28.10.07

¿De qué trata su libro?

La entrevista literaria y el arte de rascarse la barriga

Durante los varios años en que trabajé en el periodismo a tiempo completo, no hice muchas entrevistas: Szyszlo, Quintanilla, Máro, Vargas Llosa, Julio Ortega, Peter Elmore, no muchas más. Hubo una razón fundamental: las entrevistas me parecen más difíciles que los artículos, las crónicas o los ensayos.

Sobre todo cuando se entrevista a un escritor acerca de un libro suyo: por un lado, hay una cuestión de respeto y delicadeza: la persona entrevistada ha pasado un buen tiempo, acaso años, trabajando en el libro objeto de la discusión, y no es cosa de ir y hacerle cuatro preguntas de trámite.

Por otro lado, hay una cuestión de osadía y acaso de temeridad: con las premuras del periodismo, uno debe hacer malabares para estudiar seriamente el libro al cual se referirá la conversación, de modo que el ritmo del trabajo puede dejar al periodista mal parado en una discusión con alguien que evidentemente ha dedicado mucho más tiempo al tema que él.

Y, por último, hay también un asunto de ética profesional: la conversación debe llevarse de tal modo que, una vez editada y publicada, tenga un valor real para el lector: una buena entrevista en una buena sección de libros es como una crítica hecha a dos voces, y debería ser siempre lo suficientemente interesante como para aportar algo nuevo incluso a quienes ya hayan leído el libro.

Me sucede una cosa llamativa: como últimamente ando a la caza de reseñas --para colocarlas en la columna de la derecha de este blog--, estoy revisando todas las secciones de cultura de la prensa peruana cotidianamente. Y descubro que en ellas aparece una cantidad enorme de entrevistas a gente que publica libros: sociólogos, antropólogos, críticos, novelistas, poetas, de todo. Nuestra prensa cultural conversa, habla hasta por los codos.

Aparecen escasísimas reseñas, sin embargo, y con ritmos poco regulares. Podrán decirme que eso no tiene nada de raro: que los periodistas de culturales son muchos más que los críticos, en número, entre otras cosas porque los críticos necesitan de una preparación mayor.

Yo creo que, mirado el asunto desde el punto de vista de muchas personas del periodismo cultural, la verdadera explicación es otra: lo que pasa es que para escribir una crítica hay que leerse el libro criticado (bueno, al menos la mayor parte de los críticos lo hace).

Para hacer una entrevista, en cambio, parecen pensar muchos (tonto de mí), no hay que darse ese trabajo: simplemente hay que preparar unas pocas preguntitas y ya. Leerse la solapa, o el prólogo, o la nota de prensa, o nada. ¿Total? Es una entrevista, ¿no? No es una crítica.

Lo sospechaba desde hace tiempo pero recién cuando aparecieron mis propios libros lo pude confirmar. La mayor parte de las entrevistas que di a la prensa peruana el año pasado, coincidiendo con los lanzamientos, sobre todo con el de Toda la sangre, me fueron hechas por personas que no parecían haber leído el libro. O que habían leído mi prólogo pero no los cuentos, o que habían leído únicamente las cosas que dije sobre el libro y el tema en este blog o en otros artículos de prensa.

No faltó en alguna de ellas la pregunta ominosa: "¿de qué trata su libro?". No más de dos o tres preguntas, en total, me fueron hechas en referencia a un contenido patente del libro, citando un párrafo, una idea particular del prólogo o de los textos. Tratándose de una antología, la mayor parte de las preguntas se referían a la selección de autores: los entrevistadores, entonces, sí habían leído al menos el índice. Pero solo un par de ellos se refirió a los cuentos de los autores que les parecían polémicos: les parecían polémicos sus nombres, no sus obras.

Es el mismo comentario que le escucho a mis amigos que conceden entrevistas luego de lanzar un libro: "me entrevistaron para el medio tal, pero el entrevistador no tenía la menor idea de nada; no se había leído el libro". Me temo que el género de la entrevista literaria está derivando en otra cosa: una conversación en la cual alguien que ha escrito un libro le da a alguien que no lo ha leído toda la información que necesita para que los lectores del diario crean conocer el libro sin necesidad de abrirlo jamás.

