27.9.07

Kertész y El ojo que llora

Los "lugares de memoria" y la contribución fujimorista

El novelista húngaro Imre Kertész, que anda de viaje promocional presentado su autobiografía Dossier K, ha dicho en Barcelona, ayer, entre otras cosas, que lo que queda del campo de exterminio nazi de Auschwitz, en Polonia, donde él mismo pasó un tiempo recluido, se ha transformado en "un parque temático montado para el turismo".

Kertész
no critica el hecho de que Auschwitz se conserve y sea mostrado a los visitantes interesados en conocer la historia de la Shoa: por el contrario, lo que él objeta es la falsa monumentalización de Auschwitz, su deformación, el hecho de que las ruinas preservadas en medio de la verde pradera de la región sean una versión meliflua de la realidad.

Quienes quieran intuir esa realidad, dice
Kertész, deberían ir a otro campo, el de Birkenau, en el cual "todavía se muestra algo de lo que fue y se puede observar la irracionalidad al servicio de la muerte".

Es interesante la percepción de Kertész: lo que propone es no convertir las ruinas en simbólicas, no pasarlas por el tamiz de la interpretación, no transformarlas en versiones líricas o épicas de la realidad, sino preservarlas tal como fueron, para leerlas, por decirlo de algún modo, literalmente.

Quienes, inspirados en los escritos del francés Pierre Nora sobre los "lieux de mémoire" (los "lugares de la memoria"), defienden la monumentalización de ciertos espacios en función de su pasado histórico y sus posibilidades de volverse estímulos de una memoria comunal, tienen, pues, en Kertész, una suerte de relectura realista de esa misma noción.

En el Perú, dicho sea de paso, no hemos adoptado ni un camino ni el otro, y tenemos problemas incluso para lidiar con los objetos puramente simbólicos que hemos creado para perennizar el recuerdo de nuestra propia violencia: hemos visto una larga sucesión de polémicas en torno a la construcción de "El ojo que llora", espacio público que es obra de la artista plástica Lika Mutal y que constituye, hasta cierto punto, la edificación de un "lugar de memoria" (en tanto que su espíritu es el de "preservar lo invisible a través de lo visible", como quería Nora), aunque en este caso no se trate de la perenniazación de un escenario histórico.

Personalmente, mis mayores objeciones al monumento no son éticas, sino estéticas y acaso de discurso: "El ojo que llora" me resulta de un patetismo simplificador (algo influye en ello el hecho de que el monumento siga la estética estándar de otros similares levantados en otras partes del mundo) y su sentido me parece inapropiado; me da la impresión de ser el símbolo de un proceso de duelo inacabable, eterno, y no, precisamente, el de un duelo que sea proceso, es decir, que conduzca a algo.

Y también me incomoda el contraste extremo entre, por un lado, la despersonalización implicada por la figura de ese ojo sin cuerpo, y, por otro, la individualidad de las víctimas expresada en la inscripción de sus nombres en las piedras: como si la idea detrás del monumento fuera que, si bien es posible identificar a las víctimas, no es posible, en cambio, identificar ni a los responsables ni a los culpables ni, siquiera, a los dolientes.

Dicho esto, debo añadir que la intención de levantar el monumento me parece loable, que mis objeciones no comprometen mi admiración por quienes plantean la memoria de la violencia como un ejercicio necesario, y, por último, que la actitud de sus destructores, la rapiña fujimorista, los retrata fielmente: el fujimorismo ha sido desde el principio, esencialmente, un impulso de disolución, un atentado contra cualquier principio de cohesión social y de solidaridad en el Perú, y un impulso autoritario, violento y apabullante.

Contra su voluntad, quienes atentaron contra el "Ojo que llora" días atrás han añadido al monumento una capa más de sentido, que estaba ausente al principio, y que nos permite recordar una cosa adicional: que no sólo el terrorismo es violento, que no sólo la guerra fue violenta, que hay muchas formas de violencia latentes todavía en el Perú y que el sistema jurídico peruano y los actores civiles de nuestra sociedad tienen en sus manos --en los meses próximos, durante los juicios a Fujimori-- la posibilidad de acabar con, al menos, una de sus manifestaciones más lamentables.

12 comentarios:

LuchinG dijo...

Antonio: como no-lector de poesía, te digo que la principal dificultad para que la poesía tenga lectores es que el lenguaje y la facilidad que tenga uno de captar la imagen. Este, de Blanca Valera, me gusta:

CURRICULUM VITAE

digamos que ganaste la carrera
y que el premio
era otra carrera
que no bebiste el vino de la victoria
sino tu propia sal
que jamás escuchaste vítores
sino ladridos de perros
y que tu sombra
tu propia sombra
fue tu única
y desleal competidora.

