afectos algunos estadounidenses.
Ahora, poniéndose del lado de las "víctimas" de la crítica oficial, creo que ellos constatan un fenómeno bastante evidente: que publicar un libro en el Perú, aún con todos los elementos de calidad del caso, no es sinónimo de grandes ventas. Ni siquiera de mediocres ventas. Pero las supuestas víctimas se olvidan de que incluso los supuestos beneficiados de las oscuras maquinaciones de la crítica oficial están en la misma situación que ellos. Averigüen en cifras cuántas ventas tiene el libro considerado el más exitoso del 2006, para que luego hablen de hegemónicos.
La verdad, creo que todos los escritores peruanos en general (Dios, qué redundante) están en la misma situación. Lo más cómodo es echar culpas. Creo que hay otras causas, pero no quiero abusar de este espacio.

Daniel Salvo

Anónimo dijo...

Peligrosa desviación la del amigo Tenorio. Muchos de los miembros de Narración han sido o son profesores de literatura en San Marcos y sus textos,inclusive, son estudiados en dicha casa de estudios. ¿En qué quedamos? ¿Eso no los convierte en parte de la crítica académica que tanto los castiga con su desdén? Los edita San Marcos, los edita el Congreso, los edita Peisa. ¿Qué les falta? ¿Primeras planas en los diarios? ¿Portadas de Caretas? Francamente no entiendo.

Anónimo dijo...

No es cierto que todos los escritores esten en la misma situacion; algunos estan mal y otros estan peor. Creo que es conveniente poner enfasis en el receptor antes que empantanarse en disquisiciones aldeanas. Mientras no haya una mayor masa lectora, ni Limeños ni provincianos suscitarán mayor interés que en las facultades norteamericanas de estudios exóticos. Y otros harán el dinero que les hace falta y ganarán los créditos que el ego creativo se muere por obtener.
Suerte entonces con el trabajo de hormiga en la promoción de la lectoría y en el apoyo a una consciencia crítica en la población.

Pablo S.