23 comentarios:

Anónimo dijo...

Tal vez lo que pasa es que quienes son capaces de leer un libro de un día para otro obtienen mejores empleos.

Anónimo dijo...

Hay también que tener cuidado con las ediciones que a uno le hacen de lo que dice. Si bien uno puede hallar lo comentó, en la entrevista impresa uno ve que juntaron dos cosas que no dijo en el mismo contexto ni respecto al mismo tema. Esa es una jugada común para que el entrevistador se muestre más interesante de lo que fue en realidad.
Y sí, como dices, es cierto que mayormente a uno le hacen entrevistas para informar al lector, cosa el entrevistador debería hacer, sin embargo, no ocurre porque así uno le dé el libro con dos semanas de antelación, el tipo o la tipa llega babas.

Anónimo dijo...

LA LITERATURA NO ES UN "RING"

Santiago Roncagliolo es uno de los últimos escritores peruanos que ha alcanzado notoriedad internacional. Ha publicado -creo- hasta tres novelas; yo he leído sólo una: Abril rojo, de la que voy a tratar al final de este texto muy someramente. Pero debo precisar que lo hago porque, hace pocos días, he leído (vía Internet) un artículo suyo publicado en el diario El País, de España, en el que -con suma ligereza- presenta un panorama de la narrativa peruana, que resulta ser no sólo esquemático sino prejuicioso y hasta desenfocado. Estas deficiencias contradicen la "notoriedad internacional" arriba relevada, y que él mismo también destaca en su mentor: Mario Vargas Llosa, de quien dice que "su nombre es reconocido en el mundo como sinónimo de la literatura peruana", aunque este es un juicio que no compromete a la literatura peruana, porque si eso se percibe fuera del Perú, no es precisamente fuera del Perú que se construye la historia de la literatura peruana. Pero esa contradicción de principio, en que incurre Roncagliolo, es producto de la falsa conciencia de quienes se autoerigen en predestinados para pontificar como especialistas de una actividad que consideran privativa suya: la literatura, sin percatarse que ésta -como cualquier otra especialidad- no tiene dueño y exige de sus usuarios la tolerancia de los contrarios.
Polarizar la narrativa peruana -como lo hace Roncagliolo- entre dos "buques insignia": Arguedas y Vargas Llosa, no es dable ni siquiera como metáfora. Porque el trabajo literario no es un campo de batalla, ni sus actores resultan ser "combatientes" enfrentados ¿para ganar qué: la hegemonía, el laurel discriminatorio? Hay un artículo de Vallejo muy esclarecedor sobre el particular: "Concurrencia capitalista y emulación socialista", en el que dice que "la competencia" es el signo del acontecer en el mundo capitalista. Y el artículo concluye con la siguiente sentencia: "Al régimen de la concurrencia capitalista sucederá el régimen de la emulación socialista".

