26.5.07

La venganza y la sonrisa

Las caras del Joker: de Victor Hugo a Guillermo del Toro

Viendo por segunda vez
El laberinto del fauno, me resulta inevitable asociar al personaje de Sergi López, el malévolo capitán falangista, con el Joker de Jack Nicholson. Cuando uno ve a López intentando abandonar el laberinto, con su hijo en brazos, al final de la cinta, le viene a la memoria otro personaje de Nicholson: el escritor lunático que, en El resplandor, de Kubrick, muere persiguiendo a su hijo en un laberinto de árboles y hielo.

El capitán de
El labertinto del fauno sufre a manos de una sirvienta --interpretada por Maribel Verdú-- una herida en el rostro que le prolonga la boca sobre la mejilla izquierda, abriéndole con ello una sonrisa grotesca de reptil que él mismo cose posteriormente: hilo y aguja en carne viva, y un vaso de aguardiente para cauterizar.

En un artículo de
El Dominical de El Comercio, el crítico Ricardo Bedoya ha mencionado que, en ese pasaje, la cinta encierra una referencia a El hombre que ríe, la película muda que el cineasta alemán Paul Leni, en 1928, basara en una novela homónima de Victor Hugo.

Por supuesto, que la secuencia de
Del Toro/López en El laberinto del fauno sea una referencia al Joker de Burton/Nicholson y que sea un homenaje al hombre que ríe de Hugo/Leni no son dos ideas contrapuestas ni mucho menos irreconciliables.

El Joker original de los cómics de Batman estaba ya obviamente inspirado en el protagonista de la película de
Paul Leni. El Joker reinventado por el escritor Alan Moore y el dibujante Brian Bolland en 1988, para una novela gráfica de DC Comics --"Batman: The Killing Joke"-- volvió a la misma fuente de inspiración, según confesión expresa del dibujante. (Esto fue un año antes del estreno de Batman, la película de Tim Burton con Nicholson como el Joker). Y, por último, en el año 2005, Ed Brubaker y Doug Mahnke produjeron una secuela de ese cómic, titulada "Batman: The Man Who Laughs".

Más que la secuencia, lo interesante es la génesis del personaje, es decir, su lenta transformación y la ironía con que
Guillermo del Toro lo retoma. En la novela de Victor Hugo y en la cinta de Paul Leni, el personaje de Gwynplaine (así se llama el futuro Guasón) es una víctima de la opresiva autoridad estatal, mientras que su retoño español en la cinta de Del Toro es la encarnación misma de la dictadura fascista.

En Hugo y Leni, Gwynplaine es hijo de un activo enemigo de la monarquía; su padre ha sido torturado y ejecutado por orden del rey, y al niño se le ha obligado a ver la ejecución pero se le ha perdonado la vida. Luego, también por mandato real, se le ha recortado a cuchilladas una forzosa sonrisa en el rostro, para que aprenda el costo de la felicidad en un mundo asfixiado por un poder omnímodo. Con los años, criado por una turba gitana, el niño, ya adulto, se ha convertido en un payaso de circo.

En los cómics de Moore/Bolland y Brubaker/Mahnke, el Joker es un comediante mediocre a quien la pobreza extrema y el inminente nacimiento de su hijo fuerzan a iniciar una vida en el crimen, una vida corta, en principio, pues en su primer atraco es emboscado por Batman y se ve forzado a saltar a una piscina con reactivos químicos que le desfiguran el rostro. Todo ello ocurre apenas minutos después de que el pobre sujeto ha descubierto la muerte de su esposa y, por tanto, la de su hijo nonato. Su locura en adelante será criminal, pero tendrá siempre ese componente trágico: en su origen, es una respuesta alienada y corrupta contra un mundo alienado y corrupto.

Es claro que, a pesar de que el capitán falangista de El laberinto del fauno es básicamente una representación del mal en su estado más puro, el personaje es también un producto del mal que lo rodea: la tradición militarista expresada en el reloj heredado del padre, por ejemplo. El brillante pasaje en que el hombre intenta cortar el cuello a su reflejo sobre el espejo es un indicio claro de que incluso él mismo se reconoce como alguien que debe ser eliminado.

La escena en que el personaje de
Maribel Verdú, con una daga pequeña, corta la mejilla del capitán y le abre hacia un lado del rostro la sonrisa monstruosa, es un complejo homenaje de Del Toro: no es una cita formal, simplemente, sino una referencia a la tradición del Joker y Gwynplaine: si en Leni y Victor Hugo es el tirano quien fuerza esa sonrisa sobre la cara del débil y el sojuzgado (el niño), en Del Toro es la mujer, la sirvienta, la embozada resistente, quien devuelve la herida al opresor, es ella quien convierte al tirano en payaso, y será ella misma, luego, quien salvará al hijo del capitán del destino de convertirse en alguien como su padre.

Y en ese pequeño triunfo silencioso, el bien (después de todo,
El laberinto del fauno también es un melodrama) es quien ríe al último.

Posdata: una escena (cuatro minutos veinte segundos) de la pelicula de Leni, The Man Who Laughs:



Imágenes: arriba de izquierda a derecha: Mary Philbin y Conrad Veidt en The Man Who Laughs; el afiche de esa misma película; Jack Nicholson como el Joker en el Batman de Burton; el futuro Joker de Christopher Nolan, basado en una novela gráfica de Frank Miller; Batman: The Man Who Laughs, de Brubaker y Mahnke; Batman: The Killing Joke, de Moore y Bolland. Abajo: Sergi López como el capitán fascista en El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Ahora a buscar esas novelas de Victor Hugo y Alan Moore!