Pero todos los otros que están aquí , no pude leerlos, no logro captarlos.

LuchinG dijo...

Ups, creo que puse un mensaje por error aquí, por favor elimínalo, o apruebalo para que yo lo elimine.

Anónimo dijo...

otra de esas formas de violencia latente es la que ejerces en este blog contra tus innumerables enemigos.

Anónimo dijo...

Estas declaraciones de Mutal tendrán algún tipo de relación con las de Kertész?

Finalmente, Lika Mutal indicó que, a pesar de no tener nada en contra de las ferias artesanales o de comida, la presencia de estas alrededor de la alameda le restan el carácter solemne y espiritual por el que fue construido el complejo.

http://origin.elcomercioperu.com.pe/ediciononline/HTML/olecultimas/2007-09-25/olecultimas0425770.html

Anónimo dijo...

Escuche el comentario de Liliana Regalado, historiadora, justamente sobre la memoria.
Lugares de memoria- video

Anónimo dijo...

Gracias, vandalos fujimoristas.

Si "El Ojo que Llora" pretendia ser una especie de "memorial" -es decir de una construccion destinada a hacernos evocar vividamente un hecho dramatico que afecto a una colectividad- de las victimas de la guerra, este estaba inconcluso sin la prepotencia brutal de ustedes.

Quien mire "El Ojo que Llora" a partir de ahora no hara sino recordarlo de manera mas intensa.

Gracias otra vez.

Anónimo dijo...

No les parece que dicho monumento al incluir los nombres de terroristas ¿significaba una afrenta pública para la memoria de las víctimas del terrorismo?, ¿a quién se le ocurrió mezclar víctimas y victimarios?, ¿Podría un momumento al holocausto judío incluir los nombres de los nazis?, los senderistas, ¿son víctimas o victimarios?. Creo que habría que plantearse eso antes de andar pontificando contra aquellos como yo que -si bien no aprobamos el vandalismo perpetrado contra esa escultura- tampoco compartimos el criterio de quienes han incluido terroristas y víctimas en una mezcolanza tremendamente polémica y que le resta cualquier dimensión simbólica.

Anónimo dijo...

Creo los fujimoristas acaban de poner su sello partidario, su firma inconfundible, para que no queden dudas acerca de quienes son los que promueven la violación de los dd.hh y el negacionismo en el Perú.

Félix Reátegui dijo...

Una mujer, hija de una de las víctimas fatales de la violencia, fue al monumento El Ojo que Llora y encontró que la piedra que llevaba el nombre de su padre ―ninguna relación con SL― había sido arrancada de su sitio, pero, felizmente, no despedazada, como sí sucedió con otras. Ella se preguntaba por qué no podían permitir que su padre, desaparecido, tuviera siquiera ese minúsculo lugar dedicado a su memoria. El episodio refleja la semejanza fundamental entre el ataque al memorial y la racionalidad de quienes, para “acabar con el terrorismo”, pusieron en acto o festejaron una estrategia de tierra arrasada. Incluso si se admite que los perpetradores del lado de SL no deben tener un lugar en el monumento ―tema que admite una discusión razonable―, la acción de los agresores mantiene una ominosa fuerza recordatoria: para extirpar los nombres del senderismo, sueltan a los perros de la guerra sin preocuparse de discriminar entre ellos y los nombres de los inocentes de todo delito, víctimas del mismo SL o del Estado. Y, como ocurrió durante la violencia, no se detienen a hacer ese discrimen precisamente porque no les parece problemático aniquilar físicamente, entonces, o simbólicamente, ahora, a personas que no consideran dignas de ser recordadas o incluso de vivir en paz. La mentalidad elitista en el Perú, que es casi sinónima de la mentalidad bárbara, está vivamente retratada en ese hecho.

Anónimo dijo...

cuando Reátegu se pone sentimental es insoportable.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

El comentario de Félix es completamente pertinente, y la respuesta del anónimo es un pequeño ejemplo de lo mismo que estamos criticando.

Anónimo dijo...

Estoy muy indignada, es tremendamente injusto para los familiares de víctimas del terrorismo que los nombres de sus seres queridos estén junto a los de los terroristas que murieron en la cárcel. Imagínense que en un monumento a las víctimas del holocausto reciban un homenaje junto a sus victimarios. Esto sólo puede pasar en el Perú.

Saludos

Adriana