La oposición que -en verdad- existe en el ámbito literario no se da -no debe darse- en el sentido de quién es el mejor, sino de respetar en cada quien los parámetros elegidos para desarrollar su trabajo artístico. Esos parámetros están dados por las tendencias artísticas del formalismo y del realismo. Y respecto de estas categorías la comprensión de Roncagliolo resulta estar desenfocada, pues pretende invertir los valores de ambas tendencias en relación con sus cultores, ya que a quienes él llama "andinos" -y se identifican desde siempre con el realismo- los convierte en formalistas pues les atribuye estar inclinándose hacia "una gran complejidad formal" suponiendo -prejuiciosamente- que el realismo es incompatible con la experimentación formal, mientras que a los otros, a quienes llama los "costeños" -y se han identificado siempre con el formalismo- les concede el mérito de estar haciendo "textos realistas". Y lo que ocurre es que Roncagliolo confunde realismo con figurativismo, siendo a este último al que se refiere cuando habla de "textos realistas de los costeños". Y considerándose a él como uno de ellos, podemos decir que su novela Abril rojo -ya aludida- no es una novela realista aunque aparentemente ofrezca escenas con "figuras" tomadas de la realidad (por lo demás el formalismo no deja de tomar sus figuras de la realidad; si no, ¿de dónde?). Pero son figuras, no realidades. Porque devienen falsas. Y el realismo rechaza la falsedad. Decir, por ejemplo, que "de un helicóptero civil (…) bajaron periodistas civiles" (p. 126) es redundante, suena a falso pues da a entender que existen "periodistas militares". Por otro lado, el protagonista resulta ser también un personaje falso porque habiendo trabajado veinte años de fiscal (p. 138) se comporta como un ingenuo recién ingresado al Ministerio Público, con una inexperiencia que raya en la caricatura. Y la novela toda se desenvuelve en un escenario acartonado y con personajes igualmente maniqueos, como las menos representativas obras del naturalismo decimonónico. Y con esos pergaminos, realmente, sorprende que este autor propicie una contienda que, si se da, no es como un pugilato sino como la expresión de cada quien en su propio terreno (formalismo y realismo). Aunque pueda haber careo en casos criticables –como es el aquí tratado.

Por Julio Carmona

http://www.mesterdeobreria.blogspot.com/

Anónimo dijo...

gustavo, eres un malagradecido, muchos periodistas jóvenes hicieron caso a tu libro aun cuando no lo hubieran leído, porque les pareció importante, y ahora que ya no te sirven, los atacas.

como ya sé que censurarás este comentario déjame decirte que es una típica actitud aprovechada la tuya.

Anónimo dijo...

¿Re-what? Ese era SU trabajo, y si lo hicieron sólo porque les pareció importante difundir ese libro por el tema, entonces quienes tendriamos que estar agradecidos somos los lectores (pero más agradecidos habríamos estado con buenas entrevistas).

Tanque de Casma dijo...

Bueno, Gustavo
Todos pecamos en algún momento de apurados. Sin ir muy lejos, mira cuantos post le dedicaste a Roncagliolo y su último libro basándote en sus declaraciones, adelantos del libro y los post de otros blogs. Y mira que hasta las repreguntas me querías soplar a mí que he leído el libro.
Un saludo vicario
Ernesto

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Mi querido Ernesto,

¿Todos pecamos de apurados? Bien que hables por ti, y se agradece la sinceridad. Lo que puedes hacer, de aquí en adeltante, es leer siempre los libros antes de las entrevistas y recordar que te están pagando un sueldo por hacerlo.

Y sí he leído el libro de Roncagliolo, por cierto. Es más, hasta mis estudiantes lo están leyendo. Cuando quieras, le pido a uno de ellos que te sople las repreguntas.

Tanque de Casma dijo...

No seas picón, Gustavo. Mira que mi comment fue en buena onda y tú te mandas a criticar mi trabajo. Te recuerdo que en el primer post que le dedicas a la cuarta espada dices

"No menos sorprendente que la declaración de que el interés de Roncagliolo en el tema del terrorismo es básicamente financiero, es el hecho de que también confiese no saber "nada realmente" sobre el tema un año después de haber promovido su novela Abril rojo como un hito en la recuperación de la memoria peruana sobre la violencia polítiica."

Reconocerás, ahora que hasta tus estudiantes han leído a Roncagliolo, que o no habías entendido que ese pasaje del libro se refería a una época anterior a la publicación de Abril rojo, o no lo habías leído. Y si no lo habías leído, no lo habías leído y punto.

Saludos

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Estás en un error. Y estás respondiendo infantilmente. Nadie se dirigió a ti ni te aludió. Tú te has dado por aludido y has buscado una excusa tipo mal de muchos: "todos pecamos de apurados". Si yo comento una entrevista, leo la entrevista. Si yo comento un libro, leo un libro. No tengo apuros.

Tanque de Casma dijo...

Gustavo

Mi reacción puede ser infantil, pero decir que tus alumnos me soplarían las repreguntas me parece fuera de lugar.