Anónimo dijo...

No entiendo bien qué recoge Guillermo del Toro del personaje original, que era una victima, según se entiende de tu post. Muy interesante como siempre.

LuchinG dijo...

"El brillante pasaje en que el hombre intenta cortar el cuello a su reflejo sobre el espejo es un indicio claro de que incluso él mismo se reconoce como alguien que debe ser eliminado."
Para mí era un indicio claro de que él sentía vergüenza de sí mismo. Él era tremendamente estricto y estaba obsesionado con su objetivo; sabemos después que cuando le propuso matrimonioo a la madre de la niña, lo hizo como si fuera una transacción comercial, con el fin de tener decendencia; "el niño debe nacer junto a su padre", me parece que dice en algún momento; luego nos enteramos que su padre era un militar, un héroe, con una historia conocida de valentía (lo del reloj), y él la niega en el almuerzo; luego (¿o es antes?) mata a un hijo frente a su padre; finalmente vemos que se imaginariamente corta el cuello en el espejo. El se corta el cuello porque se odia, porque odia la imagen que le recuerda que es un cobarde, no como su padre, el héroe; y luego eso se demuestra en la escena final, en sus líneas, cuando se ve obligado a entregar al niño. Lo de el corte en la boca, no lo conecté para nada con la sonrisa, sino con su conversión en una fiera, porque se podían ver todos sus dientes como en los animales cuando rugen, pero supongo que para alguien acostumbrado a ver cine no reciente es una referencia que no se puede pasar por alto.

Anónimo dijo...

Felicitaciones, Gustavo. Es lo mejor que has escrito en tu vida

Anónimo dijo...

Supongo que el anónimo anterior es irónico, pero los lectores del blog te agradecemos textos como este, que nos dan pistas para buscar cosas nuevas.

Luching: al final de todas maneras en tu lectura y la de Faverón hay una misma raíz, el personaje se detesta y es suicida.

Anónimo dijo...

Creo que la idea es que hoy, como nunca, en la historia de la humanidad un hijo puede ser totalmente distinto de su padre, y este miedo es el que crea el hilo dramático de la película... veo en internet la foto y la comparación de dos barrios en Lima, lo que se observa ahí es el fruto del esfuerzo de muchas generaciones en ambos lados, honradez y pobreza no son sinónimos y satanizar el éxito es de demagogos. Hoy encuentras en Las Casuarinas cholos, como yo, exitosos, diferentes de sus padres, eso es malo? el espíritu de negación usualmente es del observador, como en el artículo de Rafo León, demasiado superficial para mi gusto...

Anónimo dijo...

¿Esa película se consigue en Lima?

LuchinG dijo...

JulioR: Para mí si es grande la diferencia entre "acabar con todos, incluso con uno mismo" y "acabar con uno, mediate el proceso de acabar con todos", en el primero la motivación puede ser más impersonal. Bueno, ok, en realidad nada nunca es impersonal, pero, al menos para mí, en un relato no es lo mismo hacer que un personaje siga una política ajena (digamos, un nazi como el que salía en la serie "Holocausto") hasta que ésta lo envenene a él también, que un personaje siga una política porque él ya está envenedado. Tal vez la diferencia sea sutil, pero es mi punto de vista.

Disculpen si el término "política" no es claro, son los perjuicios de mi educación en administración de empresas.

Tanque de Casma dijo...

Gustavo
No estoy tan seguro que el capitán represente a la maldad en estado puro. A mí me pareció más bien una víctima de hechos que los rebasaban. Esa obsesión por morir de forma valerosa debido a una pesada herencia familiar lo hacen más humano, con más matices que, por ejemplo, el personaje de Maribel Verdú. Por cierto, el rollo familiar del capitán me hace recordar al que tiene el personaje de Matt Damon en El buen pastor (película que he visto hace dos días).
Saludos
Ernesto

LuchinG dijo...

Sería interesante ver ejemplos de "mal en el estado puro". Hannibal Lecter se me fue al piso con la última película, pero aún tratando de buscar una explicación "historica" (en el sentido del post de la otra vez) a sus acciones, se podría haber salvado el personaje metiéndolo en un proceso de autoaceptación (a lo "Crímenes y Pecados", osea, se comente el crimen, se siente la culpa, pero luego de un tiempo de "duelo", por llamarlo de una forma, se acepta el pecado; a Hannibal habría que acerlo dar paso más allá de una simple aceptación). Cada definición sobre qué es el mal en estado puro daría lugar a un pesonaje distinto.

Tanque de Casma dijo...

Luching
Pero en Crímenes y pecados creo recordar que no se termina por aceptar el pecado. El personaje del crimen, el que manda a matar a su amante, siente remordimiento pues espera un castigo que nunca llega. La culpa no desaparece en él.

LuchinG dijo...

Lo que Landau dice a Woody Allen en la escena final es, me parece, que la mayor parte del tiempo se siente bien, de vez en cuando tiene episodios de culpa, pero bastante ligeros en comparación a los primeros, debido al conocimiento que ahora tiene de que esos episodios son pasajeros; es decir, acepta la situación. El paso adelante que daría Hannibal es ni siquiera tener esos episodios de culpa. Las diversas versiones de esa aceptación final es algo que me parecería interesante ver.

Anónimo dijo...

A propósito de cine una curiosa revisra sobre Medicina y Cine: http://www.usal.es/revistamedicinacine