Sobre la prisa por acabar con una revolución que no ha ocurrido
Si uno habla en público sobre la necesidad de las sociedades contemporáneas de proponer, implementar y desarrollar mecanismos de inclusión destinados a abrir espacios para las minorías étnicas, religiosas, culturales, etc., pocos interlocutores se declaran en contra. Incluso cuando en el fondo de su corazón sienten que nada de eso es ni necesario ni útil ni urgente.
Pero cuando se les enciende el foco y recuerdan que todo ello puede ser etiquetado bajo un nombre poco prestigioso y caricatural --"corrección política"--, entonces ya no hay nada que les impida contrariar esos principios y, a la vez, sentir que al hacerlo no están siendo ni conservadores ni reaccionarios, sino, paradójicamente, más vanguardistas y rebeldes que nadie.
Los ejemplos abundan tanto que no es necesario señalarlos: quién no conoce al típico personaje que se considera a sí mismo progresista y liberal y desprejuiciado y más librepensador y desenfadado que nadie porque ha llegado a la conclusión de que la "corrección política" es una traba para la libertad de su espíritu y, por tanto, ha decidido que cada vez que la viola está demostrando la extraordinaria libertad de su inteligencia y de su individualidad, está derrotando a una forma de censura, está rompiendo cadenas.
Curiosamente, eso le permite al personaje en cuestión decir barbaridades e insultar a medio mundo en función de sus opciones sexuales, sus fes religiosas, sus pertenencias étnicas, los principios de su cultura, etc. Por supuesto, poco le cuesta recordar --y por eso no lo recuerda, o prefiere obviarlo-- que cada vez que él experimenta la libertad de expresar sus bajezas, contribuye a la marginación y la segregación de miles o millones de personas.
Una consecuencia notable de ese tipo de actitud: el personaje en cuestión se sigue llamando liberal, o progresista (a veces, incluso, revolucionario), sigue pensando en sí mismo como un individuo desprejuiciado, una mente del futuro, pero, a la vez que no hace absolutamente nada práctico e inmediatamente visible para contribuir a la libertad de los demás, se da licencia para contribuir, en la repetición del léxico y el habla de la segregación, a la marginación de los otros.
El personaje, por tanto, es un hipócrita, un mentiroso que empieza por mentirse a sí mismo, una rémora, un lastre.
(En el Perú hay varios: vean a Aldo Mariátegui, por ejemplo, que ha levantado en el diario Correo una tribuna para racistas y segregacionistas, y, sin embargo, se llama a sí mismo liberal. Vean a César Hildebrandt (esa paradójica némesis de Mariátegui, que en este punto es perfectamente idéntica a su enemigo): izquierdista y derechista según su conveniencia, pero siempre racista, siempre homofóbico, siempre mirando a las minorías por sobre el hombro). Vean a Ollanta Humala, otro racista, xenófobo inveterado, chauvinista como él solo, otro que quiere verse como un transformador social. Vean al supuesto liberal Jaime Bayly, refiriéndose a millones de habitantes de los Andes como idiotas por el simple hecho de no pensar como él).
¿Qué los iguala, además de sus prejucios? El hecho de creer que cuando expresan sus prejuicios están siendo más libres y democráticos que cualquiera, sin que les importe, precisamente, la libertad de aquellos a quienes sus atropellos agravian. Los iguala la manera en que creen que, sólo porque son más inciviles, su pensamiento es más libre.
Por otro lado, uno se pregunta cuándo la izquierda será capaz de desembarazarse de la etiqueta de la "corrección política" sin sacrificar en ese giro los evidentes aportes que vienen con la fe en que el respeto social y cultural hacia los demás no puede ser otra cosa que un bien.
Después de todo, en un país como el Perú no debería ser tan difícil (en teoría) construir un corpus de principios de respeto mutuo aceptables para todos, en vista de que el factor mismo que ha convertido a la "corrección política" anglosajona en un elemento caricaturizable (su tendencia a confundirse con puritanismo), no existe entre nosotros. O no existe de la misma manera.
Sin embargo, eso no parece ocurrir. De hecho, en el Perú las burlas a la "corrección política", los reclamos contra ella, los denuestos con que se la critica, son mucho más frecuentes que cualquier intento de proponerla, o de proponer cualquier cosa que se le asemeje o sirva para unos fines similares.