La verdad es que estoy mortificado que desde hace algunos post quieras dar clases sobre cómo se debe hacer periodismo cultural y quieras imponer una caricatura de periodista cultural peruano como su real retrato. No me parece mal que se critique nuestro trabajo, pero hacerlo así, en abstracto, como en este post, más parece un ataque a todo el gremio del que formo parte.

Por ejemplo, en el post que le dedicaste al uso de un cable, te mandaste con unas generalidades sobre el periodismo cultural en el Perú y no te entendí, la verdad, qué tenía de malo echar mano a ese cable.

(Antes que lo preguntes, te respondo. No, no usé ese cable, no editaba cuando salió, pero si hubiera tenido oportunidad posiblemente lo hubiera publicado en un breve o en una columna.)

Saludos

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Mi estimado Ernesto, la supuesta caricatura del periodista cultural que hace entrevistas sobre libros sin leerlos no parece tan errada si uno considera que tú mismo nos has contado aquí que has hecho eso.

Sobre el uso del cable al que te refieres, te invito a leer el post nuevamente y notar que nadie ha dicho que usar ese cable fuera criticable (quién podría decir eso). Lo que es criticable es limitarse a eso en lugar de investigar, leer e informar con conocimiento de causa, que es lo que los periodistas deben hacer siempre que no tengan una concepción pobre y monótona de su trabajo.

Mis opiniones sobre buena parte del periodismo cultural peruano las he repetido en este blog desde su inicio, durante ya más de dos años, durante los cuales has sido un comentarista constante y bienvenido (y lo sigues siendo, obviamente). Que ahora te molesten esas observaciones o que te sientas aludido por ellas es un asunto diferente.

¿Te "mortifica" que quiera "dar clases sobre cómo hacer periodismo cultural"? Lo que he dicho es que antes de entrevistar a un escritor sobre un libro es buena idea leer el libro. No me parece mortificante; me parece obvio.

Anónimo dijo...

Faverón
De qué se pico Tanque de Casma?
no lo vi mencionado en este post. La verdad es que el periodimso cultural en el Perú no es la mejor cosa, básicamente porque no hay money y no te pagan muy bien por un artículo bien despachado o suficientemente informado en cualquier periódico. Dedicarle un tiempo importante a un libro para una paga mediocre en un periódico equis? nola
preferible dar clases en la universidad como asistente de docencia

_visita
http://www.mesterdeobreria.blogspot

Anónimo dijo...

El problema de este post es que plantea una generalización en la qu eno queda títere con cabeza. De acuerdo: el periodismo cultural peruano no será la octava maravilla, pero creo que de vez en cuando algunos periodistas (digo, los que sí se toman su oficio en serio) le sacan brillo a lo suyo. Ahora, Faverón, ¿no te parece un poquito impudoroso y egocéntrico ponerte a ti mismo como ejemplo? Claro, ya sé lo que vas a decir, que es el caso que mejor conoces. No dije nada, entonces.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

No, el post no se refiere a todos los periodistas, y lo deja claro. Y no, no me pongo de ejemplo en ningún sentido importante. ¿Acaso hace falta poner un ejemplo para decir que los periodistas deben leer el libro del que hablan?

LuchinG dijo...

Yo si puedo decir que me cayó el guante, porque opiné en este y otros blogs sin haber leído el libro de Roncagliolo; pero opiné en función a sus declaraciones y artículos posteados, contexto en el que la metáfora mencionada por Faverón y Godoy era la cereza de la torta. Por eso, cuando Faverón puso el post, no se me ocurrió que había leído el libro, sino que estaba opinando sobre esa metáfora por las mismas razones por las que yo lo hacía.

