22.1.07

Otro cacerismo

Ahora que el cacerismo --cualquier cosa que eso signifique-- anda de capa caída en la política peruana, vale la pena recordar (en verdad, no veo bien la relación, pero me da flojera reescribir este párrafo) que el general Andrés Avelino Cáceres, además de la prole nacionalista que los años le han hecho engendrar, le dejó a la historia del Perú, también, una hija escritora, Aurora Cáceres, de relativo éxito en librerías europeas allá por los años veinte del siglo pasado.

Aurora nació en 1877 y murió en 1958, y fue la primera esposa del conocido escritor guatemalteco Enrique Gómez Carrillo (de quien escribió una biografía).

F
ue una suerte de modernista alternativa, con gran interés por la ciencia y los personajes dedicados a ella, y fue autora de novelas y ensayos que han merecido la atención de crít
icos pretigiosos y serios, como Francesca Denegri.

Un dato interesante para quienes quieran descubrir algo sobre esta escritora (desconocida hoy para el público no especializado, pero cada vez un poquito más estudiada) es que una de sus obras, la novela La rosa muerta (recién reeditada bajo el cuidado del crítico Thomas Ward), está completa en internet, y se encuentra aquí.

Eso sí, quienes empiecen su lectura por el prólogo que, para la edición original, escribió el inefable Amado Nervo, tendrán que soportar una avalancha de tonteras y lugares comunes, de esos que eran casi requisito en el género del floreo por encargo durante los años del modernismo. Un ejemplo:

"Yo creo que las mujeres a quienes Dios llama por el mal camino de las letras, deberían dedicarse a escribir novelas y con especialidad novelas de amor. La naturaleza ha hecho al hombre polígamo y a la mujer monógama. Ahora bien, la poligamia y el amor - cuando menos el amor cristiano -nada tienen que ver; ¿no se ha dicho por ventura que el amor es el egoísmo de dos? En cambio, a nadie se le ocurriría decir que es el egoísmo de cuatro... ¡o de cinco!"

En este enlace, por cierto, los cazadores de rarezas encontrarán varias otras piezas escritas por autoras peruanas de aquel mismo periodo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No entiendo bien eso de inefable. A los escritores hay que entenderlos en su contexto. Obviamente lo que apunta Nervo no podemos compartirlo nosotros, pero en su época era mucho más común pensar y escribir de esa manera. Si leyeramos los horrores que inundan, por poner un ejemplo, ciertas páginas de Baudelaire, por el peso del prestigio y de la historia probablemente lo pensaríamos dos veces antes de colgarle al poeta francés un adjetivo cruel y descalificador. Eran otros tiempos. Y del rico legado que los viejos nos dejan, tomemos lo conveniente, que no es poco, sin hacerlos papilla por una idea que consideramos equivocada.