Muchos peruanos, por ejemplo, parecen muy decididos a defender su derecho a seguir haciendo siempre y para siempre bromas homofóbicas, sexistas o racistas y, a la vez, decididos a protestar con total convicción si alguien les dice que, en el campo de la segregación, no existe ninguna diferencia real entre desplegar un discurso repleto de prejuicios y actuar en función de esos prejuicios: no hay racistas inocentes, no hay racistas pasivos, nadie puede simultáneamente contribuir a cimentar los estereotipos de un grupo humano y al mismo tiempo describirse como contrario o ajeno a la segregación de ese grupo.
Imagen tomada de aquí.
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16 comentarios:
Respaldo enteramente tu entrada. Parece que mucha gente ignora (u olvida, interesadamente) que esa "corrección" no fue una dádiva de señores que accedieron graciosamente a tratar mejor a sus siervos, sino la conquista de luchas muy duras y muy largas. El movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos, por ejemplo. La "incorrección política" que practica gente como Aldo Mariátegui es copia de la insensibilidad con la que sus probables ídolos Margaret Tatcher y Ronald Reagan se despachaban al hablar de quienes no estaban de su lado. Un ejemplo de la incorrección de este último, tomado de una columna de Paul Krugman en el New York Times ("Conservatives Are Such Jokers", 5 de octubre de 2007). En 1960, impresionado por la hambruna que azotaba Virginia, John F. Kennedy hizo de lka lucha contra el hambre una de las plataformas de su campaña. Después de ganar creó el programa de estampillas para comida, que representó un alivio a la miseria de millones de pobres en su país. En un discurso de 1964, criticando el programa, Ronald Reagan se refirió al asunto de la sigiente manera: “Hace cuatro años nos dijeron que todas las noches, 17 millones de personas se iban a la cama con hambre. Bueno, es probable que fuera verdad. Estaban todos a dieta". Graciosísimo, a costas del dolor ajeno. Y esa incorreción se aplica no solo al hambre y la pobreza, sino en general a la diferencia, de raza, opción sexual, religión, y todo lo imaginable. Quienes lo hacen suelen ser personas burlándose de quienes les exigen a estos igualdad, y vulneran así sus privilegios-como ricos, blancos, hombres, o ejerciendo la religión (o posición política) que detenta el poder. Esta gente que anda racializando o tildando de ignorante, o simplemente miserable y atrasado, a quien no acepta su manera de pensar. El totalitarismo en germen presente en esas posiciones es intolerable. (La manera hipócrita en la que la corrección política es utilizada por muchos de sus propagandistas busca, por otro lado, hacer desaparecer los espacios de conflicto para convertir el mundo del discurso en un espacio artificialmente ascéptico. Esa es una operación perversa, pero que merecería otro comentario en otro momento).
Hablando de correccion politica, el ultraliberal Vargas Llosa continuamente ha criticado la misma. Te dejo con esta frase suya: "las continuas polémicas a que suelo verme arrastrado por lo que parece ser mi ineptitud congénita para toda forma de corrección política"
(parte de su discurso "Bajo el cielo luminoso de Jerusalen")
En vez de "dejarme con esa frase suya", ¿podrías explicar un poco qué quieres decir?
Conservatives Are Such Jokers
By PAUL KRUGMAN
October 5, 2007 - NYT
In 1960, John F. Kennedy, who had been shocked by the hunger he saw in West Virginia, made the fight against hunger a theme of his presidential campaign. After his election he created the modern food stamp program, which today helps millions of Americans get enough to eat.
But Ronald Reagan thought the issue of hunger in the world’s richest nation was nothing but a big joke. Here’s what Reagan said in his famous 1964 speech “A Time for Choosing,” which made him a national political figure: “We were told four years ago that 17 million people went to bed hungry each night. Well, that was probably true. They were all on a diet.”
Today’s leading conservatives are Reagan’s heirs. If you’re poor, if you don’t have health insurance, if you’re sick — well, they don’t think it’s a serious issue. In fact, they think it’s funny.
On Wednesday, President Bush vetoed legislation that would have expanded S-chip, the State Children’s Health Insurance Program, providing health insurance to an estimated 3.8 million children who would otherwise lack coverage.
In anticipation of the veto, William Kristol, the editor of The Weekly Standard, had this to say: “First of all, whenever I hear anything described as a heartless assault on our children, I tend to think it’s a good idea. I’m happy that the president’s willing to do something bad for the kids.” Heh-heh-heh.
Most conservatives are more careful than Mr. Kristol. They try to preserve the appearance that they really do care about those less fortunate than themselves. But the truth is that they aren’t bothered by the fact that almost nine million children in America lack health insurance. They don’t think it’s a problem.
“I mean, people have access to health care in America,” said Mr. Bush in July. “After all, you just go to an emergency room.”
And on the day of the veto, Mr. Bush dismissed the whole issue of uninsured children as a media myth. Referring to Medicaid spending — which fails to reach many children — he declared that “when they say, well, poor children aren’t being covered in America, if that’s what you’re hearing on your TV screens, I’m telling you there’s $35.5 billion worth of reasons not to believe that.”
It’s not just the poor who find their travails belittled and mocked. The sick receive the same treatment.
Before the last election, the actor Michael J. Fox, who suffers from Parkinson’s and has become an advocate for stem cell research that might lead to a cure, made an ad in support of Claire McCaskill, the Democratic candidate for Senator in Missouri. It was an effective ad, in part because Mr. Fox’s affliction was obvious.
And Rush Limbaugh — displaying the same style he exhibited in his recent claim that members of the military who oppose the Iraq war are “phony soldiers” and his later comparison of a wounded vet who criticized him for that remark to a suicide bomber — immediately accused Mr. Fox of faking it. “In this commercial, he is exaggerating the effects of the disease. He is moving all around and shaking. And it’s purely an act.” Heh-heh-heh.
Of course, minimizing and mocking the suffering of others is a natural strategy for political figures who advocate lower taxes on the rich and less help for the poor and unlucky. But I believe that the lack of empathy shown by Mr. Limbaugh, Mr. Kristol, and, yes, Mr. Bush is genuine, not feigned.
Mark Crispin Miller, the author of “The Bush Dyslexicon,” once made a striking observation: all of the famous Bush malapropisms — “I know how hard it is for you to put food on your family,” and so on — have involved occasions when Mr. Bush was trying to sound caring and compassionate.
By contrast, Mr. Bush is articulate and even grammatical when he talks about punishing people; that’s when he’s speaking from the heart. The only animation Mr. Bush showed during the flooding of New Orleans was when he declared “zero tolerance of people breaking the law,” even those breaking into abandoned stores in search of the food and water they weren’t getting from his administration.
What’s happening, presumably, is that modern movement conservatism attracts a certain personality type. If you identify with the downtrodden, even a little, you don’t belong. If you think ridicule is an appropriate response to other peoples’ woes, you fit right in.
And Republican disillusionment with Mr. Bush does not appear to signal any change in that regard. On the contrary, the leading candidates for the Republican nomination have gone out of their way to condemn “socialism,” which is G.O.P.-speak for any attempt to help the less fortunate.
So once again, if you’re poor or you’re sick or you don’t have health insurance, remember this: these people think your problems are funny.
Interesante tu posición.
Pero si cualquiera estuviera meditando mucho si lo que opina ofende a las minorías,terminaría quedándose sin decir nunca nada, una especie de auto-censura.
La "falta de mecanismos de inclusión" que respeten todas las posibilidades del raciocinio de las personas no sólo ha sido una constante de “izquierdas” y “derechas”, sino, fundamentalmente, obedeció a la naturaleza misma del ser humano, perversa por excelencia, y no por "casualidad" como muchos gustan admitir: Solamente nos tienen que dar un chance, o una oportunidad para que cometamos las peores atrocidades, ya en nombre de Dios, del bien, de la justicia etc, etc...
Paulo Freire en La pedagogía del oprimido habla del "absolutismo" pedagógico -una suerte de "dictadura" que se pone de manifiesto en el proceso educativo. Contribuye -dice- a la "pasividad" -sedentarismo- del estudiante que, lejos de empujarlo al discernimiento, a la inventiva para alcanzar el conocimiento por sus propios medios, bloquea tal ejercicio . Esta práctica se hace de un extremo a otro, cuando lo "ideal" es no “absolutizar” tu conocimiento (maestro, político, periodista o persona que "sabe" del tema) porque al hacerlo, al jactarte de tu sabiduría, implícitamente "absolutizas" el desconocimiento (la ignorancia) del otro, abres una brecha en vez de construir un puente, desmotivando de esta manera al receptor su iniciativa, y destruyendo el dialogo horizontal que debiera existir en toda discusión o parlamento para, en conjunto, alcanzar "la verdad" .