Sigo creyendo que si el trabajo de uno es hablar sobre un libro, tienes que leerlo; pero también hay libros que no creo que sea necesario leerlos por completo para opinar sobre ellos. "Tus zonas erroneas" y "La actitud mental positiva" son tan repetitivos que tuve que hacer lectura rápida de varios capítulos para escribir un artículo y no quedarme dormido en el proceso. En el caso de "La Curva campana", los capítulos con estadísticas eran tan específicos que no me era posible refutarlos, así que tuve que tomar como un supuesto que habían sido hechos de buena fe, y más bien usar otras fuentas con datos que contradigan los del libro. Yo no soy un profesional, pero aun si lo fuera, no me imagino un camino distinto.

(Aparte: ¿qué opinan de la telemetáfora de Tanaka? Para mí está bien, pero porque el contexto es distinto, es decir, no sólo por la seriedad de Tanaka en el tema, sino porque está en un post, no en un libro sobre un tema determinado.)

Tanque de Casma dijo...

Estimado Gustavo
Lo que he dicho es que todos pecamos de apurados. A mí me sigue pareciendo que tu primer comentario sobre el libro de Santiago lo hiciste habiendo leído sólo el primer capítulo. Pero en fin. No sé por qué te picas si lo señalo.
En tu post, entre las entrevistas que te hicieron de buena fe y que ahora ninguneas, está la mía. ¿Qué esperabas? ¿Que no se te respondiera? Y sí, esa entrevista la hice sin leer tu libro, que - te recuerdo - aún no salía. No me parece inválido hacer eso, adelantarse a la publicación para hablar de ella.
Claro, nadie discute que leer la obra, no sólo el último libro, de un autor es la manera ideal de hacer una entrevista.
Saludos
Ernesto

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Bueno, Ernesto, pero me parece que me estás dando la razón: las entrevistas son mejores cuando se hacen luego de leer el libro y las que se hacen antes de ello son bastante menos interesantes. Es muy obvio, además, y tú estarás de acuerdo.

Sobre lo otro: no puede ser que por el hecho de que yo haya sido entrevistado tenga que guardar una especie de grato silencio sobre el nivel de las entrevistas en la prensa. Esa sería una mecánica muy pobre y poco crítica. Yo creo que todos los que son entrevistados por un libro lo agradecemos de todo corazón, como agradecí tu entrevista, pero agradeceríamos muchísimo más, y con mejores razones, una entrevista posterior hecha con mayor conocimiento de causa. Sólo ponte en el otro lado por un minuto y verás que no tiene nada de raro lo que digo.

Anónimo dijo...

hay un síndorme periodístico llamado de "los intocables". Muchos periodistas creen que están más allá del bien y del mal y que no puede decirse nada de su trabajo. Craso error, deberían aprender de las crìticas para que mejoren. Con esa tara no sorprende que el gurù de todos estos periodistas culturales sea César Hildebrandt, auténtico rey tuerto de la cultura peruana. Saludos, Gustavo.

Anónimo dijo...

Hace poco dijiste,no sin narcisismo bloguero, que no publicabas alusiones personales si iban anónimas.Pero publicas el comment de 1:06 PM jodiendo a Hildebrandt.¿Es por eso precisamente que le diste luz verde? Sé consecuente,primo,no hagas que se te pierda el respeto.
POST DATA: Muy bien que no hayas satisfecho el elan narciso y petómano que fabricó "Machinaria".

Tanque de Casma dijo...

Ok, Gustavo. Dar una entrevista no significa que te calles tus opiniones. Pero así como criticas, es lícito criticarte sin que sobrereacciones por ello.
Y ya tierrita con el tema, que tú picón y yo picón perdemos de vista lo importante: no perder más puntos en el Callao.
Un abrazo
Ernesto

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Hábil finta, pero a ver, dime, ¿tú qué estas haciendo por salvar a la misilera de un nuevo hundimiento?

Tanque de Casma dijo...

Esa insinuación no te la permito, Gustavo. Yo pongo mi granito de arena. Todos los partidos a los que mi hija me ha dado permiso de asistir - lease dos - el Boys ha ganado. En cuanto a cotizar, pues, esas tareas superfluas se las dejo a la colonia chalaca de Maine. Hay que juntar para los pañales, entenderás.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Hombres necios que acusáis al periodismo, sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis.