En 1937, en su cuento "Maldido gato", de la colección "Diez: cuatro animales, tres mujeres, dos sitios, un vicio", el escritor chileno Juan Emar (Álvaro Yáñez Bianchi, 1893-1964), ensayó, en medio de lo que era un experimento de narración suerrealista, una pequeña ilustración (¿o más bien, aplicación?) del concepto de "agujero negro".
Amante de la sinestesia, como era Emar, su propio agujero negro tiene origen en una percepción olfativa:
"El haba tenca huele a distancias interplanetarias. Las ventanillas se dilatan en tal forma que todos los arrayanes con todo su mundo se precipitan por ellas precedidas del haba tenca. Luego se precipita el paisaje entero. Luego cabe el mundo. Luego los planetas. Uno, durante este tiempo, ha estado desconcertado, aturdido, ante tal derrame de enormidades narices adentro. Mas cuando el último planeta ha penetrado, renace la calma y uno huele el haba tenca, huele su verdadero olor. El haba tenca huele a distancias interplanetarias. Huele a sal. Todo el espacio, apenas se aleja uno de sus núcleos flotantes, huele a sal".Ya saben: la próxima vez que alguien deba diseñar la cronología de la concepción de los agujeros negros, después de Einstein, Schwarzschild y Chandrasekhar, pero antes de Oppenheimer, Kerr o Hawking, hay que situar a Juan Emar.
Imagen: extraña fotografía de Emar, tomada de aquí.
3 comentarios:
Emar se tomó muy en serio la receta no recetaria de Wilde: el arte es una forma intensificada del énfasis.Pero el juego serio también y este ludismo me agrada un montón.Esas habas provocan de tan enfáticamente odorantes.
Me imagino a Juan Emar como un Jean-Baptiste Grenouille.
Por civismo,afirmo que quienes han visto la película sin leer la novela,El Perfume, de Suskin,no saben en su mayoría quién es el personaje citado por Espléndida.
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