En buena parte esa es nuestra "educación" con el agravante de la vanidad y soberbia.
Pero no solamente diciendo "barbaridades", "insultando" a medio mundo, violando las "buenas costumbres" se rompe la "corrección política" Tampoco se alcanza la "libertad" de espíritu que permita la exposición de la inteligencia e individualidad, siendo elitista, aislando con nuestro lenguaje a un sin número de personas; horrorizándonos del hedor popular, de su vulgaridad, etc., como sucede con la izquierda académica por lo general que busca, por ejemplo, en las dirigencias sindicales de La Oroya, Jauja o Chanchamayo el equivalente de Willy Brandt, Felipe Gonzáles, José Luis Rodríguez Zapatero, y al no encontrarlo, al constatar su lenguaje rudo, sus prejuicios y taras, su ignorancia, vemos el espectáculo racista de Martha Hildebrandt en el congreso, que no es distinto al de algunos académicos “progres” que creen saber lo que les conviene a sus “defendidos” por eso se lanzan a representarlos.
No todos aquellos que pertenecen a las "elites" son unos hipócritas y mentirosos porque con su parloteo se discriminan de los comunes del universo.
Para terminar: No creo prudente "invocar" la apertura de "espacios francos de discusión" donde los expositores antes de hacer uso de la palabra públicamente se les exija lavarse la boca con lejía y pulitón, al tiempo que a los renuentes a los químicos blanqueadores les gritan "hipócritas" y "mentirosos"
¿Se pueda llamar al orden, sin respetar curiosamente a los infractores..?
Cominito
¿puedes dar un ejemplo del racismo de cesar hildebrandt? lo recuerdo más como atacando a los racistas.
y cuando se ha referido a "los pitucos" lo ha hecho como clase social, no como "raza".
Respecto al anónimo que cita a Vargas Llosa, lo hace mal, pues en su libro "El lenguaje de la pasión" el artículo (o discurso, pues en efecto, nuestro escritor lo redactó con ocasión de recibir el Premio Jerusalén en 1995) es "Bajo el cielo de Jerusalén".
La cita completa es: "Yo llevaba entonces algunos años de reconstrucción intelectual y política (el escritor se sitúa en 1977 cuando se refiere a él) luego de haber renunciado a la utopía colectivista y estatista que abracé en mi juventud, y ya defendía, frente a esta, como una alternativa más realista y más humana, el pragmatismo democrático, y me asomaba (todavía con mucha desconfianza) al liberalismo, en las continuas polémicas a que suelo verme arrastrarme por lo que parece ser mi ineptitud congénita para toda forma de corrección política".
Dicho esto, a mi juicio se entiende que lo dicho por MVLL es su permanente interés por defender causas justamente minoritarias, como la del liberalismo (pensamiento minoritario, atacado y malentendido por donde se le observe) identificando la corrección política con aquel conjunto de ideas más o menos conexas que tiene el común de las personas.
Héctor Ñaupari
Ese comentario es incomprensible. ¿Qué interés (o qué beneficio o qué justifición ética) tendría defender al liberalismo simplemente porque es una "causa minoritaria"?
Ñaupari, poeta mesurado e ideólogo alocado, no puede siquiera explicar bien sus ideas, es más, ni siquiera le parece necesario hacerlo: él como muchos liberales radicales pìensa que sus ideas son como su concepto de mercado, que terminarán imponiéndose por todo el orbe, superando a todas las demàs ideologías. Dime si no hay mesianismo en esto? Mientras la gente se da cuenta de que ellos y solo ellos tienen la razón, fungen de víctimas de la incomprensión aquí y allá. Ya los cretinos se darán cuenta de lo que valemos, piensan.
Denominarse liberal es ser políticamente incorrecto. Más aún en el Perú, donde por sólo decirlo uno es objeto de vituperios e insultos como los que se han indicado.
Por otra parte, la incorrección política se define por ser contraria a las posiciones que la mayoría tiene respecto a determinado asunto o tema. En consecuencia, es minoritaria. MVLL defiende la tauromaquia o la liberalización del consumo de drogas. Sólo a esto se refiere el comentario. Para el común de las gentes, hoy, no es correcto defender la corrida de toros. Hace cincuenta o cien años era exactamente lo contrario. No creo que sea difícil entenderlo.
Lo que se hace difícil entender es la falta de cortesía al no reconocer que citar a MVLL completo y ver su propia evolución política intenta contribuir al debate.
Finalmente, respecto al "anónimo" sólo queda decir que lo único alocado aquí es concluir que, al afirmar que el liberalismo es minoritario, entonces se es mesiánico y se intenta imponer al resto ese pensamiento. Nada más lejos de mi ánimo. Y todavía más lejos intentar hacerlo con "anónimos" que no tienen la valentía de dar sus nombres para sostener los insultos que profieren. Por cierto, hoy es políticamente correcto insultar escondido en el anonimato, el propio Gustavo Faverón lo sabe bien pues ha sido víctima de innumerables y cobardes insultos y sus comentarios para evitarlos han caído en saco roto. Tal parece que, vencido, pone estos comentarios anónimos, cobardes e insultantes, admitiendo la corrección política de los mismos. Espero que tenga la hidalguía de reconocer que, si discrepo con él, por lo menos pongo mi nombre para que se identifique lo que señalo, algo que no puede decirse de los comentarios que avala. Una lástima, pero también es cierto que no se verá, justamente por dar cuenta de esta viga en su ojo, el comentario aquí escrito.
No entiendo esta obsesión por destruir nuestra obra de arte histórica: Un país dentro de otro país. El que construye sobre el pueblo construye sobre fango. No existe nada más maravilloso que caminar sobre el mundo sintiendo este "campo de fuerza" simbólico que nos hace invulnerables, semidioses.
Vean a Gustavo Faverón...
Richard: hace varios meses alguien en este blog contó que Hildebrandt habló despectivamente de uno de los fundadores del MHOL que estaba participanto en el plan de gobierno de un candidato, y en otra ocasión dijo de cierta persona que "tiene un estilo de Chucuito", queriendo decir que tiene mal gusto; no es exactamente racismo, pero se le parece. Que el chato es necesario, no tengo dudas, pero también se merece varios ajos, ares, erdas, no me cabe la menor duda.
La corrección política de los jóvenes de ahora, por lo menos en estos blogs literarios, condena a los empresarios a los burgueses, a los liberales, etc. y a todo aquél que piense distinto a los "intereses" que se suponen son "populares" olvidando que los únicos agentes del desarrollo provienen precisamente de esos sectores, y que, fomentando y afirmando el rechazo de estos jóvenes estamos creando una generación de ciudadanos que hace poco viable la salida de la pobreza, necesitamos mas empresarios, y fuera de los estereotipos "correctamente políticos"...
No puedo calificar si una persona es de izquierda o de derecha, porque en mi opinión, estas categorías no son reales, izquierda con relación a qué derecha en relación a cuantos, eso no me dice nada, los discursos son bonitos , la praxis es lo que te define, como empresario trabajé dos años en Pisco, casi todos mis trabajadores eran de San Andrés, alrededor de 30, cuando los fuimos a tecnificar sólo 10 aceptaron el reto, hoy esos 10 tienen trabajo estable en las empresas de la zona, Pluspetrol, Funsur, Aceros Arequipa, etc, A NINGUNO SE LE CAYÓ LA CASA, hemos ayudado a sus familias a venir a Lima mientras se reconstruyen los colegios, y mis exempleados siguen trabajando en Pisco, nuestro lazo ahora es de amistad, esa diferencia entre unos y otros es el meollo del asunto, es políticamente incorrecto reconocer las diferencias, las destrezas, los talentos, es políticamente incorrecto decir somos distintos, por eso gano más, esa utopía hermosa de querer que todos seamos iguales está tan enraizada en la mente de algunas personas que hace casi imposible la planificación y los consensos...
el racismo y la incorreción política de un luis alberto sánchez dergan -hijo de luis alberto sanchez el aprista- que apoya a pinochet, alquila la casa de fujimori en las condes y dice q 3 mil muertes no es problema cómo se clasifica?
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